Thursday, July 29, 2010

EN EL CENTRO DEL ENJAMBRE



Debe significar algo estar ahí, en medio, sin protección, feliz. Debe significar algo ir a través, escuchar la voz de los pájaros, poner atención a esa vieja tonada de jazz. El verano debe significar algo. Tal vez.

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Wednesday, July 28, 2010

LOS ÁRBOLES SON CUERPOS EN HU








Fotografías de Cristina Rivera-Garza. Photoshop de Isaí Moreno.

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ARGUEDAS SOBRE RULFO

¿Quién ha cargado a la palabra como tú, Juan, de todo el peso de padeceres, de conciencias, de santa lujuria, de hombría, de todo lo que en la criatura humana hay de ceniza, de piedra, de agua, de pudridez violenta por partir y cantar, como tú? En ese hotel, más muerto que vivo, el Guadalajara Hilton, nos alojaron juntos ¿de pura casualidad? Me contaste algo de cómo fue tu vida. Te despidieron y volvieron a nombrar algo así como veinte veces en los Ministerios de la Revolución Mexicana. Trabajaste en una fábrica de llantas. Dejaste el puesto porque te quisieron enviar a las oficinas de otro país. Mientras hablabas en tu cama, fumabas mucho. Me hablaste muy mal de Juárez. No debí sorprenderme de la heterodoxia con que ordenabas las causas y efectos de la historia mexicana, de cómo parecía que conocías a fondo, tanto o mejor que tu propia vida, esa historia. Y me hiciste reír describiendo al viejo Juárez como a un sujeto algo nefasto y con facha de mamarracho. Me acordé de la primera vez que te conocí en Berlín, de cómo te llevé del brazo al ómnibus, con cuánta felicidad, como cuando, ya profesional, volví a encontrar a don Felipe Maywa, en San Juan Lucanas, y ¡de repente! me sentí igual a ese gran indio al que había mirado en la infancia como a un sabio, como a una montaña condescendeinte... Por eso me trató de igual a igual, como tú, Juan, en Berlín y en Guadalajara y en Lima, también es ese pueblo de Guanjuato, fregado hasta nomás, como el Cuzco. Tú fumabas y hablabas, yo te oía. Y me sentí pleno, contentísimo, de que habláramos los dos como iguales. En cambio, a don Alejo Carpentier lo veía como a muy "superior", algo así como esos poblanos a mí, que doctoreaban. Sólo había leído El reino de este mundo y un cuento; después he leído Los pasos perdidos. ¡Es bien distinto a nosotros! Su inteligencia penetra las cosas de afuera adentro, como un rayo; es un cerebro que recibe, lúcido y regocijado, la materia de las cosas, y él las domina. Tú también, Juan, pero tú de adentro, muy de adentro, desde el germen mismo; la inteligencia está; trabajó antes y después.

José María Arguedas, Primer Diario, Mayo 11, 1968. Introducción a El zorro de arriba y el zorro de abajo (Buenos Aires: Colección Archivos, 1990), 10-13.

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Tuesday, July 27, 2010

EL TÚNEL DE LA SEÑORA ROBINSON



Aclaro que es literal: este es le túnel de la Señora Robinson.

En la carretera 101 North, justo antes de que aparezcan las señales del camino a Solvang o Santa Rita, hay un túnel. Por ese túnel (aunque en sentido contrario) pasó Benjamin Braddock cuando venía desde San Francisco a detener la boda de su novia en Santa Bárbara.

Al final del túnel siempre hay luz.

Un túnel son todos los túneles. Del otro lado de la luz hay una loma que resplandece. A un lado de la loma hay un enjambre. Dentro del enjambre, un brazo se extiende. La abeja, que se posa. La mano. La diminuta yema del dedo. El contacto.

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EN EL ENJAMBRE



Las abejas, en efecto, no tienen voz. Tienen caricias, pero no voz.

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EL FUTURO FUE ASIÁTICO

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


El cuerpo es algo tan pequeño
En El Chino, uno de los libros más recientes del autor sueco Henning Mankell, la jueza Brigitta Roslin se ve involucrada de manera azarosa en la resolución de un caso cruento y en apariencia inexplicable: una mañana de invierno, los diecinueve habitantes de Hesjövallen, un pequeño pueblo del norte, aparecen brutalmente asesinados. A medida que emergen diminutas pistas evasivas, la jueza parece entender que el motivo viene de tiempo atrás y, en efecto, de otro país. El motivo, si es cierto que lo es, se origina, en parte, en las devastadoras condiciones económicas que dieron pie a los procesos de emigración que caracterizaron a la China del siglo XIX y, en parte también, en el oeste norteamericano donde un trío de hermanos enfrentaron condiciones lamentables de trabajo tendiendo las vías del ferrocarril. Junto con una amiga radical de los 60, pues, la jueza Roslin abandona el invierno sueco y llega a Beijing, donde todo es distinto a como lo imaginara en su juventud. Después de caminar por la plaza Tiannamen y de digerir una tradicional comida china donde se han combinado los platos dulces y salados, calientes y fríos, la jueza reflexiona: “Rodeada de todas aquellas personas que se apretujaban por las calles, o sola en el anónimo hotel de la gran ciudad de Pekín, se sentía como si su identidad empezase a difuminarse. ¿Quién le echaría de menos allí si se perdiese? ¿Quién se percataría siquiera de su existencia? ¿Cómo podía vivir la gente cuando se sabía sustituible?”.

Con años de diferencia y procediendo de un país distinto, me descubrí pensando cosas similares mientras observaba mi primer atardecer asiático detrás de la ventana. El cielo era de un gris imperial, como imperiales eran las dimensiones de los edificios circundantes e imperial el río de cuerpos que fluía sin cesar por las anchas avenidas. ¡En pocos lugares como en la capital de la China se transforma el cuerpo en algo tan pequeño! Ya frente al peso de las construcciones ancestrales o ya bajo las sombras de las masivas edificaciones posmodernas, el cuerpo no puede olvidar aquí por un solo instante que la historia es un vasto quehacer que igual se disemina en el pasado, en el punto en que la memoria se torna inmemorial, como hacia el futuro, donde la imaginación camina frente a nuestros pasos. Destronado, fuera ya de un antropocentrismo occidental, el cuerpo mira a su alrededor, huérfano. Y ésa es, sin duda, la primera sensación verdaderamente asiática de mi vida. Luego vendrá la confusión, el asombro, el descontrol, la euforia, el temor. Pero al inicio, justo después de aterrizar, cuando apenas me llevan del aeropuerto al hotel y pregunto ya por la destrucción que observo en el camino, está ahí ya toda entera la orfandad.

—La ciudad está dividida en una serie de anillos —me explica mi informante con amabilidad pero sin grandes detalles—. Estamos entrando ahora en el segundo —dice, mirando por el espejo retrovisor, confirmando que he escuchado bien—. Mañana esto no estará aquí —asegura con parsimonia luego, sin despegar la mirada del vendaval.

A mi regreso, apenas unos días después, comprobaré que mi parsimonioso informante decía la verdad. Se le llama Gran Cambio. Se le llama Globalización. Se le llama Preparativos para una Nueva Era. Se le llama el Futuro (que viene desde un pasado inmemorial) Será Asiático (o no Será).


Juan Muñoz en Xian
—Pero si esto es como Nuevo Laredo —es lo primero que digo en voz alta cuando el camión que he tomado en el aeropuerto llega finalmente a Xian. Se trata, en efecto, de una ciudad sobrevolada por el polvo en cuyas calles se abren talleres mecánicos y vulcanizadoras a granel. Hay tantos que, de hecho, me pregunto si todos los negocios de Xian son talleres mecánicos y vulcanizadoras. He viajado, contra todo consejo, sola hasta Xian y, ahí, contra todo consejo, he optado por el camión en lugar del taxi. No seguir consejos ha sido siempre mi especialidad. No sé que lo lamentaré, que verdaderamente lo lamentaré, sino hasta la última parada, cuando todo mundo baje del autobús y comprenda, primero algo divertida y más tarde con bastante estupor, que la posibilidad de quedarme ahí, justo ahí, varada y ahí, no es tan remota como podría creerse. Ahí estoy yo, pues, con mi maleta y ese pequeño mensaje que ha escrito en mandarín el Joven Guía de Beijing. Ahí estoy yo, con la maleta y el mensaje parada por horas, todas las horas que se requieren para conseguir que alguien en Xian pueda leer el mensaje y, después de leerlo, pueda indicarme qué hacer para llegar a una de las muchas universidades del lugar y, una vez dentro de un inmenso campus universitario, para alcanzar la puerta de mi hotel. Ahí estoy yo, en una esquina de Xian, preguntándome qué diablos hago aquí.

Asumo cada peripecia con cierta emoción. Uno de los primeros cuentos que escribí en ese otro siglo que dominó la economía de Estados Unidos, antes de que iniciara lo que ya inició que es el Futuro Asiático, se llamó El Desconocimiento. Su personaje principal se llamaba Xian. Bautizo demencial. Camino ahora, eso pienso entonces, dentro del nombre de un personaje que es una ciudad. Bajo mis pies, el tiempo. La mella. Eso me emociona. Me emociona eso como me emocionan luego los coros de ascendencia maoísta que se congregan en las tardes en las plazas de la ciudad; como me emocionan sus murallas y sus papalotes y sus mercados musulmanes y su McDonalds; como me emocionan, cuando finalmente los veo, los rostros de los soldados de terracota que, alguna vez, libraron una batalla contra campesinos de verdad. No puedo evitar la suspicacia: ¿es ésta una oficina más del Mercado de las Perlas? ¿Estoy justo en el centro del Tepito Universal? A medida que avanzo cerca de sus cuerpos, sin embargo, les creo. Son sobrevivientes. Han sobrevivido a todo. Están aquí. Aun los soldados que yacen desmembrados sobre ciertas áreas de la tumba-museo están aquí: un cuerpo a través del tiempo. Adentro. Es entonces que pienso en Juan Muñoz, en las dimensiones de los cuerpos que el escultor español colocó en semi-círculos, enfrentando al espectador con una sonrisa uniformada. La burla del tiempo. Su mella.

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Friday, July 23, 2010

TODOS LOS SERES BAJO EL CIELO DE HU



Encontré al capitán Ahab y lo increpé.

Hablé con Percival pero el ruido de las olas.

Ahí estaba Lol V. Stein, mirando impávida la pista de baile. El aire marino alrededor. La fiesta.

Desde que supe que ella la consideraba la más salvaje de todas la palabras me siento más cómoda diciendo No. Gracias, Emily Dickinson.

En la esquina estaban Rhoda y Tristam hablando de cosas extrañas. El ruido de las olas.

La misma historia: Septimus decide morir y yo no puedo hacer nada al respecto. Así lo decidió Virginia Woolf desde 1925.

Y Miriam avanzaba hacia el estuario, los pulgares colgando de los bolsillos de su abrigo, el cabello tremendamente blanco. Sus 12 años.

Mersault a la orilla del mar. El zapato estrujando la arena. La rodilla, flexionada. Los ojos en otro lugar.

Y detrás del tronco, fumando cigarrillo tras cigarrillo, Fyodor. El sonido monocorde de las garzas. El aleteo de los cormoranes.

Al final de la fiesta siempre Huckleberry Finn. Su mano extendida. Las riberas del río.

El agrimensor acaba de tocar a la puerta.

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Thursday, July 22, 2010

LOS HOMBRES DE HU



Algunos dicen en Babilonia que ciertos peces se esconden para conservar la humedad cuando el río se seca. Luego salen a la superficie para alimentarse. Caminan sobre sus aletas. Mueven la cola en signo de saludo o despedida. Todo eso dicen. Cuando se les persigue, huyen; pero siempre voltean a ver la cara del perseguidor un segundo antes de zambullirse de vuelta.

Dicen en Nuevo Laredo alrededor de la mesa de una cantina, entre el ruido de tarros que chocan, que, a pesar de las apariencias, no son delfines ni mantarayas ni peces de dimensiones muy finas. Dicen que son hombres. Carne de su carne. Hueso.

En Amecameca, frente a una fachada que fue traída de otro lugar ladrillo por ladrillo, pieza por pieza, dicen que por esas ventanas alguna vez fue posible avizorar en todo su esplendor, en su infinita alicaída presencia, el rigor del océano sobre el que imaginan las distancias más serenas.

En Cyrene dicen que las abejas no tienen voz y que la miel terminará por escaldarte la lengua.

Dicen en la punta del cráter de un volcán muy alto, ahí donde Juan Rulfo alguna vez encendió una pipa, que la falta de respiración es una queja muy real y muy amplia y muy sin embargo.

En las islas Electrides, que quedan en el golfo adriático, dicen que hay dos estatuas, una de estaño y otra de cobre, dedicadas a alguien o algo.

Algunos dicen en Coal Oil Point que lo más difícil es tomar el remo y arrojarlo contra la superficie del agua y hundirlo ahí, una y otra vez, una y otra vez, como si se tratara de un cuerpo al que se le quiere sacar las entrañas.

En Oxnard dicen que sus voces se apagan.

Dicen en Pontus que algunos pájaros se esconden durante el verano en los agujeros de ciertos troncos y que, ahí, no sienten cuando les arrancan las alas aunque sí reaccionan ante el color del fuego cuando los colocan sobre las brasas.

En Montecito dicen que los han visto salir por las mañanas--el sol sobre sus frentes, los remos en las manos, las abejas alrededor de sus hombros--y que sí tienen piernas y brazos y cuellos.

Hay otra cosa maravillosa entre los habitantes de Coal Oil Point. Dicen que, cuando la bruma entra antes de las cuatro de la tarde, especialmente si tiene un tinte amarillo o rosa, las garzas no vuelan sino que levitan sobre las aguas inmóviles del estuario. Dicen que los hombres de Hu las observan, extenuados.

Dicen los que ven el cielo que cuando avizoran los catorce míticos pelícanos que vienen de Lo Lejos algo sucederá en Tirrenia o en Matamoros o en la ciudad de México.

El moribundo que yace sobre la banqueta de Reynosa dice que hay un lugar que responde al nombre de Hu y que los hombres de Hu caminan o se deslizan o se arrastran sobre la superficie entre gris y azul del océano. Dice que recuerda o cree recordar el relato de un hombre que también caminaba sobre las aguas.

En Chipre dicen que los ratones comen hierro y que los hombres de Hu sobrevivirán, sin duda, el invierno.

Dicen en una iglesia vacía de Ciudad Juárez, la voz vuelta un puro eco o un puro alarido o un puro estertor, que de nada vale rezar o pedir o creer, pero que sí han platicado con los hombres de Hu. Dicen que tienen lenguaje y que entienden lo dicho a la perfección. Dicen que asienten.

En Armenia dicen que hay un lugar que se llama Hu y que sus hombres mascan tabaco y escupen luego sobre las plantas que sienten y desean y gozan y padecen.

Dicen en Hu que los hombres de Hu reman, sin embargo.


[a bit after "On Marvellous Things Heard," attributed to Aristoteles, in Minor Works, English trans. by W. S. Hett, M.A., 1936]

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Wednesday, July 21, 2010

LAS GARZAS DE HU

1
Meses después, recordaría las dos preguntas: “¿No sientes el golpetear de la lluvia?” y luego, como un eco en súbita retirada, aquella otra interrogante acerca de la ilusión: “¿La ilusión?”, había enunciado a manera duda, “Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”.



2
Un acto privado entre dos personas: abrir un paraguas, cruzar una calle, cerrar la puerta de un taxi. Esto al inicio.



3
Un acto privado entre dos personas: quitarse la ropa, morder un pezón, lamer una espalda, gemir. Esto en medio.



4
Aquí, dentro de esta página, debe existir un hombre que muerde el pezón de una mujer. Y debe estar aquí también la mujer, gimiendo, boca arriba. Dentro del pabellón de su oreja y, luego, dentro túnel del oído, las palabras: me haces daño. En efecto, la mujer gime dentro de esta página y repite las palabras: me haces daño. Es ella. Y es él quien, sin dejar de succionar los pezones alternativamente, sin dejar de caer con todo el peso de sus palmas abiertas sobre las palmas abiertas de la mujer, se coloca entre sus piernas.



5
⎯¿Qué te hago qué? ⎯le murmura al oído, los cabellos enredados entre la saliva. La respiración.
⎯Daño ⎯balbucea ella, moviéndose a su ritmo, entregándole su pecho. Las rodillas erguidas.



6
Un acto privado entre dos personas: la palabras que se intercambian en voz muy baja dentro de un taxi. Las gotas de lluvia. El lento quehacer de los limpiabrisas. Las yemas de los dedos de una mano sobre la piel blanquísima del dorso de otra mano. Esto al final.


Fotografías y texto de Cristina Rivera Garza: fragmentos de "El estrecho ataúd". Photoshop de Isaí Moreno.

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Tuesday, July 20, 2010

Y MRS. ROBINSON FUE FELIZ

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Generaciones enteras deben recordar la escena en que un muy joven y desesperado Dustin Hoffman arriba a una iglesia de Santa Bárbara justo a tiempo para impedir la boda de su novia. Se trata, por supuesto, de la última secuencia de El Graduado, la película que Mike Nichols filmó en 1967 que incluía, para escándalo de muchos, un affaire entre el joven y desesperado Benjamin Braddock y una mujer de mediana edad presa del aburrimiento en un matrimonio inane: la señora Robinson. Para quien no lo recuerde, una todavía guapa aunque algo cínica y otro poquito alcohólica Anne Bancroft se había encargado de seducir a Benjamin quien, recién graduado de la universidad y sin ningún plan en puerta, no hacía otra cosa más que pasar sus días alrededor de la alberca en una muy soleada California. La relación intergeneracional versión 1967 no podía, por supuesto, terminar bien. Benjamin terminó enamorándose de la hija de la señora Robinson (lo mismo le había pasado, entre otros, a Santos Luzardo con la hija de la temida doña Bárbara en la novela del mismo título, por cierto) y, en un arranque de trasnochado romanticismo y justo cuando está a punto de perderla, la salva de un matrimonio como el que condujo a su madre a vivir un affaire desgraciado. O al menos eso parece indicar la grandilocuencia del escape de la joven pareja. Lo que sucede cuando Benjamin grita el nombre de Elaine a través de un vidrio y cuando la joven vestida de novia le contesta gritando, a su vez, el nombre masculino es el restablecimiento del orden de las cosas. La pareja ideal ha sido, en efecto, salvada del horror. Mientras tanto, en una de las canciones que Simon y Garfunkel compusieron para la película, Mrs. Robinson sigue teniendo que guardar un secreto y, mire para donde mire, le toca seguir perdiendo. Hey, hey, hey.

Las edades son construcciones sociales, sin duda. La niñez antes duraba muchos menos años que ahora. La adolescencia, un invento que data más o menos del siglo XIX, se alarga sin cesar en el mundo contemporáneo. Los 40 son, como bien se sabe, los nuevos 30. Y así. Con todo y todo, cuando hacia finales del siglo XX Demi Moore empezó a salir con Ashton Kutcher, un guapote 15 años más joven que ella, pocos esperaban que esta neo-Mrs. Robinson y este neo-Benjamin se salieran con la suya. En la narrativa original, ésa en la que toda Mrs. Robinson debe sufrir y sufrir mucho, Ashton tenía que usarla para escalar posiciones en el mundo del cine y tenía que aprovecharse de su posición económica y, al final, tendría que traicionarla, de preferencia con una de sus hijas. Poco sé, a decir verdad, de los avatares del matrimonio Moore-Kutcher, pero sé que algo así como un proceso de demimoorización ha transformado el sentido original de la canción de Simon y Garnfunkel. Mrs. Robinson no tiene necesariamente que llorar o no, al menos, más que otra cualquier Mrs. No-Robinson. No más que tú o que yo. Ni menos.

Hacia la segunda mitad del siglo XX, hombres y mujeres de la más diversa índole se dieron a la tarea de revisar críticamente las nociones y las prácticas que constituían las relaciones de género. Aunque el feminismo fue siempre más vocal al criticar las definiciones sociales de lo femenino, igual escrutinio, aunque acaso no tan enfático, se llevó a cabo en relación a las definiciones de la masculinidad. Ser hombre o, para decirlo en términos de Simona de Beauvoir, hacerse hombre, dejó de ser un asunto meramente natural y/o auto-evidente para convertirse en un toma y daca denso y punzante, cotidiano, infinitesimal. Estas transformaciones algo tuvieron que ver sin duda con el número creciente de Señoras Robinson y Benjamines en nuestras sociedades. No hemos cambiado, por supuesto, las bases patriarcales del mundo en que vivimos y, por eso, las relaciones intergeneracionales siguen siendo dominadas por la figura del hombre mayor (poderoso) y la mujer joven (bonita). El 40/20 oficial sigue siendo, en efecto, aquel en que el hombre de éxito seduce o consigue los favores eróticos y/o emocionales de una versión benigna de Lolita. Pero aún así, con todo y fundamento patriarcal, las transformaciones laborales (que han incentivado una mayor participación de la fuerza de trabajo femenina, por ejemplo) y las ideológicas (no creo exagerar si digo que la máxima básica del feminismo, aquella que pide igual salario para igual trabajo, forma parte de un imaginario más bien colectivo) han generado un número mayor de Señoras Robinson, digámoslo así, felices y/o plenas mientras que los hombres sensibles de los 90 fueron sustituyendo poco a poco a los confusos y conservadores Benjamines de los 60. El 40/20 es, en definitiva, lo de hoy, pero al revés. Hey, hey, hey.

Las neo-Robinsons pueden ser tan cínicas como el modelo original, pero no por necesidad o auto-definición son tan oscuras o resignadas como para acallar, que no cambiar, una relación aburrida y des-erotizada. Los neo-Benjamines pueden tener tantas ansiedades acerca del futuro como el original, pero no están destinados interrumpir sus días de no hacer nada alrededor de cualquier alberca metafórica con súbitas sesiones de sexo mandatario o vacío. Las neo-Robinson saben, aún más, que por más reciente que parezca la demimoorización del mundo, su estirpe data de tiempo atrás. De Agatha Christie a Isak Diensen pasando por Edith Piaf o Marguerite Duras, la historia abunda en ejemplos de parejas que responden al formato 40/20 alternativo. Supongo que ambos saben que cualquier relación amorosa cuando es, es un riesgo. Supongo que ambos están al tanto de que el “fueron felices” rara vez es “para siempre” pero que eso no les impedirá explorar las posibilidades prácticas del “de vez en cuando”, “por un tiempo”, o incluso, el “a veces”.

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Wednesday, July 14, 2010

UN VERDE ASÍ



Cosa de enfocar la lente y encontrarlo. Un verde así. El frescor del primer trago de agua dentro del cuerpo. El miércoles se posa, con suma tranquilidad, sobre el esternón. Latir es a menudo otro verbo. La vitalidad se nota, sobre todo, en el peso de los pies sobre el pavimento. Carne de mi carne. Sangre. Alguien se acaba de levantar de una silla para dirigirse a. Cuando te encuentres al final de la frase toma un paracaídas y abre los brazos. Las ráfagas afganas. Las hebras del cabello. La atracción del vacío podría ser el diagnóstico de una enfermedad. Escribir es eso. Ambulatorio se refiere al uso de ambas extremidades, especialmente al caminar. Correr es una manera de inventar el aquí y el ahora. El pensamiento es un ejercicio, en efecto. !Todos estos huesos! Es muy sencillo: la gente corre para irse de aquí. La prisa a veces gana. El horizonte se desdobla con cierta gracia hoy. Sangre de mi sangre. Carne. Al final de la respiración siempre queda el mar o la náusea. Sigo siendo la niña que prefiere caer y regresar de entre los muertos. A todo esto yo le llamo Shangai. El ruedo podría ser una rueca si no fuera el escenario donde avanza una bicicleta o una bestia muy dulce. Entrar ahí. Jugarse la vida ahí. Mi reino por mi reino. Ca. 2666. Esto.

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Tuesday, July 13, 2010

LA VIDA PRIVADA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

El verano parece invierno allá afuera (y los rayos y truenos de la tormenta matutina así lo confirman). Los que parecen lejos están cerca y viceversa. Todo, a veces, tiene cara de contradicción. Lo mismo pasa con la así llamada vida privada. Me despierto pensando en eso, en la vida privada, en el secreto que se supone ubicado en el centro mismo de su propia definición. Ciertos altos muros alrededor de su médula. Ahí, en lo privado reina el espacio que, como la boa, se muerde la cola. Broche que cierra. Eslabón. En el otro extremo, por supuesto, queda el exhibicionismo de la vida pública. La revelación. Los pudorosos y los discretos, se dice, guardan silencio y conservan las formas. Sólo los extrovertidos y los sinvergüenza lavan la ropa sucia fuera de casa. La vida privada, esto también se cree, ocurre detrás de las puertas. Si es que existe un detrás, si es que las puertas se cierran. Hay algo tan terso en la dicotomía que coloca en sitios tan simétricamente opuestos al secreto y lo privado vis a vis la revelación y lo público que no puedo evitar entrar en sospechas. Ya se quejaba Paul Virilio (y en eso se ha parecido, válgame dios, a Simon y Garfunkel) contra aquellos que, con tintes autoritarios, han condenado el silencio al silencio, presumiendo, claro está, que el silencio de hecho va preñado de voces. Y qué, me pregunto yo haciéndome eco de esa queja, ¿no se hicieron las puertas con el sólo fin de escuchar algo a través de las puertas?

La Declaración de los Derechos Humanos la protege: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su correspondencia, ni de ataques a su honra o su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”. George Duby le ha dedicado al menos cinco volúmenes de candente observación, esto en Europa desde el imperio romano hasta, al menos eso reza el último título, nuestros días. La historia de la vida cotidiana, con un especial énfasis en la esfera de lo privado, también ha dado como resultado sendas colecciones de historia en México (pienso, sobre todo, en los volúmenes dirigidos por Pilar Gonzalbo que van desde la era mesoamericana hasta el siglo XX). Con todo y eso, y acaso sólo debido a la tormenta que ya hace rato se fue, me levanté con la sospecha, que es de suyo terrible y de suyo escabrosa, de que la Vida Privada, así con mayúsculas aunque en voz muy baja, terminó en 1844, el año en que Edgar Allan Poe escribió The Purloined Letter, aquel cuento en que el prefecto de París pide ayuda al detective Auguste Dupin para encontrar una carta robada. El detective Auguste Dupin descubre que la carta que se suponía robada no había sido sustraída sino que se encontraba ahí, expuesta a la mirada ajena, abierta. Se expone para ocultarse mejor, la carta. Eso, que es lo que parece estar diciendo Poe en una historia intrincada y amena, tal vez es lo mismo que nos vienen a ensañar las redes sociales, en especial el twitter. Entre más expuesta (la carta o la vida privada), más inaccesible.

En el cuento de Poe, las autoridades saben quién robó la carta (un ministro con ojos de lince) y, en general, el lugar donde el objeto puede encontrarse (la casa del ministro). Sin embargo, después de una búsqueda minuciosa, acaso exhaustiva, los policías no pueden dar con ella. Dupin, quien está al tanto de que el ladrón es, además de ministro, poeta y matemático, llega a la conclusión que la carta no está escondida, cuando menos no de la forma convencional. Dupin la rastrea en un lugar distinto: no en la profundidad de los escondites extraordinarios, sino en la superficie. Y ahí es, precisamente, donde la encuentra. A la vista de todos. La carta arrugada y puesta de revés parece otra, pero es la misma.

Unos cien años más tarde, Jaques Lacan analizó este relato en su famoso seminario de los miércoles, curiosamente en la misma ciudad donde Poe situó su relato original. La lettre volée. Al psicoanalista le preocupaba, entre otras cosas, promover el siguiente principio: “que en el lenguaje, nuestro mensaje nos viene del Otro y, para anunciarlo hasta el final: bajo una forma invertida”. También se planteaba desde ahí la siguiente pregunta: “si el hombre se redujera a no ser más que el lugar de retorno de nuestro discurso, ¿no nos regresaría la pregunta de para qué dirigírselo?”. Tal vez. Es muy posible que al psicoanalista, en realidad, le interesaran muchas más cosas pero, tal como él mismo lo afirmó a menudo, la verdad sólo puede ser enunciada a medias. En todo caso, no sugería Lacan dejar cosas a la vista para esconderlas mejor, sino llamar la atención sobre el hecho básico de que nada “por muy lejos que venga una mano a hundirlo en las entrañas del mundo, puede estar escondido en él, puesto que otra mano puede alcanzarlo allí”. El misterio es simple y raro al mismo tiempo, tal como lo había enunciado Poe.

Hacia el final de la primera parte del seminario, después de verse confirmado en el rodeo por el objeto mismo que lo lleva a él, Lacan sentenciaba que una carta siempre llega a su destino o, en otras palabras, que el lenguaje entrega su sentencia a quien sabe escucharlo. Edgar Allan Poe y Jaques Lacan parecen haber compartido cierta fascinación por aquello que se esconde a la vista de todos, eso al menos parece quedarme claro.

Hay un juego interesante en twitter que los usuarios habituales saben jugar bien. Como es sabido, es posible responder a un mensaje en particular usando la arroba para identificar claramente tanto a quien emite como a quien recibe y, en su caso, contesta el mensaje. La aparición de la arroba constituye, luego entonces, una clara indicación de que una intercambio “privado” está tomando lugar a la vista de todos en esa plaza pública que es el Time Line. La invención de la arroba invisible, una treta que algunos atribuyen a @assiain y otros con años de trayectoria en twitter asocian al mismo origen de los tiempos digitales, permite, sin embargo, sostener un diálogo “privado” frente a las miradas no advertidas de los que, sin duda alguna, miran. El mensaje se emite y, oculto de sí, después de atravesar el campo minado de las miradas, logra entregar su sentencia al receptor que sabe leerlo. Que este proceso ocurra y, aún más, que tenga que ocurrir frente a los ojos de todos para poder ocultarse, me obliga a considerar con cuidado el concepto mismo de lo privado en estos tiempos en que la intimidad se produce y se dirige de afuera hacia fuera. Estas mañanas de extimidad.

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Monday, July 12, 2010

UN VERDE ASÍ



Cosa de moverse con cautela y verlo. Un verde así. Contarte lo que pasa. Narrar las mañanas y los mediodías y las tardes y las noches y las madrugadas. Los puntos suspensivos son apenas un límite. La anécdota es lo que tiende a explotar. Valdría la pena evadir esa piedra en el camino y continuar. Los bordes más distantes de un cuerpo son las puntas del cabello, el filo de las uñas, la flecha sin rumbo de las pestañas. Cede. En algún punto empieza el tú. La voz es un retrato de los órganos más íntimos del cuerpo. Temblar no es más que. Entiéndelo así: Cuando la cercanía es demasiada agobia o se convierte en nosotros. O ambas. O incluso más. A veces es necesario organizar una expedición a Shangai. ¿Guardas todavía la imagen del Santo Niño dentro de las páginas de un libro? Mi equipaje: una colección de materiales manufacturados, una mano, los huesos tocados por el trueno. Siempre hay necesidad de un estandarte. A esto yo le llamo simulacro o umbral. Me han dicho que todo ha cambiado por allá. O cambiaría. Definitivamente cambiará. Hay una garita en todos lados. La pregunta es: ¿cómo te llamas? Los pronombres en plural suelen producir una pena infinita. La pregunta es: ¿realmente tenemos marcado en el interior del antebrazo el número 2033? De la nada, de ese pasadizo angosto donde se hace la clorofila, la palabra retacería. El vestido de brocado con adornos de pirita. La mariposa en la nariz. !Pero qué fresco huele todo aquí! Las palabras tienen, a veces, alas. Yo te ayudaré a escapar, decías.

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Sunday, July 11, 2010

UN VERDE ASÍ



Claudia Sorais Castañeda, según sus propias palabaras, copió "las entradas de Un Verde Así y las pasé por wordle.com para generar una nube de tags con las palabras que más se repiten en todas ellas".

Con tanta palabra me quedo sin palabras. Gracias, Claudia!

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UN VERDE ASÍ



Cosa de volver la cabeza hacia el muro y verlo. Un verde así. Habría que estremecerse a veces. Las gotas de lluvia a través de la resolana de la tarde, por ejemplo. Las escenas de una película vista hace una eternidad. El timbre de tu voz. Anoche, dentro del sueño de otro soñante, viajaba con una maleta demasiado pequeña. Con frecuencia los objetos de uso personal son de juguete. Aumentar o disminuir de tamaño no sólo le sucede a Alicia, en su país. Bruscamente. La sombra de los cuerpos sobre el camino de tierra o sobre la pared de enfrente: una de dos. O las dos. Es del todo posible caminar sobre el plano vertical, hacia arriba, hacia el cielo. La belleza ambigua de las sombras, su pátina. Un miope sólo sabe dudar. A menudo se sobrevalora a la gravedad, eso es cierto. Un pathos, dijo alguna vez alguien como en broma. Valdría la pena reírse con más frecuencia. Decir: ¿Qué te trae por aquí? Decir: Este es un té de hinojo o de menta. Decir: Esta es mi pared tuya. De mí en ti, la pared. El título del deseo podría haber sido Ir hacia allá. Todas las raíces son aéreas en Shangai. A cada declaración le corresponde una pregunta. ¿Y es esto una mesa llena de alimentos rajásicos junto al mar? Respirar es un aprendizaje turbio. Si fuera ca. 2032 y no ca. 2017 tal vez encontraríamos motivo para cerrar los ojos o para masticar despacio o para leer las líneas de la mano. Mírala bien: por ahí va tu esquela en traje de baño.

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Saturday, July 10, 2010

UN VERDE ASÍ




Cosa de pasar a la siguiente sala y encontrarlo. Un verde así. La perfección es algo que se escapa. A veces caminas como en trance hasta cruzar una línea invisible después de la cual el paisaje, que es el mismo, oscurece. Bajo la fronda. Puede que el alivio sea sólo un disfraz del tiempo. Iba a ponerme de rodillas y a rezar, pero me distraje. Una canica esmeralda, hace muchos años. El río que todavía resbala por la tierra. Un bosque dentro de otro bosque dentro. Una mosca. Como si a la nada, ir. El sonido de la respiración bajo las sienes, en la caja torácica, dentro de las muñecas. Zumbar. Retumbar. Reincidir. Hay una serie de cosas que sólo pueden constatarse desde la mirilla del cuerpo. ¿Hay alguien ahí? ¿Hubo alguien alguna vez en Shangai? Esta es mi mano sobre tu nuca. Emprenderíamos un largo viaje sin saberlo. Caminaríamos dentro de un cuadrado hacia otro cuadrado. La tiza y la rayuela y el pie que salta. Es la infancia el origen. El goce, que regresa. Desapareceríamos de improviso como los humanos. El microscopio de los dedos sobre las cosas más humildes de la tierra. Implacable, la atención. Allá, ca. 2045, todo esto te parecía irreal. !Quién pudiera construirse un muro alrededor! Mis aristas. Mis pesadillas más dulces. La cámara de las mil maravillas. Con frecuencia incluso la respiración es demasiado. El vacío más inútil: ése es el deseo. Ser fantasma y borrar: ése es el deseo. Atravieso el patio de una casa que no está. Justo eso.

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Friday, July 09, 2010

MECANOGRAFÍAS I

Coleccionistas de tuits: eso somos aquí.



La herramienta: Sperry Rand Remington Premier
El lugar: un rectángulo blanco lleno de muebles prestados. Una letra sobre la pared. Una lámpara. Un avión, a lo lejos.
El formato: Phone call. For: Date: Time: A.M. P.M. M: Of: Phone: Fax#: Message: Telehponed: Returned call: Please call: Will call again: Came to see you: Wants to see you: Signed:

Hubo un mundo en que, en efecto, los mensajes de teléfono se pasaban por escrito. La voz transformada, casi milagrosamente, en trazo. Un rastro. Un rostro. La mecanografía es la reina de mi corazón. El latir de las teclas. La máquina, que va.

La verdad: transcribo con la ayuda de una máquina de escribir frases de Un Verde Aquí en formatos para recados de teléfono. Como si lo escrito fuera una voz que se anida en algún lado de la cabeza. Como si lo escrito me llamara hoy. Como si lo muerto no.

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UN VERDE ASÍ



Cosa de ver la bandeja de entrada y examinarlo. Un verde así. Los colores a veces tardan mucho en llegar al sitio del origen. El verde siempre está en otro lugar. Detrás de la cerca hay algo; a ese algo se le llama más tarde o más allá o más de lo mismo. O menos. Querría que el estuario fuera uno de los nombres menos conocidos del verano. El secreto no se tiene; el secreto se produce. Mira: estas son tus dos manos. Es del todo posible que lo que pasa, pasa en Shangai. Los largos umbrosos dúctiles paseos vespertinos sobre la lengua: Del lat. aestuarĭum. Habrían sido estas las imágenes, en efecto. Habrían pasado. Volver a respirar puede constituir un milagro. Irse lejos y regresar y, luego, irse otra vez pero de forma completamente distinta. Pasar: ca. 2037. En una duna del Perú y con ayuda de 500 personas armadas con palas, Alÿs hubo comprobado que la fe mueve montañas. Literalmente: es deseable a veces leer así. Un verde. No sólo sería un destino, Amberes. El meditabundo uso de las itálicas. Son tardes como esta en las que uno anda en busca de la tarde. A veces, desde lo más lejos, llega el eco de lo que yace. La felicidad, que descompone. Suele ocurrir con los mensajes de teléfono o con lo que se dice muy cerca del pabellón de las orejas. La cosa en sí y la cosa para sí. El hombre o la mujer que no sabe incluso qué hacer con la alegría. El ruido de las llantas contra el asfalto. Arrancar, es cierto. Mirar por debajo. Cernir.

[en itálica, frase de @viajerovertical; fotografía de Isaí Moreno]


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Thursday, July 08, 2010

ESTUARIO IV

Coleccionistas de tuits: eso somos aquí.



Marceline-Marie: "I accept the knife offered me and will give strict orders to the animal passions."

Marceline: "Where did you come from, celestial bridegroom?" The celestial bridegroom: "I came from the name of a constellation. I´ve crossed five horizons. I´m not a ferocious beast. I´m the product of a very respected brain."

Marie: "I see you are smiling." The celestial fiancé: "I laugh because I´m the synonym of hunger. But I am fairly digestible if you haven´t eaten."

The shipwrecked barbarians in chorus: "And the day exists nowhere."

Max Ernst, A Little Girl Dreams of Taking Veil, 149.

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UN VERDE ASÍ



Cosa de perderse en el bosque y encontrarlo. Un verde así. Las voces de los pájaros alertan hacia algo más. El crujir de las hojas bajo los zapatos. Hay una hilera de hormigas que, sin saberlo, llega hasta Shangai. Una noticia tarda a veces años en ser transmitida. Un níspero es un níspero. La costumbre de partir. Hubo una vez un niño que, al dejar su hogar atrás, optó por Vermont o Asia. Lo que dice Anne Carson en un libro sobre Emily Dickinson y lo que dicen Susan Howe en un libro sobre Emily Dickinson y lo que nunca dijo Emily Dickinson. Aterrador es lo que dicen los párrafos y las oraciones y las letras. Esas cosas nacen de aquí, dijo señalándose el estómago vacío y, luego, la sien derecha. Dentro del bosque es del todo posible extrañar, aunque sea por segundos, las calles de una gran ciudad. !Mira la larga loca lenta hilera de hormigas que siguen los pasos de Emily Dickinson por el interior de las venas! La lluvia es la misma en todos lados. Ca. 2034. Y si vamos hacia atrás, hasta ese año, veremos que la lluvia es la misma también. Si fuera cierto todo lo que digo moriría de angustia o de pena. La mentira es con frecuencia una bendición. El agua de esta llovizna ocupa un lugar importante en el bautismo. Durante la fiesta arrojaron muchas monedas y un hombre viejo y pobre se dio a la tarea de levantarlas del suelo con una delicadeza inusual. Hay lugares donde siempre llueve la misma lluvia de siempre. Shangai es una bruma o un hueso alrededor de la muñeca. El verde: una cosa que late dentro de su médula. Los colores son así. Los pájaros dicen: todo está en paz. El crujir de las hojas y de los huesos y de los dientes. Los pájaros insisten: mira. Y, de repente, el mar. Todo este océano.

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Wednesday, July 07, 2010

UN FUTURO QUE YA NOS ALCANZÓ

La Castañeda. Narrativas dolientes desde el Manicomio General, México, 1910-1930 (Centenarios) Rivera Garza, Cristina

HISTORIA (NF). Historia social
Julio 2010
Tiempo de Memoria TM
Centenarios
ISBN: 978-607-421-191-7
328 pág.

El Manicomio General La Castañeda inició su vida pública en medio de las fanfarrias con las que el régimen de Porfirio Díaz inauguró las celebraciones del Centenario de la Independencia de México el 1.º de septiembre de 1910. En sus patios y pabellones, en sus talleres y jardines, bajo las sombras de sus castaños, se escribió una historia alterna de la modernización mexicana. Sin heroísmos, desde el lado más doliente de la realidad, esta historia se desarrolló en los diálogos –obsesivos, entrecortados, oscuros– de internos y doctores; comisarios y familiares; policías y licenciados; alrededor del tema de la locura. Todo formaba parte de la conversación: la fe, el sexo, la pobreza, la pérdida, las distintas formas del rencor, los celos, el amor, la política. Ahí donde los médicos intentaban componer una figura profesional, traduciendo lo que escuchaban a los términos de la incipiente psiquiatría, los internos lograron con frecuencia transmitir sus experiencias personales con el padecimiento mental. El lenguaje de la calle se introducía, así, a los diagnósticos institucionales. El veredicto familiar. La versión más íntima.

La Castañeda permaneció abierta durante 58 años y cumplió con diversas funciones sociales: un hospital, un lugar de cobijo, una cárcel apenas disfrazada, una última oportunidad, un archivo… Una ciudad de juguete. Una metáfora de los tiempos por venir. Un futuro que ya nos alcanzó.

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UN VERDE ASÍ



Cosa de caminar con prisa y verlo de lejos. Un verde así. La costumbre de escribir todos los días, más o menos a la misma hora. La costumbre siempre renovada del cielo. Íbamos bajo el gris como si por un túnel hebefrénico, alguien en algún lugar del mundo piensa eso. El ritual del café: tocar el grano, aspirar el aroma, degustar el sabor, temblar. Los hombres y las mujeres hacen promesas en Shangai. Algo intacto sólido puro en el ritmo de los infinitivos. Hay que estirar los brazos para tocar, aunque sea un poco, el sueño que se va. Desde aquí se ve tanta nada que parece nunca siempre, dijo nadie. Cuando los fantasmas salen por las ventanas, los pájaros entran por las puertas. Ese sutil aleteo. La mierda. Es muy posible que el fantasma haya sido el terror. Las ventanas y las puertas no son tan distintas al final. Las nubes, a veces. Las gotas de la llovizna. !Todo suele ser tan diminuto en Shangai! Cuando todo hubo terminado, ca. 2013, sólo quedó ese sutil gesto: saludar. En esta casa caminamos descalzos, arrojamos la mano hacia el aire, y abrazamos. Darte la bienvenida. Todo es paisaje. Todo es alrededor.

[en itálicas, frase de @viajerovertical]

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Tuesday, July 06, 2010

UN VERDE ASÍ



Cosa de acercar la boca y saborearlo. Un verde así. La niñez se desdobla sobre una carretera larguísima. El arte de no estar se habría inventado aquí: en el espesor de las ventanillas. La realidad no es más que una película proyectada, primero, sobre el asfalto, y luego sobre el parabrisas. A todo eso se le llama Shangai. El reflejo de un reflejo es un reflejo aún más dorado. El sonido, que se difumina. La costumbre de ver hacia adelante. Hay un brillo al que se le conoce como fatuo. Un mago habría extraído conejos del sombrero así. Quedarse es el verdadero enigma. Lo olvidarás; lo olvidarás todo. Hay que llevar consigo sólo cosas diminutas. El lápiz y el papel caben en cualquier rincón. Los bolsillos son un arca de Noé personalísima. Lo que resulta fácil de entender es el ruido del motor cuando se aleja: somos nosotros sobre la máquina. Somos cuatro. Una familia. Un auto rara vez es lo que parece. El horizonte se horada. Entiende esto: corre el año 2019. Vamos más allá. Siempre vamos más allá. La costumbre de imaginar. Los rostros, las direcciones, los cuerpos: todo termina por confundirse. Sustituir y prostituir. Huir es ir hacia Hu. Entre una cosa y otra pasan demasiadas cosas. El cielo, por ejemplo. Esto que me rodea es un bosque de pinos y oyameles. Es el aroma lo que hiere la nariz. Imagina que es posible dibujar paisajes aún más nostálgicos en el vaho de las ventanillas. Mira esto. Mira su rostro, por ejemplo. ¿Qué se hace para transcribir, con absoluta fidelidad, las llanuras de su voz? Son cuatro y corren bajo el aguacero. Una familia. Danessa 33 es un reinado dentro de un país que se llama Domingo. La lengua sobre lo que sí está. El verbo lamer. El amor, que se mira. El ruido del granizo contra los cristales. Un detenimiento apenas. Un momento de paz.

--crg
TURNO NOCTURNO

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


¿A qué tipo de documentos podría recurrir un antropólogo de finales del siglo XXI para desentrañar, y esto en su mayor detalle, la vida privada de hombres y mujeres de inicios del XXI? Si este fuera el año 2092 y yo fuera ese antropólogo interesado en explorar los recovecos humanos tanto de la sentimentalidad como de la sexualidad de inicios de siglo, sin duda buscaría entre los registros de los TL (Timelines) de las cuentas de twitter que, según noticias de hace no mucho, deberían estar catalogadas en los archivos del congreso norteamericano.

En el twitter no se dice la verdad, eso se sabe. Pero en el twitter se exagera o se imposta dentro de un contexto cultural que igual alimenta como encauza la imaginación que, de hecho, terminará por construir el personaje. En alguno de mis primeros escritos alrededor del fenómeno escritural que es twitter dije lo siguiente:

1.3. Porque el presente del tuit es desde antes un readymade, no hay tuit sincero.
1.3.1. Todo tuit es, desde antes, inverosímil.
1.3.2. El tuit confesional es una contradicción en términos.
1.3.3. Nadie hace en realidad tuit tease.
1.3.4. Alterproducido y alterdirigido, el tuit va de afuera hacia afuera.
1.3.4.1. El tuit es una escena.

Vayamos por partes. Sostuve ahí que un tuit (el mensaje de 140 caracteres que un twittero escribe siempre dentro de un rectángulo en la parte superior de una pantalla) es un readymade para enfatizar la naturaleza mediada de su definición más propia. Un readymade, ese objeto encontrado y cotidiano que se despliega, luego entonces, a través de una forma ya codificada, está siempre listo para usarse. Por esa y no por otra razón llegué a afirmar ahí que el tuit era inverosímil (en el sentido en que, si lo verosímil 1. Adj, Tiene la apariencia de verdadero; lo inverosímil debe tener entonces 1. Adj la apariencia de lo falso). Pero no me detuve ahí. Dije, y esto lo sostengo, que no hay tuit confesional. En otras palabras, dije ahí que, en tanto readymade, un tuit podría tomar la forma de lo confesional para así producir el efecto de revelación e intimidad que muchos asocian a la catarsis. De ahí, claro, que nadie esté en posición de hacer tuit tease. Aquí nadie se desnuda o, en todo caso, si alguien se desnuda entonces la desnudez es sólo un disfraz. El tuit, que se expone de nacimiento, se produce en el afuera (el lenguaje, la pantalla, el tablero) y se dirige, sin lugar a dudas, hacia al afuera y en el afuera: el timeline. El tuit es una escena pequeñísima.

Si al menos 80% de lo incluido en el párrafo anterior resulta sensato o al menos documentable, entonces es obvio que el antropólogo del 2092 no encontraría la verdad de las vidas sentimentales y sexuales de inicios del siglo XXI en ningún timeline. Lo que el antropólogo del futuro sí encontraría, sin embargo, sería la construcción colectiva de los límites de la así llamada vida íntima. El antropólogo, que en realidad era una antropóloga, por cierto, haría bien en cuestionar la veracidad de los datos a su disposición. Pero también haría bien en creerlos a pie juntillas con tal de llegar a dilucidar todos y cada uno de los elementos que se desplegaban antes para producir el terreno mismo de lo íntimo. Después de todo, como bien confirma Fernández Porta, “la intimidad es un concepto que fue construido por las clases acomodadas a finales del siglo XIX, para distinguirse de las clases populares. Estaba basado en la posesión de espacios cerrados (casas y habitaciones, pero también espacios sociales impermeables), que garantizaban un cierto refinamiento en la vida interior y relacional. En rigor ese concepto deja de existir a mediados del siglo XX con la extensión de las formas de espectacularización y publicidad”.

El antropólogo que en realidad era una antropóloga leería, pues, los timelines de inicio del XXI. Si pudiera aconsejarla, le diría que se concentrara, sobre todo, en los tuits del turno nocturno. Se trata de la producción escritural de los insomnes y va de por ahí de las 11 de la noche a eso de las 2 o 3 de la mañana. Son las horas más frágiles: ahí el desvelado implora y borracho dice algo con apariencia de verdad. Casi todos los tuits del turno nocturno llevan de manera más o menos explícita la disculpa por lo que algunos denominan, no sin cierta altivez, su cursilería. @Viajerovertical, un tuitero que se dedica casi exclusivamente a merodear las ideas contemporáneas del amor desde su punto más nostálgico suele reírse de sí mismo en este aspecto. Algunos de estos tuits son divagaciones o revelaciones más o menos disfrazadas sobre el tema de lo sexual. @Altanoche, desde Hermosillo, diría cosas como ésta: Tengo ganas de meterme a la cama. Pero no a la mía. @Reiben, un joven escritor tijuanense, ha llegado incluso a tuitear una secuencia de pornotuits que incluyen imágenes de mujeres atadas a una silla mientras otros dos se dedican a tener sexo violento frente a sus ojos. Que lectoras como @Manchas o @DianitaGL o @Javier_Raya se inmiscuyan en la narrativa fragmentaria del TL para pedir mano en el momento de elegir a qué personaje interpretar no deja de tener su gracia. La antropóloga lo comprobará más bien pronto: incendiados y ruiseños, los tuiteros de inicios del siglo XXI estaban dispuestos a dar cobijo y a apropiarse de secuencias o personajes para provocar el deseo. @ciervovulnerado merece una mención aparte. Desenfadada por principio de cuentas, dueña de un dominio jocoso de la blasfemia popular, esta tuitera de Guadalajara no tiene empacho en mencionar por su nombre a las partes del cuerpo que se refiere. Tampoco le tiembla la mano cuando retrata a su familia —su hermano también tuitea— ni mucho menos cuando describe sus encuentros (imaginarios o no) con diferentes parejas. @Hiperkarma, una tuitera de Monterrey, pone en juego el lado más bien queer de la moneda. Incluso @MiguelCarbonell, quien usualmente tuitea sobre temas sociales, especialmente relacionados al derecho, no pierde la oportunidad de citar a Sabines o de expresar su nostalgia o de emitir suspiros en los tuits de medianoche.

Algo huele a fresco ahí y es por eso que uno sabe que no se trata de Dinamarca. La antropóloga, que acaso sí fuera a fin de cuentas un antropólogo, haría bien en leer con cuidado y reír con ánimo ante las desveladas anti-confesiones o, mejor dicho, des-confresiones, de las que se hace esa intimidad que, en nuestra era, va de afuera hacia fuera. El fin del círculo.

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Monday, July 05, 2010

UN VERDE ASÍ



Cosa de tropezar y encontrarlo. Un verde así. El camino será muy largo, eso se sabe. La vergüenza que embarga cuando no se reconoce, aunque sea por un fragmento de segundo, el rostro que se creía inolvidable. La eternidad comienza así. Un día. Dicen que las uñas continúan creciendo aún después de muertos. Se dicen tantas cosas en Shangai, sin embargo. Es necesario desbrozar. El ruido de las máquinas cuando cortan. Podar. Tú destázame las puntas del cabello si puedes. Olvidar es un sinónimo. En alguna ocasión estuve perdida por horas enteras dentro de la Ciudad Prohibida. Ca. 2005. Los mapas suelen desorientar. Usted no está aquí. Ni aquí. En lo que piensa el hombre que, después de desnudarse, entra muy despacio en el mar. En lo que piensa ese mismo hombre cuando sale del agua helada, despavorido. En lo que piensa cuando corre sin volver la vista atrás. Sus pies se fueron por allá. Piensa, con toda seguridad, "soy la mujer que ve a través de una lente". El rostro que se creía inolvidable mira el camino asfaltado desde la fotografía. La tristeza es una forma de la inmovilidad. A las estatuas de marfil una, dos y tres así. El talón de Aquiles es en realidad una grieta. El pensador. El rostro alguna vez reconocido se convierte eventualmente en una nube o una planta o una señal de tráfico, eso se dice en Shangai. Semáforo. Un poeta es un alacrán, eso también se dice en Shangai. O se dijo. O se diría. Íbamos a llegar.

--crg

Sunday, July 04, 2010

LA POLLERA COLORÁ. Vol. I, Num. 1.

[en Revista Tierra Adentro, Número 164, junio-Julio, 2010]

Siempre soñé con tener una revista que se llamara La Pollera Colorá. Si la hubiera dirigido, con toda seguridad habría publicado textos furiosos y artículos incendiarios y poesía experimental. Con toda seguridad le habría dado espacio ahí a datos como los que las poetas Juliana Spahr y Stephanie Young incluyeron en “Number Trouble”, un artículo que ha desatado bastante controversia a últimas fechas, al menos entre cierto público progre y cierta comunidad de escritores post-vanguardistas de los Estados Unidos. Spahr y Young, escritoras que han conseguido a fuerza de buenos libros una comunidad estable de lectores, razón, entre otras tantas, por la cual no se les dificulta publicar, se dieron a la tarea, sin embargo, de buscar números—evidencias duras, les llaman—para saber si el género todavía juega, o ya no, un papel importante en procesos de publicación. Algunos de sus muchos datos incluyen algunas antologías: Donald Allen, New American Poetry, 1960: 44 hombres, 4 mujeres (8%); Donald Allen y George Butterick, The Postmoderns: The New American Poetry Revisited, 1982: 31% mujeres; Bruce Andrews y Charles Bernstein, The LANGUAGE Book, 1984: 56 hombres, 13 mujeres (19%); Eliot Weinberger, American Poetry Since 1950: Innovators and Outsiders, 1993: 30 hombres, 5 mujeres (14%). Hubiera seguido con más datos en mi Pollera Colorá pero, incluso ahí, creo que ya habría sido suficiente. El punto habría quedado claro: las cosas no han cambiado mucho.

Para hablar con la verdad, yo de manera personal no me puedo quejar de nada. El colmo: el primer cuento que escribí, el cual tuve la suerte de leer en una de las dos sesiones de uno de los dos talleres a los que asistí en mi vida, fue incluido en una antología de muy jóvenes creadores publicada por la UNAM. Los primeros poemas, o intentos de, también ganaron el premio Punto de Partida. Lo digo para argumentar en mi contra, no por desfachatez, no se crean. Así las cosas, cuando tuve listo un poemario, al cual había intitulado La más mía, tuve la suerte de encontrar a Juan Domingo Argüelles en una oscura presentación de una oscura ciudad de provincia. Creo recordar que un amigo mutuo nos presentó y que, al paso de la conversación, Juan Domingo me dio una tarjeta con la dirección a la que habría de enviar el manuscrito. Así lo hice. Meses después llegó una respuesta afirmativa. Y la publicación se llevó a cabo el mismo año en que nació mi hijo Matías. El inicio, pues, fue el inicio de muchas cosas. El inicio de mi vida.

Ese libro publicado por Tierra Adentro fue el responsable, por ejemplo, de que un año después formara parte de los becarios del FONCA, en esa segunda ocasión en la rama de poesía. Distribuido aquí y allá, La más mía me llevó de regreso a ciudades donde había crecido o, de plano, a lugares donde nunca había estado antes. El libro, además, me hizo creer que todo lo que tenía en cajones cerrados con llave (entonces las cosas no se guardaban en el archivo virtual de una pantalla) podría muy bien algún día ver la realidad del papel. Creo que por eso mandé el manuscrito de Nadie me verá llorar a un Premio Nacional, el José Rubén Romero, y bueno, lo demás es parte de lo que me lleva de regreso a mi Pollera Colorá.

No es personal, pues. Yo no tengo razón alguna para quejarme de nada, eso queda claro. Y sin embargo, acaso tal vez por eso mismo, creo que me toca recordar aquí la manera bien concreta en que el género y, en el caso de un país tan centralista como lo fue México durante el siglo XX, el lugar de origen, siguen jugando un papel en el número desigual de publicaciones entre escritoras y escritores. Tierra Adentro, en mi caso, y en otros tantos, ha sido importante en ese aspecto. Pocos en esa última década del siglo XX habrían apostado por una jovencísima escritora del norte del país, errante para colmo de males, sin pedigree familiar, sin conexión alguna a grupos culturales o políticos del país, sin deseos de complacer a nada ni a nadie. Pocos, creo, habrían apostado por una escritora. Tierra Adentro, llevando a cabo la tarea que la sociedad le encargara, lo hizo. Y eso lo tendría yo que mencionar en el número uno, del volumen uno, de La Pollera Colorá. Si la tuviera, claro. Si existiera.

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@REIBEN WAS HERE




Inicial. Gradual. Astral. Letal. Total. Todo sucede más o menos así.


Cuando les digo a mis amigos que @Reiben está invitado a comer, todos parecen coincidir: es peligroso.

Entre una cosa y otra pasan siempre muchas cosas.

A @Reiben le dicen los vecinos que nadie vive aquí. Tal vez los vecinos tienen razón.

Estuvimos a punto de no conocernos. En efecto, durante dos horas no nos conocimos.

Los aeropuertos son una carrera de obstáculos. Nice.

Nadie tiene su número celular. Nice.

El calor produce una nostalgia infinita. Nice.

Las sogas, la silla, el rifle de precisión: @Reiben toca a la puerta.

A veces es necesario utilizar la frase: A pesar de todo.

El mar, embravecido. El bosque a lo lejos. @Reiben lo nota primero: es una avispa o una abeja.

Encender el fuego es el más puro ejercicio de meditación.

Los comensales lo dicen al unísono: la carne está muy buena. Y @Reiben asiente con la cabeza.

Muerde con entusiasmo. Mastica. Deglute. El método de su saliva.

En efecto, tengo mis fans. Dijo @Reiben en un momento dado.

En el patio de Robert Plant (hay aquí una escalera al cielo): los hombres lo ven de lejos. Las mujeres se aproximan con cautela.

El corno inglés. Las herraduras de los caballos sobre la arena. Reiben dice: esto es la oscuridad.

El resuello de las bestias. La luna, que mengua. Las mujeres, que visten de seda, van hacia él. @Reiben murmura: Había una vez. Érase.

El fuego está. La luz de las velas. Todo parece indicar que @Reiben habla de las bestias.

El brillo de los ojos frente al asador. Érase una silla, una soga, un rifle. Había una vez un guardabosque. Las mujeres de seda y @Reiben.

Detrás del cristal, los hombres. Las historias se reúnen alrededor del fuego. Hace frío. Es hora de cazar, dice @Reiben.

Mi pornografía. Mi celo. Mi danza estelar.

Utiliza el objeto indirecto para ocultar. Pero, en definitiva, hay una mujer atada a la silla y hay dos hombres. @Reiben a cazar.

Aquí todo es deseo. Aquí todo es carnal.

La respiración, que se agita. Latir es algo más que un verbo. Estas son tus rodillas.

El corno inglés. El súbito ladrar de todos los perros. El crujir de muchas ramas juntas.

El momento del grito sucede aquí. El deseo.

Todo junto y todo a la vez.

Un eco es un eco es un eco es un.

Debe haber una mejor manera de indicar el paso de mucho tiempo. La sensación, al menos.

Y en el postporno la cenicienta brillaba, el gato se quitaba las botas y la ex-durmiente guiñaba el ojo izquierdo.

La danza del amor y el terror. Su cortejo.

Esto es un cuerpo. Lo que estuvo aquí es, en efecto, un cuerpo.

--crg
UN VERDE ASÍ



Cosa de perder el aire y encontrarlo. Un verde así. El camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja." Costaba tanto trabajo respirar. Alguien susurraba: falta ya muy poco para llegar hasta Shangai. La felicidad con frecuencia provoca espanto. Lo más difícil de creer es lo que está frente a los ojos: esto es algo que dijo Wittegenstein alguna vez. Tu mano, por ejemplo. O tus hombros. O el bosque. Nadie le pondría atención al resoplido de las bestias. Escribir es la concentración más larga. Los caminos entre los árboles dan la apariencia de ser inexpungables o misteriosos. A veces ésa es una definición de dios. En algún otro lugar del mundo ha irrumpido ahora el clamor de una campana. Tañir. Las sirenas de las ambulancias denotan peligro. El paisaje interior habría estado intacto por años: esa es la verdad. ¿Falta mucho todavía para llegar hasta Shangai? La imagen de un lago, por supuesto. La imagen de un lago sin orillas. Imagina la sorpresa de Narciso cuando vio el rostro ajeno sobre la superficie del agua. En 2035 todo esto nos parecerá real. El cuerpo, que horada. El cuerpo que trastoca la composición original. La uña. El pelo. Todo esto dentro de la frase si hubiera. Pero la historia es ésta: Hubo un toro en medio del camino y, al verlo, le sacaron la vuelta en lugar de enfrentarlo. Toda acción es metáfora de otra. Las sirenas son a veces seres pequeñísimos. El peligro. La alarma. Los recuerdos hablan una lengua muerta. Dicen o creo que dicen: esto es un bosque y, dentro, hay otro bosque. Subir una cuesta toma demasiado tiempo. Dicen: Perder el aire. Dicen: Perder el diccionario. Ser un hombre o una mujer que no sabe qué hacer con una taza de café. Alguien sube; alguien saborea la navaja. Para el que va, todo es Shangai. Para el que viene.

[en itálicas, frases de Juan Rulfo, Pédro Páramo]

--crg

Saturday, July 03, 2010

UN VERDE ASÍ



El mundo entra por una grieta pequeñísima. La primera sensación es de asfixia. Habráse visto u oído. La producción de distancia se lleva a cabo a través de las ventanillas. La despedida es un aprendizaje gradual. La bruma cubre poco a poco lo que quedó atrás. El pasado imperfecto expresa una acción en curso, no acabada. En el asfalto de las carreteras se desdoblan las historias iniciáticas. Escribir es una concentración total. El viento a veces. Las voces. Aquí todo desaparece. Es posible, en esas circunstancias, perder un brazo o una pierna. La frase es una sustitución. Lo que se produce en el espacio de la ventanilla es lo que no está, más algo. Lo adicional rara vez es inocente. Pero existe, en efecto, el diagnóstico: dolor fantasma de las extremidades. Las palabras curan o adormecen. Alucinar es un verbo magnífico. !Mira lo que está donde no está! Se trata de una niña diminuta luchando contra un monstruo de proporciones gigantescas. Llámame por mi nombre, dijo siempre la Distancia, llámame Goliath. Y nadie, nadie más en kilómetros y kilómetros a la redonda. El desamparo es una alocución muy vasta. La palabra conduce a la piedra y viceversa. ¿Sientes cómo se estrella ahora mismo contra la esquina más septentrional del maxilar? Cric. Crac. Esto te dolerá más a ti que a mí, Joaquín. El gozo que provoca poner dos tres cuatro palabras juntas: una especie de círculo que se abre. El broche de oro al revés. En cada punto y seguido, una conmemoración. Producirse a sí mismo es una tarea fundamental del texto. Saturar el mundo. Ofuscar. El deseo suele verse de reojo dentro de mi espejo. Me arropo en la suntuosa tela de la letra y me arrojo desde el Monte de las Cruces hasta llegar al mar. Dar de tumbos, se dice así. Correr despavorida, se dice así. Dar en el blanco, se dice así. Inmolar. A lo adicional, que es lo insustituible, se le llama lo bello o lo que escapa o lo que tienta. La escritura es un diagnóstico: Me duele la pierna que no tengo./ Y el plexo./ La mano que no está. Esta rodilla/ transparente. La extremidad./ Mira: este es un caballo de mármol que nació en Shangai. Súbete. Móntalo. Azúzalo. Llegará a tiempo a través del tiempo, estoy segura. Llegará ayer. Acaba de llegar: ca. Julio 3, 2010. 10:14 am. Sigue llegando.

--crg

Friday, July 02, 2010

THINGS THAT ARE ALIVE



The sort of addictive continuum that I think has to do with how we as a culture relate to things that are alive. So I think it´s got something to do with, that we´re just--we´re absolutely dying to give ourselves away to something. To run, to escape, somehow. And there´s some kinds of escape--in a sort of Flannery O´Connorish way--that end up, in a twist, making you confront yourself even more. And then there are other kinds that say: "Give me seven dollars, and in return I will make you forget your name is David Wallace, that you have a pimple on your cheek, and that you gas bill is overdue."

David Lipisky, Although of Course you End Up Becoming Yourself. A Road Trip with David Foster Wallace, 81.

--crg
A VECES, BAJO UN ÁRBOL



A veces me siguen/los caballos blancos/ los vientos

A veces, bajo un árbol,/he tenido donde/descansar la cabeza.

Viel Temperley, "A veces me siguen", Humanae Vita Mia (1969), Poesía Completa, 90.

--crg
UN VERDE ASÍ



Cosa de recibir un regalo y verlo. Un verde así. Pocas veces hay lentejuelas. Los manteles largos dificultan el movimiento libre de las piernas. Alguien baila a lo lejos. Alguien tararea una canción. Alguien más cuchichea. Tarkovsky enciende y apaga una vela dentro de una alberca. El ir y venir. El venir y el ir. Los murmullos es un título que no. El viento agita la cortina blanca. El viento se lleva un sombrero y un paraguas. Latir es algo más que un verbo. Las ventanas sirven para ver esta escena. Todo se va. Las noches suelen ser así en Shangai. Tan lejos de manera repentina, ca. 2015. Un diapasón. Una calle estrepitosamente vacía. Mi reino por tu reino. Es preciso titubear, decía o creo que decía Kafka, pero con la mayor firmeza. !Benditos aquellos que han dejado de creer en la perfección! Tu reino por el reino de lo que será. Existen, por ejemplo, los que han llorado. Obscenamente es un adverbio hecho de brazos muy largos. Existen sin duda los que se han partido en dos. La manera, que es abrupta. Alguien debería decirles que la guerra ya acabó. Me pongo el corazón del lado del corazón. Existen los que han posado para una fotografía que aparece dentro de un marco plateado. La eternidad es un rectángulo. ¿Es de verdad Tarkovsky el que va y viene con vela en mano dentro de la alberca vacía? El candelabro se habría mantenido inmóvil justo sobre las cabezas. Algo de brutal en el movimiento que lleva la cuchara hacia en interior de la boca. Hu está lleno de cuevas. El lenguaje amoroso incluye los verbos devorar, masticar, deglutir, tragar. El reino de lo que será por el reino de lo que es. Algunos autores prefieren el concepto de cataclismo al de evolución. Los abrazos caníbales son sólo palabras dentro de un verso. Un haz de luz sobre los cubiertos y sobre las uñas y sobre la memoria. Mira: esto es el fin del mundo o una luciérnaga. Alguien baila. Alguien ulula sobre la banqueta.

-crg

Thursday, July 01, 2010

UN VERDE ASÍ



Cosa de bordear el agua y encontrarlo. Un verde así. Hace ya tantos segundos de todo esto. Érase que fue o que habría sido. Muchos crímenes ocurren de hecho en lugares hermosos. La sangre palpita bajo el paisaje, oscura. Esto es un diente estival. La belleza, que hiere. Ominosa: pronuncia la palabra tan suavemente como puedas. La suave saña del verbo ad/herir. Los extrañé mucho cuando estuve en Shangai, solía escribir cosas así. La carta es un navío. Corría ya el año 2024. En esta casa no nos sentimos en casa en un mundo interpretado. Si hubiera abierto la ventana, el aire de la tarde me habría ayudado a recordar algo que. Las garzas en desliz. Solía irme de cualquier modo. A sabiendas. Midiendo todas y cada una de las consecuencias. Hay un lugar que se llama Hu y ahí, dentro, hay una cueva. A veces se te olvida respirar, eso lo sé bien. Este es el momento en que aparece el zumbido en la oreja derecha. A veces el tiempo pasa. La locura ambulatoria es el diagnóstico de una enfermedad. La conciencia se recobra sólo si se ha logrado establecer la suficiente distancia. Así, desde lo lejos, en la tierra de Hu o de Shangai, es posible volver el rostro y pensar. !La cantidad de espacio que necesita el verbo reflexionar! Amar de lejos es lo de hoy. Una mujer se va a la orilla de la orilla para acomodar las ideas dentro de una valija. Arrojar la mano hacia el cielo, moverla de derecha a izquierda: borrar el mundo. Ese movimiento dulce taciturno elegíaco. Decir adiós o saludar. Las garzas son animales metafísicos. Los sonidos de su garganta. Los sonidos de los pasos alrededor del estuario. Asómate al mundo del reflejo. Ve esto. Recibir una carta es abordar un tren o un avión. Leerte así. Me llamo cuerpo que no está. Escribir es irse. La carta está en lugar de Hu. Es preciso cerrar los ojos al oprimir el botón de la cámara fotográfica. Sólo segundos después descubriría las imágenes de la danza: las garzas en desliz. La aurora de la noche. Las gracias.



[en itálicas frases de Rainer Maria Rilke y Ramón López Velarde; la segunda fotografía retocada por Isaí Moreno]

--crg