Saturday, August 18, 2012

ZACATECASTAIGAREMIX
[los textos]



El escritor zacatecano Gonzalo Lizardo compuso las secciones 2, 3, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 13, con base en diversos pasajes de El mal de la taiga. En las secciones 4, 9 y 12 se incluyen mezclas de texto realizadas por crg con base en el capítulo Algo murió aquí, de El mal de la taiga, y el poema “El sueño de los guantes negros”, del libro Son del corazón, del poeta zacatecano Ramón López Velarde. También en estas secciones se incluyen extractos de notas periodísticas publicadas entre el 13 y el 16 de agosto del 2012 en la prensa local zacatecana.


I: LO MISMO
El mal de la taiga—Capítulo I
[Voz crg]

II: ¿LE INTRIGAN LOS BOSQUES?
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha).
Que habían vivido ahí / No era una casa
Habían llegado ahí / Tomé el caso
¿Le gustan? / Le dije la verdad 
¿Le intrigan los bosques? / Me volví a ver el cuadro
Me intrigan / Tiene razón
Que le habían hablado / de mi trabajo
El caso de la mujer / que desapareció detrás de un remolino
El caso de los hombres / castrados
El caso de la mujer / que dio su mano
El caso del hombre / que vivió por años dentro de una ballena
El caso de la mujer / que perdió un anillo de jade
El caso del hombre / El caso de la mujer
El mal de la taiga 


III: SOY MÁS VIEJO DE LO QUE PAREZCO
Voz Gonzalo Lizardo (columna derecha); crg (columna izquierda)
Ese fue el momento / No he dicho que sí
Perdí a una mujer / ¿Su esposa?
Mi esposa en efecto / Me volví a verlo
Soy más viejo de lo que parezco / ¿Qué tanto?
Más de lo que se imagina / A veces hay que dejar ir
Si ella quisiera eso / En la fotografía que sostenía
Y es ella Hansel o Gretel / Supongo que Gretel
Tal vez es el leñador / o la bruja
Este no es un cuento de hadas / Esto no es un cuento
De desamor


IV: UNA CAPILLA OCEÁNICA A LO LEJOS
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columan derecha). Lectura simultánea.


Tras el recrudecimiento de la violencia y con la intención de reforzar la seguridad en el municipio de Fresnillo y el norte de la entidad, este día,
llegó procedente de Querétaro la Segunda Brigada Blindada
compuesta por el 97 Batallón de Infantería del Ejercito Mexicano, quienes a partir de hoy complementaran sus actividades con el 52 y 53 batallones de la Onceava Zona Militar.
Soñé que la ciudad estaba dentro
del más bien muerto de los mares muertos.
Era una madrugada del invierno
y lloviznaban gotas de silencio.
No más señal viviente, que los ecos
de una llamada a misa,
 en el misterio
de una capilla oceánica, a lo lejos.
De súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros.
Para volar a ti, le dio su vuelo
el Espíritu Santo a mi esqueleto.  



V: RECUERDO LA SAL
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha)

Recuerdo el frío / Recuerdo el brindis
Recuerdo el lobo / Recuerdo el viento tan cálido
Recuerdo el miedo / Recuerdo sobre todo la vergüenza
Recuerdo la imagen del abismo / Recuerdo el sabor de mi salida
Recuerdo la inmovilidad / Recuerdo las migajas del pan
Recuerdo la radiografía de un cráneo / Recuerdo la sal
Recuerdo la sal


VI: ESPECTROS MÁS QUE FANTASMAS
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha)
Que habían llegado juntos / Repetiría la palabra
Espectros más que fantasmas / Dicen los estudiosos
En el informe que le escribiría / El traductor me esperó en el aeropuerto
Yo vengo de allá / El traductor no se sonrió
Este no es un cuento de hadas / Esto no es un cuento
De desamor


VII: ES DÍFICIL
Voz Gonzalo Lizardo y crg al mismo tiempo ambas columnas varias veces.

Es difícil describir / lo que no se puede imaginar
Es difícil imaginar / lo que no se puede describir.


VIII: SÍ EXISTE
Voz de Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha).
La mujer tocó la puerta / Nunca pudimos explicarnos este olor
Pudo haber muerto alguien aquí / Sospechamos
Es eso normal aquí / El traductor me miró
El niño llegó / por el mismo camino
¿Y tú mamá? / Allá
¿Tú hiciste eso? / Dijo la verdad
¿Por qué? / Porque lo vi
¿Dónde? / Aquí
Pero eso no existe / Sí existe
Este no es un cuento de hadas / Esto no es un cuento
De desamor

  
IX: RECUERDO EL HUESO
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha): lectura simultánea.


Todas las víctimas eran originarias
del estado de Tamaulipas.
La versión preliminar indica que los dos hombres, de alrededor de 35 años,
se desplazaban a bordo de un automóvil compacto marca Mitsubishi modelo 2010 sin placas, cuando fueron emboscados por dos camionetas de reciente modelo de donde descendieron varios hombres armados con fusiles de asalto de alto poder y comenzaron disparar sobre su humanidad.
El sueño de los guantes en la punta de la lengua. ¿Hay también unos? ¿Me atrajiste al océano de tu corazón dentro de los pies? ¿Recuerdo el hueso? El enigma del amor se veló. La muerte hace que nos llevemos el invierno y lloviznen gotas de la luz del fuego.  El ruido de los universos. ¿Conservas tu carne en cada misterio de una capilla oceánica, o la manera en que los dientes mordían? ¿Conservas lo que suele confundirse a veces con las ganas del desamor?   

  
X: A VECES DESEPERADO
Voz Gonzalo Lizardo (columna derecha); crg (columna izquierda).

Recuerdo el miedo / Recuerdo las imágenes del sueño
Recuerdo los confines del mapa / Recuerdo el paso del lobo
Recuerdo el ruido a veces desesperado / Recuerdo el paso de la luz
Recuerdo, sobre todo, el ruido / a veces desesperado
Recuerdo la luz a través / de muchas ventanas
de muchas ventanas
de muchas ventanas
  

XI: SU VOZ TAN SUAVE
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha).
Sabían de nosotros / Pudimos dar contigo
Ah, eso / Qué bueno que el correo funciona todavía
El hombre estuvo de acuerdo / Querías que te encontráramos
Oh, no / Su voz tan suave
Queríamos que supiera / que estábamos bien
El plural / El singular
Deberían irse pronto / Moví la cabeza de izquierda a derecha
Los dos se alzaron de hombros / Uno nunca sabe hasta que llega
Y atrás de nosotros, las migajas / Cuestión de empezar un día

Y el lobo en ese momento se echó para atrás

Supuse que no me había entendido / Algo murió aquí
El traductor salió por agua / Fue hacia el filo del amanecer
Por otro fracaso / Mis tantos fracasos
Los fracasos pesan / Lo mismo
Lo mismo / Lo mismo
Lo mismo
Lo mismo
  

XII: GUANTES EN PEDAZOS PEQUEÑÍSIMOS
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha): lectura simultánea.

El sueño de los guantes en la punta de la lengua. ¿Hay también unos? ¿Me atrajiste al océano
de tu corazón dentro de los pies? ¿Recuerdo el hueso?
El enigma del amor se veló. La muerte hace que nos llevemos el invierno y lloviznen gotas de cómo bajo la luz del fuego.  El ruido de los universos.
¿Conservas tu carne en cada misterio de una capilla oceánica, o la manera en que los dientes mordían?
¿Conservas lo que suele confundirse del desamor?
¿Pero qué es, en realidad,
el fin del cuello? Lo que sostiene el recuerdo entero en la prudencia de tus guantes del encuentro resucitada y, con tus guantes en pedazos pequeñísimos
el momento en que habíamos llegado, exhaustos hasta que vivieron.
Un fuerte como en un más
del que había imaginado.
los huesos, la urgencia de las mayúsculas. Esa parvada.
En silencio iba a seguirlo pero me pidió sueño, como cometa, y en su calma. Fue hacia el filo del amanecer: callar.

  
XIII: LA CALMA ABSOLUTA
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha).

Recuerdo los ojos del pájaro / Recuerdo sus pequeñas manos
Recuerdo el río / las aguas oscuras / el salto del lobo
Recuerdo el viento / sobre todo su paso
Recuerdo sobre todo / la calma absoluta
Recuerdo su aproximación alucinada / la pista de baile
Recuerdo el lobo / Recuerdo el miedo
Recuerdo el frío / Recuerdo el viento
Recuerdo la imagen del abismo / Recuerdo la sal
Recuerdo el mal / El mal
El mal / La sal
El mal de la taiga
El mal del mal
El desamor
El amor


--crg
PORNOGRAFÍAS

Una entrevista con Marianna Palerm sobre porno y post-porno, el ciclo de cine Sexo y Cine. La mirada femenina y el www.ensamblehumedo.org: La pornografía como posibilidad de autoconocimiento.

Nos vemos el martes 21 de agosto en la mesa Apropiación de discursos:

Sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario de la UNAM del 21 al 25 de agosto 
Martes 21 17:00 
Mesa: Apropiación de los discursos 
Participan: Cristina Rivera Garza Néstor Braunstein Andrés de Luna 
Moderadora: Gloria Careaga 

--crg


Friday, August 17, 2012

ZACATECASTAIGAREMIX

Postales que vienen desde muy lejos, ruidos extraños, imágenes a punto de levitar, mezclas de texto in situ

El mal de la taiga
Museo Zacatecano
Viernes, 17 de agosto, 2012
7:00 pm

Corte y conficción
¡Prendas de leer hechas a la medida!

Mezclas y lectura con Gonzalo Lizardo y crg.

¡Los esperamos!

--crg




Tuesday, August 14, 2012

PUNTOS CIEGOS

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


No soy una defensora de la ignorancia, por supuesto. Pero en el mundo de la escritura, que es un mundo signado por la incertidumbre y el claroscuro, saber es, a menudo, saber demasiado. Atiendo a mi historia como lectora y atestiguo que los libros que me han marcado, esos a los que regreso una y otra vez con la curiosidad intacta, no son aquellos que me aclaran, ilustran o develan (todos verbos luminíferos, en efecto) la así llamada realidad, sino aquellos otros que me inquietan con su oscuridad, me problematizan con sus preguntas sesgadas o secretas, y me atenazan con sus desvaríos. Cosa incesante. Lo que esos libros me dan no es conocimiento sino algo a la vez enteramente distinto y todavía más hondo: la posibilidad de desconocer lo que conozco y, sobre todo, lo que aparentemente conozco (y por eso es que un libro es primeramente y sobre todo una crítica de todo lo que es y todo lo que está).
La imagen, a veces, es brutal: hay un trampolín y, abajo, una alberca vacía. El lector avanza por el tablón que tiembla y se avienta para sentir el vértigo.
El libro marea.
La imagen, a veces, es sagrada: hay algo sin palabras allá, más lejos. El lector avanza por el camino más largo para participar de una comunión.
El libro se deshace sobre la lengua.
Un libro verdadero, quiero decir, no porta un mensaje sino un secreto (Gruner dixit), las páginas convertidas en el velo de lo que está hecho. Más que enunciar algo, ese libro alude a otra cosa. Esa otra cosa es, precisamente, lo que el libro no sabe: su propio punto ciego. Un libro así no pide ser digerido o descifrado o consumido, sino ser compartido, estar implicado. Un libro es un pacto (no necesariamente entre caballeros). Inacabado siempre, lleno de ángulos imposibles, ese libro sabe hacerse de lado dentro de sí mismo para que yo entre. Es, luego entonces, un libro aptamente, vicensinamente diríamos en mexicano, vacío.
Las páginas de ese libro comparten forma con la puerta, la mesa, la cama, la tumba: el rectángulo de las experiencias básicas. Por ahí entro, en efecto. Ahí me alimento y descanso y siento placer y ahí, también, fallezco para volver, si eso me toca, a nacer. Por ahí también salgo, ciertamente, pero convertida en otra. Metamorfosis única.
Los autores de esos libros, de Dostoievski a Duras, de Woolf a Rulfo, de Lispector a Pizarnik, saben. Saben mucho, incluso. Saben que saben y saben, de hecho, más. Acaso por eso sus personajes no abren la boca para soltar datos o argumentos de lo conocido. Oscuros, paradójicos, aptos sólo para representarse a sí mismos, esos personajes a menudo, y por algo, se quedan con la boca abierta, incapaces de articular sonido o sentido. Hondos, escarban hacia abajo. Categóricos, guardan silencio y escupen y entierran. Únicos. Irrepetibles. Irrevocables. Si el personaje está en lugar del concepto, entonces no es personaje sino, literalmente, un concepto disfrazado de personaje. Si el personaje es, como se dice, de carne y hueso, entonces no es personaje sino calca de lo real. Artificial (en el sentido más amplio de ser lo contrario a lo “natural”), el personaje cuando es, es puro texto. Garabato. Galimatías. Entresijo. Espejo de lo que producirá en el reflejo.
No soy una defensora de la ignorancia, lo repito. Asumo que el trabajo del escritor es leer. Disfruto de la sapiencia y la erudición, a menudo trémula, de muchos. Me gusta aprender. Participo con frecuencia en discusiones maniáticas alrededor de datos y de cifras, detalles nimios. Admiro sin reservas un argumento bien documentado y mejor medido. Desconfío, vamos, de la puntada de ocasión o el chiste o la cosa visceral que quiere hacerse pasar por ácida crítica. Pero el saber de los libros fundamentales, ese que conmueve desde el sesgo de su punto ciego, ese que me implica desde su propia inarticulación, cerca como está de esos varios conoceres, se encuentra, sin embargo, en otro lado. Prefiero el trampolín, quiero decir. Prefiero el momento del salto (los pies en el aire) y el momento estrepitoso del colisión. Esa sacudida. Prefiero la cabeza rota sobre la superficie azul de la alberca vacía. Prefiero el libro que, pegado a la lengua, se disuelve dentro del cuerpo para ser lo que es: cuerpo. Cosa viva. Cosa que tiembla. Prefiero esa página aptamente rectangular donde descansaré. Sin paz.

--crg

Saturday, August 11, 2012

DESDE EL DISCO DE NEWTON


Dentro de los colores están los símbolos o señales que marcan ya sea una personalidad o una figura o un escenario que ha quedado atrás o, también, próximo… En los colores cabe todo, y en esa tarea se centra el volumen que hoy comentamos. De ahí el exacto tino para titular su libro. Cristina Rivera-Garza, autora de Nadie me verá llorar, La cresta de Ilión y Los textos del yo, entre otros libros, atiende el color en su hondo sentido en el volumen que por nombre completo lleva El disco de Newton. Diez ensayos sobre el color.

El comentario completo de Ricardo Muñoz Munguía en El disco de Newton, Cultura en México de la revista Siempre.  

--crg

Friday, August 10, 2012

MÉRIDATAIGAREMIX
[los textos]


En el MéridaTaigaRemix se mezclaron letras de algunas canciones del playlist de El mal de la taiga con capítulos de la novela. La sección II es una traducción al español de un fragmento de When I Grow Up, de Fever Ray.  La sección III mezcla la letra de When I Grow Up con el capítulo “La alberca”, de El mal de la taiga. La sección V y VI son traducciones al español de fragmentos de Spanish Sahara, la canción de Foals. La sección VII mezcla la letra de Spanish Sahara traducida al español con el capítulo “No me lo permitiría la oscuridad”, de El mal de la taiga. La sección XI mezcla todas las anteriores. 



I: LO MISMO
El mal de la taiga—Capítulo I
[voz femenina]



II: AHOCHE DIBUJÉ UN BUMERANG
Y ESPERÉ A QUE REGRESARA A CUANDO CREZCA
[voz masculina]

Cuando crezca quiero ser un guardabosque
y correr por el musgo con los tacones altos



III: ASÍ QUE ESTO ERA. ASÍ QUE DE DOS.
[voz crg]

Debió haber pensado en la alberca.

Qué es lo que tendré o tendría:
observará de cerca las preguntas muchas veces
mientras tomaba, mientras
quiere ser amado por ti.

¿Qué era el alma en lo que hago?

Anoche dibujé un bumerang
y esperé a que regresara a cuando crezca.

Soy muy buena con la exportación de la madera.

Quiero ser un guardabosque que piensa
como lo hacía yo en ese justo interior:

así que esto era. Así que de dos.

Y cuando me recupero lloro por lo que había escrito
a través de las palabras hombre chistoso
con ojos negros y la segunda esposa.
¿Cuándo vio esto? ¿Qué tiempo esperando por nada
esperando a que tan suave la piel de los párpados?

Debió haber una alberca en esas hojas tan frágiles.

Tan aterrador ver eso a través de las enormes forestas:
correr por el musgo con tacones.

Le gustó la cara triste de alguien
el hielo que pronto albergaría en su conchas
esperando que me abracen.

Pongo el largos.
Pongo el ojalá me alcancen.

¿Un diario donde había anotado su deseo: hojas doradas.
un trampolín, dos pequeñas?

Debió haberse imaginado los enormes sillones donde me hundía
eran las plantas.

Cuando mis amigos se van
de mi o de ti
tienen pepinos en los ojos.

Demasiado ahí, bullendo
¿cuántos pájaros bajo la alberca azul, vacía?

De mí
cuando crezca, quiero
vivir cerca de las escaleras de hierro adheridas a cada techo
imaginando esos brazos tan de que algo suceda
el rostro hacia el séptimo día
el descanso por un minuto o por varias estaciones
y, naturalmente, el rectángulo sobre cuyas aguas inmóviles
yacían muchas.

Una alberca en medio de la taiga. Sí.
Momento en el diario, en las páginas de las palmas de la mano.
O qué bajo la piel: los ventanales de la sala
una alberca azul. Los altos.

Eso es lo que haré, lanzar un de esto se trataba todo, querida.
Una.

La alberca le pertenecía a la casa.
Me encargan que conserve la tierra húmeda
el mar
las patas de jaiba y las botellas de ron.
Asiento, mientras compruebo que la piel de hombre 
¿qué dentro de los ojos del extremo de la pared subterránea?
¿qué me lo alberca en medio de la taiga?

En efecto, paso del tiempo
el súbito cambio de lengua, nunca
nunca me fue.



IV. LA ALBERCA
El mal de la taiga—Capítulo XI
[voz masculina]



V. ÓXIDO
[voz femenina]

Olvida el horror aquí.
Olvida el horror aquí.
Déjalo todo aquí
Es el óxido futuro y el polvo del futuro.



VI. FANTASMA
[voz masculina]

Soy la furia en tu cabeza.
Soy la furia en tu cama.
Soy el fantasma
en la parte posterior
de tu cabeza



VII. DICIÉNDOLE COMO COSA QUE VUELA
[voz crg]

Lo creo le diría, con calma—. Hubiera ido —le diría, escribiéndolo con ningún tipo de pudor o de lealtad—. Hay cabelleras que bien podrían, aquí.

Soy la furia en tu cabeza
soy la cuña, un cerillo encendido; su flama
me lo permitiría el golpe. No
me lo llevaría a tierra firme:
rocas negras y arena en la parte posterior de tu cabeza.

Un coro observaba algo: el mundo; un árbol.

Te encontraré en la arena y te limpiaré
con el cabello así: iluminado, fogonazo feroz, diciéndote
de nueva cuenta la verdad.

Cuando nos encontráramos por fin frente a frente, repararía
como la primera vez, en la como una flama, en el como centro del cuello masculino, preguntaría, incrédulo. ¿Hay una costa
en el verano que todavía no puedo?

Óxido futuro; polvo del horror aquí.

Déjalo todo aquí
es el pero a veces querría continuar, pero no
algo que hierve: el Sahara español
el lugar en allá
como un aire bajito: ¡Así que las mujeres sólo piensan
en el costero de arriba a abajo
de nueva cuenta, los brazos
el Sahara español
el lugar en el caminé a través de la bruma
y un millón me preguntaría sin asomo alguno de retórica
¿furia en tu cama?

Soy el fantasma en el sí, el traductor
habría tenido razón, seguramente ya muchos otros
desearían o habrían
deseado dejar el horror.

Que su mujer, su auscultándonos el uno al otro, su que se era 
o habría sido.

No, no que también quema —diría—. Lo extraño.

Toda precisión, palabra por palabra, cuña aquí.
Hubo un lobo alguna vez.
Érase.

¿Crees que me voy a conformar con las furias en tu cabeza?

Un coro en contra de la ventana desde la cual
me quito la arena de los futuros.

Ahora las olas te arrastran
el que desearías
dejar, el horror

aquí

le diría, diciéndole, como cosa que vuela—. Lo extraño.

No es que sé desde luego.
y agitaría, en lo alto, a lo que se han referido como la manzana
de adán o el sexo.
Miraría al hombre de ese pueblo.

Hansel estuvo aquí. Gretel estuvo
protuberancia que emergía justo en el aquí.

Olvida el horror
olvida mis manos sucias
en este maldito espacio de tu cama
soy el fantasma
permite la oscuridad.

Así que

muchos días más tarde, cuando la segunda
esposa tenía, en efecto, un asomo

el brillo de los siempre, la verdad.

Y él insistiría: hubiera permanecido tanto tiempo cerca.
Dientes blanquísimos.

Estoy muy de sucias olas —diría—. Ahora veo
que yaces. Extraño.  




VIII: NO ME LO PERMITIRÍA LA OSCURIDAD
El mal de la taiga—Capítulo XVII
[voz masculina]



IX: EN LA PARTE POSTERIOR DE TU CABEZA
[voz femenina]

Un coro de furias en tu cabeza
Un coro de furias en tu cama
Soy el fantasma



X: BUMERANG
[voz masculina]

Eso es lo que haré: lanzaré un bumerang
y esperaré hasta que regrese a mí



XI: CUÑA AQUÍ
[vos crg]

Quiero ser un guardabosque que piensa
como lo hacía yo en ese justo interior:
así que esto era. Así que de dos.

Debió haber una alberca en esas hojas tan frágiles.
En la tormenta que es una cosa de la tierra
pongo el largos, el vidrio que hierve, el color gris.
Pongo el ojalá me alcancen.

Olvida el horror aquí
Déjalo todo aquí.

Recuerdo, aún ahora, el paso del lobo. Su merodear a nuestro lado. Recuerdo, sobre todo, que no podíamos verlo.

Toda precisión, palabra por palabra, cuña
aquí. Déjalo todo, olvida
el guardabosque, sí.

--crg

Thursday, August 09, 2012

MÉRIDATAIGAREMIX


en Mérida, Yucatán
en la Sala de Arte del Teatro Armando Manzanero
en el día jueves
en el 9 de agosto
en el horario de las 8:00 pm

ahí

El mal de la taiga, una lectura
de mezclas textuales y sonidos extraños y postales que vienen
a través del tiempo y del espacio y del océano

aquí

nos vemos
hoy


--crg


Tuesday, August 07, 2012

LAS VENTANAS ABIERTAS

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


No lo sabíamos, por supuesto, pero todos aquellos que escribimos alguna vez a máquina, colocando el papel cuidadosamente en un rodillo y presionando las ruidosas teclas con una fuerza que no pocas veces dejaba adoloridas las yemas de los dedos, fuimos también artistas visuales.
La máquina en cuestión, la que era de escribir, parecía un animal antediluviano. Ya no era en efecto la mole aquella en color negro creada a inicios del siglo XX debido al aumento de trabajos de oficina que, una vez colocada en su sitio, resultaba imposible mover, pero comparada con nociones de peso contemporáneos, incluso los modelos que se anunciaban como más ligeros, aquellos diseñados con efectos de movilidad, eran en realidad bastante pesados. Poco importaba eso, sin embargo. Si a uno le gustaba escribir y había que entregar algún manuscrito, allá iba uno con su Lettera 33 de un lado para otro: de los salones de clase a los parques, de la casa de algún amigo a la cabina del tren (había trenes entonces, y cabinas dentro de ellos). El proceso en general recibía el nombre de “pasar a máquina”, suponiendo, como solía ser el caso, que toda escritura era primero realizada a mano —en sucio— para luego sujetarse a varias revisiones antes de llegar a la limpieza del aparato mecánico. Mecanografiar: pasar en limpio. Borrar. Tachar. Volver a empezar. Escribir era, pues, escribir demasiado. Escribir era estar escribiendo todo el tiempo. Escribir era corregir.
Hasta aquí el efecto dramático de la nostalgia. Todo eso cambió, se sabe.
Un buen día las pesadas, inamovibles computadoras de escritorio fueron reemplazadas por las ágiles y ligeras laptops. Cuando las laptops lograron estar conectadas inalámbricamente las 24 horas del día, fue entonces que todo empezó otra vez.
La escritura lo notó primero. Los largos procesos de corrección y revisión no desaparecieron, pero sí se transformaron en ese parpadeo inmediato, este pálpito continuo que sucede cada que se aprieta la tecla delete. Más un órgano que un aditamento, a decir verdad. Una manera de respirar. Tal vez no utilice ninguna otra tecla tan frecuentemente como ésta, eso lo sé de cierto. Indicación, por lo demás, de que escribir sigue siendo re-escribir, pero que el proceso de revisión se ha vuelto algo sináptico y nervioso, algo inmediato también. Un gesto automático. Avanzar es retroceder, y viceversa.
Escribir con las ventanas abiertas supuso, también, cambios en la atención y en la definición misma de lo que es la famosa concentración de la escritura. Las ventanas de la pantalla, se entiende. Por mucho tiempo creí que solo podría escribir en absoluto silencio y sin ninguna clase de interrupción —una visión que heredé de autores de siglo XIX. Lo que los cambios tecnológicos de nuestra época me han enseñado es que hay distintos tipos de atención y todos ellos pueden rendir frutos, distintos, ciertamente, pero frutos al fin y al cabo. La distracción siempre me ha llevado a lugares más interesantes que la atracción, dije alguna vez eso, pero nunca como ahora fue tan cierto. Mirar de lado o de reojo o de soslayo es lo de hoy. Mirar como quien casi no mira, pero con el fin de ver todavía más.
Las tecnologías digitales no han inventado una escritura a la deriva, en disenso, interactiva, pero sí han tenido una influencia determinante en imaginar y poner en práctica procesos creativos que en mucho cuestionan los estereotipos básicos del XIX: el escritor como el genio solitario y atormentado, cuando no francamente elitista, en contacto con fuerzas acaso supernaturales pero con pocas ligas con su entorno. Lo que hacemos los que participamos en plataformas horizontales 2.0, tales como Twitter, es escribir con otros, es decir, escribir en comunidad. Las voces que escuchaban los escritores del pasado ya no están dentro de sus cabezas sino en la pantalla. Y tienen, además, vida propia. Decía Kathy Acker al inicio de la revolución digital que había que recuperar la energía del que, habiendo empezado a escribir en internet ya sea a través del correo electrónico o el blog, cree que es posible eso, escribir, escribir siempre, escribirle al otro y con el otro. Mucho de lo que acontezca en el futuro de la escritura en el contexto digital dependerá de esa energía alterada, lúdica, comunal que marca lo que hacemos hoy.

--crg

Monday, August 06, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA



Que la taiga produce un mal, que ese mal es irresistiblemente atractivo y pierde a quienes lo padecen, nos cuenta Cristina Rivera Garza en El mal de la taiga(Tusquets, 2012), su más reciente novela.

Rivera Garza, escritora que explora el lenguaje siempre en busca de nuevas formas narrativas, toma la franja llamada taiga, limitada al sur por la estepa y al norte por la tundra, para contarnos dos historias: una de amor y una de desamor en las que encontramos el deseo y la atracción de ir en busca de lo desconocido, siempre más allá. Crea, a partir de esa franja, una metáfora del límite y de las infinitas posibilidades que en él existen.

Hay al menos tres lecturas posibles: a) en silencio; b) con la música que cada lector elija, y c) escuchando el play list que a ella la acompañó mientras escribía, como “Cantus Arcticus” de Einojuhani Rautavaara; “Eileo”, de Mira Calix, y “Come tenderness”, de Lisa Gerrard. Cosa de elegir, o de experimentar las tres; hay también elementos de la novela de detectives, de la oralidad de los cuentos de hadas, y de la literatura fantástica.
Tenemos un juego entre el pasado siempre contado en presente y el presente siempre contando el pasado, todo en un lenguaje indirecto que se apoya en el “que”, como si se tratara de un rumor; los lectores de Rivera Garza se reencuentran con la detective de El miedo me da, quien en apariencia tiene un caso en el que lo único en juego son el amor y los celos, ni espías ni armas ni asesinatos. Nada o casi todo.

El comentario completo de Israel Velázquez en "Ganas de no estar", Polvo del tiempo.


--crg


Sunday, August 05, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA


Rivera Garza utiliza la conjunción "que"  para dar inicios a varios apartados, quizá con la intención de que el lector se integre a la idea de que a él se le está contando esta historia de amor y de desamor. La narración fluye y los giros lingüísticos siempre van entremezclados con un ritmo cargado de imágenes líricas que otorgan la posibilidad de encontrar la belleza de lo cruel.

Otro recurso  utilizado por Rivera Garza es el diario como una forma de enunciación de lo ocurrido. Los dibujos  de Carlos Maiques, que van intercalados con el texto, dan todavía más fuerza al discurso narrativo en el que sumerge todo el que haya conocido la taiga.

Si bien el eje temático pareciera ser la búsqueda de los amantes desaparecidos, las subtramas que se desencadenan a través de este recorrido, fantástico, amoroso, cruel, irónico, erótico, son por demás portentosas. Hasta los personajes incidentales cobran un valor fundamental para que este cosmos cargado, también, por la estética de la angustia esté completo.

Claudia Guillén, "Refugio", en Revista de la Universidad de México, Núm. 102, Agosto 2012, pág. 105.

--crg

Saturday, August 04, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA




El escenario: la taiga, ese espacio boscoso a donde nuestra detective debe ir en busca de una pareja fugitiva. La taiga: un lugar propicio para ver lo poco común, para encontrar lo inesperado. Con una prosa hipnótica y recargada, Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964) confecciona en El mal de la taiga una novela de escasas 119 páginas que, luego de la lectura, parece haber tenido 400 o más. Son demasiados los hechos, las situaciones, y, sobre todo, las sensaciones que se condensan en un libro tan breve que da la impresión de que es, en realidad, un libro de inabarcables dimensiones, como la taiga donde se desarrolla su historia.


Texto completo del poeta Eduardo de Gortari en El mal de la taiga

--crg

Thursday, August 02, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA


Novela de Cristina Rivera Garza. Narración directa, concisa, y hasta parca; invita al lector a completar textos, imágenes, la historia que relata, la del autor... La novela se hace cuento fantástico de extraños pasos y sucesos entre el realismo y la abstracción. Cada capítulo inicia una serie de frases indirectas en una suerte de anáfora anteponiendo la preposición "que", dando la impresión de un algo contado por segunda vez a una misma persona. Tiene un ritmo sabroso y permite avanzar. Ilustraciones de Carlos Maiques, de finas y secretas viñetas al carboncillo que merecen lectura también. Hay cuestionamientos escuetos y profundos de una desentrenada e impráctica detective en el caso de la casada que huyó con otro a la taiga, donde con su traductor se percata de que "nadie se va tan lejos si no piensa quedarse".

Juan Jesús Aguilar, "El mal de la taiga", en Espejos, columna de El Sol de Tampico, Domingo 29 de julio, 2012.

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Wednesday, August 01, 2012


TAMPICOMEZCLATAIGA
Presentación de El mal de la taiga en CafeDegas/Espacio Cultural Metropolitano, Tampico, Tamaulipas.


Selección de textos originales de Perrault, los hermanos Grimm y otras versiones anónimas por Sara Uribe. Con base en esta selección, Sandra Muñoz compuso “Las tres caperuzas”; Claudia Sorais Castañeda compuso “El loop de Hansel y Gretel”. Cristina Rivera Garza compuso “Buscar algo es tomarlo él”, “Los que provienen del reino animal” mezclando secciones de El mal de la taiga con versiones de Hansel y Gretel y la Caperucita Roja en la cut-up engine www.lazaruscorporation.com



I: LAS TRES CAPERUZAS
Sandra Muñoz

[Perrault dijo:] En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja conocíanla todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo:
-Irás a casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.
Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores.

[Los Grimm dijeron:] Se cuenta también que Caperucita le había dado los buenos días al lobo, pero que este la miró con tan malos ojos, que, si no hubiera estado en un lugar público, la habría devorado.
-¿A dónde tan temprano caperucita?
-A ver a la abuela.
-¿Qué llevas debajo del delantal?
-Pastel y vino. Ayer lo hicimos.

[Muñoz dijo:] El primer lobo que conocí me llevaba 15 años de ventaja, yo tenía 17 y era tierna presa y dulce bocado. Los lobos pensaban que sabría mejor que las viejas. El segundo lobo me doblaba la edad. Yo tenía 26. Le metí a la cama de la abuela y años después, saqué las tijeras. Al tercer lobo lo sigo esperando. Digo lobo porque estos animales no son todos iguales. Y ¿quién ignora que los lobos tan melosos son los más peligrosos?

[Perrault dijo:] Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡pam! ¡pam! -¿Quién va?
-Soy vuestra nieta, Caperucita roja. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía.
La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja, la que algún tiempo después llamó a la puerta: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
-Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envía mi madre.
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta:
-Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente a acostar conmigo.
Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:
-Abuelita, qué brazos tan largos tienes. -Son para abrazarte mejor     -Abuelita, qué orejas más grandes tienes. -Son para oírte mejor.
-Abuelita, qué ojos más grandes tienes. -Son para verte mejor.           -Abuelita, qué boca más grande tienes.-Es para comerte mejor.
Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojóse sobre Caperucita roja y se la comió.

II. LO MISMO
El mal de la taiga—capítulo I

III. EL LOOP DE HANSEL Y GRETEL
Claudia Sorais Castañeda

Allá a lo lejos, en una choza próxima al bosque vivía un leñador con su esposa y sus dos hijos:

Hansel y Gretel vivían con su padre, un pobre leñador, y su cruel madrastra, muy cerca de un espeso bosque.

Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel.

El hombre era muy pobre. Tanto, que aún en las épocas en que ganaba más dinero apenas si alcanzaba para comer.

Apenas tenían que comer, y en una época de carestía que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día.

Un buen día no les quedó ni una moneda para comprar comida ni un poquito de harina para hacer pan.

Vivían con muchísima escasez, y como ya no les alcanzaba para poder comer, deberían plantearse el problema y tratar de darle una buena solución.

Una noche la esposa del leñador le dijo: “No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos  a trabajar.

Una noche, creyendo que los niños estaban dormidos, la cruel madrastra dijo al leñador: -No hay bastante comida para todos: mañana llevaremos a los niños a la parte más espesa del bosque y los dejaremos allí. Ellos no podrán encontrar el camino a casa y así nos desprenderemos de esa carga.

"Solo hay un remedio -dijo la mamá llorando-. Tenemos que dejarlos en el bosque, cerca del palacio del rey. Alguna persona de la corte los recogerá y cuidará".

- Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos.


IV. EL LOBO FEROZ
El mal de la taiga—capítulo VIII

V. BUSCAR ALGO ES TOMARLO ÉL
Mezcla crg Caperucita Roja y El mal de la taiga
Voz de Sandra Muñoz

Le preguntó a dónde iba y la pobre niña
seguramente

se encontraron ambas, las manos
que ondean. La columna
no los estábamos inventando. El lobo, que salta, brillaba
por su ausencia. Buscar algo
es tomarlo él
del codo para llevarla del bosque
al bosque

encontrar al compadre lobo que vivía
en otra aldea. Al pasar
por la cabaña, inspeccionado
el entorno, saltando, luego entonces.

Se habían movido, sonrientes
distraídos, sudorosos.
Y el músico manipulaba desde detrás
los sintetizadores y computadoras varias.
El que no sabía que fuese peligroso detenerse
detrás de alguna abuela destazada. Todo eso
con un tarrito de manteca
que le envía hasta la pista de baile
hasta alguna terraza. ¿Tiene ganas
de comérsela? Se habían bailado, sí. Juntos
a la par. También, repitiendo estribillos
la pena.

Si no los hubiéramos con mucha sutiliza
el cuello, la caperucita
roja salió enseguida para dar oídos al lobo, le dijo:
-Voy a estáticos, voy a sorprendidos, sin poder
ni muñecas, la cadera.

Los brazos en alto; después las notas de la superficie
el sonido inundándolo todo. El sudor. Otro
tampoco se ocultaba nada que valiera.

La preparaban para salir del local, caminando de la noria
a la puerta de la verdad, esos dos habían estado aquí.

Sí, eso, bailar
hasta el final del set. Habían
salido hacia la pista que una risa nerviosa
sí, es eso; sí.
Ese inmóvil, esas notas bajas que tocaban

¿se atrevió porque había algunos leñadores, palabras, frases enteras?

¿había entrada y, de la puerta de entrada, a la de los huesos enterrados 
los pedazos de carne? Delatarlo
después de todo. Me lo llegué a siquiera despedirse. Mirándose.
¿Es eso de cabello delgado y corto.
la sangre, la melodía?

Habían movido los labios, cuando todos regresaban a sus sitios
o a la letrina, sólo descubrí
algunas madejas:

preguntar ¿es una mañana de té caliente y ves
el sudor? Los murmullos. ¿Habían de ver a mi abuela y llevarle
esta torta, esta dirección, esta casa
que había visto en alguna imagen de mi madre?
Seguramente no. Seguramente
habían hecho la búsqueda, si no
hubiéramos seguido
su noria. Me llegué a preguntar si
en gritos arrojados hacia el centro del par de rodillas.

 Afuera apenas un rastro desde tan lejos, nada
aquí primero, la punta
del coxis, y sólo existía o no estaba.

En el cobertizo vertebral
había respondido, casi.
  

VI. LOS QUE PROVIENEN DEL REINO ANIMAL
Mezcla de crg de Hansel y Gretel y El mal de la taiga
Voz de Claudia Sorais Castañeda.

Cosas del traductor: había preferido el bosque
con mucho temor
mantenía el cuando el pudo el finalmente
el sentarse.

Roto, el hombre
una mano entre las nalgas desnudas muerde
la asfixia que, luego de estar, el aroma.

Hay una ventana que mira a tus manos;
las uñas. Este es el ruido que los niños,
con un apetito terrible,
no pudieron darse cuenta de cuándo o todo
desde una rendija.

Era difícil hacia sí, echándose de espalda
y con las costillas, entre el frenesí.

Que las pequeñitas, que la sangre del vómito, que el hambre.

Los niños vieron un pájaro que era un camino.

Toda la noche anduvieron por la velocidad. La mujer
se ve más
su cosa
su cosa ésa, que inmediato, que en el relato
que el mismo que las detuvo.

La casa estaba hecha para él, separó la espalda
del colchón, es decir, el pene del hombre.
que así había hablado
del niño y de la casita
de panes, dulces, bombones y, desgraciadamente
los pájaros embonan.
Una boca dentro de la otra. ¿Cómo pasó?

Él había atraído miradas, observando
el brillo de los riquísimos dulces,
una bruja los había ordenado
que qué era en realidad qué.

Los que provienen del reino animal
y esto: Él hacia ella, horizontalmente.
Ella perdía más.

En aquella espesura la hizo más absoluta.
Su boca, sus suyos, sus moviéndose ahora a la par, seguramente
para evitar la confusión, la cabeza ladeada
e inmóvil, la boca amistosa, el vuelo
de aquel pájaro: una derecha,
la había invitado a mantener la mano que llevó
hacia la parte trasera del nacimiento, confundida
ahora con la sangre, la bruja los mataba y los cocinaba
para sus piernas.
Hurgando ¿qué?

Algo y su comérselos.

Que la palabra frenesí. Atraer a los niños,
ya  en su poder, entre las cosas
ésas, es decir, los ellos.

La noche y los niños vieron que el amanecer era casi

muertos de miedo y de las lágrimas, da lo mismo. 
Los huesos de dos o tres, o tal vez más, criaturas
de la muerte, la saliva, el excremento
distinguir qué le pertenecía a quién o ahí
el hombre se había montado en ella, colocando
una mano sobre la mejilla entre tantos líquidos
y tantos ruidos, encontrar el camino de regreso
a la mujer.

Que, en definitiva, viendo los ojos de las fieras.

Y a cada paso las palabras “su sexo”, blanco
que volaba y aleteaba en señal de criaturas muy pequeñas
y su cosa ésa, sobre cada uno de sus hombros,
los movimientos del hombre y las otras confituras
muy sabrosas.

Los abiertos.
Ahí había introducido un a través de mí.

La cabeza de él entre las migas que marcaban el torso
y ahí, con cuidado y asco hacia él,
vertical. Los brazos, que confundidos, que había despegado
que el cuerpo que la mujer que encima
que con su sexo dentro
que el de sus padres.

No aparecían. Pudo haber sido
la sangre sobre su pecho. Cada una de sus rodillas
corrieron hasta la rara casita, pero
antes del un mordisco
Hansel y Gretel hicieron lo que sus padres

empezaron a oír los chillidos, los cuándo.


VII. PLACENTA
El mal de la taiga—capítulo XIV


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