EL DRAGÓN, QUE SE APROXIMA
Lean mucho, disfruten de más, amen porque sí, suéltense (si lo hay) el pelo, alóquense si fuera menester. Y cuídense, también. Van los abrazos y los mejores deseos para este año del dragón que a punto está de dar la vuelta a la esquina. Miren.
Puesn.
--crg
Thursday, December 29, 2011
VIRIDITAS
Lectura en voz alta de "Viernes, Marzo 12, 2010. 8:03 am", Viriditas (Mantis/UANL), p.13.
--crg
Lectura en voz alta de "Viernes, Marzo 12, 2010. 8:03 am", Viriditas (Mantis/UANL), p.13.
--crg
Tuesday, December 27, 2011
POESÍA Y POLÍTICA
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
La guerra que pelean una férrea casta de tecnócratas neoliberales contra un grupo de empresarios transnacionales que se dedican a la producción y comercio de sustancias hasta ahora consideradas como ilegales ha sumido a México en una de las etapas más sangrientas de las que se tenga historia desde inicios del siglo XX. Interpretar críticamente estos fenómenos es acaso una de las tareas más urgentes en nuestros días para comprender y, luego entonces, proponer alternativas al estado de creciente crueldad y horror. Pensar críticamente en momentos de dislocamiento y ruina, de violencia extrema y duelo, no es cosa fácil. Como lo asegura Achille Mbembe en relación al reto de pensar África fuera del eje de la teoría occidental, “lo que la teoría social no ha podido comprender es su tiempo [el tiempo histórico de África] como tiempo vivido, no sincrónica o diacrónicamente, sino en su multiplicidad y en su simultaneidad, su presencia y ausencia, más allá de las perezosas categorías de cambio y permanencia tan socorridas por tantos historiadores”. Contra los muchos estereotipos que, más que explicar, oscurecen la compleja realidad de la vida cotidiana y política de África, Mbembe asegura en On the Postcolony que “las fluctuaciones y la indeterminación de estos países no necesariamente significan una falta de orden. Cada representación de un mundo inestable no puede ser automáticamente subsumida bajo la etiqueta de ‘caos’. Pero, reducida por la ignorancia y la impaciencia, dejándose llevar por cierto delirio verbal, slogans, y en general la impericia lingüística, la literatura al respecto recurre con mucha facilidad a la repetición y el plagiarismo, a las declaraciones dogmáticas y las interpretaciones arrogantes, y las conclusiones superficiales están a la orden del día”.
No se necesita ser un crítico avezado para estar en general de acuerdo con Mbembe en lo que respecta a África e, incluso, en lo que podría tocar a la realidad mexicana de hoy. La pregunta que no es posible dejar de plantearse es, sin embargo, qué o cuál será la mejor manera de rendir cuentas sobre lo que acontece ahora. Heme aquí diciéndolo de nueva cuenta: contra ese estado de cosas, aquí y allá, la poesía. No pienso, por supuesto, en la práctica versificadora que tiende a encerrarse en la torre de marfil de ciertos lenguajes prestigiosos que poco o nada tienen que ver con lo poético. No pienso, claro está, en el lenguaje imperialista (dar voz a otros) y con frecuencia ramplón que, con la excusa de acercarse a la comunidad que la produce, deja de exigirle a la poesía ese práctica de cuestionamiento del lenguaje que la determina. En lo que pienso mientras trato de elaborar un argumento sobre la urgencia y, por suerte, la presencia de una luminosa poesía política en nuestro medio es, sobre todo, en tres libros publicados recientemente en México. Se trata de Degenerativa, de Alejandro Tarrab; El baile de las condiciones, de Oscar de Pablo; y Hechos diversos, de Mónica Nepote. Es posible que estos tres libros no me hayan ayudado a entender (en el sentido meramente intelectual del término) lo que sucede en el país, pero no me cabe duda que me han acercado de manera punzante y riesgosa, de manera humana y crítica a lo que testifico en mi día a día.
En Degenerativa, un ejercicio casi orgánico de apropiación que resulta en una serie intrigante de variaciones y versiones de un material que ya nunca más podrá ser El Original, Tarrab trabaja de cerca con lecturas y otros artefactos artísticos pero no se olvida de dirigirnos “Hacia las maquiladoras, hacia el abismo de las sepulturas/ se entiende este reducto”. Y el lector de Tarrab puede, si así lo desea, detenerse en el casco de las viejas ciudades “donde puede llorar despierto” hasta las periferias que en mucho se parecen a las fotocopias y los loops donde la experiencia se daña y se difumina y cambia.
En El baile de las condiciones, un título que es una referencia poco discreta a un escrito de Karl Marx de 1844, Óscar de Pablo le da la mano a las condiciones de expresa desigualdad y explotación que caracterizan el mundo de hoy y, sin empacho, con inusual sentido del humor y agilidad lingüística y referencias tanto religiosas como históricas, las saca, en efecto, a bailar. De entre todos, sólo comento ese largo poema alrededor y dentro de la fábrica Modelo, donde los turnos de trabajo se transforman en mareas y los trabajadores, marineros imprevistos de una ciudad vuelta toda océano de químicos y de orina y de hartazgo, resisten el vómito y, sí, piden cerveza en el naufragio.
La poesía de Hechos diversos se produce justo en el lugar de la costura del libro que divide (o junta) las páginas donde se llevan a cabo los ejercicios con la sintaxis y las imágenes (a la izquierda) y aquéllas donde se plasma el lenguaje informativo de las noticias (a la derecha o en la parte inferior de la página, pero siempre en otra tinta). La yuxtaposición, que además involucra hechos ocurridos tanto dentro como fuera de México, trae a colación lo nimio, en efecto, pero también los fenómenos macroeconómicos sin los cuales eso nimio —la violencia doméstica, el nombre que se registra con sangre porque de otra manera se olvida, la mirada sobre el cuerpo desmembrado que alumbra la cámara de un paparazzi— no tendría por qué ser registrado. Lejos del facilismo de la representación directa o de la empatía superficial, Nepote pone a funcionar, y con estilete, el nivel de la investigación del lenguaje. En la primera línea del poema “Las muchachas bailan”, por ejemplo, las preguntas indirectas, que se establecen con el uso del tilde sobre el pronombre interrogativo, se atropellan una a otra a través de comas que, lejos de proponer una respuesta o, incluso un terreno propicio para la respuesta, insisten en la pregunta misma. “Dónde están bailando, dónde las muchachas, todas”. En la tercera línea, aparece, se diría que de la nada o de esas condiciones que ha sacado a bailar De Pablo, el primer imperativo: “Digan”, conmina la poeta. “Digan, dónde las muchachas bailan, dónde levantan las manos pálidas, no sus huesos”. Y en ese “digan”, que es plural, va el lector y va también el que no lee. En ese digan, mucho me temo, vamos todos.
Más podría decirse de estos tres libros, pero el espacio apremia: tres de entre los mejores libros de poesía política del México de hoy, sin duda. Es decir, tres de entre los mejores libros de poesía que han tocado este país.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
La guerra que pelean una férrea casta de tecnócratas neoliberales contra un grupo de empresarios transnacionales que se dedican a la producción y comercio de sustancias hasta ahora consideradas como ilegales ha sumido a México en una de las etapas más sangrientas de las que se tenga historia desde inicios del siglo XX. Interpretar críticamente estos fenómenos es acaso una de las tareas más urgentes en nuestros días para comprender y, luego entonces, proponer alternativas al estado de creciente crueldad y horror. Pensar críticamente en momentos de dislocamiento y ruina, de violencia extrema y duelo, no es cosa fácil. Como lo asegura Achille Mbembe en relación al reto de pensar África fuera del eje de la teoría occidental, “lo que la teoría social no ha podido comprender es su tiempo [el tiempo histórico de África] como tiempo vivido, no sincrónica o diacrónicamente, sino en su multiplicidad y en su simultaneidad, su presencia y ausencia, más allá de las perezosas categorías de cambio y permanencia tan socorridas por tantos historiadores”. Contra los muchos estereotipos que, más que explicar, oscurecen la compleja realidad de la vida cotidiana y política de África, Mbembe asegura en On the Postcolony que “las fluctuaciones y la indeterminación de estos países no necesariamente significan una falta de orden. Cada representación de un mundo inestable no puede ser automáticamente subsumida bajo la etiqueta de ‘caos’. Pero, reducida por la ignorancia y la impaciencia, dejándose llevar por cierto delirio verbal, slogans, y en general la impericia lingüística, la literatura al respecto recurre con mucha facilidad a la repetición y el plagiarismo, a las declaraciones dogmáticas y las interpretaciones arrogantes, y las conclusiones superficiales están a la orden del día”.
No se necesita ser un crítico avezado para estar en general de acuerdo con Mbembe en lo que respecta a África e, incluso, en lo que podría tocar a la realidad mexicana de hoy. La pregunta que no es posible dejar de plantearse es, sin embargo, qué o cuál será la mejor manera de rendir cuentas sobre lo que acontece ahora. Heme aquí diciéndolo de nueva cuenta: contra ese estado de cosas, aquí y allá, la poesía. No pienso, por supuesto, en la práctica versificadora que tiende a encerrarse en la torre de marfil de ciertos lenguajes prestigiosos que poco o nada tienen que ver con lo poético. No pienso, claro está, en el lenguaje imperialista (dar voz a otros) y con frecuencia ramplón que, con la excusa de acercarse a la comunidad que la produce, deja de exigirle a la poesía ese práctica de cuestionamiento del lenguaje que la determina. En lo que pienso mientras trato de elaborar un argumento sobre la urgencia y, por suerte, la presencia de una luminosa poesía política en nuestro medio es, sobre todo, en tres libros publicados recientemente en México. Se trata de Degenerativa, de Alejandro Tarrab; El baile de las condiciones, de Oscar de Pablo; y Hechos diversos, de Mónica Nepote. Es posible que estos tres libros no me hayan ayudado a entender (en el sentido meramente intelectual del término) lo que sucede en el país, pero no me cabe duda que me han acercado de manera punzante y riesgosa, de manera humana y crítica a lo que testifico en mi día a día.
En Degenerativa, un ejercicio casi orgánico de apropiación que resulta en una serie intrigante de variaciones y versiones de un material que ya nunca más podrá ser El Original, Tarrab trabaja de cerca con lecturas y otros artefactos artísticos pero no se olvida de dirigirnos “Hacia las maquiladoras, hacia el abismo de las sepulturas/ se entiende este reducto”. Y el lector de Tarrab puede, si así lo desea, detenerse en el casco de las viejas ciudades “donde puede llorar despierto” hasta las periferias que en mucho se parecen a las fotocopias y los loops donde la experiencia se daña y se difumina y cambia.
En El baile de las condiciones, un título que es una referencia poco discreta a un escrito de Karl Marx de 1844, Óscar de Pablo le da la mano a las condiciones de expresa desigualdad y explotación que caracterizan el mundo de hoy y, sin empacho, con inusual sentido del humor y agilidad lingüística y referencias tanto religiosas como históricas, las saca, en efecto, a bailar. De entre todos, sólo comento ese largo poema alrededor y dentro de la fábrica Modelo, donde los turnos de trabajo se transforman en mareas y los trabajadores, marineros imprevistos de una ciudad vuelta toda océano de químicos y de orina y de hartazgo, resisten el vómito y, sí, piden cerveza en el naufragio.
La poesía de Hechos diversos se produce justo en el lugar de la costura del libro que divide (o junta) las páginas donde se llevan a cabo los ejercicios con la sintaxis y las imágenes (a la izquierda) y aquéllas donde se plasma el lenguaje informativo de las noticias (a la derecha o en la parte inferior de la página, pero siempre en otra tinta). La yuxtaposición, que además involucra hechos ocurridos tanto dentro como fuera de México, trae a colación lo nimio, en efecto, pero también los fenómenos macroeconómicos sin los cuales eso nimio —la violencia doméstica, el nombre que se registra con sangre porque de otra manera se olvida, la mirada sobre el cuerpo desmembrado que alumbra la cámara de un paparazzi— no tendría por qué ser registrado. Lejos del facilismo de la representación directa o de la empatía superficial, Nepote pone a funcionar, y con estilete, el nivel de la investigación del lenguaje. En la primera línea del poema “Las muchachas bailan”, por ejemplo, las preguntas indirectas, que se establecen con el uso del tilde sobre el pronombre interrogativo, se atropellan una a otra a través de comas que, lejos de proponer una respuesta o, incluso un terreno propicio para la respuesta, insisten en la pregunta misma. “Dónde están bailando, dónde las muchachas, todas”. En la tercera línea, aparece, se diría que de la nada o de esas condiciones que ha sacado a bailar De Pablo, el primer imperativo: “Digan”, conmina la poeta. “Digan, dónde las muchachas bailan, dónde levantan las manos pálidas, no sus huesos”. Y en ese “digan”, que es plural, va el lector y va también el que no lee. En ese digan, mucho me temo, vamos todos.
Más podría decirse de estos tres libros, pero el espacio apremia: tres de entre los mejores libros de poesía política del México de hoy, sin duda. Es decir, tres de entre los mejores libros de poesía que han tocado este país.
--crg
Friday, December 23, 2011
THESE PETRIFIED CONDITIONS MUST BE MADE TO DANCE BY SINGING THEM THEIR OWN TUNE
Oscar de Pablo, El baile de las condiciones (México: Práctica Mortal/CONACULTA, 2011), 9-10, 16-18.
Translations by Cristina Rivera-Garza
*
IN COMMEMORATION OF ME
He said: “Put this verse on your mouth, officiant.” He did not call you reader. He called you
“officiant.” Once supper was over, he took his pen and said: “Officiant, put on this black wound of ink made out of air, this paper made out of air; put it mouth within, officiant.”
He said: “Build from your mouth
my bridge made out of bridges made out of word, my bridge of word made out of host; a pearl-word color, a taste of wheat color. Hold this bread word as bread in your mouth; hold in your
mouth the touch
of my tongue.”
I knew it would be Friday the next day; I knew that, somehow, you would betray him; and yet he rinsed his mouth out and ordered coffee. Once supper was over, he took his pencil, he took some paper and a pencil and called you, did not call you reader, he called you
“officiant.”
*
These petrified conditions must be made to dance by singing them their own tune!
Karl Marx, Introduction to a Critique of Hegel´s Philosophy of Right, 1844
--crg
Oscar de Pablo, El baile de las condiciones (México: Práctica Mortal/CONACULTA, 2011), 9-10, 16-18.
Translations by Cristina Rivera-Garza
*
IN COMMEMORATION OF ME
He said: “Put this verse on your mouth, officiant.” He did not call you reader. He called you
“officiant.” Once supper was over, he took his pen and said: “Officiant, put on this black wound of ink made out of air, this paper made out of air; put it mouth within, officiant.”
He said: “Build from your mouth
my bridge made out of bridges made out of word, my bridge of word made out of host; a pearl-word color, a taste of wheat color. Hold this bread word as bread in your mouth; hold in your
mouth the touch
of my tongue.”
I knew it would be Friday the next day; I knew that, somehow, you would betray him; and yet he rinsed his mouth out and ordered coffee. Once supper was over, he took his pencil, he took some paper and a pencil and called you, did not call you reader, he called you
“officiant.”
*
These petrified conditions must be made to dance by singing them their own tune!
Karl Marx, Introduction to a Critique of Hegel´s Philosophy of Right, 1844
--crg
Wednesday, December 21, 2011
I WANTED TO TRANSLATE IT FOR YOU, OWN IT FOR YOU IN THIS LANGUAGE
*
DISINTEGRATION SERIES
(Some reproductions of William Basinski)
By Alejandro Tarrab, Degenerativa (México: Bonobos, 2010), 145-149.
Translations by Cristina Rivera Garza
First Loop
A shadow at the end of the hall: dialogue, impossibility. Two characters cling to each other. Their voices fuse together, distorted.
I wanted to translate it.
I wanted to translate it for you, own it for you in this language. Own it, I tell you: tornado. Turned into a page you would understand. I want to understand it. So I threw (myself) towards the origin, to translate the words, to turn them into this language for you. I want to tend to, I want to turn towards the origin. Welcome it into a language that be by me, that turns me into a tornado, and that takes me.
Loop 2.1
Dialogue, alterity? At the end of the hall: the noise. Same repetition, same wardrobe: an olive-green shred.
I wanted to say tornado for you,
but I did not know the words: parable, tragedy of artifice. I wanted to own what I say to you: a support, something thrown into repetition. What you say and what I say, tornado. What you say towards you, what you reiterate back into your head. An echo. A resonance of spirals, an echo. A torn field of sprigs. Something turned into its own axis. Repeat it back (towards the thorn): parable—I wanted to insist—attracted to, magnetized toward the tape. I wanted to etch with the needle, with the edge of artifice
your head.
Loop 2.3
The dialogue at the end of the hall—in all dialogue resonates a kind of fluttering, even though the characters do not listen to it—. Proscenium: medium-size seats sharpening their hearing. A choir, a choir at last.
Womb repeating,
repeating bellows or instrument. Repeating bellows slowly. Into the ear, which is what is desired. Going into a scale of failure after
saying bellows, repeating
mouth or tornado.
Loop 3
At the end of the hall, characters appropriate dialogue. At the end, changing and repetitive, the author: several wasted promises. Noise comes from the needle. It etches channels in the tape, reproducing: dialogue, impossibility. At the end of the hall, characters utter their last words. This is not the end, but the beginning of one animal with two heads without dialogue. The choir of a universal needle etches circles, resonating.
I wanted to translate it
for you. Own it for you, turned into. I wanted to etch it slowly, in the axis towards the thorn. But something in you stopped me come. I wanted to trace it for you.
Bury with artifice
your head.
--crg
*
DISINTEGRATION SERIES
(Some reproductions of William Basinski)
By Alejandro Tarrab, Degenerativa (México: Bonobos, 2010), 145-149.
Translations by Cristina Rivera Garza
First Loop
A shadow at the end of the hall: dialogue, impossibility. Two characters cling to each other. Their voices fuse together, distorted.
I wanted to translate it.
I wanted to translate it for you, own it for you in this language. Own it, I tell you: tornado. Turned into a page you would understand. I want to understand it. So I threw (myself) towards the origin, to translate the words, to turn them into this language for you. I want to tend to, I want to turn towards the origin. Welcome it into a language that be by me, that turns me into a tornado, and that takes me.
Loop 2.1
Dialogue, alterity? At the end of the hall: the noise. Same repetition, same wardrobe: an olive-green shred.
I wanted to say tornado for you,
but I did not know the words: parable, tragedy of artifice. I wanted to own what I say to you: a support, something thrown into repetition. What you say and what I say, tornado. What you say towards you, what you reiterate back into your head. An echo. A resonance of spirals, an echo. A torn field of sprigs. Something turned into its own axis. Repeat it back (towards the thorn): parable—I wanted to insist—attracted to, magnetized toward the tape. I wanted to etch with the needle, with the edge of artifice
your head.
Loop 2.3
The dialogue at the end of the hall—in all dialogue resonates a kind of fluttering, even though the characters do not listen to it—. Proscenium: medium-size seats sharpening their hearing. A choir, a choir at last.
Womb repeating,
repeating bellows or instrument. Repeating bellows slowly. Into the ear, which is what is desired. Going into a scale of failure after
saying bellows, repeating
mouth or tornado.
Loop 3
At the end of the hall, characters appropriate dialogue. At the end, changing and repetitive, the author: several wasted promises. Noise comes from the needle. It etches channels in the tape, reproducing: dialogue, impossibility. At the end of the hall, characters utter their last words. This is not the end, but the beginning of one animal with two heads without dialogue. The choir of a universal needle etches circles, resonating.
I wanted to translate it
for you. Own it for you, turned into. I wanted to etch it slowly, in the axis towards the thorn. But something in you stopped me come. I wanted to trace it for you.
Bury with artifice
your head.
--crg
Tuesday, December 20, 2011
NO SÉ DE QUÉ OTRA MANERA
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Años después sólo recordaría el sonido del viento a través de las ramas de los eucaliptos.
RECUERDO
Un hombre le pregunta a otro si se dice “corrupto” o “corrompido”. Esto ocurre, lo recuerdo, frente a un puesto de periódicos, bajo una manta que anuncia: AQUÍ SE RECIBEN SUS ARMAS DE FUEGO.
DES-APARICIÓN
Sueño y, dentro del sueño, soy una sonámbula que sabe (con el hartazgo que da la certeza absoluta) (con esa cierta tristeza llena de murallas) (con el sutil aburrimiento de cosa-que-ineludiblemente-se-acaba) que pronto despertará. Lo hago cuando Alguien toca a mi puerta.
--Está lloviendo --le digo antes de que él se vuelva hacia su auto y me señale el rostro amoratado de una mujer tras la ventanilla.
--La encontré cerca del bosque --me informa--. Me dio su dirección --añade, como pidiendo disculpas.
Los observo a los dos, sin entender (que es como le corresponde ver a alguien que acaba de regresar de un sueño dentro del cual era una sonámbula). Los observo por largos minutos muy solos. Los observo y, finalmente, de algún lugar de la conciencia (que, como la inconsciencia, no está escondida sino en todos los sitios) sé con exactitud lo que debo hacer. Voy hacia mi bolso, lo abro, extraigo un par de billetes de la cartera, regreso, coloco los billetes extraídos sobre la mano del hombre, le doy las gracias, le sonrío.
Acaba de ocurrir un intercambio.
--¿Es pariente suyo? --me pregunta justo en el momento en que duda. Cuando estaba ya a punto de darse la vuelta y cerrar para siempre el incidente llamado Encontré a Una Mujer Amoratada Cerca del Bosque, el hombre no lo puede evitar y titubea.
--¿Qué? --le sonrío ahora-- ¿piensa usted que nos parecemos?
SIGNIFICADOS DE LA LLUVIA
Cuando el momento del despertar sucede bajo la lluvia quiere decir que La Verdadera Historia no ha iniciado aún.
La lluvia es pura anticipación.
Estar bajo la lluvia y despierto es lo mismo que ser una sonámbula que sabe lo que acabará pasando dentro de un sueño.
La lluvia es excesiva. No me cabe duda al respecto.
Cuando una Mujer Amoratada se (des) aparece bajo la lluvia quiere decir que urge decir la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”.
LA MIRADA IMPOSIBLE
En The Plague of Fantasies, especialmente en el capítulo titulado “The Seven Veils of Fantasy”, dice Slajov Zizek que una narrativa fantasmática siempre involucra una mirada imposible, es decir, la mirada a través de la cual el sujeto se hace presente en el momento mismo de su propia concepción.* Yo leo esto justo cuando La Mujer Amoratada se vuelve a verme desde detrás de la ventanilla y su mirada atraviesa el cuerpo casi invisible de la lluvia.
Acaba de ocurrir un intercambio.
EL EXTRAÑO, AUNQUE INELUDIBLE, RETORNO DEL NOMBRE
Bajo la lluvia.
Dentro de la distancia que inaugura y humedece la lluvia.
En la travesía que va de La Mirada Imposible hasta el momento mismo de La Propia Concepción.
El retorno del nombre ocurre como ocurre un intercambio.
Digo: Genoveva.
Y el mundo, que es la narrativa, “se apresta a resolver un antagonismo fundamental reorganizando sus términos en una sucesión temporal”.**
LA VERDADERA HISTORIA
Genoveva guarda silencio. Genoveva no cuenta nada. Genoveva me mira con La Mirada Imposible y, en ese momento, me doy cuenta que me he puesto un vestido de invierno. Genoveva se sienta a la mesa y acepta el té que le ofrezco. Luego, Genoveva abre la boca y veo el sitio donde alguna vez tuvo la lengua.
--¿Quién lo hizo? --le pregunto lo imposible irracionalmente, inmediatamente, salvajemente. Luego medito sobre los colores de mi vestido.
Este es el momento de enunciar la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”. Este es el momento de dar inicio a la historia.
GRUÑIR, GEMIR, PUJAR
Pronuncio su nombre. Lo hago varias veces. Lo hago y, viéndola, me cuesta trabajo creer que ése y no otro es su nombre.
--Genoveva --le susurro mientras acaricio el dorso de su mano--. Genoveva, tú estabas muy lejos --creo que digo esto a manera de explicación--. El bosque huele a bayas o a podrido --continúo--. En el bosque ocurren siempre cosas.
Ella abre la boca.
(Y este es el momento de la oscuridad)
(Y este es el momento que no se puede designar con el verbo “expresar”)
Genoveva abre la boca y se hace un camino muy largo alrededor de La Mar.
LO QUE HACE EL LENGUAJE
Aquí se reciben sus armas de fuego.
SUCESIÓN TEMPORAL
Toma el té a sorbos pequeños mientras posa La Mirada Imposible sobre la ventana.
Recuerda sucesos, intercambios, ocurrencias. ¿Es esto el sonido del viento entre las ramas de los eucaliptos? Sí, así es.
El Rostro Amoratado cae sobre la mesa
Le digo: tú estabas muy lejos.
Todo a nuestro alrededor se vuelve mar.
La conduzco hasta el ático donde se encuentra el lecho donde descansará.
La Mirada Imposible se cierra dentro de sí misma.
Hace frío.
Un momento de suma oscuridad.
Le digo: ahora estás muy cerca.
CONFESIÓN
No sé de qué otra manera describir la palabra “violencia”.
*Slavoj Zizek, The Plague of Fantasies (New York: Verso, 1997), 16.
**Zizek, The Plague of Fantasies, 11.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Años después sólo recordaría el sonido del viento a través de las ramas de los eucaliptos.
RECUERDO
Un hombre le pregunta a otro si se dice “corrupto” o “corrompido”. Esto ocurre, lo recuerdo, frente a un puesto de periódicos, bajo una manta que anuncia: AQUÍ SE RECIBEN SUS ARMAS DE FUEGO.
DES-APARICIÓN
Sueño y, dentro del sueño, soy una sonámbula que sabe (con el hartazgo que da la certeza absoluta) (con esa cierta tristeza llena de murallas) (con el sutil aburrimiento de cosa-que-ineludiblemente-se-acaba) que pronto despertará. Lo hago cuando Alguien toca a mi puerta.
--Está lloviendo --le digo antes de que él se vuelva hacia su auto y me señale el rostro amoratado de una mujer tras la ventanilla.
--La encontré cerca del bosque --me informa--. Me dio su dirección --añade, como pidiendo disculpas.
Los observo a los dos, sin entender (que es como le corresponde ver a alguien que acaba de regresar de un sueño dentro del cual era una sonámbula). Los observo por largos minutos muy solos. Los observo y, finalmente, de algún lugar de la conciencia (que, como la inconsciencia, no está escondida sino en todos los sitios) sé con exactitud lo que debo hacer. Voy hacia mi bolso, lo abro, extraigo un par de billetes de la cartera, regreso, coloco los billetes extraídos sobre la mano del hombre, le doy las gracias, le sonrío.
Acaba de ocurrir un intercambio.
--¿Es pariente suyo? --me pregunta justo en el momento en que duda. Cuando estaba ya a punto de darse la vuelta y cerrar para siempre el incidente llamado Encontré a Una Mujer Amoratada Cerca del Bosque, el hombre no lo puede evitar y titubea.
--¿Qué? --le sonrío ahora-- ¿piensa usted que nos parecemos?
SIGNIFICADOS DE LA LLUVIA
Cuando el momento del despertar sucede bajo la lluvia quiere decir que La Verdadera Historia no ha iniciado aún.
La lluvia es pura anticipación.
Estar bajo la lluvia y despierto es lo mismo que ser una sonámbula que sabe lo que acabará pasando dentro de un sueño.
La lluvia es excesiva. No me cabe duda al respecto.
Cuando una Mujer Amoratada se (des) aparece bajo la lluvia quiere decir que urge decir la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”.
LA MIRADA IMPOSIBLE
En The Plague of Fantasies, especialmente en el capítulo titulado “The Seven Veils of Fantasy”, dice Slajov Zizek que una narrativa fantasmática siempre involucra una mirada imposible, es decir, la mirada a través de la cual el sujeto se hace presente en el momento mismo de su propia concepción.* Yo leo esto justo cuando La Mujer Amoratada se vuelve a verme desde detrás de la ventanilla y su mirada atraviesa el cuerpo casi invisible de la lluvia.
Acaba de ocurrir un intercambio.
EL EXTRAÑO, AUNQUE INELUDIBLE, RETORNO DEL NOMBRE
Bajo la lluvia.
Dentro de la distancia que inaugura y humedece la lluvia.
En la travesía que va de La Mirada Imposible hasta el momento mismo de La Propia Concepción.
El retorno del nombre ocurre como ocurre un intercambio.
Digo: Genoveva.
Y el mundo, que es la narrativa, “se apresta a resolver un antagonismo fundamental reorganizando sus términos en una sucesión temporal”.**
LA VERDADERA HISTORIA
Genoveva guarda silencio. Genoveva no cuenta nada. Genoveva me mira con La Mirada Imposible y, en ese momento, me doy cuenta que me he puesto un vestido de invierno. Genoveva se sienta a la mesa y acepta el té que le ofrezco. Luego, Genoveva abre la boca y veo el sitio donde alguna vez tuvo la lengua.
--¿Quién lo hizo? --le pregunto lo imposible irracionalmente, inmediatamente, salvajemente. Luego medito sobre los colores de mi vestido.
Este es el momento de enunciar la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”. Este es el momento de dar inicio a la historia.
GRUÑIR, GEMIR, PUJAR
Pronuncio su nombre. Lo hago varias veces. Lo hago y, viéndola, me cuesta trabajo creer que ése y no otro es su nombre.
--Genoveva --le susurro mientras acaricio el dorso de su mano--. Genoveva, tú estabas muy lejos --creo que digo esto a manera de explicación--. El bosque huele a bayas o a podrido --continúo--. En el bosque ocurren siempre cosas.
Ella abre la boca.
(Y este es el momento de la oscuridad)
(Y este es el momento que no se puede designar con el verbo “expresar”)
Genoveva abre la boca y se hace un camino muy largo alrededor de La Mar.
LO QUE HACE EL LENGUAJE
Aquí se reciben sus armas de fuego.
SUCESIÓN TEMPORAL
Toma el té a sorbos pequeños mientras posa La Mirada Imposible sobre la ventana.
Recuerda sucesos, intercambios, ocurrencias. ¿Es esto el sonido del viento entre las ramas de los eucaliptos? Sí, así es.
El Rostro Amoratado cae sobre la mesa
Le digo: tú estabas muy lejos.
Todo a nuestro alrededor se vuelve mar.
La conduzco hasta el ático donde se encuentra el lecho donde descansará.
La Mirada Imposible se cierra dentro de sí misma.
Hace frío.
Un momento de suma oscuridad.
Le digo: ahora estás muy cerca.
CONFESIÓN
No sé de qué otra manera describir la palabra “violencia”.
*Slavoj Zizek, The Plague of Fantasies (New York: Verso, 1997), 16.
**Zizek, The Plague of Fantasies, 11.
--crg
Saturday, December 17, 2011
DOLERSE HOY
Pronto, si no es que antes, en librerías. Pero, mientras tanto y después, se puede ordenar directamente: www.surplusediciones.org
--crg
Pronto, si no es que antes, en librerías. Pero, mientras tanto y después, se puede ordenar directamente: www.surplusediciones.org
--crg
Friday, December 16, 2011
LA CÁMARA VERDE
El batir de alas debajo de mí. La Cámara Verde 45, Diciembre 2011-Enero 2012
Sé que tiene sus detractores, Diciembre. Pero quien me conoce sabe que es uno de mis meses favoritos. Ni modo. La Cámara Verde se pone a dicembrear, cómo no. Dicembrear que quiere decir volver a casa, dar y recibir abrazos, asentir. Dicembrear que quiere decir aroma de mandarina y ruido de leños (¡mira cómo crepita frente a ti el verbo crepitar!); que quiere decir luces de bengala, cocina tibia, gruesos calcetines de lana. Dicembrear que ahora también quiere decir, gracias a John Wieners y la traducción que de su trabajo hacen Guillermo Parra y Dayana Fraile, “el batir de alas debajo de mí”. John Wieners, nos dicen Guillermo y Dayana, nació en Milton (Massachusetts) en 1934. Recibió una licenciatura del Boston College en 1954 y se mudó a North Carolina para estudiar en el Black Mountain College bajo la tutela de Charles Olson y Robert Duncan. Regresó a Boston en 1956 y editó tres números de una revista literaria titulada Measure. Desde 1958 hasta 1960 residió en San Francisco, jugando un papel protagónico en el San Francisco Poetry Renaissance, un grupo de poetas experimentales reunidos bajo la figura de Jack Spicer y Robert Duncan (los poetas de este movimiento escribían desde afuera de la academia y se esforzaban por construir una escena local). En 1965, inició estudios de doctorado en la sede de Buffalo de The State University of New York. En 1970, se radicó en Boston, ciudad en la que murió en marzo de 2002. Allí trabajó como actor en algunas obras de teatro, formó parte de cooperativas educativas y comités de acción política. Es recordado como un gran activista del movimiento de liberación gay.
Guillermo Parra y Dayana Fraile tienen ya una larga trayectoria como traductores de poesía. Asentados en Carolina del Norte, se han convertido en los vasos comunicantes entre cierta poesía experimental de Estados Unidos y sus referencias latinoamericanas del caso. De ida y de vuelta, pues, Guillermo y Dayana nos van ayudando a esclarecer los mapas movedizos de tradiciones que se encuentran. Guillermo Parra (Cambridge, MA, 1970) escribe el blog Venepoetics. Ha publicado dos libros de poesía, Caracas Notebook (Cy Gist Press, 2006) y Phantasmal Repeats (Petrichord Books, 2009). Sus poemas, ensayos y traducciones han aparecido en 6×6, Fascicle y Papel Literario, entre otras. Actualmente trabaja en la traducción de la obra del poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930). Dayana Fraile (Puerto La Cruz, 1985), también vive en Durham. Antes de mudarse a NC, vivía en Caracas en donde estudió literatura y trabajó como editora. Ha publicado artículos de investigación y obras creativas en diversos medios impresos y digitales. Su primer libro, Granizo (2011), obtuvo el Premio de la I Bienal de Literatura Julián Padrón. Su segundo libro, Paisaje Zinc/Zinc Landscape (2011), acaba de ser editado por Cy Gist Press. Desde hace algunos meses lleva el blog Eternal Typewriter, dedicado a la traducción de poesía angloamericana de vanguardia.
Hace no mucho apareció un mensaje cifrado en la pantalla de mi teléfono. Lo enviaban unos amigos tuiteros que, sin duda, dicembreaban un poco antes de tiempo. Decía: ¿Qué estará pensando Frank? Y esa pregunta, así, sin más, me hizo pensar en la siguiente confesión: Existe, ciertamente, entre un cierto grupo de tuiteros, una pregunta que es un código secreto. Quien la pronuncia se sabe parte de un aquelarre íntimo y, a la vez, de una verdad consabida. Si usted quiere decirle a los otros que es un tuitero consuetudinario que, además, tiene tiempo ya en la práctica del lenguaje corto, no tiene más que decir: ¿Qué estará pensando Frank? Si el interrogado ríe a carcajadas, entonces usted sabe que se encuentra ante un tuitero de cepa, de antes, de más allá. El Frank en cuestión en Francisco Javier Lozano del Real, filósofo que suele presentarse a sí mismo como colaborador de Milenio Jalisco y promotor cultural que, con todo, le va al Atlas. Los que lo leemos sin cesar —y no hay, en serio, otra manera de leer a alguien que escribe también sin cesar— sabemos que el amanecer significa algo cada día porque ése es, a últimas fechas, el tuit que nos indica que Frank se ha despertado y está listo para la brega de los 140s. También sabemos que durante el día habrá juegos de lenguaje, tuits contra la vida o a su favor, comentarios que se engarzan, en la tradición más cara al desarrollo de todo TL que se precie de serlo, con tuits anteriores y hasta los por venir. @frank_lozanodr es, sin duda, una de esas cuentas con las que todo TL digno debe contar. Fue, claro está, una de las primeras que leí y una cuyos juegos de palabras —a menudo con la ortografía, pero también con la sintaxis— me convencieron que lo que pasaba en esos rectángulos era, de hecho, divertido y arriesgado, muy de aquí y atemporal, escritura y ya. Va en esta Cámara Verde cargada de diciembres, puesn, una selección de los tuits de @frank_lozanodr para dicembrear a gusto. Para dicembrear más.
Diciembre 9, 2011
Tijuana/San Diego
[mientras escuchaba a Balanescu quartet -- (Kraftwerk) Model]
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El batir de alas debajo de mí. La Cámara Verde 45, Diciembre 2011-Enero 2012
Sé que tiene sus detractores, Diciembre. Pero quien me conoce sabe que es uno de mis meses favoritos. Ni modo. La Cámara Verde se pone a dicembrear, cómo no. Dicembrear que quiere decir volver a casa, dar y recibir abrazos, asentir. Dicembrear que quiere decir aroma de mandarina y ruido de leños (¡mira cómo crepita frente a ti el verbo crepitar!); que quiere decir luces de bengala, cocina tibia, gruesos calcetines de lana. Dicembrear que ahora también quiere decir, gracias a John Wieners y la traducción que de su trabajo hacen Guillermo Parra y Dayana Fraile, “el batir de alas debajo de mí”. John Wieners, nos dicen Guillermo y Dayana, nació en Milton (Massachusetts) en 1934. Recibió una licenciatura del Boston College en 1954 y se mudó a North Carolina para estudiar en el Black Mountain College bajo la tutela de Charles Olson y Robert Duncan. Regresó a Boston en 1956 y editó tres números de una revista literaria titulada Measure. Desde 1958 hasta 1960 residió en San Francisco, jugando un papel protagónico en el San Francisco Poetry Renaissance, un grupo de poetas experimentales reunidos bajo la figura de Jack Spicer y Robert Duncan (los poetas de este movimiento escribían desde afuera de la academia y se esforzaban por construir una escena local). En 1965, inició estudios de doctorado en la sede de Buffalo de The State University of New York. En 1970, se radicó en Boston, ciudad en la que murió en marzo de 2002. Allí trabajó como actor en algunas obras de teatro, formó parte de cooperativas educativas y comités de acción política. Es recordado como un gran activista del movimiento de liberación gay.
Guillermo Parra y Dayana Fraile tienen ya una larga trayectoria como traductores de poesía. Asentados en Carolina del Norte, se han convertido en los vasos comunicantes entre cierta poesía experimental de Estados Unidos y sus referencias latinoamericanas del caso. De ida y de vuelta, pues, Guillermo y Dayana nos van ayudando a esclarecer los mapas movedizos de tradiciones que se encuentran. Guillermo Parra (Cambridge, MA, 1970) escribe el blog Venepoetics. Ha publicado dos libros de poesía, Caracas Notebook (Cy Gist Press, 2006) y Phantasmal Repeats (Petrichord Books, 2009). Sus poemas, ensayos y traducciones han aparecido en 6×6, Fascicle y Papel Literario, entre otras. Actualmente trabaja en la traducción de la obra del poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930). Dayana Fraile (Puerto La Cruz, 1985), también vive en Durham. Antes de mudarse a NC, vivía en Caracas en donde estudió literatura y trabajó como editora. Ha publicado artículos de investigación y obras creativas en diversos medios impresos y digitales. Su primer libro, Granizo (2011), obtuvo el Premio de la I Bienal de Literatura Julián Padrón. Su segundo libro, Paisaje Zinc/Zinc Landscape (2011), acaba de ser editado por Cy Gist Press. Desde hace algunos meses lleva el blog Eternal Typewriter, dedicado a la traducción de poesía angloamericana de vanguardia.
Hace no mucho apareció un mensaje cifrado en la pantalla de mi teléfono. Lo enviaban unos amigos tuiteros que, sin duda, dicembreaban un poco antes de tiempo. Decía: ¿Qué estará pensando Frank? Y esa pregunta, así, sin más, me hizo pensar en la siguiente confesión: Existe, ciertamente, entre un cierto grupo de tuiteros, una pregunta que es un código secreto. Quien la pronuncia se sabe parte de un aquelarre íntimo y, a la vez, de una verdad consabida. Si usted quiere decirle a los otros que es un tuitero consuetudinario que, además, tiene tiempo ya en la práctica del lenguaje corto, no tiene más que decir: ¿Qué estará pensando Frank? Si el interrogado ríe a carcajadas, entonces usted sabe que se encuentra ante un tuitero de cepa, de antes, de más allá. El Frank en cuestión en Francisco Javier Lozano del Real, filósofo que suele presentarse a sí mismo como colaborador de Milenio Jalisco y promotor cultural que, con todo, le va al Atlas. Los que lo leemos sin cesar —y no hay, en serio, otra manera de leer a alguien que escribe también sin cesar— sabemos que el amanecer significa algo cada día porque ése es, a últimas fechas, el tuit que nos indica que Frank se ha despertado y está listo para la brega de los 140s. También sabemos que durante el día habrá juegos de lenguaje, tuits contra la vida o a su favor, comentarios que se engarzan, en la tradición más cara al desarrollo de todo TL que se precie de serlo, con tuits anteriores y hasta los por venir. @frank_lozanodr es, sin duda, una de esas cuentas con las que todo TL digno debe contar. Fue, claro está, una de las primeras que leí y una cuyos juegos de palabras —a menudo con la ortografía, pero también con la sintaxis— me convencieron que lo que pasaba en esos rectángulos era, de hecho, divertido y arriesgado, muy de aquí y atemporal, escritura y ya. Va en esta Cámara Verde cargada de diciembres, puesn, una selección de los tuits de @frank_lozanodr para dicembrear a gusto. Para dicembrear más.
Diciembre 9, 2011
Tijuana/San Diego
[mientras escuchaba a Balanescu quartet -- (Kraftwerk) Model]
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EL ÚLTIMO SIGNO
El último signo, cuento de La frontera más distante (México: Tusquets, 2008), en voz alta en Descarga Cultura UNAM: primera parte y segunda parte.
Claudia Macías escribió "Huellas de la escritura Nüshu en un cuento mexicano", reflexiones alrededor de "El último signo" en la revista Análisis/ México y la cuenca del Pacífico , Vol. 13, núm. 38 / mayo – agosto de 2010. El texto completo aquí.
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El último signo, cuento de La frontera más distante (México: Tusquets, 2008), en voz alta en Descarga Cultura UNAM: primera parte y segunda parte.
Claudia Macías escribió "Huellas de la escritura Nüshu en un cuento mexicano", reflexiones alrededor de "El último signo" en la revista Análisis/ México y la cuenca del Pacífico , Vol. 13, núm. 38 / mayo – agosto de 2010. El texto completo aquí.
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Thursday, December 15, 2011
EL AMOR ANTES DEL AMOR (Y DESPUÉS)
Alfredo Godínez escribió sobre Lo anterior (México: Tusquets, 2004) en su columna El Guardián del Diván, de Sexenio.
Laura Hernández, por cierto, escribió esto también sobre Lo anterior en la revista Signos Literarios.
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Alfredo Godínez escribió sobre Lo anterior (México: Tusquets, 2004) en su columna El Guardián del Diván, de Sexenio.
Laura Hernández, por cierto, escribió esto también sobre Lo anterior en la revista Signos Literarios.
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Wednesday, December 14, 2011
MADAME BOLLINGER Y EL CHAMPÁN
Bebo champaña cuando estoy feliz y cuando estoy triste. Algunas veces lo bebo cuando estoy sola. Cuando tengo compañía, lo considero obligatorio. Jugueteo con él cuando no tengo hambre y lo bebo cuando estoy hambrienta. De otra manera nunca lo toco--a menos que tenga sed.
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Bebo champaña cuando estoy feliz y cuando estoy triste. Algunas veces lo bebo cuando estoy sola. Cuando tengo compañía, lo considero obligatorio. Jugueteo con él cuando no tengo hambre y lo bebo cuando estoy hambrienta. De otra manera nunca lo toco--a menos que tenga sed.
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DESDE LA CASTAÑEDA
La Castañeda: Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México, 1910-1930 es un libro de Cristina Rivera Garza publicado por Tusquets el año pasado. Llegué al libro interesado en uno sólo de sus capítulos: “(Con)jurar el cuerpo: historiar y ficcionar”, una suerte de epílogo en el que la autora teoriza sobre su propio texto. Así, el final me llevó al principio: a la historia de este manicomio, contada mediante la evocación de unas ausencias: las voces de quienes “habitaron” ese espacio de la locura. Este libro pone sobre la mesa, de nuevo y sin ingenuidades, las complejas relaciones entre historia y ficción. Aquí no se repite el lugar común de los historiadores que se (pre)sienten radicales al aceptar que la literatura puede influir, superficialmente, en la práctica historiográfica. En la escritura de Rivera Garza se confirma la vieja y vilipendiada sospecha de que historiar es ficcionar. Resulta, entonces, que una de las mejores historiadoras de México es también una de sus mejores novelistas.
Esto le dijo Rafael Villegas a Hermano Cerdo en sus Lecturas del 2011. El texto completo aquí.
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La Castañeda: Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México, 1910-1930 es un libro de Cristina Rivera Garza publicado por Tusquets el año pasado. Llegué al libro interesado en uno sólo de sus capítulos: “(Con)jurar el cuerpo: historiar y ficcionar”, una suerte de epílogo en el que la autora teoriza sobre su propio texto. Así, el final me llevó al principio: a la historia de este manicomio, contada mediante la evocación de unas ausencias: las voces de quienes “habitaron” ese espacio de la locura. Este libro pone sobre la mesa, de nuevo y sin ingenuidades, las complejas relaciones entre historia y ficción. Aquí no se repite el lugar común de los historiadores que se (pre)sienten radicales al aceptar que la literatura puede influir, superficialmente, en la práctica historiográfica. En la escritura de Rivera Garza se confirma la vieja y vilipendiada sospecha de que historiar es ficcionar. Resulta, entonces, que una de las mejores historiadoras de México es también una de sus mejores novelistas.
Esto le dijo Rafael Villegas a Hermano Cerdo en sus Lecturas del 2011. El texto completo aquí.
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Tuesday, December 13, 2011
¿QUÉ RECORDAMOS CUANDO RECORDAMOS?
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
¡Y cuánto no se ha dicho de los beneficios individuales y sociales de la memoria! Se nos aconseja continuamente que aprendamos de nuestro pasado, especialmente de nuestros errores. Se nos dice, también de manera insistente, que una sociedad amnésica volverá a caer en las masacres de antes y se nos insta, una y otra vez, a mantener viva la memoria de las acciones y de las consecuencias de las acciones. Recordar, esto también lo dice el dicho, es vivir. La cuestión, sin embargo, es que pocas veces nos preguntamos cómo es que tenemos acceso a la memoria de las cosas. En otras palabras, ¿qué recordamos cuando recordamos?
La pregunta es una de las muchas que se plantea Daniel Kahneman, psicólogo y economista, ganador además del premio Nobel en economía en 2002 junto con Vernon Smith, en su libro Thinking, Fast and Slow, de reciente publicación en octubre de 2011. Poniendo en entredicho ideas más bien establecidas acerca de la racionalidad del homo economicus y su capacidad de tomar decisiones en momentos de alta incertidumbre, Kahneman empieza por identificar al menos dos sistemas en el proceso de pensamiento humano. El primero, al que llamará aptamente Sistema 1, es el relacionado al pensamiento rápido e inmediato. Se trata de la parte intuitiva y emocional de nuestras reacciones cotidianas. El Sistema 1 funciona, por ejemplo, cuando manejamos un auto o cuando resolvemos asuntos más bien “en automático”. Es, en otras palabras, el yo de la experiencia. El Sistema 2, por su parte, se presenta cuando las tareas a mano requieren de un mayor esfuerzo, como al resolver una multiplicación complicada o cuando nos enfrentamos a una decisión nada simple. El Sistema 2 es, por lo tanto, más lento, más deliberativo y más lógico. Usualmente nos damos cuenta que está en funcionamiento debido al esfuerzo físico que se denota en la dilatación de las pupilas y en la concentración, con frecuencia absoluta, de la atención. “El Sistema 2”, argumenta Kahneman, “es lo que pensamos que somos. El Sistema 2 articula juicios y toma decisiones, pero con frecuencia endorsa o racionaliza sentimientos e ideas que fueron generados por el Sistema 1”. En este caso estamos, aquí, frente al yo de la memoria.
La situación es menos dicotómica de lo que parece, eso es seguro, puesto que entre el Sistema 1 y el Sistema 2 se lleva a cabo una especie de danza continua entre la serie de intuiciones que sólo con dificultad alcanzamos a discernir o explicar (y ya Kahneman se encarga de describir cómo gran parte de las ideas y pensamientos aparecen en nuestra conciencia sin que sepamos cómo llegaron ahí); y, por otra parte, los reportes o conclusiones que el yo de pensamiento más lento gusta de ver como definitivas o, por lo menos, concluyentes. Así, “cuando estamos en un estado de actividad cognoscente, usualmente estamos de buen humor, nos gusta lo que vemos, creemos lo que oímos, confiamos en nuestras intuiciones, y sentimos que la situación actual es más o menos familiar. Cuando tenemos que esforzarnos más, es seguro que nos volvamos más vigilantes y suspicaces, invirtamos más esfuerzo en lo que hacemos, nos sintamos menos cómodos, y hagamos menos errores, pero también es cierto que seremos menos intuitivos y menos creativos”.
El Sistema 1, la estrella del libro al decir de Kahneman, sin embargo, puede caer presa de un sinnúmero de ilusiones. Solemos creer que el mundo es más predecible de lo que es, por ejemplo; y confiamos de más en lo opinión de expertos. Cuando nos enfrentamos a un problema complejo, es el Sistema 1 el que cambia la pregunta difícil por la fácil, entre otras cosas. El Sistema 2, que se cree la estrella del libro sin serlo al decir de Kahneman, sin embargo, no es inmune a las ilusiones de toda clase. La memoria es menos un reflejo fiel del pasado y más, en efecto, una cuidadosa selección de percepciones que, en el día a día, e incluso en el segundo a segundo, lleva a cabo el yo de la experiencia y, por decirlo de alguna manera, del presente. Pero muchas de esas percepciones se dan, tal como se decía al inicio, sin que sepamos a ciencia cierta cómo llegan a la conciencia. Así entonces, identificados con el yo de la memoria pero dejando nuestra material vital cotidiana con el yo de la experiencia, ¿quién o qué recuerda cuando recordamos?
La mente humana, argumenta Kahneman, no sabe lidiar muy bien con la ausencia de eventos o con el paso del tiempo. Es difícil aprender del pasado porque sabemos menos de él de lo que creemos y porque el acceso a él depende del Sistema 2, es decir, de la parte de nosotros que no estaba a cargo en el momento de vivirlo en tanto presente. El Sistema 1, que reacciona rápido, no tiene voz. El Sistema 2, que hace todo con esfuerzo, es quien “lleva la cuenta del partido, el que gobierna lo que aprendemos de la vida, y el que toma las decisiones que cuentan. Lo que aprendemos del pasado es a maximizar las cualidades de nuestros futuros recuerdos, no necesariamente de nuestra experiencia futura”. Y en esa sutil pero despiadada diferencia —entre la cualidad del recuerdo y la calidad de la experiencia— radica una de los hallazgos que, siendo como son de sentido común no dejan, sin embargo, de asombrar: que aprendemos poco de nuestra experiencia pasada porque nuestro acceso a la memoria está llena de ilusiones con las que tratamos de dotar de sentido a una realidad que, con frecuencia, carece de él; y que, también con frecuencia, optamos por las historias que privilegian los momentos memorables y los eventos significativos (y nótese aquí que “memorables” y “significativos” son adjetivos que sólo pueden pertenecerle al Sistema2) en lugar de lidiar con la plétora de estímulos que conforman una vida cotidiana dúctil, sí, pero a menudo incomprensible. Y esto, que puede ser sin duda fascinante para quien vive y, sobre todo para quien escribe novelas, es de vital importancia también para quien diseña políticas de bienestar social, por cierto.
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[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
¡Y cuánto no se ha dicho de los beneficios individuales y sociales de la memoria! Se nos aconseja continuamente que aprendamos de nuestro pasado, especialmente de nuestros errores. Se nos dice, también de manera insistente, que una sociedad amnésica volverá a caer en las masacres de antes y se nos insta, una y otra vez, a mantener viva la memoria de las acciones y de las consecuencias de las acciones. Recordar, esto también lo dice el dicho, es vivir. La cuestión, sin embargo, es que pocas veces nos preguntamos cómo es que tenemos acceso a la memoria de las cosas. En otras palabras, ¿qué recordamos cuando recordamos?
La pregunta es una de las muchas que se plantea Daniel Kahneman, psicólogo y economista, ganador además del premio Nobel en economía en 2002 junto con Vernon Smith, en su libro Thinking, Fast and Slow, de reciente publicación en octubre de 2011. Poniendo en entredicho ideas más bien establecidas acerca de la racionalidad del homo economicus y su capacidad de tomar decisiones en momentos de alta incertidumbre, Kahneman empieza por identificar al menos dos sistemas en el proceso de pensamiento humano. El primero, al que llamará aptamente Sistema 1, es el relacionado al pensamiento rápido e inmediato. Se trata de la parte intuitiva y emocional de nuestras reacciones cotidianas. El Sistema 1 funciona, por ejemplo, cuando manejamos un auto o cuando resolvemos asuntos más bien “en automático”. Es, en otras palabras, el yo de la experiencia. El Sistema 2, por su parte, se presenta cuando las tareas a mano requieren de un mayor esfuerzo, como al resolver una multiplicación complicada o cuando nos enfrentamos a una decisión nada simple. El Sistema 2 es, por lo tanto, más lento, más deliberativo y más lógico. Usualmente nos damos cuenta que está en funcionamiento debido al esfuerzo físico que se denota en la dilatación de las pupilas y en la concentración, con frecuencia absoluta, de la atención. “El Sistema 2”, argumenta Kahneman, “es lo que pensamos que somos. El Sistema 2 articula juicios y toma decisiones, pero con frecuencia endorsa o racionaliza sentimientos e ideas que fueron generados por el Sistema 1”. En este caso estamos, aquí, frente al yo de la memoria.
La situación es menos dicotómica de lo que parece, eso es seguro, puesto que entre el Sistema 1 y el Sistema 2 se lleva a cabo una especie de danza continua entre la serie de intuiciones que sólo con dificultad alcanzamos a discernir o explicar (y ya Kahneman se encarga de describir cómo gran parte de las ideas y pensamientos aparecen en nuestra conciencia sin que sepamos cómo llegaron ahí); y, por otra parte, los reportes o conclusiones que el yo de pensamiento más lento gusta de ver como definitivas o, por lo menos, concluyentes. Así, “cuando estamos en un estado de actividad cognoscente, usualmente estamos de buen humor, nos gusta lo que vemos, creemos lo que oímos, confiamos en nuestras intuiciones, y sentimos que la situación actual es más o menos familiar. Cuando tenemos que esforzarnos más, es seguro que nos volvamos más vigilantes y suspicaces, invirtamos más esfuerzo en lo que hacemos, nos sintamos menos cómodos, y hagamos menos errores, pero también es cierto que seremos menos intuitivos y menos creativos”.
El Sistema 1, la estrella del libro al decir de Kahneman, sin embargo, puede caer presa de un sinnúmero de ilusiones. Solemos creer que el mundo es más predecible de lo que es, por ejemplo; y confiamos de más en lo opinión de expertos. Cuando nos enfrentamos a un problema complejo, es el Sistema 1 el que cambia la pregunta difícil por la fácil, entre otras cosas. El Sistema 2, que se cree la estrella del libro sin serlo al decir de Kahneman, sin embargo, no es inmune a las ilusiones de toda clase. La memoria es menos un reflejo fiel del pasado y más, en efecto, una cuidadosa selección de percepciones que, en el día a día, e incluso en el segundo a segundo, lleva a cabo el yo de la experiencia y, por decirlo de alguna manera, del presente. Pero muchas de esas percepciones se dan, tal como se decía al inicio, sin que sepamos a ciencia cierta cómo llegan a la conciencia. Así entonces, identificados con el yo de la memoria pero dejando nuestra material vital cotidiana con el yo de la experiencia, ¿quién o qué recuerda cuando recordamos?
La mente humana, argumenta Kahneman, no sabe lidiar muy bien con la ausencia de eventos o con el paso del tiempo. Es difícil aprender del pasado porque sabemos menos de él de lo que creemos y porque el acceso a él depende del Sistema 2, es decir, de la parte de nosotros que no estaba a cargo en el momento de vivirlo en tanto presente. El Sistema 1, que reacciona rápido, no tiene voz. El Sistema 2, que hace todo con esfuerzo, es quien “lleva la cuenta del partido, el que gobierna lo que aprendemos de la vida, y el que toma las decisiones que cuentan. Lo que aprendemos del pasado es a maximizar las cualidades de nuestros futuros recuerdos, no necesariamente de nuestra experiencia futura”. Y en esa sutil pero despiadada diferencia —entre la cualidad del recuerdo y la calidad de la experiencia— radica una de los hallazgos que, siendo como son de sentido común no dejan, sin embargo, de asombrar: que aprendemos poco de nuestra experiencia pasada porque nuestro acceso a la memoria está llena de ilusiones con las que tratamos de dotar de sentido a una realidad que, con frecuencia, carece de él; y que, también con frecuencia, optamos por las historias que privilegian los momentos memorables y los eventos significativos (y nótese aquí que “memorables” y “significativos” son adjetivos que sólo pueden pertenecerle al Sistema2) en lugar de lidiar con la plétora de estímulos que conforman una vida cotidiana dúctil, sí, pero a menudo incomprensible. Y esto, que puede ser sin duda fascinante para quien vive y, sobre todo para quien escribe novelas, es de vital importancia también para quien diseña políticas de bienestar social, por cierto.
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¡AJÚA!
Primeros comentarios sobre Eulalio González Piporro. Homenaje, el libro publicado por Caja de Cerillos/Conaculta a fines de 2011. Daniel Emilio Pacheco en Hojeando Libros
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Primeros comentarios sobre Eulalio González Piporro. Homenaje, el libro publicado por Caja de Cerillos/Conaculta a fines de 2011. Daniel Emilio Pacheco en Hojeando Libros
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Sunday, December 11, 2011
Wednesday, December 07, 2011
SIMPLE PLACER, PURO PLACER
Hace ya algunos años--y respondiendo a una invitación que me hacía Araceli Otamendi, editora de la revista Archivos del Sur--envié a esta publicación argentina un cuento en el que trabajaba por entonces. El cuento, que siempre se llamó "Simple placer, puro placer", apareció en el espacio de autor de la revista Archivos del Sur allá por el 2006, si recuerdo bien. Una de las versiones así llamadas finales de este cuento formó parte también en mi libro La frontera más distante (Tusquets, 2010).
Pero, tal como me informa Araceli en un mensaje, "en el portal donde se alojan las primeras ediciones de Archivos del Sur hubo varios cambios en la tecnología que ocasionaron que muchos textos no se puedan leer actualmente ahí". Por ello, y porque la revista cumplirá su décimo aniversario este 2012, Araceli se ha dado a la tarea de re-publicar estos textos en otros medios electrónicos. Si así lo desean, pues, pueden leer "Simple placer, puro placer" en: Archivos del Sur Narrativa Cristina Rivera Garza
Bienvenidos todos, puesn.
--crg
Hace ya algunos años--y respondiendo a una invitación que me hacía Araceli Otamendi, editora de la revista Archivos del Sur--envié a esta publicación argentina un cuento en el que trabajaba por entonces. El cuento, que siempre se llamó "Simple placer, puro placer", apareció en el espacio de autor de la revista Archivos del Sur allá por el 2006, si recuerdo bien. Una de las versiones así llamadas finales de este cuento formó parte también en mi libro La frontera más distante (Tusquets, 2010).
Pero, tal como me informa Araceli en un mensaje, "en el portal donde se alojan las primeras ediciones de Archivos del Sur hubo varios cambios en la tecnología que ocasionaron que muchos textos no se puedan leer actualmente ahí". Por ello, y porque la revista cumplirá su décimo aniversario este 2012, Araceli se ha dado a la tarea de re-publicar estos textos en otros medios electrónicos. Si así lo desean, pues, pueden leer "Simple placer, puro placer" en: Archivos del Sur Narrativa Cristina Rivera Garza
Bienvenidos todos, puesn.
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Tuesday, December 06, 2011
HIC SUNT LEONES
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Había ido al parque para ver las nubes. No lo hacía a menudo. De hecho, no lo hacía casi nunca y mucho menos entre semana. Pero atravesaba una de esas crisis veraniegas que lo dejan a uno con poca energía, muchas dudas, y ese característico sabor agridulce sobre la lengua. Sumido en un dilema sin nombre, sin rostro, me puse ropa de ejercicio para camuflagear mis verdaderas intenciones y, una vez en el parque, lo único que hice fue recostarme sobre el pasto, boca arriba. Las nubes eran de un blanco casi iridiscente a esa hora de la mañana.
-Son bonitas, ¿verdad? -me preguntó una muchacha de pantalón de mezclilla y camiseta holgada. Su interrupción me molestó. No había ido al parque para buscar compañía y mucho menos plática.
-Sí -le dije, cortante, dándole a entender que esa era mi última palabra. Ella no entendió el mensaje y, en lugar de seguirse de largo, se sentó a mi lado. Abrió su mochila de explorador y sacó una cajetilla de cigarros.
-No fumo -le informé cuando me ofreció uno de sus tabacos.
-Hace bien -comentó a la distraída-. ¿Cree que llueva hoy?
No le respondí lo que pasaba por mi mente y cerré los ojos. Así estuve largo rato, poniendo atención a los ruidos del tráfico y al murmullo lejano de gente caminando de prisa. Mientras tanto pensé en la oficina oscura donde pasaba gran parte de mis días garabateando números y memorándums. Luego, sin poder evitarlo, pensé en la mujer energética que había dejado nuestra cama matrimonial a tempranas horas, dispuesta a conquistar al mundo con la voz firme y sus pasos largos. No escuché ningún pájaro en el parque, ningún otro ruido animal. Sólo me decidí a abrir los ojos cuando supuse que la muchacha de la interrupción ya se había marchado.
-¡Pero si sigues aquí! -exclamé con sincera sorpresa cuando levanté los párpados.
-Pues dónde más iba a estar -me contestó como si de verdad no hubiera otro sitio en el mundo para ella. Después sonrió con un mohín amplio, ligero. Bajo un flequillo desigual, sus ojos negros me miraron abiertamente, con calma. La confianza de su gesto me asustó. Por un momento pensé en Miriam, la niña terca que Truman Capote inventó en uno de sus cuentos. ¿Qué tal si se pegaba a mi vida y ya nunca desaparecía? Me acordé también de las ladronzuelas urbanas que ciertas canciones de moda han inmortalizado, pero la muchacha no era tan hermosa ni tampoco parecía interesada en aventuras eróticas. Luego pensé en las lolitas de Hollywood, seguidas por las mujeres fatales y las vampiras. Un aire de amenaza nubló mi día. Fue entonces que quise escapar, pero el peso de mi cuerpo me mantuvo exactamente donde estaba: sobre el pasto, boca arriba, en posición de crucificado.
Ella se recostó junto a mí.
-Ésa parece un barco -dijo, señalando una nube con su cigarro encendido. No era cierto pero, inmovilizado por el miedo como me encontraba, no osé contradecirla.
-Y ésa, la de más allá, ¿la ve? Ésa tiene forma de león -continuó sin tomar en cuenta mi silencio. Para entonces ya había olvidado el dilema que me llevó al parque y una angustia nueva, diferente me invadió por completo. Hic sunt leones. La frase llegó entera a mi cerebro y ahí se deslizó con una lentitud pasmosa. En los mapas antiguos, recordé, esa oración indicaba territorios inexplorados. Terra incognita. Los ecos de las palabras juntas retumbaron dentro de mi cráneo. Con el ruido dentro de mi cuerpo, me volví a verla una vez más. La posición de su cuerpo, sus palabras, hasta el cigarrillo entre sus dedos parecía normal. Era sólo una muchacha, tal vez una estudiante con algo de tiempo extra o una desempleada sin mucha preocupación por el futuro. En cualquier caso, no había explicación racional para mi súbita inmovilidad y tampoco para el sudor frío que empezaba a cubrir mi frente. Un cosquilleo absurdo en mi mano derecha capturó mi atención y, cuando logré divisarla con el rabillo del ojo, me di cuenta que había una hilera de hormigas atravesándome como a una montaña en medio el camino, un obstáculo más. Entonces volví a cerrar los ojos deseando con toda el alma que la muchacha tan sólo fuera una alucinación, una de esas imágenes que aparecen y desaparecen sin dejar mayor huella. Deseando que el parque fuera imaginario. Deseando que lloviera.
-Tienes miedo ¿verdad? -me preguntó finalmente sin dejar de observar las nubes-. Es normal -añadió después de un rato de silencio.
-¿Qué es normal? -inquirí con voz malhumorada, ya dentro del terror. Era la primara vez que yo le preguntaba algo. Al mismo tiempo intentaba mover los brazos sin conseguirlo.
-Cuando la gente se vuelve loca, ya ves, así pasa -comentó como si se estuviera refiriendo a un resfriado-. Cada quien tiene su manera.
La observé una vez más y no volví a encontrar nada excéntrico en ella. Traté de decir algo gracioso o algo complejo, pero cuando abrí la boca sólo pude balbucear algo sin sentido.
-No te preocupes -insistió-. Es normal.
Me tocó el hombro derecho y me vio con una misericordia tibia y llana. Parecía que ella me entendía mejor que yo. Luego volvió la cara al cielo y empezó a incorporarse.
-Va a llover muy pronto hoy -aseguró. Traté de mover un brazo para detenerla pero no lo logré. Lo único que pude hacer fue seguirla con la mirada hasta que su cuerpo desapareció entre las frondas de los árboles. Volví a cerrar los ojos. Añoré como nunca antes el espacio oscuro de mi oficina, el hueco tibio dentro de la cama, la mujer de energías múltiples con quien la compartía. Las cosas que se habían quedado atrás, perdidas para siempre. Entonces una gota fría se deslizó por mi cuello. Hic sunt leones. Más al rato le siguió una tormenta sin rayos y sin truenos.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Había ido al parque para ver las nubes. No lo hacía a menudo. De hecho, no lo hacía casi nunca y mucho menos entre semana. Pero atravesaba una de esas crisis veraniegas que lo dejan a uno con poca energía, muchas dudas, y ese característico sabor agridulce sobre la lengua. Sumido en un dilema sin nombre, sin rostro, me puse ropa de ejercicio para camuflagear mis verdaderas intenciones y, una vez en el parque, lo único que hice fue recostarme sobre el pasto, boca arriba. Las nubes eran de un blanco casi iridiscente a esa hora de la mañana.
-Son bonitas, ¿verdad? -me preguntó una muchacha de pantalón de mezclilla y camiseta holgada. Su interrupción me molestó. No había ido al parque para buscar compañía y mucho menos plática.
-Sí -le dije, cortante, dándole a entender que esa era mi última palabra. Ella no entendió el mensaje y, en lugar de seguirse de largo, se sentó a mi lado. Abrió su mochila de explorador y sacó una cajetilla de cigarros.
-No fumo -le informé cuando me ofreció uno de sus tabacos.
-Hace bien -comentó a la distraída-. ¿Cree que llueva hoy?
No le respondí lo que pasaba por mi mente y cerré los ojos. Así estuve largo rato, poniendo atención a los ruidos del tráfico y al murmullo lejano de gente caminando de prisa. Mientras tanto pensé en la oficina oscura donde pasaba gran parte de mis días garabateando números y memorándums. Luego, sin poder evitarlo, pensé en la mujer energética que había dejado nuestra cama matrimonial a tempranas horas, dispuesta a conquistar al mundo con la voz firme y sus pasos largos. No escuché ningún pájaro en el parque, ningún otro ruido animal. Sólo me decidí a abrir los ojos cuando supuse que la muchacha de la interrupción ya se había marchado.
-¡Pero si sigues aquí! -exclamé con sincera sorpresa cuando levanté los párpados.
-Pues dónde más iba a estar -me contestó como si de verdad no hubiera otro sitio en el mundo para ella. Después sonrió con un mohín amplio, ligero. Bajo un flequillo desigual, sus ojos negros me miraron abiertamente, con calma. La confianza de su gesto me asustó. Por un momento pensé en Miriam, la niña terca que Truman Capote inventó en uno de sus cuentos. ¿Qué tal si se pegaba a mi vida y ya nunca desaparecía? Me acordé también de las ladronzuelas urbanas que ciertas canciones de moda han inmortalizado, pero la muchacha no era tan hermosa ni tampoco parecía interesada en aventuras eróticas. Luego pensé en las lolitas de Hollywood, seguidas por las mujeres fatales y las vampiras. Un aire de amenaza nubló mi día. Fue entonces que quise escapar, pero el peso de mi cuerpo me mantuvo exactamente donde estaba: sobre el pasto, boca arriba, en posición de crucificado.
Ella se recostó junto a mí.
-Ésa parece un barco -dijo, señalando una nube con su cigarro encendido. No era cierto pero, inmovilizado por el miedo como me encontraba, no osé contradecirla.
-Y ésa, la de más allá, ¿la ve? Ésa tiene forma de león -continuó sin tomar en cuenta mi silencio. Para entonces ya había olvidado el dilema que me llevó al parque y una angustia nueva, diferente me invadió por completo. Hic sunt leones. La frase llegó entera a mi cerebro y ahí se deslizó con una lentitud pasmosa. En los mapas antiguos, recordé, esa oración indicaba territorios inexplorados. Terra incognita. Los ecos de las palabras juntas retumbaron dentro de mi cráneo. Con el ruido dentro de mi cuerpo, me volví a verla una vez más. La posición de su cuerpo, sus palabras, hasta el cigarrillo entre sus dedos parecía normal. Era sólo una muchacha, tal vez una estudiante con algo de tiempo extra o una desempleada sin mucha preocupación por el futuro. En cualquier caso, no había explicación racional para mi súbita inmovilidad y tampoco para el sudor frío que empezaba a cubrir mi frente. Un cosquilleo absurdo en mi mano derecha capturó mi atención y, cuando logré divisarla con el rabillo del ojo, me di cuenta que había una hilera de hormigas atravesándome como a una montaña en medio el camino, un obstáculo más. Entonces volví a cerrar los ojos deseando con toda el alma que la muchacha tan sólo fuera una alucinación, una de esas imágenes que aparecen y desaparecen sin dejar mayor huella. Deseando que el parque fuera imaginario. Deseando que lloviera.
-Tienes miedo ¿verdad? -me preguntó finalmente sin dejar de observar las nubes-. Es normal -añadió después de un rato de silencio.
-¿Qué es normal? -inquirí con voz malhumorada, ya dentro del terror. Era la primara vez que yo le preguntaba algo. Al mismo tiempo intentaba mover los brazos sin conseguirlo.
-Cuando la gente se vuelve loca, ya ves, así pasa -comentó como si se estuviera refiriendo a un resfriado-. Cada quien tiene su manera.
La observé una vez más y no volví a encontrar nada excéntrico en ella. Traté de decir algo gracioso o algo complejo, pero cuando abrí la boca sólo pude balbucear algo sin sentido.
-No te preocupes -insistió-. Es normal.
Me tocó el hombro derecho y me vio con una misericordia tibia y llana. Parecía que ella me entendía mejor que yo. Luego volvió la cara al cielo y empezó a incorporarse.
-Va a llover muy pronto hoy -aseguró. Traté de mover un brazo para detenerla pero no lo logré. Lo único que pude hacer fue seguirla con la mirada hasta que su cuerpo desapareció entre las frondas de los árboles. Volví a cerrar los ojos. Añoré como nunca antes el espacio oscuro de mi oficina, el hueco tibio dentro de la cama, la mujer de energías múltiples con quien la compartía. Las cosas que se habían quedado atrás, perdidas para siempre. Entonces una gota fría se deslizó por mi cuello. Hic sunt leones. Más al rato le siguió una tormenta sin rayos y sin truenos.
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Monday, December 05, 2011
DOLERSE HOY
Comentario sobre Dolerse. Textos desde un país herido [con "Jamás tanto cariño doloroso", epílogo de Diego Osorno], de América Pacheco [@amerikapa], en Animal Político.
“Dolerse: Textos desde un país herido” (epílogo de Diego E. Osorno) de la escritora, narradora, poeta y ensayista mexicana Cristina Rivera Garza, es un compendio de estrujantes crónicas -que son contadas sin orden cronológico- acerca de la violencia que azota nuestro país, salpimentadas con altas dosis de poesía. Este libro puede describirse como necesario ante una sociedad que pernocta a diario frente a la impunidad del crimen organizado y al desdén de nuestro inoperante aparato de justicia, y que sólo alcanza a petrificarse por el terror. Cristina utiliza su fino lenguaje literario, para desazolvar nuestra carencia de empatía con el dolor ajeno, remueve con agudeza mediante la recopilación de textos periodísticos que ha publicado en los últimos cuatro años (asegurándose de otorgarles una atemporalidad que el lector agradece). Nos invita a dejar de ser rocas insensibles, a repudiar la avalancha de violencia que abruma a nuestro país “desde el dolor, recuperar nuestros cuerpos”, “desdeñar la apatía hacia el sufrimiento humano, ante el desmoronamiento de nuestra propia tragedia”.
El texto completo en Animal Político: Recomendaciones Literarias, FIL 2011
--crg
Comentario sobre Dolerse. Textos desde un país herido [con "Jamás tanto cariño doloroso", epílogo de Diego Osorno], de América Pacheco [@amerikapa], en Animal Político.
“Dolerse: Textos desde un país herido” (epílogo de Diego E. Osorno) de la escritora, narradora, poeta y ensayista mexicana Cristina Rivera Garza, es un compendio de estrujantes crónicas -que son contadas sin orden cronológico- acerca de la violencia que azota nuestro país, salpimentadas con altas dosis de poesía. Este libro puede describirse como necesario ante una sociedad que pernocta a diario frente a la impunidad del crimen organizado y al desdén de nuestro inoperante aparato de justicia, y que sólo alcanza a petrificarse por el terror. Cristina utiliza su fino lenguaje literario, para desazolvar nuestra carencia de empatía con el dolor ajeno, remueve con agudeza mediante la recopilación de textos periodísticos que ha publicado en los últimos cuatro años (asegurándose de otorgarles una atemporalidad que el lector agradece). Nos invita a dejar de ser rocas insensibles, a repudiar la avalancha de violencia que abruma a nuestro país “desde el dolor, recuperar nuestros cuerpos”, “desdeñar la apatía hacia el sufrimiento humano, ante el desmoronamiento de nuestra propia tragedia”.
El texto completo en Animal Político: Recomendaciones Literarias, FIL 2011
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Saturday, December 03, 2011
DOLERSE HOY
Los poetas Luigi Amara y Daniel Bencomo me ayudan a darle la bienvenida al mundo a este Dolerse. Textos desde un país herido, el libro que publico con Sur+ este 2011. El libro también incluye "Jamás tanto cariño dolorso", el epílogo de Diego Osorno.
La cita es en el Gato Verde (Robles Gil 171, entre Vallarta y López Cotilla) a las 9:00 pm.
Ojalá nos puedan acompañar.
--crg
Los poetas Luigi Amara y Daniel Bencomo me ayudan a darle la bienvenida al mundo a este Dolerse. Textos desde un país herido, el libro que publico con Sur+ este 2011. El libro también incluye "Jamás tanto cariño dolorso", el epílogo de Diego Osorno.
La cita es en el Gato Verde (Robles Gil 171, entre Vallarta y López Cotilla) a las 9:00 pm.
Ojalá nos puedan acompañar.
--crg
Friday, December 02, 2011
Thursday, December 01, 2011
VIRIDITAS
Diciembre me gustó para leer con otros. Y, por eso, este jueves 1ero celebraré los 15 años de la editorial Manits con una lectura de poesía en la Casa Zuno de Guadalajara, Jalisco, junto con María Negroni, María Auxiliadora Álvarez, Vicente Quirarte y Oscar Santos. Será, en efecto, la primera vez que lea de Viriditas, el libro que publico con Mantis este 2011. Por eso, y porque nadie debe salir con las manos vacías de esa comunidad efímera que forman la voz y el oído en el ejercicio de la lectura en voz alta, la mecanógrafa en mí se ha dado a la tarea de preparar una pequeña serie de textos que se sirven, de manera un tanto subrepticia, de los catálogos de colores que pueden adquirirse en cualquier tienda especializada en pinturas. Sobre estos espectros de verde, pues, los otros espectros de verde que vienen directamente de Viriditas. Sobre espectros de verde, el regalo perenne del verdadero verdor.Viriditas, un término acuñado por la abadesa Hildegarda Von Bingen, reclama para sí, en efecto, el verdor y la humedad sin el que la tierra "se derrumbaría como las cenizas".
El libro se puede adquirir en el stand L-10 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jal.
Casa Zuno
(José Guadalupe Zuno y Unión, Colonia Americana)
Jueves 1 de diciembre
8:30 pm
Ojalá que nos veamos ahí.
--crg
Diciembre me gustó para leer con otros. Y, por eso, este jueves 1ero celebraré los 15 años de la editorial Manits con una lectura de poesía en la Casa Zuno de Guadalajara, Jalisco, junto con María Negroni, María Auxiliadora Álvarez, Vicente Quirarte y Oscar Santos. Será, en efecto, la primera vez que lea de Viriditas, el libro que publico con Mantis este 2011. Por eso, y porque nadie debe salir con las manos vacías de esa comunidad efímera que forman la voz y el oído en el ejercicio de la lectura en voz alta, la mecanógrafa en mí se ha dado a la tarea de preparar una pequeña serie de textos que se sirven, de manera un tanto subrepticia, de los catálogos de colores que pueden adquirirse en cualquier tienda especializada en pinturas. Sobre estos espectros de verde, pues, los otros espectros de verde que vienen directamente de Viriditas. Sobre espectros de verde, el regalo perenne del verdadero verdor.Viriditas, un término acuñado por la abadesa Hildegarda Von Bingen, reclama para sí, en efecto, el verdor y la humedad sin el que la tierra "se derrumbaría como las cenizas".
El libro se puede adquirir en el stand L-10 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jal.
Casa Zuno
(José Guadalupe Zuno y Unión, Colonia Americana)
Jueves 1 de diciembre
8:30 pm
Ojalá que nos veamos ahí.
--crg