Tuesday, July 31, 2012


MIDAEVIL
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Años antes de desaparecer en el aire, Amelia, usted escribió una carta que, de haber sido respetados sus deseos, yo no debí leer el 24 de julio del 2012, justo 115 años después de su nacimiento, en Achison, Kansas. Hablo de la famosa carta que usted escribió e hizo llegar a su prometido la mañana misma de su matrimonio. “No interfiramos en el trabajo o la diversión del otro”, le pedía en el cuarto párrafo de esta carta breve pero explosiva, “ni dejemos que el mundo vea nuestras alegrías o nuestros desacuerdos”. Heme aquí, Amelia, todos estos años después, interfiriendo. Heme aquí, justificando mi interferencia de la manera más alevosa y, acaso, la más desfachatada, al decir que lo hago nada más de gusto. Por gusto. Nunca he dejado de hacer las cosas nada más que por eso.
A veces es bueno desaparecer en el aire, Amelia. A veces es bueno ahorrarse la constatación de que las cosas no solo no cambiaron sino de que se pusieron, ¿cómo decirlo?, peor. Mire usted. Luego de las luchas feministas de los 70, años en que las ideas que se transparentan en su carta de la reticencia matrimonial fueron diseminadas y discutidas a lo largo y ancho del globo, las cosas regresaron a un impasse más bien conservador. Hay ciclos sociales, se entiende, ciertos ritmos de liberación y represión que cubren lo que damos en llamar “las épocas”. ¿Se habría imaginado usted, con su apego al trabajo propio y la libertad del aire, que hacia fines del XX e inicios del XXI sus reclamos ante el carácter medieval, sino es que totalmente ficticio, de cualquier tipo de fidelidad de pareja, serían tan válidos como en 1931?
Tal vez debería empezar por explicarle que, dominados por un discurso terapéutico que abarca tanto el terreno del cuerpo como de la mente, las sociedades contemporáneas hablan cada vez con mayor frecuencia de la vida en pareja como de un trabajo, es decir, de un trabajo deseable. Lejos de los arengas que exaltaban la pasión, el amor loco, o la experimentación emocional y/o sexual, el mainstream ha argumentado ya por años que las relaciones estables, ya de orden hetero u homosexual, se construyen con base en la fidelidad y el respeto y, luego entonces, producen la evidencia de mayor éxito: su duración. Se trata de lo que los sociólogos de la familia han denominado como la pareja filial (acompañantes) o, que en términos económicos, se conoce como la sociedad anónima. La exaltación a la familia nuclear de los 50s ha dado lugar a la exaltación a la pareja de dos, y los valores subyacentes, aunque edulcorados con ciertos términos prestados del New Age, en realidad siguen siendo más o menos los mismos. Hay lugares para lo femenino y lo masculino; existe la preponderancia de lo emocional sobre la creatividad personal; se valora la continuidad sobre lo discontinuo. Pocos de los documentos sobre las vidas privadas de mi época aceptarían abiertamente lo obvio: “…si fuéramos honestos podríamos evitar los problemas que pudieran surgir si llegáramos a interesáramos profundamente (o de manera momentánea) en alguien más”. La delicadeza en su uso del subjuntivo, Amelia, me subyuga.
Redactada en 1931, para más señas a inicios de febrero, su carta es, aún 81 años después, uno de esos documentos frescos y críticos que no dejan de articularse felizmente con distintos tiempos. “Querido GPP”, empezaba usted, amable y hermética a un tiempo. “Hay cosas que deben quedar por escrito —cosas de las que hemos hablado ya— la mayoría de ellas”. Después de cinco rechazos, GPP debió haber estado al tanto que usted, Amelia, le tenía cierta aversión al matrimonio. No la movían, eso hasta a mí me queda claro en esta lectura indiscreta de su misiva, cuestiones de las así llamadas sentimentales (la posibilidad de un eventual fracaso, la existencia o no del amor, el hecho de que el fueron-felices-para-siempre pudiera ser un espejismo, o cierta incapacidad ante el compromiso) sino, sobre todo, las consideraciones respecto al riesgo en que ponía el futuro de su trabajo (“que es lo más importante para mí”) con una decisión como ésta. Alerta y honesta consigo mismo y con su época, usted no podía dejar de ver que casarse, o que vivir con otro, más específicamente en pareja, toma un tiempo que, bien mirado, se le quita a otros proyectos de tipo personal que pueden tener igual o más relevancia que el trabajo de vivir con otro. ¡Bienvenida a mi época!
Pero no solo era eso, ¿verdad, Amelia? Estaba esa otra cosa. Esa necesidad, aceptada y asumida en su caso, de que siempre hace falta otro lugar: ese refugio privado y personal y propio; ese espacio intransferible. El lugar a donde uno va, en las felices ocasiones en que esto es posible, de la mano de nadie más. Usted lo dijo así: “Voy a tener que conservar un lugar donde pueda ser yo misma de vez en cuando porque no puedo garantizar que en todo momento pueda soportar el confinamiento de una jaula por muy atractiva que sea”.
Debí haber empezado esta carta con el “Querida Amelia Earhardt” que tantas veces adornó la correspondencia de sus fans, querida piloto de artefactos voladores no identificados. Debí haber anotado, sin más: “Yo también soy de las que desaparece en el aire”. Y, ahora mismo, debería concluir estas notas con el consabido “Queda de usted”. Pero no quedo de usted, Amelia. Sé que sabrá entenderlo. Quedo, eso sí, de la emoción de saber que esto que escapa al discurso de la época —que esta exploración lúdica y amorosa con el uno mismo en relación a los otros al que a veces denominamos como “vida alternativa”— tiene una genealogía locuaz y, con toda seguridad, un futuro insensato. ¡Los cielos que nos falta por surcar!
Es verano, Amelia, y llueve. 
P.D. Aunque la persona que transcribió su carta hizo caso omiso del error mecanográfico que transforma lo “medieval” en “midaevil” cuando califica al código de fidelidad que domina las relaciones de pareja, yo prefiero ese otro término suyo tan personal y tan azarosamente acertado que nos aproxima a lo diabólico (evil) cuando se trata de fingir, de conformidad a las ideas conservadoras del momento, con lo que no se es. m
El original de la carta se puede consultar aquí: http://www.lettersofnote.com/2010/04/you-must-know-again-my-reluctance-t....
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Monday, July 30, 2012

TAMPICO


Sandra Muñoz y Claudia Sorais Castañeda me acompañan en una sesión de lectura mezclada de El mal de la taiga 

Café Degas, Teatro Metropolitano
8:00 pm

Entrada libre

¡Nos vemos por ahí!


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DESDE DOLERSE. TEXTOS DE UN PAÍS HERIDO




Cristina publica Dolerse: textos desde un país herido, poco antes de sacar El mal de la Taiga que tanta y tan merecida atención está recibiendo. Dolerse, como ya nos tenía acostumbrados con su obra de ficción, recoge estética aprehendida de la web y la distribuye como libro físico. Ahora bien, este cuerpo no es un compendio de ficciones, esta obra es diferente, vuelve a transgredir fronteras y problematiza aquella dicotomía de temas y cuerpos a la que nos tenía acostumbrados.Dolerse se convierte en respuesta material: en cuerpo poético de la preocupación del intelectual como ciudadano. Cristina se vuelve más ciudadana. Más, paradójicamente, poeta.




Lean el texto completo de Alex Saum en Dolerse: esa hibridez que me atormenta. 


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Thursday, July 26, 2012

REYNOSA


Viernes 27, 6:00 pm
Presentación de El mal de la taiga

Sábado 28, 7:00 pm
Conferencia de Clausura
Dolerse: Escribir en un país herido

¡Nos vemos por allá!


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Wednesday, July 25, 2012

#ESCRITURASCONTRAELPODER en MÉRIDA

7-11 Agosto, 2012
Martes-Viernes, 4:00-7:00pm
Sábado 9:30am-12:30 pm

Informes e inscripciones:
Escuela de Escritores de Yucatán "Leopoldo Peniche Vallado
Avenida Itzáes no. 501 C x 59 y 65
(999)930.4700

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Tuesday, July 24, 2012

ESCRITURA Y TRABAJO INMATERIAL

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


Si los teóricos del post-fordismo tienen razón, vivimos en una época en que el trabajo inmaterial —basado en el conocimiento no formal, la imaginación o la inventiva— ha reemplazado al trabajo físico como productor de plusvalía. Ciertamente, las habilidades lingüísticas se han convertido en un factor fundamental tanto en la producción de mercancías como en la forma en que éstas adquieren valor. El surgimiento y la sobrevivencia del capitalismo cognitivo, también conocido como biocapitalismo o capitalismo post-industrial, depende más y más de su habilidad para incorporar, subordinar y explotar una serie de capacidades comunes a la experiencia humana, tales como el lenguaje, la facultad de socialización, la vivacidad, o el ánimo. El predominio del trabajo inmaterial, y la línea difusa que éste presenta entre el trabajo de producción y el de la producción del uno mismo, puede conducir fácilmente a una sociedad en que todo, del balbuceo a la amabilidad, sea susceptible de comercialización. Pero, tal como lo advierten también los críticos del sistema, aquellos que ven en el capitalismo cognitivo una forma de crisis capitalista, esa falta de distinción también puede llevarnos en dirección contraria: a la creación de comunidades autónomas, organizadas desde abajo, fuera del ojo rector del capital.
¿Cuál es el papel de la escritura, tanto en términos culturales como políticos, en una era en que el trabajo inmaterial —el trabajo con y desde el lenguaje, la invención, el conocimiento— es el factor fundamental en al producción de valor? Lo que pasa fuera de la página y lo que pasa dentro de la página tienen, ahora más que nunca, una relación concreta y directa con la producción de valor social. ¿Qué haremos, los escritores, con este poder?
Algunos, sin distingo de edad, han optado por hacer como si no pasara nada, concentrándose en reproducir formas de escritura legitimadas por la industria editorial a lo largo del siglo XX. Poniendo de lado los retos de la revolución digital y el ascenso del trabajo inmaterial, estos escritores continúan con la reproducción acrítica de las prescripciones textuales que, sin dificultad alguna, pueden hallarse en cualquier manual de escritura creativa: la preponderancia de la anécdota, la básica distinción entre autor y narrador, el respeto por el principio de verosimilitud, la buscada psicología del personaje, el cierre del arco narrativo. Otros, sin embargo, han optado por investigar lo que le sucede al proceso de escritura cuando ésta se lleva a cabo en interfaces que son a la vez tecnológicos como culturales.
Toda producción textual ha pasado, al menos desde el siglo XV, por el interfaz de la página, pero la página en la que todavía se organiza el interfaz de la computadora del XXI tiene funciones que, poco a poco pero tal vez de manera inexorable, nos han enseñado a pensar en cada uno de estos elementos de la narrativa de manera radicalmente distinta. Como ya lo ha dejado claro la escritura conceptual, el uso frecuente del copy-paste no solo vuelve insignificante la diferencias de escala (se puede copiar y añadir un pixel o un fragmento de imagen o un video) o de género literario (se puede copiar y añadir un verso o una imagen en movimiento o un bloque de líneas) sino que también cuestiona la originalidad del autor y el tema más general de la propiedad sobre el lenguaje. Relacionado sin duda al pastiche y el collage, el uso masivo y cotidiano del copy-paste ha convertido a los más distintos autores en curadores textuales para quienes las distinciones entre narrador y autor o el respeto por la verosimilitud poco tiene que ver con la efectividad de su proceso creativo o el objeto resultante de su exploración. Crónicas de motel, de Sam Sheppard, oThe Collected Works of Billy de Kid, de Michael Ondaatje, fueron considerados libros inclasificables en su tiempo. Ahora podrían verse como precursores de un cierto tipo de libro cuya crítica requeriría, de entrada, una terminología que incluyera conceptos como yuxtaposición, tiempo real, formas del yo narrativo.
Según Lev Manevich, en The Language of New Media, aunque la historia del interfaz de la computadora es relativamente corta, sus usuarios nos hemos acostumbrado, entre otras cosas, a manipular a los objetos directamente en la pantalla, a la superposición constante de ventanas, a la representación de íconos y los menús dinámicos. Si desde los 80, y en sincronía con la crisis financiera que volvería obsoleto el capitalismo industrial de corte taylorista, los productores de textos —los trabajadores posfordistas del capital inmaterial— enfrentamos una realidad peculiar en la pantalla, ¿por qué habría de exigírsenos una subordinación a los principios textuales del XX, si no es que de antes?
Un aforismo y un tuit pueden parecer lo mismo leídos sin contexto. Aunque en ambos casos se trata de textos de mínima brevedad, uno y otro encarnan maneras distintas de ver y representar el mundo a través de la escritura. La gran diferencia es el interfaz. Ya sobre el papel o la pantalla, el aforismo es por lo regular una estructura cerrada que se presenta como completo en sí mismo. Un tuit, en cambio, solo puede existir dentro del fluir continuo del time line. Siempre en conexión con otros, y siempre en el movimiento vertical y descendente que lo condena a un almacenamiento muy similar a la desaparición, tuitear es una forma de escritura colectiva que, en base a un sistema de yuxtaposiciones continuas, pone en crisis ciertas figuras básicas de la narrativa tradicional: desde la bifurcación que se asume como central entre el autor y narrador de un texto hasta la existencia o necesidad de un arco narrativo en el relato, pasando por la alguna vez sacrosanta idea de que la escritura es un ejercicio solitario. Pero este es sólo uno de los ejemplos, y tal vez el más obvio, de las muchas maneras en que el uso creciente de la tecnología digital ha afectado y está afectando tanto el proceso como el significado cultural de una práctica que, vista dentro de contextos específicos, nunca es igual a sí misma.
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Monday, July 23, 2012

LA MÁQUINA DE LAS BIOGRAFÍAS INMATERIALES (en letra de Franz Kafka)



A. 1Screenwriter. Storyholic. Movieaddict. Ultracrepidarian.


2B. Autor de la columna La Tempestad. Conductor del noticiero Al Portador de 1 a 2 que se transmite por Punto 10. Director General del grupo editorial Status.


3C. El tuit petrolero, Experto en Radioestesia y Mnemotecnia.


4D. Amante del silencio transferencial. Labios-Mano-Lengua


eE. Todo terreno!!


6F. Aprendiz de la vida, amante de la música, promotora de sonrisas, comunicóloga, ser buscando la luz


7G. Intercambio muletillas.


8H. Psicóloga/ Aprendiz de infinidad de cosas/ Desbaratante de palabras/ Algún día psicoanalista/ Escritora de páginas bélicas/ Enamorada de Cortázar.


I.. 3143271147 Pin 28712ACC




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Saturday, July 21, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA




¿Cuántas veces, ante una situación adversa, decimos: “Quisiera irme ahora mismo al fin del mundo”? ¿Cuántas veces soñamos con huir? Eso es la novela más reciente de Cristina Rivera Garza, El mal de la taiga: el viaje de búsqueda –y de autobúsqueda—de quien ha decidido “irse muy lejos”, un diario en el que se alucina y se inventan un bosque, otra mujer, tres astronautas. En la taiga, ese sitio donde algo muere, la cabaña sucia y maloliente es nuestro propio cuerpo con los huesos rotos y un hilo de sangre que sube hasta el cielo gris tormenta. Allí todo es símbolo: los niños mínimos, el vómito, el ojo acuciante del observador, el feraz adolescente, los leñadores, el antro, la noria inútil, el agua sucia y las arenas movedizas. No en vano se cuestiona la aparente ternura de las fábulas infantiles: el lobo –dice la autora—“no sólo triunfa, sino que lo hace de la manera más atroz”. ¿Acaso Hansel y Gretel querían regresar a la crueldad? 


La recomendación completa de Odette Alonso en Tres poetas recomiendan Literal. Latin American Voices  29


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Thursday, July 19, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA


En una especie de juegos del hambre sin vencedores ni vencidos, la escritora de Matamoros desafía al lector con El mal de la taiga. La  nueva novela de Cristina Rivera Garza es un tratado misterioso sobre el desamor y la soledad, esas pulsiones abismales que nos mandan a un rincón del ring existencial sin guantes ni escafandras. 


Nadie puede decir que Cristina Rivera Garza, nacida en 1964 en Matamoros, Tamaulipas, un sitio al que considera –con el derecho de quien lo ama– el más feo del mundo, no es una de nuestras escritoras más experimentales y arriesgadas. 


Al frente de una prolífica obra sin concesiones, ubicándose con una voluntad de hierro cada vez más fuera de lo que dicta el mercado, ha conseguido los mayores premios a los que una autora mexicana pueda aspirar y, lo que es mejor, una gran masa de lectores que sigue con atención cada uno de sus pasos en las redes sociales. Ganadora en dos oportunidades del Premio Sor Juana, Cristina se desempeña actualmente como profesora de Creación Literaria en el departamento de Literatura de la Universidad de California San Diego y construye, con pasión de orfebre y dedicación de obrero japonés, una obra sólida y personal como pocas.


El artículo completo de Mónica Maristain en Juguemos en el bosque mientras Cristina está


Mónica Maristain es periodista cultural. Autora de La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes escritores (Axial, 2010), y Drinking Thelonious (Axial, 2010).


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DE IDA Y DE VUELTA

a)


b)


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Tuesday, July 17, 2012

SEMIOCAPITALISMO Y ESCRITURA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


Son tiempos álgidos, eso es cierto. Por lo mismo, porque se trata de tiempos de fisuras y retos, de crisis globales y rebeliones varias, resulta más que nunca necesario plantearse, o replantearse, para decirlo con mayor precisión, el lugar y los métodos de la escritura contemporánea. Después de todo, como lo argumentara el teórico del posobrerismo italiano, Berardi Bifo, vivimos en una época en que el valor de las mercancías no depende ya más del trabajo real invertido en su manufacturación, sino más bien del intercambio lingüístico dentro del cual esta producción se lleva a cabo. Ahora, en un momento en que el capital financiero y a producción económica funcionan en esferas separadas, el conflicto mayor se establece entre el congnetariado —trabajadores intelectuales que producen mercancías semióticas de acuerdo con un sistema de disponibilidad permanente— y la clase administradora, cuya única habilidad es la competencia, de preferencia letal. Si esto es cierto, y la crisis financiera de 2008 parece confirmar que sí lo es, esta etapa calificada por algunos como el semiocapitalismo posindustrial y, por otros, entre ellos el también teórico italiano Christian Marazzi, como el momento del biocapitalismo, precisa de una reconsideración crítica tanto del papel del trabajo lingüístico que se requiere para la producción de textos, así como el de la producción y la distribución de los mismos.
Si bien Berardi Bifo ha llamado la atención sobre la relación especialmente peligrosa que se establece entre lenguaje y simulación —una relación que, en términos de la financiarización contemporánea, produce y conduce a la mentira y el engaño—, un análisis crítico de las condiciones actuales de producción textual no tiene por qué dejar pasar de largo su potencial libertario. Lejos de ser una mera herramienta de representación, el lenguaje se ha convertido, efectivamente, en la mayor fuente de acumulación capitalista: “espectáculo y especulación se confunden debido a la naturaleza intrínsecamente inflacionaria (metafórica) del lenguaje. La red de producción semiótica es un juego de espejos que inevitablemente lleva a una crisis de sobreproducción”. De acuerdo con Bifo, pues, cuando la relación entre el trabajo y el valor se rompe, cuando el capital financiero poco tiene que ver con la economía real, se crea un vacío que llena la más pura violencia o, de plano, la simulación más cínica. Pero el lenguaje no es una calle de un solo sentido. El lenguaje, y esto también lo nota Bifo en su Después del futuro, es esa práctica “gracias a la cual creamos mundos compartidos, formulamos declaraciones ambiguas, elaboramos metáforas”. ¿Pueden los escritores imaginar y producir una práctica lingüística capaz de generar un mundo alternativo a la dominación del capital? En plena era del semiocapitalismo, ¿seguirán los escritores jugando dentro de sus torres de cristal?
Hace no tanto, y en ocasión de las manifestaciones públicas que surgieron en tiempos poselectorales en México, lancé en Twitter las siguientes preguntas: ¿Dices que el pasado se instauró en el poder pero sigues hablando de la originalidad como baluarte literario? ¿Te preocupa el estado de las cosas, pero cuando escribes crees que la estética no va con la ética? ¿Estás dispuesta a transformar el mundo, pero cuando narras te persignas ante la divina trinidad inicio-conflicto-resolución? ¿Te diviertes escribiendo como un loco o un niño, pero a eso le llamas ejercicios o apuntes y nunca “literatura”? ¿Eres un as en la redes y haces mucho copy-paste, pero cuando narras lo único que te preocupa es la verosimilitud? ¿Quieres trastocarlo todo, pero te parece que el texto publicado es intocable? ¿Cuestionas la autoridad, pero te inclinas ante la autoría? En resumen: ¿Estás contra el estado de las cosas, pero sigues escribiendo como si en la página no pasara nada?
Estos 140s, unidos por el hashtag #escriturascontraelpoder, querían poner en el tono interrogativo de la charla y la curiosidad algunas de las ideas que animan una de las conversaciones más relevantes alrededor de las escrituras hoy por hoy. En efecto, una de las primeras respuestas ante las nuevas condiciones de producción textual se generó alrededor del surgimiento y creciente influencia de la tecnología digital. Los primeros años del siglo XXI vieron florecer a la así llamada escritura conceptual —una serie de estrategias que, alimentándose de las vanguardias del siglo anterior y poniendo énfasis sobre el concepto que hace funcionar el texto, propuso formas de apropiación y reciclaje que, en mucho, dinamitaron nociones más bien conservadoras, si no es que retrógradas, acerca de la autoría y el yo lírico. Tanto en Estados Unidos como en España —desde el flanco de la poesía y de la narrativa, respectivamente— surgieron grupos de escritores que respondieron de manera creativa, cuando no entusiasta, ante una revolución tecnológica que no pocos compararon con el momento en que la pintura enfrentó el nacimiento de la fotografía en otras épocas. Sirviéndose de la alegoría y el pastiche, subvirtiendo a los clásicos a través de su propio reciclaje, o intentando, en sus momentos más visiblemente políticos, de articular (redimir, diría Benjamin) el discurso público a través de una serie de técnicas asociadas a la estética citacionista, estas escrituras conceptuales dejaron en claro que la literatura —vuelta un adjetivo y no un sustantivo— no saldría indemne de sus tratos con las plataformas 2.0.
Seguramente no todos los libros del futuro responderán de manera directa a esta vertiente que ha emergido con bastante fuerza a inicios del XXI (sobre todo porque, ya a inicios del XXI, se perfilan nuevas rutas de resistencia y exploración). Sería prudente, sin embargo, que estas características pudieran incluirse también como parámetros de lectura —al igual que la anécdota, la psicología del personaje o la verosimilitud del texto— en los comentarios críticos de todos los libros que se produzcan en el aquí y el ahora.
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Sunday, July 15, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA


Catavento. Cultural e educacional. Sao Paulo.

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Saturday, July 14, 2012

LA RECLAMANTE en BORDADOS POR LA PAZ



Amanda de la Garza, respondiendo a una iniciativa del Colectivo Fuentes Rojas, borda las palabras de un poema documental hecho a varias voces: Luz María Dávila, Ramón López Velarde, Sandra Rodríguez y Cristina Rivera Garza.

La página de Bordados por la Paz aquí.

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HOW DO WE FIND EACH OTHER?


EL DÍA EN QUE NUESTRA HEROÍNA SE TOPÓ CON PARED: 
Revolutionary movements do not spread by contamination but by resonance. It rather takes the shape of music, whose focal points, though dispersed in time and space, succeed in imposing the rhythm of their own vibrations, always taking on more destiny. 




ESCLARECER ES UN VERBO: 
Organizations are obstacles to organizing ourselves. To organize is not to give a structure to weakness. It is above all to form bonds--bonds that are by no means neutral--terrible bonds. The degree of organization is measured by the intensity of sharing--material and spiritual.
   



LO QUE NOS ES COMÚN: 
Communism then, as presupposition and as experiment. Sharing of a sensibility and elaboration of sharing. The uncovering of what is common and the building of a force. Communism as the matrix of a meticulous, audacious assault on domination.



Text from The Invisible Committee, The Coming Insurrection (L.A.: Semiotext, 2009).


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Wednesday, July 11, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA


Leer a Cristina Rivera Garza, desde que la descubrí, siempre es un placer. Me gusta leer el trabajo literario realizado por algunos escritores que considero amigos, es otra forma de poder dialogar con ellos.
Cristina es una escritora que siempre ha experimentando con la palabra ya sea a través de la novela, la poesía o los 140 caracteres del tuiter.

La muerte me da es, probablemente, la novela más experimental que ha escrito. Ahí la escritora dio vida a una Detective que mientras avanzaba en su caso, se iba convirtiendo en escritora. Detective que posteriormente aparecería en algunos cuentos de La frontera más distante. No es una Detective cualquiera, ella se interesa en comprender con precisión los pasos dados por la mujer en cuestión (siempre son mujeres las investigadas), y toma como punto de referencia los textos producidos ya sean cartas o diarios. Para saber cómo encontrar a alguien, primero es necesario saber qué lo llevo hasta ese lugar. Mientras más se adentra en lograr comprender-entender a la perseguido, más se convierte en lo que persigue.

Recientemente Cristina ha publicado –bajo el sello editorial Tusquets- la novela El mal de la taiga. Una novela que va acompañada de algunas ilustraciones alusivas, inspiradas en la misma novela. Nuevamente experimental. Aquí vuelve aparecer la Detective, aunque hace mucho que abandonó la profesión para dedicarse a escribir. Acepta volver a investigar un caso, porque muy el fondo –pienso- intenta encontrarse a sí misma. Su misión: buscar a una mujer que ha dejado a su esposo, para internarse con otro hombre en las entrañas de la taiga. ¿De qué y por qué huye la mujer?, son las preguntas que asaltan a la Detective-escritora; sus pistas ahora serán una serie de cartas que la susodicha va dejando y que la Detective-escritora intentará comprender a través de sus anotaciones. Sí, otra vez, la Detective-escritora se conjugará-perderá al querer saber las razones de la huída.

El texto completo de "Érase que se era el amor", de Alfredo Godínez [@AlfiePingtajo], aquí.

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Tuesday, July 10, 2012

I GOT UP, I WENT, I MET



Me levanté a las 7:31 am


Fui a Parque do Ibiripuera (Av. Padro Álvares Cabral, s/no - Portao 3)


Me encontré con Sabrina, Daniela, Juan Pablo. 




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LA MEJOR PARTE DEL MEJOR TRATO

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


Tengo la impresión de que fue en un libro de Henry Miller que leí por primera vez una frase que se comentaba mucho en casa: no aceptes nunca la mejor parte de un mal trato. Eso, con sus variantes respectivas y sus norteños acentos, decía mi padre o pregonaba mi madre a la menor provocación, en cualquier sobremesa. Ninguno, que yo supiera, había leído a Miller, pero se trataba de cuestionar el oropel con que vienen a veces los triunfos fáciles, las derrotas disfrazadas. El famoso gato por liebre. ¿Andar con el hombre que te trata bien pero al que no amas?, eso era ejemplo de la mejor parte de un pésimo trato. ¿Aceptar una beca jugosa en una universidad a la que no te llevaba ni el interés crítico ni el corazón?, mal trato absolutamente. ¿Aceptar el oropel de una democracia a la que la alientan, y esto de raíz, la corrupción y la impunidad?, el peor de los tratos posibles, en efecto.
Como siempre he creído, junto con tantos críticos de cepa, que, justo como el capital, el Estado es una relación (Marx dixit) y no una serie de instituciones establecidas e inamovibles, me parece obvio que a cada iniciativa, ya sea popular o del Estado, le corresponda una reacción viva y, de ser posible, intensa y apasionada. Así se arma el diálogo tenso, volátil, crítico que nos define como partícipes de una relación social. En efecto, para contestar la pregunta de FB: todos estamos en una relación con ese otro que son los otros. En efecto, nuestra situación es, luego entonces y de suyo, complicada. El así llamado orden establecido, que a muchos les parece la regla y no la excepción, a mí me ha parecido, luego de años de revisar y explorar la historia nacional desde abajo, es decir, desde las experiencias de los menos favorecidos por el estado imperante de las cosas, la excepción y no la regla. Si uno lee la historia de México desde sus puntos más débiles —el de los locos, ejemplo— es fácil darse cuenta de algo que ya decía Benjamin hace muchos años: la historia es un estado de emergencia constante. El conflicto es la regla. La lucha, de clases y más, es la regla.
Digo todo esto porque, como tantos otros, sigo con expectación y, sí, con gusto, las actividades que organizan los jóvenes en México durante estos tensos y muy discutidos días poselectorales. Me queda claro que, a esos furibundos jóvenes mexicanos no les disgusta tanto el resultado de la elección (el triunfo del candidato del PRI y de Televisa) como el proceso a través del cual se gestó un proceso electoral inequitativo y plagado de trampas desde años atrás. Están enojados, pues, y con justa razón. Como ellos no crecieron bajo el yugo de un régimen para el cual no contaban los ciudadanos, ni mucho menos sus votos (en las elecciones federales de 1976, para no ir más lejos, el único candidato era el candidato oficial: López Portillo), les parece evidente, por no decir que justo, que en un ejercicio de verdadera democracia se recuenten los votos, cosa que se ha hecho ya. Así, en largas jornadas —cuyas huellas, como migajas, van dejando en Twitter— llenan las calles en manifestaciones multitudinaria recuperando así, de esa forma festiva y vociferante, el espacio público. Y yo prefiero eso mil veces al dominio que han ejercido sobre el mismo, y siguen ejerciendo de manera más visible en ciertas zonas del norte del país, el narco y la guerra calderonista que sólo ha dejado cabezas y manos y sangre regados por todos lados.
No sólo pongo atención a las expresiones de desacuerdo más visibles y más colectivas de los jóvenes mexicanos de hoy. También leo, con igual expectación y más gusto, a los que empiezan a organizar colectivos de lectura con base en las bibliotecas gratuitas que ellos mismos han vuelto accesibles a través de #bibliotuit. Me entero de las que organizan talleres de dibujo o escritura en lugares que están más allá de Cuautitlán (EHuertadixit). Estoy de acuerdo con los que insisten una y otra vez, otra vez y una (de otra manera no sería insistir) en que todo verdadero cambio inicia en el coto privado de nuestras decisiones más íntimas. Y me parece, porque creo que el Estado es una relación y no una serie de instituciones establecidas e inamovibles, que ese es el tipo de sociedad que nos merecemos: alerta, crítica, dinámica, propositiva. Esto apenas empieza, eso se dice, y ojalá sea así.
Mientras que los adultos acostumbrados a obedecer, o ya para siempre derrotados por el fracaso o la comodidad, o a los que animan intereses más oscuros y complicidades más viejas, se conforman con la mejor parte de un mal trato, adulando a una “democracia” a la que entrecomillan con toda justicia el escandaloso ejercicio de la corrupción y el mal uso de los recursos públicos; los jóvenes, hoy por hoy el verdadero tesoro de esta nación, hacen bien en reclamar la mejor parte del mejor trato posible: un estado de derecho en el que el primer derecho sea cuestionar al Estado y el estado de cosas imperantes.
No es necesario acudir a manuales de radicalidad y ni siquiera leer a Miller para saber, como se decía tantas veces en casa a la menor provocación, que nunca es una buena idea aceptar la peor parte de lo que aparenta ser un buen trato. Mejor aún: propongamos las bases de ese trato que es la relación en la que todos estamos juntos y a la que llamamos, por algo ha de ser, Estado. De eso, y no de otra cosa, se trata vivir en sociedad y tener, claro está, una relación.
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DESDE EL MAL DE LA TAIGA


Hoy terminé El mal de la taiga. Me gustó muchísimo. Me gusta que las palabras son musgo que crece imperceptiblemente y lo cubre todo. Me gusta que al escribir "esas cosas" abras paso a lo maravilloso en un camino ya pisado por lo unheimlichMe gusta haberlo leído con fiebre y con los efectos de la deshidratación de por medio. Supongo que el mal de la taiga no será tan diferente.






Ursula Fuentes-Berain [@ursulafg], escritora








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Monday, July 09, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA



El desamor y la pasión plasmados a través de una prosa ágil y bella en la nueva novela de  "El Mal de la Taiga". ¡Me encantó!






Javid Cabrera Gtz [@Javidcg], lector
Profile: In 1988, a terrorist commando unit was sent to prison by a military court they didn´t commit. I was also born. 




--crg

Sunday, July 08, 2012

 DESDE EL MAL DE LA TAIGA


El bosque llama a internarse en él e invita a escaparse de él. Más que una novela breve, El mal de la Taiga es una brevedad novelada, ese pequeño instante que está temblando ahorita, aquí, en nuestro bosque interno...





Eduardo Sabugal [@lagubas], escritor
Autor de Involuciones (2011), Liquidaciones (2012). El fragmento incluído aquí forma parte de "Bosquejo de un mal", el texto con el que Sabugal presentó El mal de la taiga en Puebla, el pasado 27 de junio.






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Saturday, July 07, 2012


EL LENGUAJE DE LAS PLACAS





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DESDE EL MAL DE LA TAIGA






 Qué bonito escribe, oiga. Su mal de taiga me tiene secuestrado.






Alejandro Páez Varela [@paezvarela], escritor y periodista
Autor de, entre otros, Corazón de kaláshnikov (2009); El reino de las moscas (2012). Es director de contenidos de sinembargo.mx




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Friday, July 06, 2012

DESDE EL MAL DE LA TAIGA



Que Cristina Rivera Garza despliega en 119 páginas el esqueleto de una novela. Fría. Dura. Recta. Eso le diría a un improbable lector al otro lado de la pantalla si me preguntara por El mal de la taigaQue sus recursos narrativos, sin duda, sumergen al desprevenido en un clima hostil, y conforme más avanza la novela, más se cuela el frío por la ropa, y uno desea huir de esos paisajes desolados, de los personajes incomprensibles, de esa prosa cortante y sus ínfimas oraciones. No puede. Debe seguir leyendo.


...[d]esde la primera frase, Rivera Garza sujeta a sus personajes con una prosa de hielo. Sus frases tan cortas y los saltos temporales, en vez de repeler, atrapan en una estética que se apega a lo desolado de los paisajes que describe. Con el paso de las hojas, las divagaciones de la narradora ya no molestan, sino que profundizan en el carácter de la protagonista e ilustran su entorno. La anécdota pasa a segundo término, y con cada paso hacia el final, se siente en los dedos un escalofrío que acerca a la locura. Entre carne de foca y bizarros puti-clubs, las escenas se van volviendo incomprensibles, y notamos a los personajes (y a nosotros mismos), padeciendo el temido mal de la taiga: El deseo de salir huyendo de esa eterna soledad, sin miedo a encontrarse de frente con la muerte.


...[E]l mal de la taiga juega con las percepciones del lector por medio de un lenguaje cuidado hasta el último punto... más de uno puede llegar a vibrar con la crudeza y la belleza de este libro.


El texto completo de "La escritora y el frío" en Ibero90.9 Libros




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