Wednesday, March 26, 2008

LAS AFUERAS/Edición Matutina



LAS GRIETAS SE LLENAN DE AGUA Y SE CORTAN Y SE DESPLOMAN
Un enorme bloque de hielo se desplomó súbitamente en la Antártida y puso en peligro a una sección aun más extensa, advirtieron Los Científicos. Las imágenes de satélite revelan la desintegración de un trozo de 415 kilómetros cuadrados (160 millas cuadradas) en el oeste del continente antártico, proceso que empezó el 28 de febrero. Es el extremo de la plataforma de hielo de Wilkins, que ha estado allí quizás unos mil 500 años.

Como Los Científicos divisaron las imágenes de satélite horas después que comenzó el fenómeno, desviaron las cámaras para enfocarlo e incluso lo fotografiaron desde un avión.

"Es algo que no se ve con frecuencia", comentó Un Científico. "Las grietas se llenan de agua y se cortan y desploman".

Aunque los témpanos se desprenden naturalmente de la plataforma, desplomes como éste son inusuales pero se están dando con más frecuencia en las últimas décadas, dijo.

El resto de la plataforma de Wilkins se mantiene de manera precaria y Los Científicos temen que también pueda desprenderse. Otros fenómenos similares ocurrieron en 1995 y el 2002.

Los Científicos dicen no estar preocupados de que aumente el nivel del mar por el desprendimiento actual, pero agregan que es un indicio de que se agrava el calentamiento global.

[leído y registrado por La Detective después de tomar café]

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Tuesday, March 25, 2008

LÍNEAS HUÉRFANAS

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Recuerdo, luego entonces, trastoco.

En algún momento ocurrió: abandoné la estabilidad del papel por la virtualidad de la pantalla. Y no puedo decir “no hay vuelta de hoja” para indicar que se trata de un proceso irreversible.

Todo encuentro es ilegible. Todo encuentro ocurre por primera vez. Si lo identificamos, es decir, si lo percibimos, eso no es un encuentro sino una repetición.

Las interacciones que transcurren en la vigilia son el pie de página del texto que construimos en el sueño.

La vigilia es la forma más lenta de lo narrado.

Si de la fórmula el-desarrollo-de-signficado-a-través-del-tiempo se elimina el término desarrollo, entonces queda una aproximación contemporánea a lo que construye la narración de hoy.

Los amores, como los años, cuando se cumplen es que ya los viviste.

El lugar de origen es una relación entre el cuerpo y su paisaje.

Sólo creo en la oración (el Gramático Religioso dixit).

El libro no ayuda a descubrir el secreto que hay en el lector; el libro, cuando es libro, produce ese secreto en el lector.

Escribir es, desde luego, el acto a través del cual el lenguaje se vacía. Escribir es vaciar.

Toda interpretación es un shock (y la escritura es traumática).

Quien nos ama, nos convierte irremediablemente en otro ser imaginario.

Escribir y amar son procesos similares: uno va hacia ellos como hacia el abismo. Uno va a ellos por el abismo. Uno regresa. Abismado.

Todo lo verdaderamente significativo ocurre siempre en el penúltimo (capítulo) (párrafo) (línea) (piso).

Entre los cuerpos que se desean sólo cabe la nube.

Uno nunca regresa, se sabe. Uno, creyendo que va de regreso, en realidad se desvía o inventa otro lugar.

El que cierra las puertas olvida con frecuencia que, una vez que desaparece el último sonido del cerrojo, tendrá que enfrentar la oscuridad de su propio sótano. A solas. El sonido de su corazón aterrado alrededor.

La que abre ventanas sabe que la vida, como la escritura, es cuestión de afuera. Cosa de alteridad y alteración. Aire.

Los libros en efecto ofrecen sus páginas de manera generosa pero nunca de manera indiscriminada. Así, producidos dentro del espacio de las almas afines, los libros sólo se dan a aquellos que saben leerlos, sólo a aquellos con los que existe la base de la afinidad y la probabilidad de la complicidad.

Un libro que no es, al menos, dos libros, no es un libro.

Un país es, acaso sobre todo, sus nubes.

La nube, como la palabra en el texto, protege el contenido del cielo.

Nos dimos a la tarea de perseguir nubes como si se trataran de mariposas o asesinos. Íbamos a la expectativa, sonriendo, pensando. Y entonces lo descubrimos. No nos cupo la menor duda: el cielo huye. En la ciudad, el cielo se esconde detrás de los edificios y las cúpulas. En busca de anonimato o de silencio, el cielo se parapeta tras los espectaculares y la contaminación. Intentando distraer a sus perseguidores, el cielo ronda los semáforos y actúa como si nada estuviera pasando cuando pasan los aviones. Se necesita perseverancia y método para alcanzarlo. Se necesita, sobre todo, saber exactamente cómo perder el tiempo.

Escribo y hablo. Escribo y enuncio. Escribo y oigo la escritura. Escribir altera.

Cuando el párrafo es párrafo, en realidad es verso.

Postear: Escritura con (a)hora.

El efecto de velocidad y la apariencia de inmediatez de la blog-escritura resultan de saltarse esa lenta convención capitalista que es el dinero.

La espalda es un poema en clave.

Dic Robe Juarr qu, cua de na ha serv hab co pal enter, ha q habl co pedaz d palab--reconq e olvi balbu y dej q lo pedaz s pegu des pues sol os co sueld l s hue y la rui s. Dic q lo troz os d alg sn anter a alg. Y, co puen lee, toy d acuer.

Uno va al mar. Uno va al mar y se detiene. Distancia anecdótica. El cuerpo tiene dos pies. Tiene dedos. Uñas. Quién es uno? Alguien se aproxima. Alguno se moja los dedos de un pie. Alguien deja huella. Uno no es dos. Me gusta el adjetivo “trémulo”. Mientras todo esto pasa yo pienso en otra cosa. Eso es lo que escribe en mí. La otra cosa que pasa mientras. Pero me quedé en que iba al mar. Me quedé adentro. Algo se aleja.

El escritor es un loco de (rel)atar.

El adolescente, a fin y principio de cuentas, siempre encuentra su casa. Cuando no lo hace, entonces se sabe, con toda la amarga certeza del caso, que ha empezado la edad adulta. El verdadero extravío.

Perderse para decir la vida, extraviada.

El yo escrito es un réquiem.

Narrar hace que mi relación con el mundo sea siempre triangular (y estoy consciente de que ésa es una figura divina).

Un Destino Enunciado existe y Alguien Que No Soy Yo lo vive ahora mismo.

Alrededor de estas palabras está la pantalla. Alrededor de la pantalla, el afuera de la realidad. Afuera, por cierto, llueve. Alrededor de la lluvia están las palabras.

Escribir aquí la palabra aquí no deja de tener su allá.

El mundo, tal y como lo conocemos, no es más que esta cruel y cotidiana (y por ello “natural”) conspiración contra la escritura. Porque cuando la escritura es, cuando se alcanza a sí misma, cuando se da, es puro anti-mundo. Es radical vértigo.

El que escribe, registra. El que registra, archiva. El que archiva, olvida.

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Monday, March 24, 2008

CITA TEXTUAL EN ITESM-CAMPUS MONTERREY



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MERECIDÍSIMO

Por unanimidad del pleno del Congreso del Estado de Yucatán, le concederá a Sara Poot-Herrera la Medalla de Honor Héctor Victoria Aguilar 2008, el viernes 28 de marzo a las 11:00 am en sesión solemne del Congreso del Estado.

Sara Poot Herrera fue nominada por el Centro de Escritores de Yucatán. Un día después del voto unánime de la Comisión Especial Temporal de Postulación de la presea, fue aprobada unánimemente también por el pleno de la sesión del Congreso.

En 2003 la misma medalla fue concedida a Juan García Ponce.

¿Quien era Héctor Aguilar Victoria (1886-1926)? Miembro del Partido Socialista Obrero y del Partido Socialista del Sureste en la época de Felipe Carrillo Puerto; constituyente que sobresalió por sus propuestas de los derechos obreros para los trabajadores de todo México.

El Honorable Congreso del Estado de Yucatán creó la Medalla de honor con su nombre. Esta se otorga a hombres y mujeres yucatecos que se distinguen por su ciencia o su virtud, en grado eminente, como servidores del Estado de Yucatán, de México y de la Humanidad.

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Wednesday, March 19, 2008

LAS AFUERAS/Edición Vespertina



LEVE INCLINACIÓN DEL EJE DE ROTACIÓN TERRESTRE

El equinoccio se producirá este 19 de Marzo a las 23:48 horas.

En la antigüedad su llegada era motivo de grandes rituales y celebraciones para todas las ivilizaciones.

Aún hoy sobreviven vestigios de estas costumbres en los carnavales y celebraciones religiosas que se llevan a cabo alrededor de esta fecha.

[leído y subrayado por La Detective mientras mastica una manzana]

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Tuesday, March 18, 2008

NESSUNO MI VEDRA PIANGERE


Messico, 1920. Nel manicomio La Castañeda, Joaquín Buitrago, fotografo fallito e morfinomane, ritrae la pazzia sul volto degli internati. Tra loro riconosce Matilda Burgos, incontrata anni prima in un celebre bordello: ossessionato dalle ombre di lei, dai suoi silenzi, cercherà di ricostruirne la storia. La marea di ricordi che sorgono dalla turbolenta esistenza di Matilda provoca anche nel fotografo una riflessione sulla propria vita. Un viaggio nel passato che forse salverà entrambi dalla sconfitta morale a cui sono destinati. Nata in Messico nel 1964, laureata in Storia, Cristina Rivera Garza ha insegnato in numerose università. È autrice di racconti e romanzi. Nessuno mi vedrà piangere, il suo secondo, ha vinto numerosi premi nazionali e ha ricevuto elogi da scrittori del calibro di Carlos Fuentes.

Genere: Letteratura
Tipo: Narrativa straniera
Collana: Amazzoni
Editore: Voland
Lingua/Edizione: /Italiano
Ultima edizione: 2008
ISBN: 8888700978
CM: 86952B
Pagine: 256
Formato cm: 14,5 x 20,5
Disponibile
Prezzo di copertina: € 14,00
Sconto: 10%
Prezzo scontato: € 12,60

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TRADUCCIONES DEL FRÍO

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

El frío me da frío. El frío me hace exclamar cosas inauditas. Amenazante y acorazado, el frío siempre se aproxima. Blanco. Silencioso. Cuando llega aquí, que es mi alrededor, se introduce hasta la médula de los huesos sin pedir permiso y, luego, se niega a salir. El frío me llama, susurrante. Hay un hueco en un lugar recóndito del cerebro que, en su presencia, se paraliza, estupefacto. Rostro de alabastro. Guiño encantador. Acaso por eso suelo salir a su encuentro, al encuentro del frío, tanto como puedo. Acaso por eso regreso, exhausta. Precavida. El frío queda en las afueras del mundo: de eso estoy segura. El frío siempre está un poco más allá, justo en ese lugar a donde no llega la mano o el entendimiento. El frío me hace pensar en vocablos como Jrastilavc, Schilenrik, Jreghjubern. ¿Cómo traducir, entonces, esa experiencia que siendo tan íntima como imponente también escapa, con singular habilidad, a los recovecos lenguaje?

Algo parecido debió haber pensado, presuntamente mientras se bañaba, Gianinna Reyes Giardello, estudiante de posgrado en el departamento de Español de la Universidad de Wisconsin-Madison. Interesada en participar, como lo había hecho en años anteriores, en La Inquietante (e Internacional) Semana de las Mujeres Traducidas, Giannina se propuso traducir su experiencia con el frío para todos aquellos que ya por fortuna o ya por desgracia no vivimos junto a cuatro lagos congelados durante un invierno que dura no menos de siete meses cada año. Acaso como el hielo justo en los últimos meses del otoño, la idea se extendió con suma rapidez por el campus universitario y, pronto, estudiantes de Alemania, Lituania, Camerún, Chipre, China, Cuba y Canadá, entre otros tantos, mandaron los textos que no tardaron en aparecer, como las primeras nevadas, en www.semanamujerstraducidas.blogspot.com, el blog oficial de la Internacional Semana que, como en años anteriores, fue cuidadosamente organizado por la poeta Amaranta Caballero Prado.

Todo habría quedado así, que ya era suficientemente bueno, si Giannina Reyes Giardello no hubiera entrado en contacto con Paloma Celis-Carbajal, la bibliotecaria encargada de la colección Ibero-Americana de la Memorial Library. Pero Giannina se puso en contacto con Paloma y, entre las dos, con envidiable energía, se dieron a la tarea de ubicar recursos y encontrar ayuda (el diseño gráfico fue de Dan Joe; las relaciones públicas corrieron a cargo de Don Jonson; la página web quedó en manos de Tony Krier; las traducciones y la edición fue de John Burns) para organizar una exposición de estos y otros textos del frío en la entrada del recinto universitario, así como para convertir lo expuesto en una plaquette que pronto ya verá la luz. Así, entre el ir y venir en los cortísimos días del invierno, los estudiantes del lugar han podido detenerse aunque sea por un momento para reflexionar, junto con sus colegas de otros lares, sobre ese término entre bizarro y exacto que es el Wind Chill Factor, el nombre con el que oficialmente fue inaugurada la exposición el 11 de marzo pasado*.

Giannina Reyes lo explica todo en “Érase que se era…”, el texto con el que participa en esta exposición-libro: “La definición de frío cambiaba cada día, incluso cada hora. Me descubría en las calles pensando que lo que sentía era, ahora sí, el verdadero frío; pero al día siguiente, cuando el termómetro bajaba un poco más, volvía a decirme lo mismo. Arrebatando sustantivos dejé el clima de muchos días sin nombre. Comencé a utilizar términos en inglés para los cuales aún no encuentro un equivalente aceptable. Un buen ejemplo es carámbano que parece más un término de billar y no un pedazo de hielo que cuelga de las puertas y ventanas. Otro, mi favorito, es wind chill factor. La traducción, temperatura aparente o temperatura de sensación, no define ni de lejos algo que podría explicarse como: estúpido viento matador que congela hasta el blanco de los ojos”. De difícil traducción, en efecto, el wind chill factor nos recuerda, de manera ineludible, que el frío siempre es peor de lo que parece.

Hay un mundo allá afuera, dicen estos textos con alarma o convicción, donde ocurren cosas incomprensibles. Por eso Saylín Álvarez, originaria de Camagüey, Cuba, aprovecha la invitación para escribir una carta con consejos y lecciones dirigida a su hija recién nacida en las tierras del invierno. Por eso Kristina Puotkalyte-Gurgel describe con sumo cuidado en lituano y en inglés esos “lugares vulnerables” que son las primeras víctimas del frío: “algún sitio alrededor del cuello”, por ejemplo. Por eso Vanesa Fitzgibbon, de Sao Paulo, dirá que su deseo más grande era, el acento es sobre la conjugación en tiempo pasado, pasar una navidad blanca. Por eso el texto de Tianlin Wang, de China, se reduce (o se expande) a un “¿Por qué?”, repetido tres veces entre signos de exclamación y signos de interrogación. ¿Por qué?

Algo parecido me preguntaba yo mientras daba mis primeros pasos, entre mesiánica y atónita, sobre la superficie congelada de un lago. “Esa”, me decían mis anfitriones señalando un leve promontorio sobre la capa de hielo, “fue alguna vez una ola en movimiento”. “Aquellos”, continuaban con el dedo índice escapándose rumbo al horizonte que formaban las espaldas encorvadas de una docena de hombres que sostenían unas cañas de pescar entre las manos inmóviles, “son los pescadores del invierno”. “Esto”, el énfasis caía ahora justo sobre los pies que, poco a poco, se acercaban a una grieta, “es la señal de que se acerca la primavera”. Entonces el hueco ese en el lugar recóndito del cerebro que suele quedarse paralizado ante la llegada del frío, se llenó de una suerte de melancolía absurda, de algo así como un paradójico pre-duelo, ante la inevitable aproximación del mundo normal. El mundo de los de adentro.

* Wind Chill Factor. Translations of the Cold. University of Wisconsin-Madison International Students. Para más información ir a: http://memorial.library.wisc.edu/windchill/

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Tuesday, March 11, 2008

LOS CONVERSADORES PROFESIONALES

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periodico mexicano Milenio, seccion de cultura]

De la misma manera en que los que saben matar se contratan como mercenarios, los que saben historiar se contratan (cuando les va bien, claro) como investigadores en instituciones académicas, o los que saben manejar trabajan como taxistas o choferes, los escritores que, con frecuencia inusitada y acaso paradójica, gustan de discurrir, a veces hasta jocosamente, sobre temas varios, deberían contratarse como conversadores profesionales.

A veces, como a Jorge Ibargüengoitia, me da por imaginar oficios imposibles.

El conversador, se sabe, nace así. No hay otra escuela más que la práctica ni otro entrenamiento más que la interacción. Social por naturaleza y amable por afición, el verdadero conversador se sienta a la mesa y, sin imponer tema alguno, aunque sí sugiriéndolo, aborda la plática de la misma manera en que un nadador, por ejemplo, se inmiscuye en la corriente del río. Ese tipo de contacto. Ese tipo de complicidad. Sabe, también por instinto, cuando hay que agregar el chiste que evitará el aburrimiento o la decepción y cómo evadir asuntos que siempre terminarán en disputa o en un mal sabor de boca generalizado. Los hay, por supuesto, de distinta estirpe —más o menos virulentos, más o menos escandalosos, más o menos murmurantes— pero la misión del conversador es siempre la misma: que la conversación siga. Nada más. Un cuarto lleno de murmullos. El ritmo de esa cosa que se comparte y se va. Vuelo de la vocal en vilo.

Del conversador nato, que nos alegra las cenas y nos intriga con sus conocimientos varios, al conversador profesional, no hay tantos pasos.

Veamos la siguiente situación claramente hipotética.

1) El Posible Anfitrión Profesional se encuentra con el siguiente anuncio en una prestigiada revista de circulación más bien restringida: “Grupo de conversadores profesionales ofrecen sus servicios para realzar sus eventos sociales. Los temas incluyen pero no están limitados a: cine contemporáneo, identidades fronterizas, amenazas ecológicas varias, las dudosas virtudes del éxito, libros recientes, cinismo hoy (con cultas referencias a Sloterdijk), filosofía francesa (con énfasis en Derrida y Cixious), El Estado Actual de Todas las Cosas del Mundo. Vestuario Incluido. Costo por hora o por evento. Contacto en la siguiente dirección electrónica: xxx@xxxx.xxx.xx”.

[aquí se esconde el paso del tiempo]

2) Los que hasta ese momento han sido solamente Conversadores Natos reciben esa oferta electrónica por medio de la cual se convierten, al menos formalmente y con más titubeos que firmeza, en Conversadores Profesionales. Enfrentados de manera irremediable con asuntos éticos (¿es moralmente correcto “vender” una conversación?, ¿me transforma esto en un mercenario de la palabra hablada?), los conversadores deciden experimentar. Al menos una vez, dicen.

3) Una no-tan-módica cantidad llevará, entonces, al grupo conversador hacia el sitio del evento. Ataviados para la ocasión, ahora todo es cuestión de diseminar estratégicamente conversaciones sobre, digamos, la teoría del caos, las identidades contemporáneas o las vicisitudes del arte y el mercado. Y cuestión de apostarse en distintos puntos del lugar para que la conversación general fluya. Cuestión de tomar la copa de martini o la flauta champañera con naturalidad mientras se discurre, con sincera pasión, incluso con encono, sobre El Estado Actual de Todas las Cosas del Mundo.

4) ¡Ah, la satisfacción del anfitrión al escuchar, ya en el momento mismo del evento o algunos días después del mismo, que sus reuniones son amenas, sofisticadas y muy cool-tas!

5) Y todo esto por una no-tan-módica (insisto en el negativo) cantidad que sacaría de apuros a muchos, combatiría el desempleo cultural, y promovería, para colmo de bienes, aquello de que hay que gozar de verdad con el trabajo propio.

La idea es, por supuesto, dominguera y, por lo tanto, posible. Después de todo no fue hace mucho que oficios tan singulares como, por ejemplo, sacar a pasear una docena de perros o cuidar de gatos (y/o serpientes y/o pericos, etc.) mientras el dueño se va de viaje, parecían más producto de la imaginación de un diletante que posibilidades reales. Como lo atestiguan los parques de las metrópolis más diversas o las paredes donde se cuelgan anuncios de empleo, estos trabajos se han convertido en elementos más bien cotidianos de la vida contemporánea. Así las cosas, no debe haber mucho trecho entre imaginar células conversatorias varias interesadas en contribuir al diálogo social y ser testigo presencial de la formación de ese primer sindicato universal a cargo de proteger los derechos de los últimos conversadores humanos. Faltaba más.

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Tuesday, March 04, 2008

PROSA EN POEMA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

En una de las escenas de The Monkey’s Mask, la novela versal que la australiana Dorothy Porter publicó en 1994 con el sugerente subtítulo de “An Erotic Murder Mystery”, la detective Jill Fitzpatrick intenta concertar una cita con el poeta Bill McDonald, uno de los sospechosos del asesinato de Mickey Norris, la jovencita de 19 años que, a decir de su padre, gusta de vivir “dentro de su cabeza”. Reacio al encuentro, el poeta McDonald contesta la llamada y, aclarándose la garganta, pregunta: “¿Qué quieres?//Sólo platicar/acerca de algunos poemas.// ¿Mis poemas?//” Antes de seguir adelante, antes de contestar que esta vez no se trata de sus poemas, sino de los poemas poco discretos escritos por la chica asesinada, la detective Fitzpatrick no puede evitar intercalar el comentario: “¿Mis poemas?//¡dame a una novelista modesto!//No, hombre, no esta vez//. Los poemas de Mickey.”

Hay algo de esa energía irónica y descreída, de ese suspicaz comentario de último minuto y al margen, en las relaciones que guardan el párrafo y el verso, la narrativa y el poema a lo largo de las páginas de The Monkey’s Mask –una novela detectivesca, en efecto, en la que se entremezclan el sexo y el asesinato, y por supuesto, la escritura. Respetando los principios del género, la anécdota gira en torno al misterio que oculta y expone –las dos cosas a la vez— el cadáver, apenas descubierto a medio enterrar, de una joven mujer que ha leído demasiada poesía, tal vez no de la mejor calidad, y que ha intentado escribir la propia. El detective es, aquí, una detective de pelo corto, cigarro en boca, pose de gamberro, con una propensión acaso mórbida por la Mujer Equivocada. Los sospechosos: un par de poetas en un medio intelectual que produce abundantes lecturas de poesía en las que importan más la socialización y los contactos y la próxima publicación que las palabras mismas. Todo esto se desarrolla en breves capítulos que, funcionando a la perfección como poemas aislados, conservan, sin embargo, la tensión narrativa entre ellos. La pregunta aquí, naturalmente, es ¿por y para qué? ¿Por qué y para qué escribir una novela en verso si es posible, de hecho, si es esperable, hacerlos de otra forma? ¿Qué le agrega o le quita a la forma de la novela la escritura en verso?

Decía Dorothy Porter, una de las autoras australianas contemporáneas más innovadoras de su generación, que no otra cosa sino la vanidad –la vanidad de poder ver libros de poesía en los anaqueles de las librerías, la vanidad de ser leída– es lo que se encuentra en la raíz misma de su interés por escribir novelas en verso. Sarcástica y certera a la vez, Porter anuncia así que su experimentación con la combinatoria de géneros se debe menos a un afán hermético o puramente libresco, y más a la necesidad de expandir los alcances de los libros en poema. Creyente en una poesía lúcida (y lucida), es decir, aquella en la que la urgencia de la enunciación va de la mano con “la cuidados e incluso amorosa selección de un lenguaje a través del cual la luz brille”, Porter también cree que “la poesía arde por más tiempo que la prosa” y es por eso que escribir, y leer, novelas versales constituye, en su opinión, una experiencia singular que bien puede contribuir a que los libros poesía trasciendan el coto más bien estrecho, más bien selecto o elitista, del lector de especializado, para llegar a donde la poesía –a donde los libros en general-- deben de llegar: el mundo de los lectores que buscan trastocar sus vidas. ¿Y qué mejor que una novela escrita en verso, evidencia en sí misma de trastocamientos de género, para trastocar los sentidos y las prácticas de los lectores?

En esa exploración de los orígenes modernos del poema en prosa que es The American Prose Poem. Poetic Form and the Boundaries of Genre, Michel Delville señala la relevancia de, entre otros, Baudelaire (Paris Spleen), Wilde (Poems in Prose) y James Joyce (Ulises) en tanto antecedentes necesarios de una corriente que más bien define como “una plataforma para varias negociaciones intergenéricas que promueven un intercambio dialéctico no sólo entre varias tendencias y modos de la poesía contemporánea sino también con un número de discursos extraliterarios u otros modos de representación”. En todo caso, se trata, según Delville, de una “subversión consciente de la tradición prosística”. Es de esa manera que Delville introduce sus análisis específicos de autores como Gertrude Stein, Sherwood Anderson, Kennethe Patchen, Robert Bly, Charles Simic, para concluir con los representantes más reconocidos de la Language Poetry, especialmente con aquellos comprometidos con el así llamado nuevo poema en prosa.

Es en el contexto de este tipo de discusión y análisis que la novela versal de Porter –un ejemplo de prosa en poema, más que de poema en prosa— se vuelve un artefacto más escurridizo e interesante. Impredecible y lúdica, The Monkey’s Mask en efecto hace patente, y luego entonces cuestionable, las nociones de estructura y manejo de lenguaje que con frecuencia se asocian a las novelas escritas en prosa. Sin embargo, la obra de Porter es capaz de capturar al lector más por lo que apropia y congrega que por lo que niega u opone. La anécdota y el desarrollo narrativo están ahí, cumpliendo las funciones para las cuales fueron creados; tal y como lo están, también y esto con todas las de la ley, los poemas y los versos que componen a esos poemas. La obra se lee, y esto lo pueden atestiguar una gran diversidad de lectores tanto en su Australia natal como en el mundo de habla inglesa, de una sentada. Más interesante que difícil, más inteligente que complicada, The Monkey’s Mask es un libro lúcido en tanto se sirve de formas aceptadas para, en perpetua colisión, producir un cierto tipo de intercambio, al que Porter gusta de llamar “entendible”, entre la poesía y la prosa.

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