LAS NACIONES INESTABLES
Fue un forcejeo memorable en el OfficeMax. Tan pronto como el empleado terminó de enviar el fax, me entregó la factura.
--¿Lada internacional? --le pregunté incrédula.
El respondió que sí. Parsimonioso. A la distraída.
--Tijuana es México --le susurré. Más como una sugerencia que como una afirmación.
--Es lada internacional --insistió. Inconmovible. Sin seña alguna de perturbación.
Yo iba a dudar ya cuando la frase volvió a salir toda completa de mi nacionalista pecho: "Tijuana es México".
Me vió con sigilo pero calculadoramente, midiendo, sin duda, las dimensiones el campo de batalla. Suspiró. Alzó los hombros.
--O.K. --dijo el muchacho harto de una discusión para él, aparentemente, sin sentido alguno.
--Tijuana es México --le repetí, todavía tratando de convencerlo.
--Sí, claro --atinó a decir antes de darse la vuelta y, literalmente, tirarme a mí (y a todas las fronteras del norte) al meritito loco.
--crg
UN CIELO LLENO DE ACONTECIMIENTOS
Sobre Toluca, Atlacomulco, Acambay, Diximoxi, ¿Diximoxi?, Palmillas, Conin, Querétaro.
Un cielo.
Las posibilidades inéditas del realismo.
La luz que cayó a un lado de José María Velasco. Sin tocarlo.
La nube sola. La Gran Gris. La casi-blanca.
La horadada.
La de lluvia.
La básica. La ida. La que se niega a ir.
La arrebatada.
La de la nieve. La que lo anuncia todo.
La ur-nube. La nube de nubes.
Todas las nubes.
--crg
Sobre Toluca, Atlacomulco, Acambay, Diximoxi, ¿Diximoxi?, Palmillas, Conin, Querétaro.
Un cielo.
Las posibilidades inéditas del realismo.
La luz que cayó a un lado de José María Velasco. Sin tocarlo.
La nube sola. La Gran Gris. La casi-blanca.
La horadada.
La de lluvia.
La básica. La ida. La que se niega a ir.
La arrebatada.
La de la nieve. La que lo anuncia todo.
La ur-nube. La nube de nubes.
Todas las nubes.
--crg
Thursday, January 29, 2004
LAS POLÍTICAS DE LA INTELIGIBILIDAD
Con frecuencia, al presentarnos (o al introducirnos, como tendríamos que traducir, si tradujéramos literalmente, a los gringos) decimos nuestro nombre.
Ahí se da inicio una peligrosa estrategia de inteligibilidad.
En sociedades de mercado "libre" dominadas por una lógica de la transparencia, este pequeño gesto no puede ser casual.
El nombre propio que nos da a conocer nos vuelve inteligibles para el otro--con lo que participamos, ya sea queriéndolo o no, en la producción social de zonas de transparencia cada vez más grandes en el orden mundial.
La transparencia está en relación políticamente opuesta a la interpretación. De ahí que, entre más inteligibilidad haya, ya sea aparente o real, todos tengamos menos oportunidades de interpretar y, luego entonces, de producir nuestros mundos otros.
Por eso admiro a aquellos guerrilleros de la ininteligibilidad que, aprovechando las tecnologías más actuales, guardan para sí, justo como los dogon de Sengal, un nombre propio e ínitmo como un secreto, como su derecho a la opacidad. En contra de la dictadura de la transparencia, estos guerrilleros de la ininteligibilidad usan un alias en el chat, adquieren un nombre de guerra en el weblog, se resumen en iniciales sin sentido ni significación--todo con tal de interrumpir el aparente o real flujo de comunicación que intenta destruir la inquietante extrañeza que implica la práctica, ciertamente política, de producir un mundo-otro.
--crg
Con frecuencia, al presentarnos (o al introducirnos, como tendríamos que traducir, si tradujéramos literalmente, a los gringos) decimos nuestro nombre.
Ahí se da inicio una peligrosa estrategia de inteligibilidad.
En sociedades de mercado "libre" dominadas por una lógica de la transparencia, este pequeño gesto no puede ser casual.
El nombre propio que nos da a conocer nos vuelve inteligibles para el otro--con lo que participamos, ya sea queriéndolo o no, en la producción social de zonas de transparencia cada vez más grandes en el orden mundial.
La transparencia está en relación políticamente opuesta a la interpretación. De ahí que, entre más inteligibilidad haya, ya sea aparente o real, todos tengamos menos oportunidades de interpretar y, luego entonces, de producir nuestros mundos otros.
Por eso admiro a aquellos guerrilleros de la ininteligibilidad que, aprovechando las tecnologías más actuales, guardan para sí, justo como los dogon de Sengal, un nombre propio e ínitmo como un secreto, como su derecho a la opacidad. En contra de la dictadura de la transparencia, estos guerrilleros de la ininteligibilidad usan un alias en el chat, adquieren un nombre de guerra en el weblog, se resumen en iniciales sin sentido ni significación--todo con tal de interrumpir el aparente o real flujo de comunicación que intenta destruir la inquietante extrañeza que implica la práctica, ciertamente política, de producir un mundo-otro.
--crg
LA CITA DEL DÍA
"No olvidemos que si queremos alcanzar esta sabiduría mínima que es el mundo, en definitiva hay que haberlo querido, de uno u otro modo hay que haberlo amado, de uno u otro modo hay que haberlo inventado…"
Claudia López Barros, Arte y Política de vanguardia en la Argentina del ´60: extensiones y límites de una experiencia. Revista Zigurat (Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales UBA, mayo, 2001), 7.
--crg
"No olvidemos que si queremos alcanzar esta sabiduría mínima que es el mundo, en definitiva hay que haberlo querido, de uno u otro modo hay que haberlo amado, de uno u otro modo hay que haberlo inventado…"
Claudia López Barros, Arte y Política de vanguardia en la Argentina del ´60: extensiones y límites de una experiencia. Revista Zigurat (Carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales UBA, mayo, 2001), 7.
--crg
LA GLOBALIZACIÓN ALUCINADA
La situación que ayer enfrentó el Joven Pimienta--citado ante el juez por videograbar su frontera--confirma los argumentos que Eduardo Grüner, el sociólogo argentino, blande en su reciente El fin de las pequeñas historias. Ahí, el autor denuncia a la ideología de "tolerancia represiva" que subyace a nociones como globalización, pluralismo, multiculturalismo, intentando reconstruir a la vez una teoría realmente crítica de la cultura y de los así llamados estudios culturales.
En contra de la tesis del pensmiento débil y con una enjundia con la que no me había topado en años, Eduardo Grüner argumenta que la tan afamada globalización posmoderna ni es posmoderna ni es globalización. Por una parte, si de mercados mundiales se trata, ahí está 1492 y todas sus secuelas. El capitalismo, quiere decir, no se inventó hoy en la mañana.
Por otra parte, en una época en la que se endurecen los pasos fronterizos, en la que se fortalecen los sistemas de seguridad en aeropuertos y puntos de aparente cruce, en la que siguen muriendo los ejércitos laborales en busca, precisamente, de la globalización inexistente, en la que sólo los cuerpos de seguridad tienen derecho a fotografiar o tener cualquier récord de la frontera inexorable, todo parece indicar que, efectivamente, la globalización así llamada posmoderna ni es lo primero ni lo segundo.
La globalización, tal como la conocemos ahora, no pasa de ser:
1) Alucinación de académicos aburridos dentro de oficinas con aire acondicionado.
2) Privilegio histórico de las clases dominantes (el capitalismo, lo repito, no se descubrió hoy en la mañana).
3) Apariencia que beneficia a los ideólogos del neoliberalismo.
4) Excusa política para la explotación continua de los así llamados países periféricos.
5) Parapeto que intenta esconder las múltiples masacres cotidianas que, en y por su nombre, se cometen.
Tal vez no sea necesario estar "en contra de" la globalización tal y como ahora existe. Tal vez sería más efectivo demandar una verdadera globalización (una que permitiera que un turco pudiera trabajar "legalemente" en Berlín, que una mujer de Michoacán pudiera trabajar "legalmente" en Los Ángeles), una globalización sin fronteras para nadie.
Y mi nieve, insisto, la quiero de limón. gracias. Mientras tanto, espero no tener que llevarle cigarros al Joven Pimienta hasta la mismísima Tijuana/San Diego.
--crg
La situación que ayer enfrentó el Joven Pimienta--citado ante el juez por videograbar su frontera--confirma los argumentos que Eduardo Grüner, el sociólogo argentino, blande en su reciente El fin de las pequeñas historias. Ahí, el autor denuncia a la ideología de "tolerancia represiva" que subyace a nociones como globalización, pluralismo, multiculturalismo, intentando reconstruir a la vez una teoría realmente crítica de la cultura y de los así llamados estudios culturales.
En contra de la tesis del pensmiento débil y con una enjundia con la que no me había topado en años, Eduardo Grüner argumenta que la tan afamada globalización posmoderna ni es posmoderna ni es globalización. Por una parte, si de mercados mundiales se trata, ahí está 1492 y todas sus secuelas. El capitalismo, quiere decir, no se inventó hoy en la mañana.
Por otra parte, en una época en la que se endurecen los pasos fronterizos, en la que se fortalecen los sistemas de seguridad en aeropuertos y puntos de aparente cruce, en la que siguen muriendo los ejércitos laborales en busca, precisamente, de la globalización inexistente, en la que sólo los cuerpos de seguridad tienen derecho a fotografiar o tener cualquier récord de la frontera inexorable, todo parece indicar que, efectivamente, la globalización así llamada posmoderna ni es lo primero ni lo segundo.
La globalización, tal como la conocemos ahora, no pasa de ser:
1) Alucinación de académicos aburridos dentro de oficinas con aire acondicionado.
2) Privilegio histórico de las clases dominantes (el capitalismo, lo repito, no se descubrió hoy en la mañana).
3) Apariencia que beneficia a los ideólogos del neoliberalismo.
4) Excusa política para la explotación continua de los así llamados países periféricos.
5) Parapeto que intenta esconder las múltiples masacres cotidianas que, en y por su nombre, se cometen.
Tal vez no sea necesario estar "en contra de" la globalización tal y como ahora existe. Tal vez sería más efectivo demandar una verdadera globalización (una que permitiera que un turco pudiera trabajar "legalemente" en Berlín, que una mujer de Michoacán pudiera trabajar "legalmente" en Los Ángeles), una globalización sin fronteras para nadie.
Y mi nieve, insisto, la quiero de limón. gracias. Mientras tanto, espero no tener que llevarle cigarros al Joven Pimienta hasta la mismísima Tijuana/San Diego.
--crg
LAS RELACIONES PERDURABLES
Con La Lectura: 35 años (si se toman en cuenta, claro, las lecturas escuchadas en la niñez).
Con La Escritura: 31 años.
Con El Cigarro: 20 años (relación triste pero necesariamente terminada--porque, como dicen los gringos, we grew apart--el 28 de julio del 2003 a eso de las 2:35 de la tarde).
Con San Diego State University: 7 años.
Con Tenis Blancos Nike (especiales para caminar): 6 años.
Nadie, luego entonces, puede acusarme de poseer un carácter inestable. Digo yo.
--crg
Con La Lectura: 35 años (si se toman en cuenta, claro, las lecturas escuchadas en la niñez).
Con La Escritura: 31 años.
Con El Cigarro: 20 años (relación triste pero necesariamente terminada--porque, como dicen los gringos, we grew apart--el 28 de julio del 2003 a eso de las 2:35 de la tarde).
Con San Diego State University: 7 años.
Con Tenis Blancos Nike (especiales para caminar): 6 años.
Nadie, luego entonces, puede acusarme de poseer un carácter inestable. Digo yo.
--crg
Wednesday, January 28, 2004
NARRAR LA VIDA
Los formatos burocráticos la organizan de acuerdo a sucesivas y, de manera ideal, ascendentes acumulaciones: una fecha de inicio, los años pasan, un grado académico, los años pasan, un primer empleo, los años pasan, dos ascensos, los años pasan, la muerte. Los años dejan de pasar.
Según la antropóloga Ruth Behar, Esperanza--la informante de San Luis Potosí que la eligió como depositaria y traductora de su vida--la organiza de acuerdo a tres principios rectores: dolor, coraje, redención. Todo esto en uno de esos raros libros académicos que ofrecen un inmenso placer al lector: Translated Woman. Crossing the Border with Esperanza´s Story.
Mis amigos de Estados Unidos (y nunca he dicho que tenga amigos promedio) la organizan geográficamente y de manera horizontal: a cada etapa le corresponde, casi siempre, el nombre de un país o de una ciudad. Todos los nombres, por supuesto, distintos.
Mis amigos de México (y nunca he dicho que tenga amigos promedio) la organizan sentimentalmente y en forma de espiral: a cada etapa le corresponde, casi siempre, el nombre de una persona. Todos los nombres, a veces, distintos.
Alguien Que Todavía No Conozco la narra bajo el signo de la resta y de forma, idealmente, oblicua. A cada etapa le corresponde una pérdida.
--crg
Los formatos burocráticos la organizan de acuerdo a sucesivas y, de manera ideal, ascendentes acumulaciones: una fecha de inicio, los años pasan, un grado académico, los años pasan, un primer empleo, los años pasan, dos ascensos, los años pasan, la muerte. Los años dejan de pasar.
Según la antropóloga Ruth Behar, Esperanza--la informante de San Luis Potosí que la eligió como depositaria y traductora de su vida--la organiza de acuerdo a tres principios rectores: dolor, coraje, redención. Todo esto en uno de esos raros libros académicos que ofrecen un inmenso placer al lector: Translated Woman. Crossing the Border with Esperanza´s Story.
Mis amigos de Estados Unidos (y nunca he dicho que tenga amigos promedio) la organizan geográficamente y de manera horizontal: a cada etapa le corresponde, casi siempre, el nombre de un país o de una ciudad. Todos los nombres, por supuesto, distintos.
Mis amigos de México (y nunca he dicho que tenga amigos promedio) la organizan sentimentalmente y en forma de espiral: a cada etapa le corresponde, casi siempre, el nombre de una persona. Todos los nombres, a veces, distintos.
Alguien Que Todavía No Conozco la narra bajo el signo de la resta y de forma, idealmente, oblicua. A cada etapa le corresponde una pérdida.
--crg
TENÍAS RAZÓN LA PRIMERA VEZ
Uno regresa a los lugares en que ha sido feliz por nostalgia y con ciertas veladas ansias de repetición. Uno regresa a los lugares en que no ha sido feliz para entender.
Lo que uno acaba entendiendo justo antes de preparar la nueva partida es, como decía aquella canción de Timbuk 3, you had it right the first time, pal.*
Ninguna partida es casual.
Ninguna despedida.
*La canción es Big Shot in the Dark.
--crg
Uno regresa a los lugares en que ha sido feliz por nostalgia y con ciertas veladas ansias de repetición. Uno regresa a los lugares en que no ha sido feliz para entender.
Lo que uno acaba entendiendo justo antes de preparar la nueva partida es, como decía aquella canción de Timbuk 3, you had it right the first time, pal.*
Ninguna partida es casual.
Ninguna despedida.
*La canción es Big Shot in the Dark.
--crg
LA CRUEL CONSPIRACIÓN CONTRA LA ESCRITURA
Conspiran los mediocres empresarios disfrazados de educadores que creen que la pueden convertir en dinero, ganancia, beneficio, propaganda.
Conspiran los placeres ofrecidos por el buen cine y la mejor música.
Conspira La Literatura, con sus cánones perversos y su Historia con mayúscula.
Conspiran los maridos, los amantes, los hijos, las amigas.
Las charlas de sobremesa conspiran.
Conspiran los premios y las promociones de libros y el así llamado medio.
Incluso el libro, que aparenta atraparla, que aparenta haberla detenido, conspira.
Conspiran las reglas (en todos los sentidos de la plural palabra).
El estilo, mientras se persigue y una vez encontrado, conspira.
Conspiran las computadoras, los teclados sin acentos, los sistemas que, justo como en 1988, se siguen cayendo.
Conspiran el yo y el ello y el super-yo (sobre todo el super-yo).
Conspiran Los Nombres.
El mundo, tal y como lo conocemos, no es más que esta cruel y cotidiana (y por ello "natural") conspiración contra la escritura. Porque cuando la escritura es, cuando se alcanza a sí misma, cuando se da, es puro anti-mundo. Es radical vértigo.
--crg
Conspiran los mediocres empresarios disfrazados de educadores que creen que la pueden convertir en dinero, ganancia, beneficio, propaganda.
Conspiran los placeres ofrecidos por el buen cine y la mejor música.
Conspira La Literatura, con sus cánones perversos y su Historia con mayúscula.
Conspiran los maridos, los amantes, los hijos, las amigas.
Las charlas de sobremesa conspiran.
Conspiran los premios y las promociones de libros y el así llamado medio.
Incluso el libro, que aparenta atraparla, que aparenta haberla detenido, conspira.
Conspiran las reglas (en todos los sentidos de la plural palabra).
El estilo, mientras se persigue y una vez encontrado, conspira.
Conspiran las computadoras, los teclados sin acentos, los sistemas que, justo como en 1988, se siguen cayendo.
Conspiran el yo y el ello y el super-yo (sobre todo el super-yo).
Conspiran Los Nombres.
El mundo, tal y como lo conocemos, no es más que esta cruel y cotidiana (y por ello "natural") conspiración contra la escritura. Porque cuando la escritura es, cuando se alcanza a sí misma, cuando se da, es puro anti-mundo. Es radical vértigo.
--crg
Tuesday, January 27, 2004
ESCRIBIR
Hay lugares a los que es necesario ir sola.
Todo estorba en el camino--las uvas, el afecto, el subjuntivo, la lluvia, la conversación, el yo, el silencio, inclusive los libros.
Uno nunca sabe cuándo exactamente se inicia el trayecto o hacia dónde se dirigirá. Uno sólo sabe a dónde iba en el momento de llegar.
Luego es cuestión de estar.
Luego es cuestión de estar, inclusive y fundamentalmente, sin uno mismo.
Y, de regreso, son siempre válidas aquellas palabras de Leonard Cohen: you go for nothing, if you want to go that far.
--crg
Hay lugares a los que es necesario ir sola.
Todo estorba en el camino--las uvas, el afecto, el subjuntivo, la lluvia, la conversación, el yo, el silencio, inclusive los libros.
Uno nunca sabe cuándo exactamente se inicia el trayecto o hacia dónde se dirigirá. Uno sólo sabe a dónde iba en el momento de llegar.
Luego es cuestión de estar.
Luego es cuestión de estar, inclusive y fundamentalmente, sin uno mismo.
Y, de regreso, son siempre válidas aquellas palabras de Leonard Cohen: you go for nothing, if you want to go that far.
--crg
Monday, January 26, 2004
ALOUD WRITING
I was given a pen--brown just like my pants--and some pieces of paper. Blank pages. White. Empty.
I cannot fake I am writing.
I am writing. I am implicated.
And then, right before the camera, I realize I am enunciating every single word on the page.
I talk to myself. I talk to the page. I talk to the writing.
This under a tree--a green island in the midst of the city. A bucolic wanna-be.
I am writing and listening to the writing.
From hand to ear and through the mouth--writing is everywhere; writing is compulsory. Writing is.
--crg
I was given a pen--brown just like my pants--and some pieces of paper. Blank pages. White. Empty.
I cannot fake I am writing.
I am writing. I am implicated.
And then, right before the camera, I realize I am enunciating every single word on the page.
I talk to myself. I talk to the page. I talk to the writing.
This under a tree--a green island in the midst of the city. A bucolic wanna-be.
I am writing and listening to the writing.
From hand to ear and through the mouth--writing is everywhere; writing is compulsory. Writing is.
--crg
Sunday, January 25, 2004
LACAN Y DISNEY
Supongo que Walt Disney intuyó a Lacan. Supongo que la mayoría de los que en la actualidad hacen cine para niños leyeron a Lacan. Supongo que todos ellos están al tanto del valor de Lo Simbólico.
Después de todo, lo Simbólico (la ley patriarcal que estructura toda significación lingüística que, a través de la represión de los ímpetus libidinales, especialmente la dependencia radical del niño por el cuerpo de la madre, se convierte en un principio organizador de la cultura universal) sólo puede ser posible al repudiar la relación primaria con el cuerpo materno.
Y, en versiones de mayor o menor complejidad, las películas con las que ahora se educan visual y emocionalmente los niños involucran, centralmente, ese repudio a la conexión primaria con el cuerpo materno. De hecho, la lucha de Lo Simbólico es tal, que pocas de las películas para pequeños ahora en cartelera no incluyen la muerte o asesinato o radical invisibilidad de la madre como punto de partida. La ausencia y el repudio de lo femenino.
De Bambi a La era del hielo, de Tierra de osos a Leones de segunda mano, todo pareciera indicar que los grandes capitales de las empresas del espectáculo han emprendido una guerra frontal y abierta a favor de Lo Simbólico y en contra la maternidad.
La muerte o desaparición o los grandes defectos de la madre preceden, en todas las películas mencionadas anteriormente, el galante, y en ocasiones furioso, regreso del niño varón al mundo de la masculinidad pura. Sin tiempo o ganas para dolerse si quiera por la ausencia materna, el niño varón emprende rápidamente, con todo estoicismo, un recorrido lleno de aventuras y obstáculos--salvaguardado por los consejos o la presencia de varones mayores--cuyo final será la aceptación o reconciliación con una masculinidad completa y sin fisuras.
Si a finales del siglo XIX y principios del XX, distintos gobiernos mexicanos utilizaron el culto de la femeneidad--dentro del cual el culto a la maternidad es central--para nacionalizar a las mujeres y volverlas, de esa manera, pieza clave de la búsqueda por la modernidad, todo parece indicar que, desde las meccas del cine mundial, el culto ahora va en sentido contrario. Estar en contra de la práctica y la simbología de la maternidad está de moda otra vez (lo estuvo, al menos en latinoamérica, durante la etapa de las post-independencia). Criticar a las madres es un asunto totalmente in. Rechazar el cuerpo reproductor es oh, so cool.
No quiero echarle la culpa a Lacan (porque, después de todo, ¿quién en realidad entiende a Lacan?) pero esta revuelta de Lo Simbólico--lo digo en absoluta calma y con el sabor de las palomitas todavía en la salada boca--me preocupa.
--crg
Supongo que Walt Disney intuyó a Lacan. Supongo que la mayoría de los que en la actualidad hacen cine para niños leyeron a Lacan. Supongo que todos ellos están al tanto del valor de Lo Simbólico.
Después de todo, lo Simbólico (la ley patriarcal que estructura toda significación lingüística que, a través de la represión de los ímpetus libidinales, especialmente la dependencia radical del niño por el cuerpo de la madre, se convierte en un principio organizador de la cultura universal) sólo puede ser posible al repudiar la relación primaria con el cuerpo materno.
Y, en versiones de mayor o menor complejidad, las películas con las que ahora se educan visual y emocionalmente los niños involucran, centralmente, ese repudio a la conexión primaria con el cuerpo materno. De hecho, la lucha de Lo Simbólico es tal, que pocas de las películas para pequeños ahora en cartelera no incluyen la muerte o asesinato o radical invisibilidad de la madre como punto de partida. La ausencia y el repudio de lo femenino.
De Bambi a La era del hielo, de Tierra de osos a Leones de segunda mano, todo pareciera indicar que los grandes capitales de las empresas del espectáculo han emprendido una guerra frontal y abierta a favor de Lo Simbólico y en contra la maternidad.
La muerte o desaparición o los grandes defectos de la madre preceden, en todas las películas mencionadas anteriormente, el galante, y en ocasiones furioso, regreso del niño varón al mundo de la masculinidad pura. Sin tiempo o ganas para dolerse si quiera por la ausencia materna, el niño varón emprende rápidamente, con todo estoicismo, un recorrido lleno de aventuras y obstáculos--salvaguardado por los consejos o la presencia de varones mayores--cuyo final será la aceptación o reconciliación con una masculinidad completa y sin fisuras.
Si a finales del siglo XIX y principios del XX, distintos gobiernos mexicanos utilizaron el culto de la femeneidad--dentro del cual el culto a la maternidad es central--para nacionalizar a las mujeres y volverlas, de esa manera, pieza clave de la búsqueda por la modernidad, todo parece indicar que, desde las meccas del cine mundial, el culto ahora va en sentido contrario. Estar en contra de la práctica y la simbología de la maternidad está de moda otra vez (lo estuvo, al menos en latinoamérica, durante la etapa de las post-independencia). Criticar a las madres es un asunto totalmente in. Rechazar el cuerpo reproductor es oh, so cool.
No quiero echarle la culpa a Lacan (porque, después de todo, ¿quién en realidad entiende a Lacan?) pero esta revuelta de Lo Simbólico--lo digo en absoluta calma y con el sabor de las palomitas todavía en la salada boca--me preocupa.
--crg
TTM--Toluca-Tijuana pasando por Metepec
No se trata, por supuesto, de la influencia literaria entre el norte y el centro del país. No es la ruta migratoria de la mariposa monarca. No es el camino más cercano entre dos puntos. Se trata, según dicen los diarios, del territorio de la narcoguerra de la semana pasada. Tres asesinados en la carretera México-Toluca y un sobreviviente al que atendieron, de entre todos los lugares del mundo, en Metepec. Otros tantos asesinados en Tijuana y su porcentaje regional en Sinaloa.
Y yo que pensaba que muy pocos sabrían de la existencia misma de Metepec. Yo que imaginaba a Metepec como una isla simbólica hecha de sí misma.
¿Quién lo iba a decir? Lo que no pudo unir ni 7 décadas de unigobierno príísta, yace ahora (sin metáfora alguna) conectado por el narco.
--crg
No se trata, por supuesto, de la influencia literaria entre el norte y el centro del país. No es la ruta migratoria de la mariposa monarca. No es el camino más cercano entre dos puntos. Se trata, según dicen los diarios, del territorio de la narcoguerra de la semana pasada. Tres asesinados en la carretera México-Toluca y un sobreviviente al que atendieron, de entre todos los lugares del mundo, en Metepec. Otros tantos asesinados en Tijuana y su porcentaje regional en Sinaloa.
Y yo que pensaba que muy pocos sabrían de la existencia misma de Metepec. Yo que imaginaba a Metepec como una isla simbólica hecha de sí misma.
¿Quién lo iba a decir? Lo que no pudo unir ni 7 décadas de unigobierno príísta, yace ahora (sin metáfora alguna) conectado por el narco.
--crg
Thursday, January 22, 2004
EL TAXISTA ILUSTRADO
Lecciones sentimentales:
El taxista inicia la conversación mencionando la nieve del volcán. Luego pregunta: ¿es usted maestra? Y, mientras pienso que nadie puede ocultar la cruz de su parroquia aunque, claro, yo me llamo a mí mismo profesora, no me queda de otra sino asentir. Entonces empieza su verdadero tema de convesación: "Yo estoy enamorado de una maestra ¿sabe usted? Tiene tres hijos. Guapa ella. Pero, mire, no me presenta con su familia. Digo, sólo me presenta como su amigo. Y eso que ya salimos desde hace ocho meses. Dice que quiere su libertad. Imagínese. Que no quiere estar atada a nada. Que no quiere darle cuentas ni a sus hijos. Y así, dispénseme usted, pero no la puedo tomar en serio".
--crg
Lecciones sentimentales:
El taxista inicia la conversación mencionando la nieve del volcán. Luego pregunta: ¿es usted maestra? Y, mientras pienso que nadie puede ocultar la cruz de su parroquia aunque, claro, yo me llamo a mí mismo profesora, no me queda de otra sino asentir. Entonces empieza su verdadero tema de convesación: "Yo estoy enamorado de una maestra ¿sabe usted? Tiene tres hijos. Guapa ella. Pero, mire, no me presenta con su familia. Digo, sólo me presenta como su amigo. Y eso que ya salimos desde hace ocho meses. Dice que quiere su libertad. Imagínese. Que no quiere estar atada a nada. Que no quiere darle cuentas ni a sus hijos. Y así, dispénseme usted, pero no la puedo tomar en serio".
--crg
Wednesday, January 21, 2004
LA SENTENCIA DEL LENGUAJE: o lo que decimos cuando decimos mensaje recibido
Edgar Allan Poe y Jaques Lacan parecen haber compartido cierta fascinación por aquello que se esconde a la vista de todos. En 1844, Poe escribió The Purloined Letter, un relato en el que el prefecto de París pide ayuda a Auguste Dupin para encontrar una carta robada. Las autoridades saben quién la robó (un ministro con ojos de lince) y, en general, el lugar donde el objeto puede encontrarse (la casa del ministro). Sin embargo, después de una búsqueda minuciosa, acaso exhaustiva, los policías no pueden dar con ella. Dupin, quien está al tanto de que el ladrón es, además de ministro, poeta y matemático, llega a la conclusión que la carta no está escondida, cuando menos no de la forma convencional. Lejos de buscar el objeto en cajones secretos o en el hueco de las patas de la mesa, Dupin la rastrea en un lugar distinto: no en la profundidad de los escondites extraordinarios, sino en la superficie. Y ahí es, precisamente, donde la encuentra. A la vista de todos. La carta arrugada y puesta de revés parece otra, pero es la misma.
Unos cien años más tarde, Jaques Lacan analizó este relato en su famoso seminario de los miércoles, curiosamente en la misma ciudad donde Poe situó su relato original. La lettre volée. Al psicoanalista le preocupaba, entre otras cosas, promover el siguiente principio: “que en el lenguaje, nuestro mensaje nos viene del Otro y, para anunciarlo hasta el final: bajo una forma invertida”. También se planteaba desde ahí la siguiente pregunta: “si el hombre se redujera a no ser más que el lugar de retorno de nuestro discurso, ¿no nos regresaría la pregunta de para qué dirigírselo?”. Tal vez. Es muy posible que al psicoanalista, en realidad, le interesaran muchas más cosas pero, tal como él mismo lo afirmó a menudo, la verdad sólo puede ser enunciada a medias. En todo caso, no sugería Lacan dejar cosas a la vista para esconderlas mejor, sino llamar la atención sobre el hecho básico de que nada “por muy lejos que venga una mano a hundirlo en las entrañas del mundo, puede estar escondido en él, puesto que otra mano puede alcanzarlo allí”. El misterio es simple y raro al mismo tiempo, tal como lo había enunciado Poe.
Hacia el final de la primera parte del seminario, después de verse confirmado en el rodeo por el objeto mismo que lo lleva a él, Lacan sentenciaba que una carta siempre llega a su destino o, en otras palabras, que el lenguaje entrega su sentencia a quien sabe escucharlo.
--crg
Edgar Allan Poe y Jaques Lacan parecen haber compartido cierta fascinación por aquello que se esconde a la vista de todos. En 1844, Poe escribió The Purloined Letter, un relato en el que el prefecto de París pide ayuda a Auguste Dupin para encontrar una carta robada. Las autoridades saben quién la robó (un ministro con ojos de lince) y, en general, el lugar donde el objeto puede encontrarse (la casa del ministro). Sin embargo, después de una búsqueda minuciosa, acaso exhaustiva, los policías no pueden dar con ella. Dupin, quien está al tanto de que el ladrón es, además de ministro, poeta y matemático, llega a la conclusión que la carta no está escondida, cuando menos no de la forma convencional. Lejos de buscar el objeto en cajones secretos o en el hueco de las patas de la mesa, Dupin la rastrea en un lugar distinto: no en la profundidad de los escondites extraordinarios, sino en la superficie. Y ahí es, precisamente, donde la encuentra. A la vista de todos. La carta arrugada y puesta de revés parece otra, pero es la misma.
Unos cien años más tarde, Jaques Lacan analizó este relato en su famoso seminario de los miércoles, curiosamente en la misma ciudad donde Poe situó su relato original. La lettre volée. Al psicoanalista le preocupaba, entre otras cosas, promover el siguiente principio: “que en el lenguaje, nuestro mensaje nos viene del Otro y, para anunciarlo hasta el final: bajo una forma invertida”. También se planteaba desde ahí la siguiente pregunta: “si el hombre se redujera a no ser más que el lugar de retorno de nuestro discurso, ¿no nos regresaría la pregunta de para qué dirigírselo?”. Tal vez. Es muy posible que al psicoanalista, en realidad, le interesaran muchas más cosas pero, tal como él mismo lo afirmó a menudo, la verdad sólo puede ser enunciada a medias. En todo caso, no sugería Lacan dejar cosas a la vista para esconderlas mejor, sino llamar la atención sobre el hecho básico de que nada “por muy lejos que venga una mano a hundirlo en las entrañas del mundo, puede estar escondido en él, puesto que otra mano puede alcanzarlo allí”. El misterio es simple y raro al mismo tiempo, tal como lo había enunciado Poe.
Hacia el final de la primera parte del seminario, después de verse confirmado en el rodeo por el objeto mismo que lo lleva a él, Lacan sentenciaba que una carta siempre llega a su destino o, en otras palabras, que el lenguaje entrega su sentencia a quien sabe escucharlo.
--crg
¡LAS ROSAS TIENEN LA CULPA DE TODO!
En The Botany of Desire. A Plant´s-Eye View of the World, Michael Pollan elabora lo que me atrevería a denominar como una historia social de la historia natural. Con esto quiero decir que Pollan, como los historiadores sociales y culturales, toma en cuenta (y de hecho privilegia) el punto de vista que las historias oficiales tienden a volver invisible o a despreciar abiertamente: el punto de vista del otro y de lo otro.
Las plantas domesticadas, argumenta Pollan, no existen--no al menos en términos del control absoluto del agente humano sobre la planta inerte. Al contrario, en este libro las plantas explotan aquellas características que las vuelven preciosas y preciadas para los seres humanos y algunos otros agentes polinizadores.
Así, en capítulos dedicados a la manzana, la marihuana, el tulipán y la papa, Pollan explora las distintas maneras en que estas plantas han explotado los deseos humanos por lo dulce, la intoxicación, la belleza y el control no sólo para sobrevivir sino también para multiplicarse, convirtiéndose de paso en íconos plenipotenciarios de nuestras sociedades contemporáneas.
En todo eso no pensaba yo la semana pasada cuando me decidí a salir a caminar bajo el agua-nieve y, encontrándome frente a un puesto de flores al aire libre, decidí comprar una docena de rosas blancas. Yo, con mi estrecha visión de historia oficial, mi rudimentaria visión de historia centrada en la agencia humana, pensé que había sido mi decisión soberana. Ahora, después de leer a Pollan, no estoy muy segura. ¿Será que las rosas blancas, hermosísimas por supuesto, explotaron en ese momento mi deseo por la belleza con tal de encontrar un lugar menos frío donde pasar la tarde?
--crg
En The Botany of Desire. A Plant´s-Eye View of the World, Michael Pollan elabora lo que me atrevería a denominar como una historia social de la historia natural. Con esto quiero decir que Pollan, como los historiadores sociales y culturales, toma en cuenta (y de hecho privilegia) el punto de vista que las historias oficiales tienden a volver invisible o a despreciar abiertamente: el punto de vista del otro y de lo otro.
Las plantas domesticadas, argumenta Pollan, no existen--no al menos en términos del control absoluto del agente humano sobre la planta inerte. Al contrario, en este libro las plantas explotan aquellas características que las vuelven preciosas y preciadas para los seres humanos y algunos otros agentes polinizadores.
Así, en capítulos dedicados a la manzana, la marihuana, el tulipán y la papa, Pollan explora las distintas maneras en que estas plantas han explotado los deseos humanos por lo dulce, la intoxicación, la belleza y el control no sólo para sobrevivir sino también para multiplicarse, convirtiéndose de paso en íconos plenipotenciarios de nuestras sociedades contemporáneas.
En todo eso no pensaba yo la semana pasada cuando me decidí a salir a caminar bajo el agua-nieve y, encontrándome frente a un puesto de flores al aire libre, decidí comprar una docena de rosas blancas. Yo, con mi estrecha visión de historia oficial, mi rudimentaria visión de historia centrada en la agencia humana, pensé que había sido mi decisión soberana. Ahora, después de leer a Pollan, no estoy muy segura. ¿Será que las rosas blancas, hermosísimas por supuesto, explotaron en ese momento mi deseo por la belleza con tal de encontrar un lugar menos frío donde pasar la tarde?
--crg
Monday, January 19, 2004
VANISHING POINT BY DAVID MARKSON: PUBLISHER´S WEEKLY PICK FOR FEBRUARY (SIC)
Taken, shamelessly, from William Gillespie´s message sent to Spineless Fiction:
Vanishing Point by David Markson (Shoemaker & Hoard (PGW, dist.), $15, ISBN 1-59376-010-8)
With his seventh novel, Markson, an avant-garde favorite for works like Wittgenstein's Mistress, which David Foster Wallace called "pretty much the high point of experimental fiction in this country," proves once again that his trademark fragmental style yields boundless meditations on the mythologized lives of great artists and thinkers, as well as the somewhat hapless project of constructing and controlling a novel. Author, who began the book with two shoeboxes full of notes, only rears his head occasionally, to mention that he's a procrastinator, that he's "damnably tired" and physically clumsy "as if his Adidas had whims of their own," and that despite his best efforts to arrange his notes, he has no idea where the book is headed. Yet for all his supposed relinquishing of control, he's omnipresent and clearly omnipotent, steering the narrative into increasingly murky waters. As the novel progresses, he includes more and more references to the deaths of artists ("Devon, Jean Rhys died in," "Heidegger was buried in the same small-town German cemetery he had passed every day. . . eight decades before") and the book's quotes, once neatly attributed to anyone from Plutarch to Dorothy Parker, disintegrate in the latter half, not always attributed, littering the once sturdy narrative like so much detritus at sea. We are left wondering, as the Author does, "Where can the book possibly wind up without him?" Striking, devilishly playful ("If on a winter's night with no other source of warmth Author were to burn a Julian Schnabel, qualms? Qualmless") and with a deeply philosophical core, this novel proves once more that Markson deserves his accolades and then some.
--crg
Taken, shamelessly, from William Gillespie´s message sent to Spineless Fiction:
Vanishing Point by David Markson (Shoemaker & Hoard (PGW, dist.), $15, ISBN 1-59376-010-8)
With his seventh novel, Markson, an avant-garde favorite for works like Wittgenstein's Mistress, which David Foster Wallace called "pretty much the high point of experimental fiction in this country," proves once again that his trademark fragmental style yields boundless meditations on the mythologized lives of great artists and thinkers, as well as the somewhat hapless project of constructing and controlling a novel. Author, who began the book with two shoeboxes full of notes, only rears his head occasionally, to mention that he's a procrastinator, that he's "damnably tired" and physically clumsy "as if his Adidas had whims of their own," and that despite his best efforts to arrange his notes, he has no idea where the book is headed. Yet for all his supposed relinquishing of control, he's omnipresent and clearly omnipotent, steering the narrative into increasingly murky waters. As the novel progresses, he includes more and more references to the deaths of artists ("Devon, Jean Rhys died in," "Heidegger was buried in the same small-town German cemetery he had passed every day. . . eight decades before") and the book's quotes, once neatly attributed to anyone from Plutarch to Dorothy Parker, disintegrate in the latter half, not always attributed, littering the once sturdy narrative like so much detritus at sea. We are left wondering, as the Author does, "Where can the book possibly wind up without him?" Striking, devilishly playful ("If on a winter's night with no other source of warmth Author were to burn a Julian Schnabel, qualms? Qualmless") and with a deeply philosophical core, this novel proves once more that Markson deserves his accolades and then some.
--crg
LOS LUTOS DEL YO
Todo escrito personal--el diario, la bitácora, la autobiografía--no es más que un prolongado luto por esa versión del yo que, una vez escrita, yace sin vida dentro del alfabeto.
La confesión que se quiere íntima y viva (viva en su propia intimidad) deja de serlo en el momento que toca el lenguaje, el más social de nuestros lugares de encuentro: de ahí el duelo.
El yo escrito es un réquiem.
Mi blogspot es, en realidad, mi funeral.
--crg
Todo escrito personal--el diario, la bitácora, la autobiografía--no es más que un prolongado luto por esa versión del yo que, una vez escrita, yace sin vida dentro del alfabeto.
La confesión que se quiere íntima y viva (viva en su propia intimidad) deja de serlo en el momento que toca el lenguaje, el más social de nuestros lugares de encuentro: de ahí el duelo.
El yo escrito es un réquiem.
Mi blogspot es, en realidad, mi funeral.
--crg
Sunday, January 18, 2004
FANTASMÁTICA
Iba a llegar aquí para escribir algo sobre el paisaje--un par de oraciones en las cuales apareciera la palabra "blanco", la palabra "negación", la palabra "encubrir". Estratégicamente.
Luego iba a escribir, con cierta lentitud, algo sobre la súbita desaparición del frío--seguramene una frase entrecortada dentro de la cual las palabras "súbita" y "frío" tuvieran alguna relación simbólica.
Finalmente iba a escribir que algo como una gota de agua-nieve estaba a punto de caer sobre mi pantalla justo en el momento en que yo escribía la línea "una gota de agua-nieve".
Pero no lo escribí.
No alcancé a llegar. El Aquí siempre me gana.
--crg
Iba a llegar aquí para escribir algo sobre el paisaje--un par de oraciones en las cuales apareciera la palabra "blanco", la palabra "negación", la palabra "encubrir". Estratégicamente.
Luego iba a escribir, con cierta lentitud, algo sobre la súbita desaparición del frío--seguramene una frase entrecortada dentro de la cual las palabras "súbita" y "frío" tuvieran alguna relación simbólica.
Finalmente iba a escribir que algo como una gota de agua-nieve estaba a punto de caer sobre mi pantalla justo en el momento en que yo escribía la línea "una gota de agua-nieve".
Pero no lo escribí.
No alcancé a llegar. El Aquí siempre me gana.
--crg
UNA FORMA DE DEMENCIA
Narrar me vuelve otro y otra de mí misma (y me vuelve otra de mi otro y otro de mi otra).
Narrar hace que mi relación con el mundo sea siempre triangular (y estoy consciente de que ésa es una figura divina).
Narrar me confirma lo que ya sabía: que no tengo acceso directo a Lo Real.
Narrar hace que tenga Amigos Imaginarios.
Narrar provoca que el sexo ocurra siempre (por lo menos) entre tres.
Narrar me obliga a pensar en cosas como una novela no-narrativa (que no es, sin embargo, una anti-novela).
Narrar es una forma de demencia que se llama escritura, que es una forma de demencia que se llama pensamiento, que es una forma de demencia que require de narrarse a sí mismo.
Narrar me despierta a las cuatro de la madrugada y me obliga a mirar al mundo helado a través de la ventana creyendo, de manera categórica, que cada palabra me dará calor.
Narrar es una exageración. Francamente.
--crg
Narrar me vuelve otro y otra de mí misma (y me vuelve otra de mi otro y otro de mi otra).
Narrar hace que mi relación con el mundo sea siempre triangular (y estoy consciente de que ésa es una figura divina).
Narrar me confirma lo que ya sabía: que no tengo acceso directo a Lo Real.
Narrar hace que tenga Amigos Imaginarios.
Narrar provoca que el sexo ocurra siempre (por lo menos) entre tres.
Narrar me obliga a pensar en cosas como una novela no-narrativa (que no es, sin embargo, una anti-novela).
Narrar es una forma de demencia que se llama escritura, que es una forma de demencia que se llama pensamiento, que es una forma de demencia que require de narrarse a sí mismo.
Narrar me despierta a las cuatro de la madrugada y me obliga a mirar al mundo helado a través de la ventana creyendo, de manera categórica, que cada palabra me dará calor.
Narrar es una exageración. Francamente.
--crg
Saturday, January 17, 2004
MALLARMÉ ES UNA AMETRALLADORA (EN EL METRO DEL DF)
"Vivimos en medio de una falacia descomunal: un mundo desaparecido que nos empeñamos en no reconocer como tal y que se pretende perpetuar mediante pólíticas artificiales", así da inicio El horror económico, ese lapidario, crítico, emocional, lucidísimo ensayo con el que la novelista y crítica literaria francesa Viviane Forrester conmovió a la opinión pública en 1996. Empezando por la desaparición del trabajo que es, en su opinión, la médula misma de la situación--una sociedad que castiga y destruye a sus desempleados cuando su misma base de realidad no requiere más del trabajo humano que alguna vez fuera explotable y, además, redituable--, la Forrester se sigue con la ciudad, la juventud, los inmigrantes, los incluídos-excluidos, los grandes modelos económicos, la violencia. Entre una cosa y otra se desplaza, imperial, amalagamándolo todo, la indiferencia feroz. Pero, de la misma manera, con igual ferocidad, entre una cosa y otra está la posibilidad del pensamiento que, de forma por demás sopresiva en un escrito saturado de signos de exclamación y otras marcas emocionales, representa si no la salvación, al menos si lo más cercano a ella.
Argumenta la Forrester: "Los podersos no se equivocan. Saben bien donde está el peligro. Cuando se impone un régimen totalitario, lo primero que hace por instinto es descubrir y desterrar o eliminar a los Mallarmés, aunque tengan un auditorio pequeño. La obra de un Mallarmé no es elitista. Tiende a derribar el muro de escoria que nos aprisiona. Ayuda a descifrar la lengua, sus signos, sus discursos, y con ello a volvernos menos sordos y ciegos a lo que se trata de disimular. Dilata nuestro espacio. Ejercita, refina, flexibiliza el pensamiento, lo único que da acceso a esas armas potentes que son la crítica y la lucidez...La lectura de Mallarmé supone la adquisición de ciertas facultades que a su vez podrían conducir a una serie de destrezas y a la búsqueda de ciertos derechos. Una es la facultad de no responder al sistema exclusivamente en los términos reduccionistas empleados por él y que anulan toda contradicción. Otra es la facultad de denunicar la versión demente del mundo en la que se nos atrapa y que los poderes deploran tener a su cargo cuando fueron ellos los que la instauraron". (p. 79)
En una época que celebra la puntada y festeja la anti-intelectualidad en todas sus formas y colores y estructuras, es de verdad refrescante escuchar palabras que se pronunican a favor del pensamiento--ese que, al serlo, es siempre, ineludiblemente, político.
Ahora bien, yo no sé si las autoridades del Distrito Federal tenían a Forrester en mente cuando diseñaron el programa denominado "Para leer de boleto en el metro", a través del cual se colocarán 65 dispensadores de libros frente a los cuales se encontarán los jóvenes voluntarios (denominados de manera por demás interesante como "brigadistas") que, según una nota de Reforma, invitarán "al usuario a tomar el libro, leerlo durante el trayecto y dejarlo nuevamente en el anaquel de la estación donde abandone las instalaciones del metro".
Lo repito: no sé si las autoridades a cargo del programa tenían en mente a Viviane Forrester pero qué delicia, qué inefable audacia, esa posibilidad de escuchar a las ametralladoras de Mallarmé en el mismísimo metro de la ciudad de México.
--crg
"Vivimos en medio de una falacia descomunal: un mundo desaparecido que nos empeñamos en no reconocer como tal y que se pretende perpetuar mediante pólíticas artificiales", así da inicio El horror económico, ese lapidario, crítico, emocional, lucidísimo ensayo con el que la novelista y crítica literaria francesa Viviane Forrester conmovió a la opinión pública en 1996. Empezando por la desaparición del trabajo que es, en su opinión, la médula misma de la situación--una sociedad que castiga y destruye a sus desempleados cuando su misma base de realidad no requiere más del trabajo humano que alguna vez fuera explotable y, además, redituable--, la Forrester se sigue con la ciudad, la juventud, los inmigrantes, los incluídos-excluidos, los grandes modelos económicos, la violencia. Entre una cosa y otra se desplaza, imperial, amalagamándolo todo, la indiferencia feroz. Pero, de la misma manera, con igual ferocidad, entre una cosa y otra está la posibilidad del pensamiento que, de forma por demás sopresiva en un escrito saturado de signos de exclamación y otras marcas emocionales, representa si no la salvación, al menos si lo más cercano a ella.
Argumenta la Forrester: "Los podersos no se equivocan. Saben bien donde está el peligro. Cuando se impone un régimen totalitario, lo primero que hace por instinto es descubrir y desterrar o eliminar a los Mallarmés, aunque tengan un auditorio pequeño. La obra de un Mallarmé no es elitista. Tiende a derribar el muro de escoria que nos aprisiona. Ayuda a descifrar la lengua, sus signos, sus discursos, y con ello a volvernos menos sordos y ciegos a lo que se trata de disimular. Dilata nuestro espacio. Ejercita, refina, flexibiliza el pensamiento, lo único que da acceso a esas armas potentes que son la crítica y la lucidez...La lectura de Mallarmé supone la adquisición de ciertas facultades que a su vez podrían conducir a una serie de destrezas y a la búsqueda de ciertos derechos. Una es la facultad de no responder al sistema exclusivamente en los términos reduccionistas empleados por él y que anulan toda contradicción. Otra es la facultad de denunicar la versión demente del mundo en la que se nos atrapa y que los poderes deploran tener a su cargo cuando fueron ellos los que la instauraron". (p. 79)
En una época que celebra la puntada y festeja la anti-intelectualidad en todas sus formas y colores y estructuras, es de verdad refrescante escuchar palabras que se pronunican a favor del pensamiento--ese que, al serlo, es siempre, ineludiblemente, político.
Ahora bien, yo no sé si las autoridades del Distrito Federal tenían a Forrester en mente cuando diseñaron el programa denominado "Para leer de boleto en el metro", a través del cual se colocarán 65 dispensadores de libros frente a los cuales se encontarán los jóvenes voluntarios (denominados de manera por demás interesante como "brigadistas") que, según una nota de Reforma, invitarán "al usuario a tomar el libro, leerlo durante el trayecto y dejarlo nuevamente en el anaquel de la estación donde abandone las instalaciones del metro".
Lo repito: no sé si las autoridades a cargo del programa tenían en mente a Viviane Forrester pero qué delicia, qué inefable audacia, esa posibilidad de escuchar a las ametralladoras de Mallarmé en el mismísimo metro de la ciudad de México.
--crg
Friday, January 16, 2004
UN DESEO RADICAL DE NADA
Ya desde 1986, Paul Virilio hablaba sobre ese arrebatado deseo por la ausencia más que por la presencia que caracteriza a las sociedades virtuales--las nuestras.
Ahí está, en ese delicioso ensayo "Piece of Nerves" (uno de los 13 que componen el libro A Landscape of Events), el placer de la privación sensorial que nos impide, felizmente, dejar el teclado para buscar un contacto "real", y por lo tanto denso y probablemente confuso o, peor, conflictivo, con gente de carne y hueso. También está ahí ese llamado al quietismo social--viaje, pero sólo dentro de su propio blogspot!--que constituye esa ausencia de acción, ese reverso de la vitalidad, que ya es o pronto se convertirá en la más pura de nuestras pasiones.
El día electrónico, dice, ya no es el día astronómico de las efémerides.
El Día Electrónico es hoy.
Afuera, no muy lejos, cae la nieve. Blanquísima. Callada. Efímera. Aun más cerca cae la llovizna que se transforma, a veces, por segundos apenas, en agua-nieve. Sin ruido. Sin demandas. Sin expectativas.
La nieve es el Día Electrónico en las Tierras Altas.
Colmada de sí misma, la nieve es este deseo radical de nada.
--crg
Ya desde 1986, Paul Virilio hablaba sobre ese arrebatado deseo por la ausencia más que por la presencia que caracteriza a las sociedades virtuales--las nuestras.
Ahí está, en ese delicioso ensayo "Piece of Nerves" (uno de los 13 que componen el libro A Landscape of Events), el placer de la privación sensorial que nos impide, felizmente, dejar el teclado para buscar un contacto "real", y por lo tanto denso y probablemente confuso o, peor, conflictivo, con gente de carne y hueso. También está ahí ese llamado al quietismo social--viaje, pero sólo dentro de su propio blogspot!--que constituye esa ausencia de acción, ese reverso de la vitalidad, que ya es o pronto se convertirá en la más pura de nuestras pasiones.
El día electrónico, dice, ya no es el día astronómico de las efémerides.
El Día Electrónico es hoy.
Afuera, no muy lejos, cae la nieve. Blanquísima. Callada. Efímera. Aun más cerca cae la llovizna que se transforma, a veces, por segundos apenas, en agua-nieve. Sin ruido. Sin demandas. Sin expectativas.
La nieve es el Día Electrónico en las Tierras Altas.
Colmada de sí misma, la nieve es este deseo radical de nada.
--crg
Thursday, January 15, 2004
DESARTICULATED: Jane Campion´s In the Cut
1) Not above, through, on, but in it. The cut. A blade in the ice. A blade in the body. A woman in between.
2) A storm of petals. A snow storm. Then: a storm.
3) The answers are: how quickly can a woman accept a wedding ring? How much does she want it? How much does she need it? How much is she willing to pay for it?
4) Under the guidance of public poetry. In roaring trains, menacing. In the company of women.
5) The crepuscular hour. Eternal dusk. Three shots of the flag.
6) To the lighthouse. In it. Will Virginia Wolf save us?
7) Sex all through it. Men and Women and sex. Sex from 1) through 7). Right here.
8) Meg Ryan in romantic comedies. How much does a woman want them? How much does she need them? How much is she willing to pay for them?
9) Producer: Nicole Kidman. Starring: Meg Ryan. Conclusion: divorce is good.
--crg
1) Not above, through, on, but in it. The cut. A blade in the ice. A blade in the body. A woman in between.
2) A storm of petals. A snow storm. Then: a storm.
3) The answers are: how quickly can a woman accept a wedding ring? How much does she want it? How much does she need it? How much is she willing to pay for it?
4) Under the guidance of public poetry. In roaring trains, menacing. In the company of women.
5) The crepuscular hour. Eternal dusk. Three shots of the flag.
6) To the lighthouse. In it. Will Virginia Wolf save us?
7) Sex all through it. Men and Women and sex. Sex from 1) through 7). Right here.
8) Meg Ryan in romantic comedies. How much does a woman want them? How much does she need them? How much is she willing to pay for them?
9) Producer: Nicole Kidman. Starring: Meg Ryan. Conclusion: divorce is good.
--crg
Wednesday, January 14, 2004
TEXTUALIZAR EL CONTEXTO
A los historiadores les interesa mucho colocar el texto (documento, relato, evento, hecho social) en su contexto adecuado. Las dos premisas que ayudan a justificar tal acción incluyen la creencia de que el texto ilumina el contexto, la cual está ligada a su vez a la idea de que el texto siempre habla por (o está en lugar de) un "algo" más amplio (la sociedad, la nación, la familia, el género, la clase). A esto los historiadores le llaman producir conocimiento.
Debo confesar que a últimas fechas me he puesto cada vez más del lado del texto.
Y digo que el texto no ilumina; que el texto es pura iluminación.
Y digo que el contexto no es exterior al texto. El texto encarna, en su misma estructura y sintaxis, al contexto.
Y digo que el texto es interior (por el contenido) a sí mismo y exterior (por su uso del lenguaje) a sí mismo.
Y digo que el texto no produce conocimiento sino sentido.
Y digo que el texto, al ser contado, al contarse, re-encantará.
Ese día todos volveremos a leer libros de historia por gusto y con devoción. --crg
A los historiadores les interesa mucho colocar el texto (documento, relato, evento, hecho social) en su contexto adecuado. Las dos premisas que ayudan a justificar tal acción incluyen la creencia de que el texto ilumina el contexto, la cual está ligada a su vez a la idea de que el texto siempre habla por (o está en lugar de) un "algo" más amplio (la sociedad, la nación, la familia, el género, la clase). A esto los historiadores le llaman producir conocimiento.
Debo confesar que a últimas fechas me he puesto cada vez más del lado del texto.
Y digo que el texto no ilumina; que el texto es pura iluminación.
Y digo que el contexto no es exterior al texto. El texto encarna, en su misma estructura y sintaxis, al contexto.
Y digo que el texto es interior (por el contenido) a sí mismo y exterior (por su uso del lenguaje) a sí mismo.
Y digo que el texto no produce conocimiento sino sentido.
Y digo que el texto, al ser contado, al contarse, re-encantará.
Ese día todos volveremos a leer libros de historia por gusto y con devoción. --crg
PAREDES AMOROSAS
Si la ciudad es un libro, entonces la paredes son sus hojas. Y las paredes en esta ciudad de las Tierras Altas, la más alta entre las altas y la más fría entre las frías, se llenan (seguramente debido al frío, tal vez debido al mareo que produce en algunos la altura) de recados amorosos. Ahí estaba esta mañana, con letras negras de aeorosol desvelado, sobre una pared a medio construir, el JERONIMO R. BOMBON TE AMO, que una cuadrilla de guerrilleras de frío (no me puedo imaginar otra cosa) dejó la noche anterior en la esquina de avenida Las Torres y la calle Reyes Heroles.
Ahí sigue, también, el enorme cartel en letras rojas, MARTISHA TE AMO, colgado de una casa de dos pisos casi al final de avenida Las Torres, un poco antes de la curva detrás de la cual se devela una visión francamente impresionante del Xinantecatl. Todo esto enmedio de un paraje de graves aspiraciones bucólicas.
Y continúa ahí, a un costado de la carretera Almoloya de Juárez-Toluca, en ardiente aerosol rojo, el corazón malterecho pero firmemente enunciativo con el TE AMO menos personal, es cierto, pero por ello más agradecido.
--crg
Si la ciudad es un libro, entonces la paredes son sus hojas. Y las paredes en esta ciudad de las Tierras Altas, la más alta entre las altas y la más fría entre las frías, se llenan (seguramente debido al frío, tal vez debido al mareo que produce en algunos la altura) de recados amorosos. Ahí estaba esta mañana, con letras negras de aeorosol desvelado, sobre una pared a medio construir, el JERONIMO R. BOMBON TE AMO, que una cuadrilla de guerrilleras de frío (no me puedo imaginar otra cosa) dejó la noche anterior en la esquina de avenida Las Torres y la calle Reyes Heroles.
Ahí sigue, también, el enorme cartel en letras rojas, MARTISHA TE AMO, colgado de una casa de dos pisos casi al final de avenida Las Torres, un poco antes de la curva detrás de la cual se devela una visión francamente impresionante del Xinantecatl. Todo esto enmedio de un paraje de graves aspiraciones bucólicas.
Y continúa ahí, a un costado de la carretera Almoloya de Juárez-Toluca, en ardiente aerosol rojo, el corazón malterecho pero firmemente enunciativo con el TE AMO menos personal, es cierto, pero por ello más agradecido.
--crg
TRAGIC AGENCY
New social and cultural historians who explore the dynamics of human interaction over time and in different societies have become increasingly interested in identifying the various ways in which common citizens engage with their contexts. Historians, in other words, have paid more attention to diverse forms of human agency--a process more often than not defined as pro-active, goal-oriented or even felicitous. While I remain engrossed by this search, I am interested in the less spectacular forms of human agency--the subdued kind, the discrete, the paradoxical--which I have called tragic. The value--both political, epistemological, and plainly human--of such perspective resides, I believe, in resituating suffering, human suffering, back, and centrally, into the text of a nation committed to modernity and progress at all costs.
A term that necessarily remits to Aristotle's Poetics and often stands for fatalism in common speech (for in tragedy the hero is destroyed), tragedy stages "the relationship between suffering and joy in an universe which is often perceived as at best inimical, or at worst radical in its hostility to human life." Whether celebrated as a Dionysiac delight, in a Nitzchean fashion, or mourned as a world that strives against human will, tragedy importantly includes the concept of purgation, "by pity and fear" in terms of Aristotle--the process through which human limitations become acknowledged and accepted. Yet, as Karl Jaspers has argued, tragedy works when it reveals "some particular truth in every agent and at the same time the limitations of this truth, so [as] to reveal the injustice in everything." This revelatory power has led Raymond Williams, with Bertold Brecht in mind, to perceive tragedy through the lenses of both suffering and affirmation. "We have to see not only that suffering is avoidable, but that it is not avoided. And not only that suffering breaks us, but that it need not break us…Against the fear of a general death, and against the loss of connection, a sense of life is affirmed, learned as closely in suffering as ever in joy, once the connections are made." These tragic elements--emphasis on suffering and the limits of human experience, stress on the encounter of antagonistic forces able to disturb the hierarchies that hold them in place--have proven particularly useful for social analysis of revolutions.
In modern Mexico, where post-revolutionary generations have turned the 1910 revolution, more or less successfully, into an official and foundational epic, little serious attention has been paid to its tragic origins and its tragic subjects. The mad narratives ("systems of discursive meaning production" originated in the grounds of the General Insane Asylum) in which, as in tragedy, "the detail of suffering is insistent, whether as violence or as the reshaping of lives by a new power in the state," provides the reader with that opportunity.
As scholars working in the emerging and interdisciplinary field of social suffering studies have pointed out, suffering is an action, a social and cultural experience that engages the most ominous aspects of modernization and globalization processes. In considering that historically grounded local forms of suffering are "worth serious attention," these scholars evade representations of sufferers as inadequate, passive or fatalistic victims, attempting to place long overdue attention instead on both the "devastating injuries that social force can inflict on human experience," and the various ways in which sufferers identify, endure, and unmask the sources of their misfortune.
My understanding of tragic agency, more an intimation than a concept indeed, attempts to grasp what appears common-sensical in so many illness narratives from the insane asylum: that suffering destroys, but that it also bestows dignity, a higher moral status, to the sufferer. As Jorge Luis Borges once said, "Los hombres siempre han buscado la afinidad con los troyanos derrotados, y no con los griegos victoriosos. Quizá sea porque hay una dignidad en la derrota que a duras penas corresponde a la victoria."
--crg
New social and cultural historians who explore the dynamics of human interaction over time and in different societies have become increasingly interested in identifying the various ways in which common citizens engage with their contexts. Historians, in other words, have paid more attention to diverse forms of human agency--a process more often than not defined as pro-active, goal-oriented or even felicitous. While I remain engrossed by this search, I am interested in the less spectacular forms of human agency--the subdued kind, the discrete, the paradoxical--which I have called tragic. The value--both political, epistemological, and plainly human--of such perspective resides, I believe, in resituating suffering, human suffering, back, and centrally, into the text of a nation committed to modernity and progress at all costs.
A term that necessarily remits to Aristotle's Poetics and often stands for fatalism in common speech (for in tragedy the hero is destroyed), tragedy stages "the relationship between suffering and joy in an universe which is often perceived as at best inimical, or at worst radical in its hostility to human life." Whether celebrated as a Dionysiac delight, in a Nitzchean fashion, or mourned as a world that strives against human will, tragedy importantly includes the concept of purgation, "by pity and fear" in terms of Aristotle--the process through which human limitations become acknowledged and accepted. Yet, as Karl Jaspers has argued, tragedy works when it reveals "some particular truth in every agent and at the same time the limitations of this truth, so [as] to reveal the injustice in everything." This revelatory power has led Raymond Williams, with Bertold Brecht in mind, to perceive tragedy through the lenses of both suffering and affirmation. "We have to see not only that suffering is avoidable, but that it is not avoided. And not only that suffering breaks us, but that it need not break us…Against the fear of a general death, and against the loss of connection, a sense of life is affirmed, learned as closely in suffering as ever in joy, once the connections are made." These tragic elements--emphasis on suffering and the limits of human experience, stress on the encounter of antagonistic forces able to disturb the hierarchies that hold them in place--have proven particularly useful for social analysis of revolutions.
In modern Mexico, where post-revolutionary generations have turned the 1910 revolution, more or less successfully, into an official and foundational epic, little serious attention has been paid to its tragic origins and its tragic subjects. The mad narratives ("systems of discursive meaning production" originated in the grounds of the General Insane Asylum) in which, as in tragedy, "the detail of suffering is insistent, whether as violence or as the reshaping of lives by a new power in the state," provides the reader with that opportunity.
As scholars working in the emerging and interdisciplinary field of social suffering studies have pointed out, suffering is an action, a social and cultural experience that engages the most ominous aspects of modernization and globalization processes. In considering that historically grounded local forms of suffering are "worth serious attention," these scholars evade representations of sufferers as inadequate, passive or fatalistic victims, attempting to place long overdue attention instead on both the "devastating injuries that social force can inflict on human experience," and the various ways in which sufferers identify, endure, and unmask the sources of their misfortune.
My understanding of tragic agency, more an intimation than a concept indeed, attempts to grasp what appears common-sensical in so many illness narratives from the insane asylum: that suffering destroys, but that it also bestows dignity, a higher moral status, to the sufferer. As Jorge Luis Borges once said, "Los hombres siempre han buscado la afinidad con los troyanos derrotados, y no con los griegos victoriosos. Quizá sea porque hay una dignidad en la derrota que a duras penas corresponde a la victoria."
--crg
Tuesday, January 13, 2004
DI NO A LA VOZ DADA
Cada que leo un libro de historia que empieza por decir, de manera por demás bienintencionada, que el texto o la investigación está ahí para "dar voz a" (y en este vacío podrían caber "los pobres", "las mujeres", "los animales en extinción", "nuestra gente", "los perros callejeros", "mis amigos", "los etc") no puedo evitarlo: tiemblo.
Dar-voz implica borrar la voz que está, la voz que es.
Dar-voz esconde una voluntad imperialista y sorda.
Dar-voz transforma en mudo a alguien que sólo habla otra cosa.
Dar-voz refuerza el yo del dador.
Dar-voz incluso le otorga una calidad moral, sin prueba alguna, al dador.
Dar-voz multiplica la voz del dador.
Si, en lugar de dar-voz, los historiadores admitieran, de manera más humilde pero también más honesta, que lo que hacemos es escuchar/leer cuidadosamente, poner la atención adecuada y, entonces, traducir eso que viene de atrás del tiempo o se dice en otras latitudes (y aquí incluyo conceptos de región, clase, etnicidad, género, por mencionar sólo algunas), entonces podría creer en su "compromiso" o "anhelo" político. En sus buenas intenciones.
Mientras eso no suceda, tendré mucho cuidado porque siendo mujer y, además, latinoamericana, no vaya algún historiador con buenas intenciones a querer darme mi voz.
A la voz dada (no la de tzara, por supuesto) yo le digo: no gracias.
--crg
Cada que leo un libro de historia que empieza por decir, de manera por demás bienintencionada, que el texto o la investigación está ahí para "dar voz a" (y en este vacío podrían caber "los pobres", "las mujeres", "los animales en extinción", "nuestra gente", "los perros callejeros", "mis amigos", "los etc") no puedo evitarlo: tiemblo.
Dar-voz implica borrar la voz que está, la voz que es.
Dar-voz esconde una voluntad imperialista y sorda.
Dar-voz transforma en mudo a alguien que sólo habla otra cosa.
Dar-voz refuerza el yo del dador.
Dar-voz incluso le otorga una calidad moral, sin prueba alguna, al dador.
Dar-voz multiplica la voz del dador.
Si, en lugar de dar-voz, los historiadores admitieran, de manera más humilde pero también más honesta, que lo que hacemos es escuchar/leer cuidadosamente, poner la atención adecuada y, entonces, traducir eso que viene de atrás del tiempo o se dice en otras latitudes (y aquí incluyo conceptos de región, clase, etnicidad, género, por mencionar sólo algunas), entonces podría creer en su "compromiso" o "anhelo" político. En sus buenas intenciones.
Mientras eso no suceda, tendré mucho cuidado porque siendo mujer y, además, latinoamericana, no vaya algún historiador con buenas intenciones a querer darme mi voz.
A la voz dada (no la de tzara, por supuesto) yo le digo: no gracias.
--crg
IT´S THE STORY, STUPID
Me preguntaba esta mañana por qué ciertos libros de historia no sólo no eran aburridos, sino que, además, hasta alcanzaban a congraciarse con el gusto del así llamado público en general.
Pensaba, por supuesto, aunque entre otros, en The Making of the English Working Class, de E. P. Thompson; The Great Cat Massacre and Other Episodes in French Cultural History,de Robert Darnton; The Cheese and the Worms: The Cosmos of a Sixteenth-Century Miller, de Carlo Ginzburg; The Return of Martin Guerre, de Natalie Zemon Davies; The Secret War in Mexico: Europe, the United States, and the Mexican Revolution, de Friedrich Katz; Europe and the People Without History, de Eric Wolf; The Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance de James Scott.
Todos estos libros de historia están fraguados en el enramaje teórico más adelantado de su época, pero ninguno de ellos habla abstracto--ese lenguaje creado por académicos versados en teoría que resulta inentedible, y también insufrible, para la mayoría de los seres humanos normales del planeta.
Además, parafraseando lo que les dicen a los republicanos cada que los demócratas ganan (it´s the economy, stupid), hay un punto básico, incontroverbile, fundamental: la anécdota. Estos libros documentan relatos de suyo interesantes, los cuales se esfuerzan por contar, además, siguiendo las reglas internas y externas (todo es culturalmente constituido después de todo) de la anécdota misma.
La historia, y no la literatura, es el último depositario de la anécdota.
--crg
Me preguntaba esta mañana por qué ciertos libros de historia no sólo no eran aburridos, sino que, además, hasta alcanzaban a congraciarse con el gusto del así llamado público en general.
Pensaba, por supuesto, aunque entre otros, en The Making of the English Working Class, de E. P. Thompson; The Great Cat Massacre and Other Episodes in French Cultural History,de Robert Darnton; The Cheese and the Worms: The Cosmos of a Sixteenth-Century Miller, de Carlo Ginzburg; The Return of Martin Guerre, de Natalie Zemon Davies; The Secret War in Mexico: Europe, the United States, and the Mexican Revolution, de Friedrich Katz; Europe and the People Without History, de Eric Wolf; The Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance de James Scott.
Todos estos libros de historia están fraguados en el enramaje teórico más adelantado de su época, pero ninguno de ellos habla abstracto--ese lenguaje creado por académicos versados en teoría que resulta inentedible, y también insufrible, para la mayoría de los seres humanos normales del planeta.
Además, parafraseando lo que les dicen a los republicanos cada que los demócratas ganan (it´s the economy, stupid), hay un punto básico, incontroverbile, fundamental: la anécdota. Estos libros documentan relatos de suyo interesantes, los cuales se esfuerzan por contar, además, siguiendo las reglas internas y externas (todo es culturalmente constituido después de todo) de la anécdota misma.
La historia, y no la literatura, es el último depositario de la anécdota.
--crg
Sunday, January 11, 2004
¡OH MAR!
Gracias por ese pedazo del Mar del Norte, Omar.
Ver: www.omarpimienta.blogspot.com
El Mar del Norte, no lo sabía hasta ahora cerca de la nevada, se conjuga en futuro perfecto.
--crg
Gracias por ese pedazo del Mar del Norte, Omar.
Ver: www.omarpimienta.blogspot.com
El Mar del Norte, no lo sabía hasta ahora cerca de la nevada, se conjuga en futuro perfecto.
--crg
PRE-HUMANA
El escribir ni nos hace más humanos ni contribuye a nuestra deshumanización. De hecho, mucho me temo que la escritura (y aquí me refiero nuevmente a la escritura como el acto físico del pensar) es una actividad que se lleva a cabo en el lugar más pre-humano del cerebro. De ahí, idealmente, sale, y hacia allá, idealmente, nos lleva. Ese contacto en crudo con el lenguaje. Ese más allá. Ese más acá. La primitividad misma. Ese proceso dentro del cual yo (en tanto autor) no estoy.
--crg
El escribir ni nos hace más humanos ni contribuye a nuestra deshumanización. De hecho, mucho me temo que la escritura (y aquí me refiero nuevmente a la escritura como el acto físico del pensar) es una actividad que se lleva a cabo en el lugar más pre-humano del cerebro. De ahí, idealmente, sale, y hacia allá, idealmente, nos lleva. Ese contacto en crudo con el lenguaje. Ese más allá. Ese más acá. La primitividad misma. Ese proceso dentro del cual yo (en tanto autor) no estoy.
--crg
Saturday, January 10, 2004
LA NARRATURA Y EL SUEÑO: primera aproximación al balbuceo
Me preocupa la narratura en todos los momentos, especialmente en los menos pensados. Desde el acto mismo del despertar, por ejemplo, ansío saber cómo se cuenta un sueño. No como lo hago yo u otro, sino de qué manera el sueño se cuenta a sí mismo ocupando, así, un lugar en el mundo y, por lo tanto, un lugar en el lenguaje. O tal vez al contrario.
Todo sueño es un relato en una narratura cuyas reglas le son ajenas a la narratura propia de la vigilia. Aquél que, todavía con lagañas o ya bañado, en el instante mismo de abrir los ojos o días o semanas más tarde, intenta contar un sueño en realidad está experimentando un momento de profunda lucha, o negociación según sea el caso, con las reglas propias de la narratura del sueño. El que cuenta sueños, luego entonces, traduce.
La traducción de sueños es, por supuesto, una rama peculiar del por sí complejo mundo de la traducción. El que traduce un sueño en el acto mismo de relatarlo está, en realidad, traduciendo un lenguaje desconocido para todos y todo, excepto para el sueño mismo. No importa que el sueño sea el segundo o tercero que haya tenido el soñador en una misma sesión, no importa que se trate de un sueño serial, cada sueño es único, irrepetible, inclonable. Cada sueño es una trayectoria que se cumple a sí misma, completa. No existe, por lo tanto, diccionario alguno, ni siquiera el psicológico o psicoanalítico, capaz de proporcionar equivalentes de significación para el sueño en el lenguaje de la vigilia. El traductor de sueños, enfrentado esta realidad, balbucea.
Así entonces uno de los registros de la narratura del sueño es lo que los humanos denominamos, con algo de desdén y otro tanto de sorna aunque siempre en el estado de vigilia, el balbuceo. No por nada, de acuerdo al diccionario, balbucir significa articular dificultosamente.
Todos los hemos visto. Los que balbucean inician una oración y, apenas dos o tres plabras dentro de ella, retroceden. Inician otra. Se detienen. Regresan entonces a la primera pero no desde el prinicipio y, al retomarla exactamente desde el punto donde la dejaron, la llevan hacia lugares no imaginados por los vocablos antecedentes. Si el traductor de sueños se expresa de esta manera no se debe, pues, a defectos lingüísticos o de entranamiento o de personalidad, sino a la narratura de la materia misma que intenta colocar dentro una gramática más tradicional y más domesticada.
Ese ir y retroceder. Ese no saber. Ese estar a punto de evocar o de unir. Esa manera de quedarse quieto. Esa pausa. Ese titubeo. Ese no estar seguro. Esa obvia dificultad. Esa falta de claridad. Esa ininteligibilidad. Cuando un relato de vigilia logre escribirse de esta manera entonces se habrá acercado un poco, lo suficiente quizá, a la narratura del sueño.
--crg
Me preocupa la narratura en todos los momentos, especialmente en los menos pensados. Desde el acto mismo del despertar, por ejemplo, ansío saber cómo se cuenta un sueño. No como lo hago yo u otro, sino de qué manera el sueño se cuenta a sí mismo ocupando, así, un lugar en el mundo y, por lo tanto, un lugar en el lenguaje. O tal vez al contrario.
Todo sueño es un relato en una narratura cuyas reglas le son ajenas a la narratura propia de la vigilia. Aquél que, todavía con lagañas o ya bañado, en el instante mismo de abrir los ojos o días o semanas más tarde, intenta contar un sueño en realidad está experimentando un momento de profunda lucha, o negociación según sea el caso, con las reglas propias de la narratura del sueño. El que cuenta sueños, luego entonces, traduce.
La traducción de sueños es, por supuesto, una rama peculiar del por sí complejo mundo de la traducción. El que traduce un sueño en el acto mismo de relatarlo está, en realidad, traduciendo un lenguaje desconocido para todos y todo, excepto para el sueño mismo. No importa que el sueño sea el segundo o tercero que haya tenido el soñador en una misma sesión, no importa que se trate de un sueño serial, cada sueño es único, irrepetible, inclonable. Cada sueño es una trayectoria que se cumple a sí misma, completa. No existe, por lo tanto, diccionario alguno, ni siquiera el psicológico o psicoanalítico, capaz de proporcionar equivalentes de significación para el sueño en el lenguaje de la vigilia. El traductor de sueños, enfrentado esta realidad, balbucea.
Así entonces uno de los registros de la narratura del sueño es lo que los humanos denominamos, con algo de desdén y otro tanto de sorna aunque siempre en el estado de vigilia, el balbuceo. No por nada, de acuerdo al diccionario, balbucir significa articular dificultosamente.
Todos los hemos visto. Los que balbucean inician una oración y, apenas dos o tres plabras dentro de ella, retroceden. Inician otra. Se detienen. Regresan entonces a la primera pero no desde el prinicipio y, al retomarla exactamente desde el punto donde la dejaron, la llevan hacia lugares no imaginados por los vocablos antecedentes. Si el traductor de sueños se expresa de esta manera no se debe, pues, a defectos lingüísticos o de entranamiento o de personalidad, sino a la narratura de la materia misma que intenta colocar dentro una gramática más tradicional y más domesticada.
Ese ir y retroceder. Ese no saber. Ese estar a punto de evocar o de unir. Esa manera de quedarse quieto. Esa pausa. Ese titubeo. Ese no estar seguro. Esa obvia dificultad. Esa falta de claridad. Esa ininteligibilidad. Cuando un relato de vigilia logre escribirse de esta manera entonces se habrá acercado un poco, lo suficiente quizá, a la narratura del sueño.
--crg
Friday, January 09, 2004
EL TAXISTA ILUSTRADO
Lecciones de climatología:
En manga corta y argumentando que aquí no hace frío (y por aquí quiere decir el espacio semi-cerrado del auto), el taxista dice: "Hace media hora se enramó el cielo y, luego, empezó a llover. Eso sólo quiere decir que no tarda en caer la nevada".
--crg
Lecciones de climatología:
En manga corta y argumentando que aquí no hace frío (y por aquí quiere decir el espacio semi-cerrado del auto), el taxista dice: "Hace media hora se enramó el cielo y, luego, empezó a llover. Eso sólo quiere decir que no tarda en caer la nevada".
--crg
DENTRO DEL ARO DEL NO
Si olvidara lo que no fui, me olvidaría de mí mismo
Antonio Porchia
Una biografía escrita dentro del aro del No sería más extensa que una escrita alrededor de la burbuja del minúsculo sí.
Una de las Personas Que No He Sido me ve de lejos y, sin dejar de mirarme, desaparece tras la última esquina. Para siempre.
El infinito no es más que la lenta, constante, certera, aglomeración del No.
Un Destino Enunciado existe y Alguien Que No Soy Yo lo vive ahora mismo.
Otra de las Personas Que No He Sido se sienta frente a mí y me cuenta, en una voz bajísima, el tema de una novela que todavía no escribe.
Todo Lo Que No Soy me atosiga.
La negación, recuerdo que decía Anne Carson, es un evento verbal.
La Que Pude Haber sido calla.
La Que Se Fue es una canción de José Alfredo Jiménez.
--crg
Si olvidara lo que no fui, me olvidaría de mí mismo
Antonio Porchia
Una biografía escrita dentro del aro del No sería más extensa que una escrita alrededor de la burbuja del minúsculo sí.
Una de las Personas Que No He Sido me ve de lejos y, sin dejar de mirarme, desaparece tras la última esquina. Para siempre.
El infinito no es más que la lenta, constante, certera, aglomeración del No.
Un Destino Enunciado existe y Alguien Que No Soy Yo lo vive ahora mismo.
Otra de las Personas Que No He Sido se sienta frente a mí y me cuenta, en una voz bajísima, el tema de una novela que todavía no escribe.
Todo Lo Que No Soy me atosiga.
La negación, recuerdo que decía Anne Carson, es un evento verbal.
La Que Pude Haber sido calla.
La Que Se Fue es una canción de José Alfredo Jiménez.
--crg