Monday, May 30, 2005

ALLÁ VOY

Homenaje a los Cincuenta Años de Pedro Páramo
UNAM
Facultad de Filosofía y Letras

Lunes 30 de mayo, 2005
18:30 hrs.

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Saturday, May 28, 2005

BREVES LÍNEAS NORTEÑAS (mientras recuerdo lo que dijo Boulez sobre la relación entre composición y dirección musical: "Todas las secuencias indeterminadas en su orden, las maneras de "desmembrar" o de hacer "saltar por los aires" la unidad del grupo antes de devolverlo a su estado")

"a esto como el profundo puñado de tus reos"
(Arturo Ramírez, Plan B, Cd. Juárez)

[desplegarse simulatánemente en dos planos: uno en el que nos sintamos seguros y otro en el que nos asalte la duda]

"Debo entender que todos sufrimos una depredación, ya sea sublime o violenta. Estoy frente al reloj, esperando que den las seis, no tengo ninguna cita a esa hora, ni espero algo. Simplemente, a las seis en punto, alguien me roba el tiempo, alguien viene a la primera campanada y se lleva 60 minutos exactos. No lo entiendo, dan las seis y dan las siete. Esté donde esté, una hora se aleja de mí"
(José Juan Aboytia Zaragoza, Todo comenzó cuando alguien me llamó por mi nombre, Tijuana-vía-Cd-Juárez)

[cada célula está vinculada a un timbre, a un registro, a un tempo, a una densidad, a un color instrumental]

"Hay un mundo subterráneo en el aire... Olvido que Fe es cerrar los ojos"
(María Antonieta Mendívil, Cuenta regresiva, Hermosillo)

[alternancia de grupos rápidos fuera de tiempo]

"Soñé que había llegado pero, en realidad, apenas he llegado"
Sylvia Aguilar Zéleny, No son gente como uno, Hermosillo)

[ponga un vela en el interior de un caleidoscopio y tendrá como resultado una multitud de velas. Un objeto real basta para que nazcan infinidad de objetos virtuales]

Algo así, puesn.

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Friday, May 27, 2005

ARMONÍA

En quietud la
barba posa.

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ACÁ ANDUVE

Fiestas del Pitic
Hermosillo, Sonora
(bajo la súbita tormenta).

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Thursday, May 26, 2005

DE CÓMO COMPROBÉ QUE ERA VERDADERAMENTE TAMAULIPECA

Dije (sin pensarlo):
--Si no sucedió, es que no iba a pasar.

Dijeron (a carcajada batiente):
--Eso es del filósofo Güemez!

Y todos nos reímos cool-ischamente.

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ELL @ S

¡Comparten las barbas con un rosa hiperchillante!


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Wednesday, May 25, 2005

LA CIUDAD BARBUDA

Secciones (¿o mechones?) de un texto del escritor mexicano, y ahora barbud@ honorario, Juan Villoro:

"Para los temperamentos dramáticos que escriben en la prensa internacional, el D. F. se ha convertido en algo así como la mujer barbuda del circo; ejerce la elocuente fascinación del defecto: miles de correos electrónicos y zumbantes faxes hablan de la contaminación, la inseguridad, los temblores, las amenazas intestinales y el incierto folklor de nuestras salsas.

En 1984, después de vivir tres años en Alemania, regresé a México. Para darme ánimos, la azafata de Lufthansa me tendió un ejemplar de la revista Time dedicado a la ciudad de México. La portada ilustraba nuestro destino de aterrizaje: una pirámide azteca rodeada de rostros con máscaras de gas. ¿Tenía sentido volver a una aglomeración tan conflictiva? Obviamente, se trata de una pregunta retórica; todo capitalino sabe que no puede romper el cordón umbilical con México (cuya posible etimología es "ombligo de la luna"). Lunáticos y edípicos, nos parecemos al Don Juan de Rake's Progress, la ópera de Stravinski con libreto de Auden: acabamos enamorados de la mujer barbuda.

Surge entonces otra pregunta: ¿por qué no buscar a una mujer sin barbas? Hay muchos modos de justificar el mórbido disfrute de los besos con bigote. En lo que toca a la atracción fatal que sentimos por el D. F., baste decir que nos cautiva su enrarecida belleza y su capacidad de mantenernos en prometedora tensión. Ahí la costumbre no es algo que se repite sino que se improvisa. Incluso la corteza terrestre confunde las épocas con inestable actitud. El terremoto de 1985 desconcertó a los expertos porque el subsuelo se movió como si ignorara las leyes de la física. Después de seis años de estudiar el enigma, el sismólogo Cinna Lomnitz llegó a la siguiente conclusión: en la mañana del 19 de septiembre de 1985, la ciudad de México fue un lago; las ondas sísmicas se desplazaron como olas."

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VARONES BARBADOS Y TRES Y CUATRO Y CINCO...

Sin barbitúricos ni barullo barajean la
barba.

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Tuesday, May 24, 2005

ESTO NO ES UN ATAQUE PERSONAL EN CONTRA DEL FINAL

Se sabe que esa convención conocida con el nombre de El Final es completamente aleatoria. Para comprobarlo bastaría con hacer un antología que incluyera los finales de nuestros libros favoritos--intempestivos, débiles, inesperados, erráticos, enigmáticos. Más un declive que una apoteósis. Un desmayo en lugar de un broche de oro. El final es resultado, con frecuencia, de motivos extra-textuales: un contrato que se cumple, el aburrimiento del autor, las ganas de iniciar un nuevo libro, una fecha límite, el ir-hacia-abajo que ocurre después de la verdadera explosión del libro. Lo repito ahora y lo repetiré siempre: el libro rara vez culmina en el Final. El Final, si es cierto, está un poco antes. La culminación del libro ocurre siempre en el penúltimo movimiento. Lo demás, que es el final, no es otra cosa más que una ruina. Una excrecencia. Algo, de cualquier modo, prescindible.

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¿LE QUEDA ALGUNA DUDA?

La Gran Barba Sigue
Aquí.

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EL INVISIBLE CASO DEL HOMBRE INVISIBLE

Algunos vuelan y algunos saltan de edificio en edificio. Otros se transforman en llamas o en piedras. Casi todos alcanzan velocidades demenciales. Y todos, sin lugar a dudas, portan trajecitos bastante ridículos. Los super-héroes, en suma, pueden hacer cualuquier cosa excepto, que yo sepa, volverse invisibles. De Superman a los Cuatro Fantásticos, del Avispón Verde al Hombre Araña lo que queda claro es que, indpendientemente del tipo de poder que ejerzan, hay un poder que es ejercido a la vista de cualquiera. Hay un espacio real que llenan con acrobacias y riesgos. El super-héroe está y, porque está, es visto. De hecho, cuando el hombre es invisible se asume, acaso de manera automática, que hay un problema, de preferencia grave. Ergo: Ralph Ellison´s The Invisible Man, e incluso el invisible de H.G. Wells.

El caso de las heroínas es bastante distinto. Algunas vuelan, es cierto; otras, en efecto, se estiran, pero la verdadera fuente de su poder, y ahí están para atestiguarlo la Mujer Maravilla y Violeta, la hija mayor de la familia Increíble, e incluso la mujer de los Cuatro Fantásticos, es su capacidad para desaparecer de la vista pública borrando su cuerpo. Las mujeres poderosas lo son cuando no están o, si están, cuando son transparentes. Hay que ver a través de ellas. Y desvanecerse.

No que esto me preocupe mucho, claro, o que esté yo sugiriendo la peregrina idea de que la invisibilidad y el cuerpo, ouch, tienen que ver con jerarquías de poder que exceden la pantallas donde super-héroes y heroínas arriesgan sus fictivas vidas para proteger las nuestras, pero si a todo esto le agregamos que la palabra heroína tiene más de un significado específico pues la cosa se me complica. De todas manera, buenos días.

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Monday, May 23, 2005

LA DESMUERTE DEL AUTOR

En una época claramente post-barthiana no nos enfrentamos al regreso del autor (con o sin venganza incluida) sino a su desmuerte. Desmorir, como todo mundo lo sabe, y si no lo sabe lo intuye, es un recorrido muy distinto al que se hace en esa trayectoria de vuelta al lugar del inicio que se designa con el verbo regresar. Desmorir no es volver a nacer. Desmorir no es vivir. No es otra forma de arrepentirse.

Desmorir es morir, efectivamente, pero de otra manera.

Un suspenso: desmorir. Una básica terquedad.

Una insistencia.

El lugar no-común de un yo ficticio que se hace pasar por un yo ficticio.

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Saturday, May 21, 2005

CULIACÁN PA´LLÁ VOY

Universidad Autónoma de Sinaloa
Taller de Creación Literaria Escrituras Colindantes

Escuela de Filosofía y Letras
Mayo 23-25, 2005
16:00-20:00 hrs

Y ahora sí que nos vemos en Cool-iacán, digo yo.

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Tuesday, May 17, 2005

CIUDAD JUÁREZ PA´LLÁ VOY

VII Feria Binacional del Libro Paso del Norte.
Museo Histórico de Cd. Juárez (ExAduana)
Patio Central

Miércoles 18 de mayo, 2005
17:00 hrs

Ahora sí que por allá nos vemos, puesn!

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Sunday, May 15, 2005

JOSE JOSÉ RE-DIXIT

"No dejabas de mirar, estabas sola/ completamente bella y textual".

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¿A QUIÉN VA DIRIGIDA EN REALIDAD UNA DEDICATORIA?

Es uno de esos asuntos que tienden a preocuparme de cuando en cuando. No que piense en esto con ninguna regularidad pero cuando leo las palabras que, de manera por demás amable, escriben los autores en esa proverbial primera página vacía de sus propios libros, no puedo sino detenerme.

La dedicatoria no dice: para ti.
La dedicatoria no omite el nombre del dedicatario.
La dedicatoria más o menos oficial siempre empieza por develar ese nombre y, al hacerlo, queda claro que su lectura va dirigida a ojos que no son los del dedicatario nombrado.
El nombre del dedicatario siembra la sospecha, pues, de que la dedicatoria va dirigida, en realidad, a otro.

La dedicatoria, cuando es muy amable, continua describiendo algunos datos privados del dedicatario: "Lector apasionado", "Gran degustador de vinos toscanos", "ganador del maratón de Oslo en 1993", "Etc". No se trata, por supuesto, que el dedicador tema que el dedicatario haya olvidado quién es o que sospeche que el dedicatario ha sufrido un ataque de alzheimer en tiempos más o menos recientes. No se trata, lo sospecho ahora, de confirmar que el dedicador recuerda algo, de suyo peculiar, sobre el dedicatario, porque para eso sería más útil una cena que dos líneas. El asunto es el Verdadero Destinatario de la dedicatoira. Una vez más ese Tercero a quién le tiene que quedar muy claro que el dedicador y el dedicatario han compartido algo terreno, concreto y, claro está, inolvidable. Si el dedicador y el dedicatario son amigos, ¿con qué otro fin decir entonces en una dedicatoria "Para mi amigo" si no es para que otro, un Tercero que aún no lo sabe, lo sepa?

Utilizo ahora el caso de las dedicatorias escritas en tercera persona para defender mi argumento. Si el dedicador y el dedicatario se encuentran en el mismo sitio (la presentación de un libro, la sesión de un club de lectura, el encuentro fortiuito en la calle o en la librería) ¿por qué referirse al que está enfrente como un "él" o un "ella" y no como un "tú que estás ahorita enfrente de mí"? Mi respuesta: porque la dedicatoria no es para "ti" sino para "él" o "ella" que leerá esa dedicatoria que, aparentemente, está escrita para quien en ese momento enseña la dedicatoria al Tercer Ojo Lector y Verdadero Destinatario de la dedicatoria?

La cosa se complica, claro está, si se considera que lector de la dedicatoria, incluso si es el mismo "tú" que la recibió en persona y a quién aparentemente está dedicada, es siempre, y por virtud del mismo acto de leer, otro.

Ergo: Escribir dedicatorias no es fácil. Leerlas tampoco.

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LOS CONVERSADORES PROFESIONALES

De la misma manera en que los que saben matar se contratan como mercenarios, los que saben historiar se contratan (cuando les va bien, claro) como investigadores en instituciones varias, o los que saben manejar se contratan de taxistas o choferes, los escritores que, con frecuencia inusitada y acaso paradójica, gustan de discurrir, a veces hasta jocosamente, sobre temas varios, deberían contratarse como conversadores profesionales.

El conversador, se sabe, nace así. No hay otra escuela más que la práctica ni otro entrenamiento más que la interacción. Social por naturaleza y amable por afición, el verdadero conversador se sienta a la mesa y, sin imponer tema alguno, aunque sí sugiriéndolo, aborda la plática de la misma manera en que un nadador, por ejemplo, se inmiscuye en la corriente del río. Ese tipo de contacto. Ese tipo de complicidad. Sabe, también por instinto, cuando hay que agregar el chiste que evitará el aburrimiento o la decepción y cómo evadir asuntos que siempre terminarán en disputa o en un mal sabor de boca generalizado. Los hay, por supuesto, de distinta estirpe--más o menos virulentos, más o menos escandalosos, más o menos murmurantes--pero la misión del conversador es siempre la misma: que la conversación siga. Nada más.

Del conversador nato, que nos alegra las cenas y nos intriga con sus conocimientos varios, al conversador profesional, no hay tantos pasos.

Veamos:

1) El Posible Anfitrión se encuentra el siguiente anuncio en una prestigiada revista de circulación más bien restiringida: "Grupo de conversadores profesionales ofrecen sus servicios para realzar sus eventos sociales. Los temas incluyen pero no están limitados a: cine contemporáneo, identidades fronterizas, amenazas ecológicas varias, las dudosas virtudes del éxito, libros recientes, cinismo hoy (con cultas referencias a Sloterdijk), filosofía francesa (con énfasis en Derrida y Cixious), el Estado Actual de Todas las Cosas del Mundo. Vestuario Incluido. Costo por hora o por evento. Contacto en la siguiente dirección electrónica: xxx@xxxx.xxx.xx".

2) Los hasta ahora conversadores natos reciben esa oferta electrónica por medio de la cual se convierten, al menos formalmente y con más titubeos que firmeza, en conversadores profesionales. Enfrentados de manera irremediable con asuntos éticos (¿es moralmente correcto "vender" una conversación? ¿me transforma esto en un mercenario de la palabra hablada?), los conversadores deciden experimentar. Al menos una vez, dicen.

3) Una no-tan-módica cantidad lleva al grupo conversador al sitio del evento. Ataviados para la ocasión, ahora todo es cuestión de diseminar estratégicamente conversaciones sobre, digamos, la teoría del caos, las identidades contemporáneas o las vicisitudes del arte y el mercado. Y cuestión de apostarse en distintos puntos del lugar para que la conversación general fluya. Cuestión de tomar la copa de martini o la flauta champañera con naturalidad mientras se discurre, con sincera pasión, incluso con encono, sobre El Estado Actual de Todas las Cosas del Mundo.

4) Ah, la satisfacción del anfitrión al escuchar, ya en el momento mismo del evento o algunos días después del mismo, que sus reuniones son amenas, sofisticadas y muy cool-tas!

5) Y todo esto por una no-tan-módica (insisto en el negativo) cantidad que sacaría de apuros a muchos, combatiría el desempleo cultural, y promovería, para colmo de bienes, aquello de que hay que gozar de verdad con el trabajo propio.

La idea es, por supuesto, dominguera y, por lo tanto, posible. ¿Que no?

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Friday, May 13, 2005

Tuesday, May 10, 2005

ALLÁ VOY

Mañana Miércoles 11 de mayo del 2005
11:30 hrs.

Claustro de Sor Juana
Regina 13 y 15 (entre Bolívar e Isabel la Católica)
Salón R-38

La Inquietante Semana de las Mujeres Barbudas
(una lectura de pelos con autora barbada, faltaba más!)

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EN CUESTIÓN DE LECTURAS COMO EN CUESTIÓN DE GUSTOS SE ROMPEN GÉNEROS

Desconfío de los libros que se dejan leer rápidamente. Sucede más o menos así: el lector toma el libro por la recomendación de un amigo o por la atractiva portada o por la fuerza del primer párrafo o por el prestigio de la autoría de sus páginas. El lector se sienta y abre, no sin cierta parsimonia, el libro. El lector lo huele, embebido. El lector pasa las yemas de los dedos sobre las letras impresas como si de verdad no pudiera ver nada. El lector empieza. Y ahí, justo en ese momento, se da inicio un vertiginoso viaje en un tobogán de letras que no terminará sino dos o cinco horas después. El lector no se levanta para comer o contestar el teléfono. Lo que es peor: el lector no interrumpe la lectura ni para hacerse del lápiz con el que subrayará, es decir, con el que re-escribirá, el libro que lee.

¿Una lectura ideal? Lo dudo. ¿Un buen libro? A veces. ¿Un libro fácil de leer y digerible? Seguramente.

Tres confesiones en un párrafo minúsculo: Sospecho del libro que se lee de "una sentada" y que me pide, como un amante celoso, una atención única y, además, pasiva. Sospecho del libro que, aspirando a borrar al mundo que hace posible su lectura, cree que puedo sustituirlo.

Mi lectura ideal: Tomo el libro e inicio una lectura atropellada y zigzagueante. Creo que puedo leerlo sin lápiz pero pronto entiendo que no será posible. Interrumpo la lectura, busco el proverbial lápiz que nunca encuentro, veo el cielo, pienso en el libro dentro del mundo del libro y fuera. El libro me saca de quicio: es demasiado esto o muy poco lo otro, en todo caso lo aviento contra la pared. Juro que no volveré a abrir sus páginas. Salgo. Afuera no hago otra cosa más que pensar en el libro--en su escritura que es un obstáculo, en su estructura que me asquea o me asombra o las dos cosas juntas, en todos y cada uno de los elementos que me imposibilitan bajar por sus páginas como si estuviera en un tobogán. Pienso, quiero decir, en todas y cada una de las cosas que me obligan a pensar en ese libro y no en cualquier otra cosa. Un par de horas después lo tomo de nueva cuenta. No sólo lo subrayo una y otra vez--una vez por el acuerdo, otra vez por el desacuerdo--sino que también escribo pequeños mensajes inentendibles en sus márgenes. Es ahí, en ese momento, que empiezo a pensar en otro libro--el mío. El hijo de esta lectura que se convertirá, eso creo en el aquí y ahora de mi apasionamiento, en mi próximo libro. La convicción es tanta que, sin reparar en detalles, sin darme cuenta de lo absurdo de la situación, inicio la escritura de ese otro engrendro en las últimas páginas, usualmente vacías, del libro leído. A medida que se acerca el final, cuando ya quedan sólo quince o diez páginas por leer, empiezo a sufrir--es un pesar absurdo, como todo en esta lectura, pero real--y, por eso, interrumpo la lectura una vez más. La postergo. Salgo. Me comporto como si no pasara nada, como si no estuviera yo dentro de las páginas de un libro. Hablo. Sonrío. Hasta puede que piense en el clima o en mis obligaciones cotidianas. Todo o cualquier cosa con tal de no cerrar sus páginas. Pero las cierro. Eventualmente todo libro debe cerrarse. Cuando lo hago, me consuela saber que lleva consigo, a través de los subrayados y los ilegibles mensajes en sus márgenes, mi marca. Es un libro mío. Se trata, a final y a principio de cuentas, de un libro mío. Un libro apropiado. Un libro fuera de sí.

¿Una lectura ideal? Lo dudo. ¿Un buen libro? Con mucha frecuencia. ¿Un libro fácil de leer y digerible? Nunca.

El libro que me gusta es un libro con otro tipo de velocidad.

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Monday, May 09, 2005

UNA SENSACIÓN NO DEL TODO DESAGRADABLE

En las páginas iniciales de Oracle Night, Paul Auster describe el "not altogether unpleasant feeling" que le provoca al escritor Sideny Orr el entrar en el apartamento de un amigo--un espacio "real" que él había estado recreando apenas unas horas antes en su cuaderno azul. "I had the strange, not altogether unpleasant feeling", reflexiona Orr, "that I was entering an imaginary space, walking into a room that wasn´t there". Estar en ambos lugares, en el apartamento y en la historia que se desarrolla en el apartamento produce, al decir del narrador, la existencia inquívoca de un espacio ilusorio que existe y que, al mismo tiempo, existe Más Allá. Estar ahí y no estar ahí, estar en el corazón mismo del ahí, caer ahí, hacerse cómplice del ahí, mirar por sobre los hombros de la realidad para espiar el ahí, no tener la más mínima idea de lo que es el ahí--todo eso, naturalmente, produce una sensación no del todo desagradable. Algo así, algo parecido, fue lo que sentí cuando vi a Ulises, que no es Ulises Aldravandi, que nunca será Ulises Aldravandi, en el pórtico de mi casa, esperando.

Regresaba de viaje, un viaje relámpago (en más de un sentido de la palabra relámpago) que me llevó a las orillas de un Mar del Norte extrañamente enverdecido, cuando, sin anuncio de por medio, sin evocación o esperanza, sin haber pensado en ella (escribo esto y me doy cuenta que no-pensar-en-ella se me ha vuelto una costumbre casi entrañable), la vi. Reconocí el vestido de seda azul celeste, los zapatos de tacón, el cabello cobrizo. Reconocí la sobriedad de la mirada, la delgada consistencia de sus manos, las trazas que el color rojo había dejado sobre su mejilla derecha, bajo sus uñas, en el antebrazo.

--No deberías estar aquí --le dije, mientras introducía la llave en la cerradura y pensaba que esto de estar junto a la persona que había estado recreando apenas unos días antes en una pantalla era algo vertigionoso y absurdo, desestabilizador e hilarante. Triste, incluso. Veloz. Una sensación, y de ahí la resonancia de Auster, no del todo desagradable.

Ulises movió el cuello para seguir mis movimientos pero no el cuerpo. Por unos segundos tuve la sensación de que se había convertido en una estatua de cera o que había sufrido un accidente atroz que la había dejado parapléjica. Pensaba eso sin verla, sintiendo su mirada sobre mi nuca, sobre la parte posterior del hombro izquierdo, y me debatía, al mismo tiempo, sobre la posibilidad de invitarla a pasar a mi casa o de atenderla a la interperie, donde estaba. Su inmovilidad, sin embargo, me distrajo. Su silencio. Pronto no tuve otra opción más que interrumpir lo que estaba haciendo y me volví a verla.

Su frente: amplia, despejada, dos gotas de sudor.
Sus ojos: abiertos, desmesurados, insistentes, repetitivos, irritados.
Su boca: semi-abierta, a punto de enunciar algo, seca.
Su comisura derecha: el hilillo oscuro, el exceso, la mancha.
Sus hombros: ¿Es cierto que está temblando?
Sus manos: un tronco sobre la superficie de un río, un cadáver, dos hojas secas.
Sus uñas: ¿no me dijo ella que no confiara en nadie con las uñas sucias de mugre, de sangre, de muerte?
Sus pantorrillas: desnudas, fuertes, blancas.

Y mientras la mirada se me llenaba de adjetivos, mientras la mirada la recorría y, al recorrerla, la confirmaba y la desvanecía, la persona que tenía frente a mí, inmóvil e inesperda, aturdida y sin palabras, se volvía, como el departamento al que llega el escritor Orr en Oracle Night, una entidad ilusoria. Algo de ficción. Fue por eso, por la sensación, no del todo desagradable efectivamente, pero sí incómoda, sí enloquecedora, que me aproximé. Cuando mi mano derecha finalmente aterrizó en su hombro me di cuenta que había tenido razón: Ulises estaba temblando.

Era obvio que la persona que estaba y no estaba frente a mí, la fictiva, acababa de hacer algo que le producía horror, asco, remordimiento. Era obvio que la mueca que había nacido con la aspiración de convertirse en sonrisa pero que se había detenido, acaso a su pesar, en ese rictus apesadumbrado e inentendible, le pertenecía a una persona fuera de sí o dislocada de sí o a punto de perderse a sí misma. En todo caso eso que acontecía frente a mí y que también se llevaba a cabo en la historia que escribía alrededor de ella me llenó de pesar. En realidad me llenó de lástima--no la compasión solidaria que provoca a veces la empatía, o no sólo eso, sino también esa ruin y no del todo desabradable sensación de que eso que no podía nombrar, eso que si era capaz de acercarme tendría que constituir la médula misma de una historia sobre la mujer vampiro, sobre Ulises, eso que se quedaba en la mueca y en los ojos desmesuradamente abiertos nos diferenciaba.

Eso pensaba cuando Ulises, sin anuncio de por medio, sin dejar de verme, se incorporó. Un siglo ahí, entre sus ojos y los míos. Un reto. Una especie de horror. Luego me dio la espalda y, antes de pudiera imaginar que correría, se echó a correr. El sonido de los tacones sobre el pavimento. El sonido de un cielo oscuro. El sonido de la mujer en fuga. Mientras oía eso y más con una minuciosidad que con frecuencia me preocupa y me distrae logré abrir finalmente la puerta de la casa, introducir mi equipaje, y caer derrumbada sobre el sofá sin poder creer, o dudándolo en todo caso de manera radical, que alguien hubiera estado y no estado ahí apenas unos minutos atrás.

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Thursday, May 05, 2005

PURA DESOBEDIENCIA (BIS)


Y así quedó por desobedecer a dios.

Y así quedó por desobedecer al diablo.

Y así quedó por desobedecer a la malinche.

Puesn!

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Wednesday, May 04, 2005

PURA DESOBEDIENCIA

Y así quedó por desobedecer al establishment.

Y así quedó por desobedecerse hasta a sí mismo.

Y así quedo por puro gusto a la desobediencia.

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ALLÁ VOY

Hoy 4 de Mayo 2005
17:00 hrs

Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Presentación del libro de cuentos: Ningún Reloj Cuenta Esto

San Lorenzo 209
Colonia del Valle
(atrás del Hospital 20 de noviembre).


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Tuesday, May 03, 2005

IMÁGENES PARA UNA GENIAL-LOGÍA DE LA PRE-HISTORIA DE LAS MUJERES BARBUDAS II

La Inquietante (e Internacional) Semana de las Mujeres Barbadas empieza efectivamente el 18 de junio, pero eso no quiere decir que ésta sea la primera aparición pública, y escandalosa, de las susodichas. He aquí otra prueba documental de que las barbadas merodean por ahí--en los circos, por supuesto, a donde van a dar acusadas de desobediencia, pero también en los escenarios, sin acusación alguna, aunque también a causa de la desobediencia. Aquí una fotografía de Fernando Moguel de una escena de Plagio de palabras, una obra escrita por la dramaturga, y también orgullosa barbada, Elena Guiochins.

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MONTERROSIANA

Y cuando despertó, la barba seguía ahí.

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Monday, May 02, 2005

EL VENDAVAL DEL VELLO

Ir como si verdaderamente huyera
como si ir fuera ir, como voy volteo

No eras tú que venías
No era tu vello el vendaval

"(secuencia muscular)", Boca perdida (Toluca: Bonobos, 2005), 69.
Laura Solórzano.

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ELTUFO ÉSE DE PALABRAS JUNTAS

Con Barthelme me sucede lo mismo que con Gardea. Viví por temporadas más o menos cortas en lugares, Houston-Texas y Delicias-Chihuahua, donde ellos vivieron y, confesión tristísima: soy narradora, me acosa de cuando en cuando la egocéntrica idea de que tuvimos que haber coincidido en algunos de sus paseos o en algunos de los míos. Por fuerza. Después de todo, ni Delicias era un lugar tan grande allá a finales de los 70s, ni el programa de Creative Writing donde Barthelme impartió clases hasta morir en julio de 1989 estaba tan lejos del Departamento de Historia en la gloriosa U of H, a donde yo llegué a finales del 88.

Estas son las escenas de Delicias: La calle Tercera Oriente, amplísima. Un vaso de root-beer en la mano: el hielo y el ruido del hielo y la sensación del hielo. La mano. El pie que deja la banqueta atrás para tocar, rubicundo, el pavimento. El pie que, desde la otra acera, se aproxima. L e n t a m e n t e. Y entonces: el tufo ése de palabras solas, de palabras juntas. El hedor. Y la mirada, súbita y oblicua, como reconocimiento. Hey, tú. El pasado. Hey. El futuro. Letras. Muchas. Un verano o dos. Delicias.

Estas son las escenas de Houston: el jardín universitario por donde camino, abrigo en mano, una tarde de junio. La razón: es verano y, luego entonces, el aire acondicionado estará en su máximo punto en la biblioteca donde terminaré pasando el resto del día. Pero antes, antes de todo eso, justo al borde de la puerta que separa el trópico del ártico, el tufo otra vez, ese hedor que me hace volver la cabeza y exclamar, en silencio y sin saberlo, hey, tú, ése que va ahí, tú, sí, tú, el que escribió esos libros que leeré en el futuro y me gustarán a rabiar y me rabiarán aún más al obligarme a recordar este punto sin traza, este punto sin ruina, este punto y no otro que me hace susurrar o gritar, depende del estado de ánimo, hey, tú, sí, tú, el que escribe esos libros.

Pienso en una hermandad sigilosa.
Pienso en uno de los cinco sentidos.

Y todo esto nada más por re-hojear, debido a esa misma coincidencia a la que le atribuyo encuentros que no sucedieron, The Dead Father y Septiembre y los otros días.

¿Pero quién soy yo para afirmar que ésos fueron encuentron que no sucedieron?


Faltaba más.

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PURA DESOBEDIENCIA


Por desobedecer a sus padres.

Por desobedecer a la verdura.

Por desobedecer a la ley.


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