Friday, January 30, 2009

POR EL CAMINO DEL VIERNES



[woman like a man, damien rice dixit]

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Thursday, January 29, 2009

LAS AFUERAS

Una mujer de 52 años, que desapareció hace 12 de su casa, fue hallada hace pocas semanas en un bosque donde vivía a la intemperie. Ella explica que quería "ser libre" y "conocer mundo". La mujer, hija de un guardabosques, señala que no tiene mala conciencia, ya que sus hijos eran mayores cuando se marchó de casa con una pequeña mochila y 500 monedas en el bolsillo.

Esta singular mujer vivió el último año en un bosque, bajo un chamizo de plástico. Antes había vivido en otros bosques más alejados. Asegura que no temía la vida a la intemperie: "El bosque es mucho más seguro que la ciudad", opina la ermitaña que ha despertado enorme expectación por su capacidad para sobrevivir fuera, sin dar a conocer su identidad. La mujer, que apenas pesa hoy día 45 kilos, pero presenta un aspecto saludable y sonriente, se alimentaba de setas, frutos, raíces y lo que encontrara en el bosque. De ahí su apodo, "Waldfrau", que traducido viene a ser "mujer de los bosques". Recibía ayuda de algunos vecinos, que le suministraban alimentos, y mantenía limpio su "habitáculo". "Siempre me mantuve limpia", explica, y añade que descartó siempre acudir a un hogar para gente sin techo porque "no tenía ganas de estar entre borrachos y vagos".

Ahora que ha vuelto dice estar dispuesta a buscar trabajo y casa. Además asegura que ha terminado su "misión", ahora que ya "ha conocido el mundo y "ordenado" sus muchos pensamientos.

[la Detective, que no logra ordenar sus propios pensamientos, lee esta nota con cierta inexplicable nostalgia]

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Wednesday, January 28, 2009

THE DIPLOMATS

Elegant and easy to live with, they are timelessly classic and appealing. Beautiful, delicate and sometimes elusive, they are the diplomats, perfect for tying together color schemes.

in White and Light Collection by Behr Premium Plus Paintings, all colors shown available in interior and exterior finishes. Decorating with light.

[playing: calle 13, la Jirafa]

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Tuesday, January 27, 2009

LA RODILLA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Entre el pie y el sexo, la rodilla. Ahí, entre el reino del fetiche y el húmedo lugar común, la rodilla emerge como una articulación útil o problemática, dependiendo de la edad y el peso, pero difícilmente como una zona cargada de erotismo. La rodilla se raspa, en efecto, y marca, así, la infancia. Es de rodillas que el cuerpo se postra ante lo sagrado o ante la admisión de la falta que conduce, cuando hay suerte, al perdón. Algunos matrimonios han sido negociados por un postulante arrodillado. Avanzar de rodillas hasta la entrada del templo es lo que regularmente se hace en una promesa religiosa que responde al nombre de manda. Sin embargo, y esto nunca hay que olvidarlo, no por anodina deja la rodilla de ser pieza de la muy codificada parte baja del cuerpo. De ahí su ambivalencia. De ahí ese dejo de oscuridad y azoro que, con frecuencia, llama la atención de la caricia.

Es bien sabido que, históricamente, se precisó de un entendimiento pos-genital de la sexualidad y de un asomo de tiempo libre —con sus más variadas formas de socialización— para que, acompañada del coqueteo, naciera la caricia propiamente dicha. En las festividades de los campesinos o las tertulias de jóvenes proletarios que, por cuestiones de clase, no podían participar de los matrimonios por conveniencia, ahí nació la caricia. Ya discreta o envalentonada, pero siempre oblicua, la caricia giró la perilla de la puerta que, ya abierta, dejó entrar al placer —todo esto hacia finales del siglo XIX y, por todas cuentas oficiales, en Europa. De mano de la revalorización del placer femenino, y uniéndose también al ámbito de una sexualidad bucal no reproductiva, la caricia nos enseñó que la línea recta no siempre constituye la distancia más cercana entre dos puntos. La caricia es el otro nombre del preámbulo (que puede, en efecto, ser el otro nombre de la tergiversación). El que acaricia, desvía, contribuyendo así a la invención del zig-zag, de los paréntesis y de la tardanza. Una vaga que divaga: la caricia. Esa prima cercana de la alusión.

En los libros de historia se habla de miradas lánguidas y de sutiles roces sobre la ropa. Los códigos penales pusieron puntual atención, entonces como ahora (sobre todo en esa provincia mexicana que responde al nombre de Guanajuato), a ese atentado contra el pudor que alguna vez fue el beso en la boca. Los relatos picarescos suelen detenerse, como lo hacen también los tratados de erotismo, en los lóbulos de las orejas, el cuello, los senos, el pubis. No hay quien no le dedique suficiente atención a los pies. Pero pocas de entre todas las cartografías de la caricia moderna incluyen, como se debe, al promontorio de la rodilla. Tal vez por común, ese sutil movimiento de la mano que se posa, ingrávida, sobre la rodilla ajena, se ha vuelto transparente. Cosa consabida. Gesto inerte. Pero de entre todas las caricias habidas y por haber, ésa es, sin embargo, la primera, la más básica. Acaso por lo mismo resulta la más perversa, por ser también la más conocida.

Los niños, que lo saben todo, no sólo se raspan las rodillas. De repente, después de jugar y saltar y dar de marometas, justo a la hora en que todo parece en calma durante la comida, dejan caer la mano sobre la rodilla bajo el amparo de los manteles. Es un gesto de camaradería, ciertamente. Un roce en el reino del Como Al Descuido. Un pariente cercano de la palmada en el hombro con la que los adultos se felicitan o cierran pactos o se traicionan. Eso todo eso, sí. Pero es más. Los niños lo saben. No por nada la rodilla es una articulación de esa rabelesiana parte baja del cuerpo donde quedan los instintos y las pasiones y lo que difícilmente se puede controlar. No por nada la rodilla es el punto medio en ese largo recorrido que se llama La Pierna.

Tampoco es un dato menor que la coreografía que une a la mano con la rodilla suela llevarse a cabo durante la ingesta de alimentos —los manteles cumpliendo de repente el papel de las cortinas en el teatro. Después de todo, comer es, como el sexo, una manera de incorporar a lo ajeno en lo propio. A su modo, la mano que va a parar efímeramente sobre la rodilla constituye, también, un ademán de incorporación. El más sutil de todos. Ritual iniciático. Como el que escala montañas con el afán de colocar la primera bandera en su cumbre, la mano que logra encaramarse sobre la rodilla se enarbola a sí misma desde lo alto, transformándose en su propio lábaro erótico. Ese signo o garabato.

Pero no todo es simple en asunto de rodillas. Nadie como Eric Rohmer ha logrado colocar sobre la mesa del mantel (es un decir) el retorcido asunto que une a la mano con ese punto medio del cuerpo bajo. En La rodilla de Clara, una de las seis historias que componen sus Cuentos Morales, Jerome, el personaje masculino, dice: “Y me molestaba porque la sentía dispuesta a rechazar cualquier consuelo. No habría soportado que yo lo cogiera la mano, el hombro, que la estrechara contra mí… En fin, estaba sentada frente a mí, la rodilla puntiaguda, delgada, lisa, frágil, a mi alcance, al alcance de mi mano. Mi brazo estaba colocado de tal manera que sólo tenía que extenderlo para tocar la rodilla. Tocar su rodilla era la cosa más extravagante, la única que no había que hacer, y al mismo la más fácil. Percibía a un tiempo la sencillez del gesto y su imposibilidad. Como si estuvieras al borde del precipicio y sólo tuvieras que dar un paso para saltar al vacío y, aunque quieras, no puedes.”

Hela aquí, pues, al alcance de la mano e imposible, la rodilla.

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Saturday, January 24, 2009

MY BELOVED

John Dickerson
1943-2009

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LA PUERTA DEL SÁBADO

11. rabb, The Lord. Sphere of Saturn. ya´
The first shpere is that of Saturn, connected with Saturday. It is the ascendant of princes and great men. It is the station of the bayt al-ma´mur and the Sidrat al-muntahá, the "Lotos tree of the utmost border". Abraham is located there. The bayt al-ma´mur is located exactly opposite the earthly Ka´ba. It has two gates, one in the east, the other one in the West. The eastern one is called Gate of the Appeareance of Lights, through which every day 18,000 angels enter. The western gate is the Gate of the Occultation of Lights through which these angels disappear, not to return till the day of resurrection. The Sidrat al-muntahá is also in this sphere; it is in symbolical language a tree whose leaves are like an elephant´s ear and whose fruits are like earthen vessels. The blessed eat its fruits by which dishonesty disappears from their breasts. On its leaves is written Subbúh quddús rabb al-malá´ik, "Most Glorified, Most Holy, the Lord of the angels." The works of mankind end here; that is why it is called the tree of the outmost limit. Beneath this tree is Gabriel´s abode. On this tree is written: "What no eye has seen and no ear has heard, and what did not come to any human being´s mind."

Arabic Mystical Alphabet, in Jed Rasula and Steve McCaffery, eds., Imagining Language. An Anthology, (Cambridge: MIT, 1998), 397.

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Friday, January 23, 2009

POR LA VENTANA DEL VIERNES



[J. S. Bach, Inventio 14 in B-flat Major, BMW 785, Glenn Gould dixit (¿dixit?), café amazónico colombiano, 58.9F, lluvia débil]

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Thursday, January 22, 2009

MADRUGADA DE JUEVES

[en Hasta Atrás, sección de la revista Día Siete]

Un Joven Extranjero me planteaba no hace mucho la temida pregunta: “¿Cómo se vuelve uno escritor?” Atajándome la posibilidad de una salida fácil, se contestaba de inmediato: “Por los libros, diría Marguerite Duras”. Y añadía, porque sabía de buena fuente que compartía esa creencia: “Tu Marguerite Duras”. La carta no era larga pero continuaba con sus cuestionamientos: si había tantas personas “rompiendo las noches entre las páginas de libros”, “acercando los lomos para olfatear la humedad y la tinta”, ¿cómo era que no todos se levantaban “en la madrugada de un jueves diciéndose: escribiré una novela”? “¿Será que me falta vida?”, ponderaba.

Me pregunto lo mismo con frecuencia, a decir verdad. Me lo pregunto con la fuerza de alguien que, ciertos jueves, especialmente de madrugada, desea empujar la puerta para poder salir, de una vez y para siempre, y no con la ansiedad del que planea entrar. ¿Es un escritor el que, de viaje por una ciudad de ensueño, se encierra en una habitación roja para poder desarrollar, ahora que en contra de toda predicción ocurre otra vez, ahora que tiene tiempo, la historia que se quedó en embrión apenas meses antes, en otro lugar? El que escucha los sonidos de la calle desde un quinto piso y ve la luz natural sólo de reojo mientras no puede despegar los ojos de la pantalla ni los dedos del teclado ¿es un escritor o un adicto o un monstruo? ¿Iba yo a decirle al Joven Extranjero de verdad, honestamente y sin agachar la vista que esas muchas demasiadas horas en que ocurre poca cosa más allá de la más estricta inmovilidad eran, en realidad, horas deseables? ¿Podía decirle, en un arranque de sinceridad, que esos jueves de madrugada no estaba yo, como tantos cientos de miles de otros, empujando la puerta para poder entrar y no, como dije al inicio de este párrafo, para salir?

Marguerite Duras, que ha escrito tantas cosas exactas, también escribió una frase que me persigue desde que la leí por primera vez. Anotaba, en su libro Escribir, que escribir es eso “que escribiríamos en caso de que escribiéramos”. Inagotable e inquietante a la vez, la frase no se le escapó a Vila-Matas en el ensayo que le dedica a la escritora francesa en su libro Desde la ciudad nerviosa. ¿Qué eso que “escribiríamos en caso de que escribiéramos”? El uso del condicional y el subjuntivo colocan al lector, presunto interrogante, entre la espada y la pared. Cruel, porque lo era, y directa por sobre todas las cosas, Duras parece decir que la respuesta a esa interrogante, de existir, no está fuera del presente, que es el único tiempo posible de la creación, y luego entonces, no está fuera del acto mismo material y concreto de la escritura. Serpiente que se muerde la cola. Látigo de Stein. Lo que acontece aquí, en caso de. Cuando la suerte. Cuando la duda. Cuando la espalda se inclina sobre una máquina y los dedos pulsan unas cuantas teclas. Cuando el cuerpo.

¿Quiere esto decir que le estoy diciendo al Joven Extranjero que se deje ya de tanta sobada pregunta y que se siente, cual debe, frente a su pantalla, sea o no sea jueves, sea o no de madrugada, y se ponga a presionar teclas una y otra vez, una y otra y una, sin garantía alguna pero con la única convicción de que, si existe respuesta, sólo la escritura le dirá lo que escribiría en caso de que escribiera? En cierto sentido, dicho sea esto con todo respeto, eso es lo que estoy escribiendo esta madrugada, efectivamente de jueves, al Joven Extranjero.

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QUEER TABLES

And yet, perhaps a different orientation toward furniture is possible. Consider the expression, "You treat me like furniture"--which usually means, "You do not notice me; you make me part of the background." So, if furniture is conventional and indeed directs the bodies that use it, then furniture often disappears from view; indeed, what makes furniture "furniture" is this tendency to disappear from view. A queer furnishing might be about making what is in the background, what is behind us, more available as "things" to "do" things with. Is the queer table simply one we notice, rather than simply the table that we do things "on"? Is the queer chair one that is not so comfortable, so we move around in it, trying to make the impression of our body reshape its form? As soon as we notice the background, then objects come to life, which already makes things rather queer.

Sara Ahmed, "Disorientation and Queer Objects" in Queer Phenomenology, 168.

Tuesday, January 20, 2009

LAS POÉTICAS DE LA O

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Es difícil iniciar cualquier ensayo alrededor de la O sin pensar, aunque sea de pasada, en Historia de O, esa singular y singularmente bien escrita novela erótica que publicara, para escándalo de muchos, la francesa Pauline Reage (bajo seudónimo). Es igualmente difícil esquivar aquel maravilloso párrafo de La Puerta del Sol, del novelista y crítico libanés Elías Khoury: “Así que quieres el inicio. En el inicio no decían “Había una vez”, decían otra cosa. En el inicio decían: “Había una vez, érase que se era —o que no se era”. ¿Sabes por qué decían eso? Cuando leí esta expresión por primera vez en un libro de literatura árabe, me sorprendió. Porque, en el inicio, no mentían. No sabían nada, pero no mentían. Dejaban las cosas vagas, prefiriendo usar esa O que hace que las cosas que eran parecieran como si no fueran, y las cosas que no eran como si fueran. De esa manera se coloca a la historia en el mismo nivel que la vida, porque el cuento es una vida que no pasó, y la vida es un cuento que no se contó.”

La O es una vocal que se presta al juego y al equívoco y, sobre todo, a la divergencia. Pasar por su aro (de preferencia en llamas) o conocerla “por lo redondo”, como el legendario rapaz lopezvelardiano, son cosas más bien complejas. Como las otras vocales, la O cuenta también, pues, con su semántica y, si le exageramos un poco, hasta con su política. Christian Bök y Oscar de la Borbolla, quienes les han dedicado libros a todas y cada una de las vocales en dos idiomas distintos, han llegado —acaso naturalmente— a poéticas de la O que apuntan a mapas humanos si no meramente opuestos, sí al menos de alto contraste. Y pongo el naturalmente en dubitativas itálicas porque no sé si estas nociones divergentes le correspondan de manera orgánica al inglés canadiense de Bök, el poeta experimental, o al español mexicano del narrador y filósofo De la Borbolla. Pero mientras la O de Bök es, como hace bien en notar Marjorie Perloff en “The Oulipo Factor. The Procedural Poetics of Christian Bök and Caroline Bergvall”, solemne y escolar, centrada en libros (books) y en figuras de poder universitario (provost) y en edificios bien establecidos (dorms); la O de De la Borbolla salta locuaz en una escena de sanatorio mental donde queda bien claro que “los locos somos otro cosmos”. Difícil colegir de inmediato si esta divergencia es, pues, producto de los temperamentos personales de los escritores o resultado, más bien, de lo que un idioma puede hacer —o no hace— con una vocal.

Todo parece indicar que el 2001 fue un buen año para las vocales. Fue entonces que una editorial canadiense publicó Eunoia, de Christian Bök, y que la editorial Patria, en México, volvió en manos del público lector Las vocales malditas de Oscar de la Borbolla, un libro que Joaquín Mortiz publicara en 1991 y que, en publicación del autor, viera la primera luz en 1988. Eunoia, como el mismo Bök aclara, es la palabra más corta que, en inglés, contiene todas las vocales. Su significado es “pensamiento hermoso”. Nada podría estar más lejos del adjetivo “malditas” que en femenino y en plural (¿puede existir algo más marginal o digno de sospecha que esos dos vocablos juntos?) califica a las vocales de De la Borbolla. Tal vez desde ahí nace ya la diferencia de ruta entre dos textos que parten de reglas similares. Tal como el de De la Borbolla, el libro de Bök está formado por lipogramas, es decir, por textos en los que el autor ha omitido sistemáticamente una letra o, como en estos dos casos, varias vocales para dejar sólo una en uso. Guiándose por el gran principio oulipiano de que “el texto escrito de acuerdo a una limitación describe esa limitación”, tanto Bök como De la Borbolla compusieron, pues, textos univocálicos que han sido generalmente bien recibidos por la crítica de sus países de origen (al canadiense, de hecho, le valieron un prestigioso premio nacional de poesía otorgado en 2002). El mexicano llama “cuentos” a estos textos; el poeta experimental los denomina “poemas”.

Además de remitir a destinos exóticos, la A de Bök dirige la atención a cercos del poder establecidos a través de la gramática (grammar) o la ley (law) o la prohibición (ban), salvaguardados por Marx o Marat o Kafka. La E, en cambio, es más suave (genteel), y la I (light) ligerísima. En la U, la vocal altisonante del inglés que la incluye en vocablos que es mejor no mencionar en voz alta en público, van a parar no sólo el esperable Ubu de Jarry, sino también la verdad (truth). Por otra parte, la A de De la Borbolla nos lleva directo al pecado y la carnalidad. En “Cantata a Satanás” una de las primeras palabras es el verbo amar. Contrario a la gentileza de la E del inglés canadiense, con la E del español mexicano, el rebelde se vuelve hereje porque es aquí que brota la ley y el regente. La I no es ligera sino triste (gris) y hasta exótica (I Ching) aunque Mimi ande sin bikini. Y tal vez aquí valdría la pena hacer una pausa para incluir al gran señor de las vocales en México: Cri Cri. De la Borbolla no siguió las mismas reglas para la U y acaso por eso fueran a parar ahí el vudú y el gurú.

El contraste más obvio entre los alcances semánticos de las vocales en el español y el inglés emerge, sin embargo, alrededor de la O: la O que, en inglés, adquiere el tono grave de la solemnidad y se reconcentra en el saber de los libros y el poder de los rectores universitarios, y que, en el español de México, nos lleva directamente al mundo de la locura y del relajo. Ahí está, entero, ese érase que se era —o que no se era, del que hablaba Khoury.

Es cierto que por su hueco pasan el dolor y el horror pero, por una vez, mientras llegan al otro lado de la realidad, también parecen olorosos olmos hondos.

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Monday, January 19, 2009

MERIDIANAS


borrachas de sol (mi gin tonic, calamaro dixit)


eco (knockin´ on heaven´s door, guns n roses dixit)


frenética fronda (these are days, 10,000 maniacs dixit)

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Thursday, January 15, 2009

Tuesday, January 13, 2009

LA CASA, LA PÁGINA, LA FRASE I

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

En 1951, en la célebre cátedra que dictó en Darmstat, Martin Heidegger equiparó el ser al habitar. Hurgando en las palabras del alemán antiguo, el filósofo argumentó que el verbo construir (bauen) aparece subrepticiamente en la conjugación de la primera y segunda personal del singular del verbo ser (Ich bin, Du bist), de ahí su conclusión: “estar en la tierra como mortal significa habitar”. Pero estar en la tierra significa también, luego entonces, encontrarse bajo el cielo, formando parte, al mismo tiempo, de un colectivo de mortales. Por eso, habitar es habitar la Cuaternidad —la tierra, el cielo, lo divino, la comunidad— que Heidegger uniera bajo el principio inevitable del cuidado: “En el salvar la tierra, en el recibir el cielo, en la espera de los divinos, en la conducción de los mortales, acontece de un modo propio el habitar como el cuidar (velar por) de la Cuaternidad. Cuidar (velar por) quiere decir: custodiar la Cuaternidad en su esencia. Lo que se toma en custodia tiene que ser albergado”.

Tanta atención le dedicó Heidegger a la relación entre el construir, el habitar y el pensar (los tres verbos que, sin comas de por medio, sirven de título a la conferencia, y subsecuente ensayo, del 51) que no es para nada sorprendente la publicación de un libro sobre y alrededor de la cabaña que construyó y habitó intermitentemente, aunque por muchos años, al pie de la Selva Negra. En La cabaña de Heidegger. Un espacio para pensar, el arquitecto y profesor de la Escuela de Arquitectura de Welsh, Adam Sharr, no sólo describe con puntualidad, incluyendo planos y fotografías del lugar, la ubicación y el proceso de construcción de la cabaña sino que también se decide, con cierta cautela eso sí, a abrir sus puertas. La idea rectora es que existe una relación no sólo estrecha sino fundamentalmente productiva entre el espacio de la cabaña y el espacio de la página. La casa de “arriba”, como la describiera Heidegger comparándola de manera positiva con la vida superficial y ruidosa de “abajo” en universidades y ciudades varias, constituía su lugar de trabajo: el espacio que, cercano a las montañas y abierto al clima, podía servir como filtro de esa “ley oculta” de esa naturaleza circundante que constituía, con todo, la verdadera materia de la filosofía. La cabaña se convertía así en el espacio alquímico donde el paisaje se transformaba en pensamiento, es decir, en lenguaje.

Su apego a la cabaña y a la forma de filosofía que éste le facilitaba fue tal que, en 1933, cuando la Universidad de Berlín le ofreció un prestigioso puesto, lo rechazó. En “Por qué permanecemos en provincia”, el artículo que publicó justo un año después, explicaba sus razones: “Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los enhiestos abetos contra la tormenta. Y el trabajo filosófico no transcurre cual apartada ocupación de un extravagante, sino que tiene una íntima relación con el trabajo de los campesinos.” Más que un parapeto contra el mundo, la cabaña era, por el contrario, una apertura: la mejor oportunidad de entrar en amplio y denso contacto con él. Además de un espacio, la cabaña también era un método de vida y de pensamiento. El rectángulo de la residencia y el rectángulo de la página vueltos ambos pura habitación.

Hay ciertamente una serie de peculiares pensadores de la montaña (Thoreau en Walden Pond, Wittgenstein en Noruega, Jung a las orillas del lago Zurich) que desdeñaron la vida agitada y superficial de las ciudades, optando por la vida ruda del campo. No todos conservaron la fe en la vida de provincias, como la denominara el autor de Ser y Tiempo (son legendarias las quejas de Wittgenstein después de su experiencia como maestro rural, por ejemplo) y, juzgando por la temprana relación de Heidegger con el nazismo, la vida campirana no salvó a nadie de (¿o condujo a?) la estupidez política. Pero queda de esa cabaña a los pies de la selva negra una experiencia vital e intelectual que, dese sus inicios en 1922, volviera visible la estrecha y productiva relación que va del espacio doméstico —de la habitación— al espacio de la página —la habitación.

Hay, por supuesto, otra larga lista de autores citadinos para quienes, al contrario de los pensadores de montaña, el ruido y el anonimato son centrales (Charles Baudelaire y Walter Benjamin son emblemáticos aquí). Están los escritores de hotel (Sartre, por ejemplo) que uno imagina encorvados sobre minúsculos escritorios a un lado de las ventanas. Y están, incluso, los no-lugareños —aquellos que, aunque cuentan con un sitio donde guarecerse, resisten cualquier noción de albergue o morada. Y existen, por supuesto, los que verdaderamente no pueden tener un techo estable sobre la cabeza. Los escritores de la intemperie. En todo caso, los espacios habitables que caracterizan a una era de errancias fortuitas o forzadas ofrecen, lo sospecho así, métodos de vida y de pensamiento —contactos con el lenguaje— que divergen de la experiencia heideggeriana de mediados del silgo XX. En artículos subsecuentes (he aquí un serio propósito de año nuevo) pondré a prueba esta idea con lecturas e imágenes y entrevistas con algunos autores contemporáneos tanto de México como de Estados Unidos. Los mantendré al tanto.

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Thursday, January 08, 2009

CLARION SCIENCE FICTION & FANTASY WRITER´S WORKSHOP

Clarion Science Fiction & Fantasy Writers’ Workshop
June 28 to August 8 @ UC San Diego

Applications accepted online January 2 – March 1.

Since its inception in 1968, Clarion has been known as the boot camp for writers of speculative fiction. Each year 18-20 adults of all ages and backgrounds are selected from applicants who have the potential for highly successful writing careers. Many graduates have become well-known writers. A large number have won major awards, and some have returned to teach at Clarion. The workshop has been hosted by the UCSD Department of Literature since 2007.

Clarion is widely recognized as the premier training ground for aspiring writers of fantasy, science fiction, and horror. Instructors are among the most respected writers and editors working in the field today. Instructors and students reside together in campus apartments throughout the six-week program.

The 2009 writers in residence are Holly Black, Larissa Lai, Robert Crais, Kim Stanley Robinson, Elizabeth Hand, and Paul Park.

Clarion is a short story workshop. Applicants must submit two stories with their online application. Scholarships are available. Learn more at http://clarion.ucsd.edu .

Va, puesn.

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Tuesday, January 06, 2009

CONTRA LA CLARIDAD

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de culutra]

En uno de los expedientes clínicos que revisé para elaborar la historia de las prácticas psiquiátricas en México a inicios del siglo XX, un médico del Manicomio General La Castañeda acusaba a una interna —todavía no se les denominaba pacientes— de utilizar palabras rebuscadas y poco naturales a las que, para colmo de males, intentaba llenar de nuevos significados. Se trataba, de acuerdo con su descripción científica, de un discurso locuaz y oscuro (locuaz por oscuro) que, en lugar de propiciar la comunicación, conducía al resbaloso terreno del delirio. En su diagnosis de locura circular —las había también racionales, morales, a dos, violentas, entre muchas otras— el médico hizo notar una vez más que ese lenguaje oscuro y rebuscado constituía la evidencia más clara del padecimiento mental de la mujer. Una persona racional, implicaba su dictamen, se ceñiría naturalmente al lenguaje que su clase y género demarcaban, evitando así tanto el exceso de vocabulario como las aventuras extra-gramaticales. Una persona racional evitaría el balbuceo o la divagación o el grito o el exabrupto, limitándose a oraciones básicas de acuerdo al modelo sujeto-verbo-complemento. Una persona racional sería, en resumen de cuentas, clara.

Tal vez he leído demasiados expedientes clínicos en mi vida o tal vez sea el sereno pero esta veneración, acaso unánime, por las bondades de un lenguaje claro, unívoco, de intachable conducta y amaestrados medios, a mí no sólo me produce comezón en ciertas zonas de la mano izquierda sino también algo de cotidiano terror. El que clarifica, por principio de cuentas, establece límites que, de inmediato, prohíbe traspasar. ¿A quién beneficia después de todo que los hablantes (o los escribientes) permanezcan dentro del territorio del Clarificador? El que clarifica ordena y ordenar es un verbo que tiene, al menos, dos significados. Debo confesar por principio de cuentas que pocas cosas me parecen menos claras que La Claridad. Cuando alguien se esfuerza por ser “claro” a ultranza o por comunicarse de la manera más “clara” posible, a mí usualmente me entran ganas de correr. Si fuera tan natural, me digo en esos casos, habría menos gente tratando de convencerme de los beneficios o de la corrección política o, ciertamente, de la inexorabilidad misma de tal Claridad. Esa transparencia tan cuidadosamente fraguada y más puntillosamente defendida me resulta tan artificial como el “sentido común”, o “la comunicación”, o “el entendimiento”, que dice sustentar y proteger.

Siempre en el terreno de lo conocido, siempre dentro de su espejo más íntimo, La Claridad, ante todo, nos recuerda que la realidad tiene un límite y que tal límite está, naturalmente, impuesto por ella misma. Siempre tautológica, siempre con la sonrisa calma de quien sabe salirse con la suya, La Claridad nos advierte que en su más allá sólo se encuentra el sin-sentido, la locura, la irrealidad y, de manera por demás definitiva, la muerte. La Claridad vive de amenazas. La Claridad es el bully de la esquina. La Claridad es la piedra angular sobre la que descansa esa dictadura oscurísima que las convenciones claridosas han decidido bautizar, en un código no por irónico menos apabullante, con el nombre de transparencia. La Claridad, con su luz amenazante, no deja de producir ceguera o, lo que es peor, ese exceso de acuerdo que suele recibir el nombre de conformidad. Y conformidad es, como la misma Claridad lo sabe bien, el otro nombre de la obediencia que, en no pocas ocasiones conduce por los caminos bien conocidos y más recorridos de la mediocridad.

Por todo eso, cada vez que La Claridad toca a mi puerta para exigirme su diezmo o su impostergable pago a plazos, suelo esconderme bajo la penumbra de los días o en los claroscuros donde se recoge, a veces, la vida —tan tímida, tan complicada, tan sin salida. Desde ahí, en un lenguaje lleno de esquinas, le dejo dicho que no estoy. Luego, nada más para hacer las cosas más difíciles que es como me gustan, coloco este recado justo sobre la mirilla: “Criticando los presupuestos de la claridad y, develando, al mismo tiempo, las políticas de las que parte y a las que encubre esa sospechosa transparencia, Judith Butler dice (y dice bien): “ni la gramática ni el estilo son políticamente neutrales. Aprender las reglas que gobiernan la inteligibilidad del discurso es dejarse inculcar el lenguaje normalizado, dentro del cual el precio de la falta de conformidad es la pérdida de inteligibilidad misma… Sería un error pensar que la gramática recibida es el mejor vehículo para expresar visiones radicales, dado los límites que la gramática le impone al pensamiento, ciertamente. Pero las formulaciones que violentan a la gramática o que implícitamente cuestionan los requerimientos de la relación verbo-sujeto le resultan claramente irritantes a ciertas personas”.

Me gusta imaginar que esta cita textual de las páginas xviii-xix del libro Gender Trouble de Judith Butler le habría servido de algo a aquella interna delirante de inicios de siglo XX, esa mujer proclive a los términos rebuscados que tanto irritaban al ordenado científico que le tocó por psiquiatra de cabecera. En una de ésas —disculpen el delirio— hasta le resultaría de ayuda a los desbalagados del lenguaje de inicios del XXI. A saber.

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Monday, January 05, 2009

EL PAIS DEL RUIDO/ LE PAYS SONORE



(9 poètes mexicains/ 9 poetas mexicanos). Traduit de l´espagnol par Francoise Roy. Postface de Eduardo Milán.
Compiladores: Luis Alberto Arellano y Román Luján.
Autores: Luis Armenta Malpica, Laura Solórzano, Juan Carlos Bautista, Anne-Marie Bianco, Jorge Fernández Granados, José Eugenio Sánchez, Luis Enrique Gutiérrez O. M., Ángel Ortuño, Mónica de la Torre.

Écrits des Forges, Le Temps de Cerises, Mantis Editore: 2008.

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Friday, January 02, 2009