Monday, April 30, 2012

DIGITAL FAIRIES

Nimah Thornton, "Fairies at the Bottom of the Garden: Writers Crossing Digital Borders," in FIAR, Forum for Inter-American Research/ The Journal of the International Association of Inter-American Studies.

"Unlike the other three Mexican writers, Cristina Rivera Garza uses Facebook as a way of disseminating her posts on her blog. Entitled “No hay tal lugar: U-tópicos contemporáneos” Rivera Garza is very deliberately foregrounding the idea of space on and off-line. The front page of the blog has her posts on the left hand side, photos of her books and collections in which she has published on the right, and below these images are an archive of her blogs. After the first two images of the books there are links to two other projects: “Mi Rulfo mío de mí” [My very own Rulfo], reflections on reading Juan Rulfo’s Pedro Páramo, and “Las aventuras de la increíblemente pequeña” [The adventures of the incredibly tiny], a largely image based work. These last two are external sites. The book images aren’t live links, therefore to get more details on her publications and where to source them the reader would have to look elsewhere."


Artículo completo aquí.


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Sunday, April 29, 2012

LA INCREÍBLEMENTE PEQUEÑA VA A SEÚL: UNA DIMINUTA AVENTURA EN FORMA DE CHARLA



Universidad Nacional de Seul
Abril 30, 2012. 14 hrs.
Sala de conferencias del edificio Sinyang

¡Allá nos vemos!


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Thursday, April 26, 2012

SEÚL

Citational Aesthetics: "Writing-Through" in Latin American and Spanish Literature Today
at the Third AALA Asia Adrica Latin America Literature Forum
Finding the Global in the Local

April 26-28th, 2012
Incheon, Korea

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Monday, April 23, 2012

CORRESPONSALES DE GUERRA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura] 

Escribí este texto, de pronta aparición en una serie de ensayos sobre poesía en la editorial Bonobos y cuyo subtítulo es “Escribir de otra manera frente al horror”, con el poeta Javier Raya. Aquí va un adelanto apenas.

+
La responsabilidad implica co-responsabilidad: el responsable lo es frente a algo que le da la medida de su exigencia; es responsable frente a algo, además: un tipo de autoridad que lo responsabiliza directamente por el grado de cumplimiento de dicha exigencia. La figura del corresponsal de guerra, en una lectura amplia y hospitalaria, implica la figura del que documenta, del que hace posible la participación de la comunidad en el asombro y el horror. Ligado a la esfera del periodismo, es una figura a veces heroica y que en su seno admite, acaso involuntariamente, la complicidad del espectáculo de la simulación, del despliegue del horror y en algunos casos, de la desensibilización comunitaria frente a los hechos surgidos de la atrocidad. Su papel exige un constante cuestionamiento de su realidad más inmediata y también una responsabilidad, así fuera testimonial, frente al estado de cosas que presenta la realidad.

Es en este sentido que deseamos abordar la escritura literaria –la escritura a secas- como un espacio de conflicto perpetuo, es decir, de diálogo, entre aquellos que han asumido la escritura como un modo de contacto necesario e irremplazable con su realidad, y las estrategias que han adoptado para hacer efectivo ese contacto en la pervivencia de la palabra escrita; o en este caso, oral.

Nos explicamos brevemente.

Un método genérico de producción textual no puede sino resultar en la afirmación del género como método privilegiado y legitimado por su sola recurrencia en la insistencia sobre textos así, genéricos, es decir, ligados íntimamente a una práctica de escritura recurrente y, por otro lado, en una acepción más cotidiana, el del espectro farmacéutico de la palabra genérico, al texto cualquiera, un texto x que puede ponerse en lugar de otro texto x, porque genéricamente –es decir, estructuralmente- ocupan el mismo espacio discursivo sin cuestionar su propio procedimiento de producción. El argumento en vistas, el de una forma de escritura que cree y cancele su modo genérico, es decir, que sea cada vez, cada uno de ellos único exponente de un género literario inmediatamente cancelado participa de una visión utópica sobre la que no insistiremos en este lugar; es necesario, con todo, hacer una o dos puntualizaciones –preferentemente una sola- sobre la posibilidad de encarar la conversación como un género del discurso, casi por accidente llamado literario.

Si pudiéramos afirmar un horizonte de deseo para el texto, o el texto más bien como la forma horizontal de un deseo, esto implicaría la puesta en relación de distintos aspectos de la escritura y el decir literario con el sufrimiento social.

Pensamos en sufrimiento no desde su arista liberal y sobre el gesto imperialista de apropiación del discurso por parte del escritor –gesto que no dejaremos de remarcar, si no de denunciar-, sino en el sufrimiento como el resultado de acciones y políticas públicas sobre las que el escritor debe posicionarse, y se posiciona implícitamente siempre, a partir de su propio trabajo.

Cuando uno dialoga es vulnerable: la palabra hablada no tiene la “seguridad” de la tipografía; hay vuelcos, cambios de opinión, interrupciones de la realidad cotidiana. Pero al querer abordar el tema de la poesía en relación con el sufrimiento social nos pareció un ejercicio pertinente –además de sumamente gozoso- el desmarcarnos de la ruta del ensayo a cuatro manos y proponer, en cambio, una forma acaso más primitiva, la de la conversación a dos voces. Mediante este ejercicio deseamos –en ese deseo del cuál toda escritura es encarnación, o en su defecto, de cuya falta, de cuya herida da cuenta- que el texto tome la forma de sus hilos conductores: la realidad como un espacio contingente de discursos, el texto como una estrategia de captación de lo real, pero sobre todo, como un espacio único para imaginar lo que esa realidad todavía no es, lo que puede ser, lo que está por ser.


+
Triángulo no equilátero: horror, lenguaje y dolor

[CRG] Ya veo, you're an optimist...
[JR] Soy un pesimista con buena actitud.
[CRG] Creo que la historia del triángulo no equilátero sería más o menos así, señor Raya: Hay tres puntos que unen, de una manera desigual y siempre dinámica, el horror, el lenguaje y el dolor. Siguiendo las ideas de Cavarero, en el libro de Horrorism, tendríamos que iniciar por aceptar que hay una diferencia significativa entre las consecuencias sociales y culturales del terror y las del horror. Cavarero hace una muy interesante genealogía de... ¿cómo se le llama a esto?

* CRG Se refiere al libro de Adriana Cavarero, Horrorism. Naming Contemporary Violence (New York: Columbia University Press, 2009)*

[JR] Filológica.
[CRG] ...filológica de terror como la experiencia que se encuentra dentro de la esfera del miedo y que conmina al cuerpo a alejarse de la fuente del terror para a poner a salvo la vida propia. De alguna manera, tratándose de una experiencia extrema, que lo es, ofrece, sin embargo, la oportunidad de la salvación individual y social; la posibilidad de una acción autodirigida, en todo caso, de una agencia activa por parte del sujeto. El horror, por el otro lado, se encuentra, no en la esfera del miedo de acuerdo a Cavarero sino, sobre todo, dentro de la esfera del ojo. Y esto tiene que ver con la parálisis, la imposibilidad de respuesta que el espectáculo del horror ocasiona, porque lo que el horror hace –su gran espectáculo- no es ni siquiera atentar contra la vida humana, que sería una consecuencia a veces deseable y a veces incluso no deseable del espectáculo mismo, sino atentar contra la condición humana.

[JR] Incluso políticamente inevitable.

[CRG] Todos los procesos de desmembramiento y desfiguración que forman parte del horror son acciones que atentan contra la condición humana, y por eso no sería descabellado decir que el espectáculo del poder que los mexicanos hemos sido obligados a atestiguar día con día es un espectáculo de horror que tiene, en sus dimensiones más extremas, puntos comparativos con el horror de genocidios como los de Auschwitz o los de...

[JR] Kosovo o Armenia...
[CRG] Kosovo, o Armenia, antes. Cavarero hace otra distinción que a mí me parece muy importante resaltar también al inicio de la conversación: nos habla del estado de vulnerabilidad del cuerpo como una condición humana y la gran diferencia que se establece con la inermidad, con el estado inerme. El estado inerme es creado artificialmente, es manufacturado y está sobre todo relacionado a fenómenos que tienen que ver con la tortura. Algo que, por ejemplo, en el libro de The Body in Pain (que se estudió por los 70 u 80, que tiene que ver con documentación de derechos humanos y la tortura) parece comprobar debidamente.

[continuará]

@criveragarza
criveragarza@gmail.com

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Wednesday, April 18, 2012

LA CÁMARA VERDE



LA CÁMARA VERDE, Periódico de Poesía No. 48

RE

No me refiero a la nota musical. Tampoco a la abreviatura seguida de dos puntos que aparece en el campo “asunto” en la cabecera de los mensajes de correo electrónico. Es algo a la vez más simple y más complejo: un prefijo, eso que según el latín (præfixus, participio de præfigĕre) significa ‘colocar delante’. No debe ser del todo casual que, en una época de cambios tecnológicos que ha propiciado la sobreproducción, cuando no la saturación, textual, uno de los prefijos más usados en el campo de la escritura indique tanto repetición como retroceso (por ejemplo, en renombrar, refluir), intensificación y oposición (por ejemplo, recargar, rechazar), así como inversión (por ejemplo, reprobar). Los distintos procesos de rescritura que han caracterizado a muchas de las prácticas conceptuales que se llevan a cabo hoy en día, en efecto, renombran, recargan, redireccionan, rechazan y hasta reprueban las literaturas afincadas en conceptos de originalidad y autenticidad propios de la época moderna. De ahí que la traducción al español de un concepto como ‘repurposing’ –fundamental en el aparato teórico que Kenneth Goldsmith ha puesto a funcionar en Uncreative Writing: Managing Language in the Digital Era– haya requerido conversaciones constantes y consultas varias. Al final, o mientras tanto, el poeta tamaulipeco Marco Antonio Huerta, cuidadoso observador y entusiasta de las prácticas conceptuales, ha optado por el término ‘repropósito’ para dar cuenta de las distintas formas de apropiación que distinguen a las rescrituras en la era digital. Se reusa, claro está, y se recicla y se recontextualiza y, en general, se cita literalmente y sin comillas para desestabilizar un sistema de autoridad más interesado en la ganancia y el prestigio que en el lenguaje. De ahí la relevancia de esta primera traducción al español de un libro que, desde su publicación el año pasado en los Estados Unidos, ha generado conversaciones amplísimas tanto a nivel literario como cultural y político sobre lo que hacen y, sobre todo, lo que pueden hacer los escritores de hoy. Esta traducción sin duda ayudará a enfocar de manera literaria, y no legalista o, peor, moralista, las muchas discusiones existentes y las venideras, alrededor de prácticas de escritura que algunos conocen como reapropiación y otros denominan como plagio.

Marco Antonio Huerta nació en Tampico, Tamaulipas, México, 1978. Premio de Poesía del Noreste 2005. Traductor y poeta post-conceptual. Autor de La semana milagrosa (Conarte, 2006), Golden Boy (Letras de pasto verde, 2009) y Hay un jardín (Tierra Adentro, 2009). En el verano de 2009 optó por asesinar a su “yo” lírico decimonónico. Sus textos han aparecido en antologías y publicaciones periódicas de México, España, Uruguay y Estados Unidos. Ha participado en foros de escritura experimental como Not Content, curado por Vanessa Place y Teresa Carmody (Los Ángeles, California, 2010) y en el & Now Festival (San Diego, California, 2011). Tuitea desde @moteltampico.

Dice el poeta y artista conceptual Efraín Velasco que, de un tiempo para acá, hace su trabajo con singular alegría. Y se le nota. Ya por sesuda reflexión sobre la materia con la que trabaja o ya por el no menos intenso método del objeto encontrado, Efraín ha combinado su experiencia en museos y archivos y en la página misma para poner a funcionar sus curiosas máquinas estéticas que, no por hermosas, dejan de tener un peso cultural y político de relevancia para la comunidad. El trabajo con imágenes estereoscópicas que comparte con los camaraverdinos de abril inició hace tiempo, cuenta, luego de asistir a la presentación de un fondo fotográfico registrado por exploradores del siglo XIX. Ahí empezó a hacerse preguntas sobre “qué pasaba con el texto puesto en el espacio, con el texto vuelto tridimensional pero no en un sentido volumétrico”. Dice a manera de introducción para su entrega de este mes: “Entiendo que, a manera de una imagen icástica, en los pares estereoscópicos, el cerebro convoca una tercera imagen que sólo existe de una manera más íntima, entonces irrepetible y fugaz. Un poema dispuesto en la forma de par estereoscópico, opera en el límite de lo legible, pues la intermitencia entre su plano de expresión física –en la impresión visual de las grafías– y en el plano de contenido –en tanto que el conjunto textual pretende un sentido en la lectura–, requiere de un lector dispuesto, no sólo a realizar el esfuerzo de ver el texto y de leer el poema, sino también uno que guste del vértigo de esta discontinuidad en loop”. Yo le dije que ésta era una forma bastante reflexiva de pedirnos que hiciéramos bizcos para apreciar el momento en que la imagen y el texto se vuelven uno en ese espacio íntimo de lo que sólo el uno puede ver.

Efraín Velasco (Oaxaca, 1977) Poeta y artista conceptual con estudios de arquitectura e historia del arte. Es autor del libro & mi voz tokonoma (FETA, Premio nacional de poesía joven Elías Nandino, 2008), y ha sido incluido en antologías como País de sombra y fuego (Maná/ U. de G., 2010), Los mejores poemas mexicanos (f,l,m./ Joaquín Mortiz, 2006) y Oaxaca, siete poetas (Almadía, 2006), entre otras. Trabajó como coordinador de exposiciones en el Museo de los pintores oaxaqueños (MUPO) y en el Centro de las artes de San Agustín (CASA), así como en la subdirección del Museo de arte contemporáneo de Oaxaca (MACO). Ha participado en exposiciones colectivas en distintos espacios expositivos en México y en Estados Unidos. Fue becario del FONCA.

¿Desde hace cuánto tiempo estamos en el presente?, se pregunta Iraí Garrido Hernández, conocida en el mundo twitter como @_manchas_ . Sus preguntas, y eso lo saben ya los lectores que congrega en el Time Line, no son simples. Iraí combina sus conocimientos de física y matemáticas –no por nada estudió la Licenciatura en Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM– con observaciones siempre puntuales de la vida cotidiana y, con frecuencia, amorosa –no por nada en su pequeño párrafo de autopresentación ha incluido el verbo amar conjugado en primera persona como una de sus activiades personales– para producir imágenes contrastantes, inusuales, pérfidas, nunca inocentes en todo caso, de la realidad que nos tocó vivir. Así que ¿desde cuándo estamos en el presente? Pues desde que estamos todos en twitter, le diría yo si fuera enteramente cínica. Desde que nos pusimos a practicar esta forma de escritura que, sin obedecer necesariamente a los parámetros literarios de los textos de la modernidad, produce sin embargo esta experiencia de un presente compartido donde lo personal y lo fictivo se dan la mano con singular informalidad. O algo.

Iraí Garrido Hernández, nació en febrero de 1984, en Puebla. Estudió la Licenciatura en Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Está obsesionada con los dinosaurios. Ama. Afirma que algún día será filósofa.

Queridos lectores camaraverdinos, nos cuentan que, alguna vez, abril fue cruel. Les pedimos que reconsideren, muy de acuerdo con los flujos del prefijo re, esa posibilidad. En todo caso, vamos hacia la primavera como hacia la victoria, siempre.

San Diego/Tijuana, Abril 10, 2012
(Mientras escuchaba/veía a Grimes, Full Performance (Live on KEXP)


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HOY

Instituto Cervantes de Lisboa
Club de Lectura coordinado por la escritora cubana Karla Suárez
Charla sobre La muerte me da
18:30 hrs.

Informes completos aquí.

¡Los esperamos!


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Tuesday, April 17, 2012

NON-FICTION

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Dice que no es creyente pero que le han pasado algunas cosas a últimas fechas que lo hacen dudar. Dice que no le creeré. Dice que me contará, cuando le insisto que lo haga, pero que no está seguro. Y es entonces que, entre cambio y cambio, me mira por el espejo retrovisor y noto la diferencia.

Beto es el taxista que siempre me lleva al aeropuerto cuando salgo de Tijuana. Desde que lo conozco, que ya tiene tiempo, insiste en que algún día terminaré escribiendo alguna de las historias que me cuenta. ¡Y me cuenta tantas! En las vueltas al aeropuerto he conocido, a través de su voz, un cierto submundo de la ciudad fronteriza que de otra manera no visito. Beto trabaja mucho también con las chicas de la zona y ya en alguna ocasión me tocó compartir servicio porque andaban, como me lo explicó, apurados. Esta vez es distinta. En lugar de empezar su relato con la algarabía que lo caracteriza, usualmente subiéndole al mismo tiempo el volumen al radio, me esconde la vista y hasta cierra las ventanillas del auto. En un momento o dos recordaré cómo, al subir, admiré lo limpio que estaba, lo bien que olía. Lo inmaculado.

Dice que la recogió, como a tantas otras, en una esquina cualquiera. Dice que sus largos cabellos cobrizos, sus ojos claros, su acento de las afueras. Dice que se trataba de una chica muy joven, de las que aseguran tener 20 cuando apenas si andan rozando los 16 y que por eso son bonitas de verdad. Dice que la chica recibió una llamada por teléfono y que, todavía con el aparato sobre la oreja, le indicó el destino final. Dice que ahí donde estaba, en el asiento delantero, se quitó el pants deportivo y se puso un vestido entallado, verde, en realidad encantador. Dice que el destino final era un hotel.

Nunca antes me habían dado escalofrío las historias de Beto. Pero ésta, aún antes de conocerla del todo, me lo provoca. De repente tengo deseos de que guarde silencio. De repente tengo la esperanza de que algo pasará en la calle o en su cabeza y dejará de contarme lo que irremediablemente me cuenta. ¿Quién que haya vivido en México el último sexenio no sabe el final ya?

Dice que le pidió el número de teléfono para que, al terminar su trabajo, pasara por ella al mismo lugar. Dice que entre una cosa y otra, se abrieron de capa y se contaron lo que se puede contar en un servicio. Dice, y esto lo dice otra vez ensartando su mirada apesadumbrada, su mirada afectada por algo que justo en ese momento no sé si llamar metafísico, en el espejo retrovisor. Dice que nunca le habló.

Sé que todavía no llega el punto que realmente me quiere contar porque hace pausas cada vez más largas. Algo discutimos alguna vez sobre el papel del silencio, del espacio en blanco, en la construcción del suspenso. Mientras calla veo los grandes espectaculares. Eligio Valencia 2012. Me río, claro; luego me vuelvo a reír cuando me percato del equívoco. Eligio no lleva acento en la o.

Dice que a la siguiente mañana lo supo todo por la televisión. Dice las palabras de siempre: encontrada muerta, asfixiada, cuerpo sin identificación. Dice que tuvo que responder preguntas en la estación de policía. Dice las palabras de siempre: sin identidad, sin familia, sin qué más.

No sé si en ese momento o después que empieza la náusea. No sé en qué momento me percato que, apenas unos días atrás, leí palabras similares respecto a un poeta y traductor cuyo crimen permanece sin esclarecimiento alguno: atado de pies y de manos, cinta canela en la cabeza, golpe o disparo de gracia. Cada vez están más cerca, me digo, mientras quito la mano instintivamente del respaldo del asiento donde se había cambiado de ropa la muchacha.

Dice que otro día, un día también de entre semana, le volvió a pasar algo parecido. Dice que esto es lo que no le voy a creer. Dice, abriendo los ojos pero manteniéndolos paradójicamente sombríos, que cuando la chica joven se subió al auto iba ya contestando una llamada. Dice que respiró profundo y dudó. Dice que, luego, envalentonado o comprometido, en todo caso fuera de sí, le contó lo que le había pasado a la otra chica para convencerla de que no fuera sola a cumplir con una cita de trabajo a un hotel. Dice que le dijo: era una chica tan joven como tú. Dice que en ese momento la muchacha nueva se quedó callada y le hizo preguntas. Dice que al final, cariacontecida pero sin derramar lágrima alguna, le dijo que era su hermana. Dice que entonces marcó un número y en voz muy baja le dio la noticia a su madre. Dice que dijo: Ya sé dónde está mi hermana.

¿Cuáles son las probabilidades reales?, me pregunta como si yo lo supiera. ¿Puedo o no puedo ver claramente la intervención de algo más allá de nuestra comprensión habitual?, insiste. No sé que pensar ni de la conversión religiosa que me anuncia ni del paisaje que, gris, se desdobla en polvo y ruido del otro lado de la ventanilla. Qué íntima es a veces la tristeza social. Y viceversa. Dice Carlos Beristáin, sociólogo y médico, perito de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, que la violencia en México ha alcanzado los grados de catástrofe. También dice que el legado de esta violencia impactará, al menos, dos generaciones enteras. Los duelos. La rabia. La impotencia.


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Sunday, April 15, 2012

POR SI EN LISBOA, UNA PRIMAVERA

Martes 17 de Abril, 10:00 am
Las aventuras de las escritora errante y el extraño caso de la lengua postmaterna: I Jornadas de Lingüística Hispánica

Miércoles 18 de Abril, 6:30 pm
Instituto Cervantes: La muerte me da

Jueves 19 de Abril, 7:00 pm
Ninguém me há de ver Chorar
Libraria Ler Devegar, lx Factory


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Thursday, April 12, 2012

DESDE DOLERSE

Comentarios sobre Dolerse. Textos desde un país herido en Narrativas Digitales


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Wednesday, April 11, 2012

EXISTEN LOS QUE SUEÑAN CON LA DETECTIVE

"En la famosa tienda "El milagrito" de la colonia Condesa, encontré a Alguien que parecía ser la Detective. Su rostro endurecido me hizo saber de inmediato que no era ella, pero la sorpresa de verla detrás de una vitrina, y en venta, me hizo pensar en Las aventuras de la Increíblemente Pequeña y, sí, en el momento en que el alma se hace demasiadas preguntas. ¿Por qué apareció ahí, justo en una tienda de milagros? Entonces coloqué a la Detective en la palma de mi mano y soplé sobre su pequeñísimo rostro. De inmediato, apareció crg riéndose de mí: "No es mía, es la Falsa Detective en tu historia real. Aquí no hay ficción".

Ambas desaparecieron justo al amanecer.

Desperté con una extraña sensación, los puños cerrados y húmedos como si Alguien Pequeñísimo hubiera dejado, en efecto, la huella de un crimen. Existen casos que no se resuelven, se sabe."

[Publicado con permiso de La Soñanta]


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LISBOA, PRONTO



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Tuesday, April 10, 2012

NORTEÑA HASTA EL TOPE

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Con el adjetivo norteña se designó en la literatura mexicana a la irrupción de un grupo social subalterno en el quehacer cultural de México de finales del siglo XX. Si el grueso de la producción literaria había sido dominada hasta entonces por aquellos ligados tanto cultural como geográficamente con la capital de una nación eminentemente centralista, grupos conformados en su mayoría aunque no únicamente por hombres pertenecientes a los estratos más privilegiados del país, los bárbaros que vinieron del norte fueron desde el inicio una gama bastante amplia de hombres y mujeres vinculados tanto económica como culturalmente a esos amorfos grupos populares que cierta teoría progresista ha calificado de subalternos. Educados en su mayoría en escuelas públicas y careciendo de los legados y conexiones que animaron por tantos años las actividades de sus contrapartes del centro, los norteños trajeron consigo, a cambio, una cierta visión periférica que trastocó los temas y las formas y las prácticas de la tradición dominante de las letras.

Sólo una mirada literal leería lo norteño como una mera referencia localista. Ser del norte, al menos en México, es ser de una región que es tanto una zona geográfica como una relación cultural. Y las raíces de esta aseveración se extienden bastante atrás en el tiempo. Ya desde la época prehispánica, los ojos de la hegemonía Mexica veían el norte, eso que ya no era Mesoamérica sino Aridoamérica, como una zona poblada por “perros sin correa”, es decir, por bárbaros. Que los españoles sólo con dificultad y muy lentamente lograran extender su domino hasta estas áridas regiones, no sólo habla de la resistencia que se llevó a cabo en estos lugares lejanos al centro del poder sino también de la hostilidad de la naturaleza y la poca monta del botín generado por comunidades que nunca construyeron una Tenochtitlán. A las regiones que el poder central no pudo ni dominar ni defender durante las guerras intestinas del siglo XIX, se les denominó y se les perdió también como el norte. Para cuando José Vasconcelos, el famoso Ministro de Educación de la etapa temprana de la posrevolución, se refirió a la frontera norte como el lugar donde terminaba la cultura e iniciaba la cerveza ya se había establecido el valor, o la falta de valor, simbólico asociado a lo norteño.

El rápido crecimiento del así llamado Milagro mexicano sacó a la luz otros valores norteños. Bajo la influencia tanto económica como cultural de los Estados Unidos, la producción industrial y la expansión de centros urbanos como Monterrey pronto solidificaron al menos dos estereotipos regionales: el del norteño como una especie de self-made man adepto al trabajo y la producción, y el del norteño como un individuo franco y directo, es decir, poco refinado, capaz de obviar, o violentaren caso necesario, las jerarquías de clase (nunca las de género) del todo social. En ambos casos, de manera por demás interesante, el norteño es ahorrador, cuando no codo. Más de una ideología capitalista se nutrió de y reforzó a su vez el primero de estos dos estereotipos. Del segundo dieron cuenta actores como Eulalio González Piporro, a menudo en papeles de tipo listo y autodidacta que, gracias al esfuerzo y el carisma, puede salirse con la suya; así como compositores y cantantes, entre los cuales vale la pena recordar a Cuco Sánchez, el Dostoievsky de la canción mexicana, con la célebre “No soy monedita de oro”, aquí en versión queer de Gloria Trevi: "Nací norteña hasta el tope/ me gusta decir verdades/ soy piedra que no se alisa/ por más que talles y talles”.

Cuando hacia fines del XX, con el país ya hecho pedazos, los libros de Elmer Mendoza, Eduardo Antonio Parra, Patricia Laurent Kullick, David Toscana, Rosina Conde, Rosario Sanmiguel, Luis Humberto Crosthwaite, y Felipe Montes, entre tantos otros, dejaron atrás las pequeñas editoriales de provincia para publicar en algunas transnacionales del español, no sólo interrumpieron la hegemonía cultural del centro de la República de las Letras sino que también vinieron a contar cosas bastante incómodas sobre el país en su conjunto.

Lo que vino del norte no fue, por supuesto, una literatura uniforme —como los mercaderes de libros la anunciaron y la vendieron— sino varias escrituras vivas, nutridas de lecturas sin fronteras, a veces generadas desde exilios varios, tan diversas en sus métodos como en sus relatos. Lo que tuvieron en común desde el inicio fue lo que estaba ahí desde el inicio: una tradición de resistencia cultural marcada por siglos de relación ambivalente con el centro del país. La competencia entre tradiciones literarias no es abstracta o esencialista. A los que tuvieron que compartir lectores, ventas de libros, becas, premios, viajes, espacios culturales, prestigios y más, todo esto les resultó molesto, por decir lo menos, y así lo señalaron tanto en reseñas como en comentarios de sobremesa. Eso, y una versión incluyente y convulsionada del país que incorpore los acentos distintivos, afiebrados, peculiares de los broncos habitantes de sus orillas, es lo que está en juego mientras las tradiciones hegemónicas del XX se re-organizan.


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Monday, April 09, 2012

DESDE NADIE ME VERÁ LLORAR

Comentarios de Javier García en La palabra infinita.


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Wednesday, April 04, 2012

DESDE LO ANTERIOR

El amor sólo puede verse en retrospectiva--una reseña de Lo anterior aquí

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HOY

New Writing Series
UCSD

VisArts: 4.30 pm

Calendario completo de la serie aquí.

¡No falten!


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Tuesday, April 03, 2012

BAJO LA RESOLANA CON GUILLERMO FERNÁNDEZ

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

De acuerdo a las estadísticas nacionales, durante marzo del 2012 se registró el número más alto de ejecutados en 10 meses. Según el recuento de Milenio, “el total de ejecuciones en lo que va del sexenio asciende a 50 mil 93, de los cuales 3 mil 138 corresponden al primer trimestre de 2012”. En lo que fue calificado como un “repunte significativo de la violencia”, hubo un promedio de 36.8 muertos al día durante el mes de marzo. Uno de ellos, acaecido el último día el mes, fue Guillermo Fernández, el poeta y traductor tapatío que radicaba en Toluca, la ciudad más alta de la República mexicana, desde hacía una veintena de años. Aunque las condiciones de su deceso todavía no se esclarecen del todo, las escuetas notas periodísticas al respecto hacen hincapié en la violencia del crimen perpetrado de noche, dentro de su propia casa. El sustantivo y el adjetivo: cinta canela. El verbo: maniatado. El punto final: un golpe en la cabeza. ¿Cuántas veces no hemos leído ya descripciones así? Detesto escribir notas sobre amigos y/o maestros recién fallecidos, sobre todo porque escribir sobre uno tendría que comprometerme a escribir sobre todos, pero en esta ocasión lo hago para unir mi voz a la de tantos escritores y amigos que, ya desde el Estado de México como desde otros estados de la República, han demandado el esclarecimiento puntual de los hechos y la impartición de justicia. Yo tampoco deseo que este crimen, este otro crimen, quede impune. Yo tampoco deseo que Guillermo Fernández, ni nadie más, se convierta en otra cifra horrorífica en este país que se nos cae a pedazos, ¿no es cierto, Agripina? Yo también pido justicia.

Qué difícil es escribir esto.

No fui, ni con mucho, una amiga cercana de Guillermo Fernández, pero sí tuve el privilegio, como residente esporádica de esa ciudad en las tierras más altas, de convivir en ocasiones con él. Como bastantes más en la capital de un estado que poca atención le ha puesto a su vida cultural, asistí en algunas ocasiones a los talleres tanto de poesía como de traducción que impartía en la Casa de la Cultura como quien encuentra algo de oxígeno en una zona de aire muy enrarecido. Los que saben lo cruenta que suele ser la vida en ciertas ciudades industriales de la provincia mexicana, deben imaginarse con cierta facilidad el aura de último refugio y el tono de festejo que adquirían esas reuniones. Conservando siempre y a pesar de los años sus posición como recién llegado, Guillermo Fernández contribuyó así a mantener y expandir un medio cultural muchas veces maniatado ya por falta de recursos o ya por rencillas internas. Su ironía, su continuo desmarcarse y, sobre todo, su trabajo constante, propiciaron la aproximación de los más rebeldes hacia los vericuetos de la poesía.

Guillermo Fernández fue, en efecto, un apasionado y devoto traductor del italiano. Como cualquiera que haya leído a Italo Calvino o a Eros Alessi en español, yo también le debo mucho a su labor infatigable, disciplinada, cuidadosa, mal pagada. Pero le debo más. Mi amor por el Xinantécatl, ese Nevado de Toluca que desde hace tiempo insisto en visitar al menos una vez al año, es algo que aprendí en las largas travesías que organizaba Guillermo para oír, en una de las cimas del mundo, su música favorita. Gracias a él también adquirí la bendita costumbre de añadir cardamomo a los granos de café. Fue bastante la música que descubrí o redescubrí gracias a sus sugerencias, pero de entre todas recuerdo horas deliciosas discutiendo en detalle la voz de Lucha Reyes, especialmente su manera de enunciar los versos de “La mensa” —esa canción en que una mujer se vuelve lacia, lacia, lacia. Alguna vez en una charla sobre política llegó a la definición exacta del poder: poder es no poder salir a la calle. Recuerdo que de inmediato tuiteé esa máxima. Nos sacábamos de nuestras casillas con facilidad él y yo pero, para qué más que la verdad, nunca dejamos de hablar en esos encuentros en las tierras altas. Alguna vez llegó a mi casa de Metepec sin invitación, cosa que él rara vez hacía, y se sentó a la mesa (en una esquina de la mesa) y se puso a platicar de su vida. Más que en ninguna otra ocasión, Guillermo fue ahí no el hombre de 80 (o casi) sino esos míticos 4 jóvenes de 20. Nunca supe qué era verdad y qué no en ese relato que ahora se me confunde con la resolana de la tarde: el niño que se escapa de su casa a los 9 años, el joven que conoce en persona a Eugenio Montale, el hombre mayor que continuamente descubre que, ante todo, prefiere la soledad y la poesía. Entre una cosa y otra saqué la botella de tequila —hasta donde sé, su bebida favorita. Y lo escuché. Debió haber sido sábado o domingo. Nunca supe por qué hizo aquello; qué lo conminó a tocar a la puerta y, luego, a quedarse. Esa tarde maravillosa y clara, esa tarde que seguramente fue de un sábado de primavera, está toda entera ahora, aquí.

Dentro de esa tarde, bajo su resolana que no cesa, pido como tantos otros que se esclarezcan los hechos y que se haga justicia.

Aquí había unos versitos, maestrín.


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