EL DRAGÓN, QUE SE APROXIMA
Lean mucho, disfruten de más, amen porque sí, suéltense (si lo hay) el pelo, alóquense si fuera menester. Y cuídense, también. Van los abrazos y los mejores deseos para este año del dragón que a punto está de dar la vuelta a la esquina. Miren.
Puesn.
--crg
Saturday, December 31, 2011
Thursday, December 29, 2011
VIRIDITAS
Lectura en voz alta de "Viernes, Marzo 12, 2010. 8:03 am", Viriditas (Mantis/UANL), p.13.
--crg
Lectura en voz alta de "Viernes, Marzo 12, 2010. 8:03 am", Viriditas (Mantis/UANL), p.13.
--crg
Tuesday, December 27, 2011
POESÍA Y POLÍTICA
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
La guerra que pelean una férrea casta de tecnócratas neoliberales contra un grupo de empresarios transnacionales que se dedican a la producción y comercio de sustancias hasta ahora consideradas como ilegales ha sumido a México en una de las etapas más sangrientas de las que se tenga historia desde inicios del siglo XX. Interpretar críticamente estos fenómenos es acaso una de las tareas más urgentes en nuestros días para comprender y, luego entonces, proponer alternativas al estado de creciente crueldad y horror. Pensar críticamente en momentos de dislocamiento y ruina, de violencia extrema y duelo, no es cosa fácil. Como lo asegura Achille Mbembe en relación al reto de pensar África fuera del eje de la teoría occidental, “lo que la teoría social no ha podido comprender es su tiempo [el tiempo histórico de África] como tiempo vivido, no sincrónica o diacrónicamente, sino en su multiplicidad y en su simultaneidad, su presencia y ausencia, más allá de las perezosas categorías de cambio y permanencia tan socorridas por tantos historiadores”. Contra los muchos estereotipos que, más que explicar, oscurecen la compleja realidad de la vida cotidiana y política de África, Mbembe asegura en On the Postcolony que “las fluctuaciones y la indeterminación de estos países no necesariamente significan una falta de orden. Cada representación de un mundo inestable no puede ser automáticamente subsumida bajo la etiqueta de ‘caos’. Pero, reducida por la ignorancia y la impaciencia, dejándose llevar por cierto delirio verbal, slogans, y en general la impericia lingüística, la literatura al respecto recurre con mucha facilidad a la repetición y el plagiarismo, a las declaraciones dogmáticas y las interpretaciones arrogantes, y las conclusiones superficiales están a la orden del día”.
No se necesita ser un crítico avezado para estar en general de acuerdo con Mbembe en lo que respecta a África e, incluso, en lo que podría tocar a la realidad mexicana de hoy. La pregunta que no es posible dejar de plantearse es, sin embargo, qué o cuál será la mejor manera de rendir cuentas sobre lo que acontece ahora. Heme aquí diciéndolo de nueva cuenta: contra ese estado de cosas, aquí y allá, la poesía. No pienso, por supuesto, en la práctica versificadora que tiende a encerrarse en la torre de marfil de ciertos lenguajes prestigiosos que poco o nada tienen que ver con lo poético. No pienso, claro está, en el lenguaje imperialista (dar voz a otros) y con frecuencia ramplón que, con la excusa de acercarse a la comunidad que la produce, deja de exigirle a la poesía ese práctica de cuestionamiento del lenguaje que la determina. En lo que pienso mientras trato de elaborar un argumento sobre la urgencia y, por suerte, la presencia de una luminosa poesía política en nuestro medio es, sobre todo, en tres libros publicados recientemente en México. Se trata de Degenerativa, de Alejandro Tarrab; El baile de las condiciones, de Oscar de Pablo; y Hechos diversos, de Mónica Nepote. Es posible que estos tres libros no me hayan ayudado a entender (en el sentido meramente intelectual del término) lo que sucede en el país, pero no me cabe duda que me han acercado de manera punzante y riesgosa, de manera humana y crítica a lo que testifico en mi día a día.
En Degenerativa, un ejercicio casi orgánico de apropiación que resulta en una serie intrigante de variaciones y versiones de un material que ya nunca más podrá ser El Original, Tarrab trabaja de cerca con lecturas y otros artefactos artísticos pero no se olvida de dirigirnos “Hacia las maquiladoras, hacia el abismo de las sepulturas/ se entiende este reducto”. Y el lector de Tarrab puede, si así lo desea, detenerse en el casco de las viejas ciudades “donde puede llorar despierto” hasta las periferias que en mucho se parecen a las fotocopias y los loops donde la experiencia se daña y se difumina y cambia.
En El baile de las condiciones, un título que es una referencia poco discreta a un escrito de Karl Marx de 1844, Óscar de Pablo le da la mano a las condiciones de expresa desigualdad y explotación que caracterizan el mundo de hoy y, sin empacho, con inusual sentido del humor y agilidad lingüística y referencias tanto religiosas como históricas, las saca, en efecto, a bailar. De entre todos, sólo comento ese largo poema alrededor y dentro de la fábrica Modelo, donde los turnos de trabajo se transforman en mareas y los trabajadores, marineros imprevistos de una ciudad vuelta toda océano de químicos y de orina y de hartazgo, resisten el vómito y, sí, piden cerveza en el naufragio.
La poesía de Hechos diversos se produce justo en el lugar de la costura del libro que divide (o junta) las páginas donde se llevan a cabo los ejercicios con la sintaxis y las imágenes (a la izquierda) y aquéllas donde se plasma el lenguaje informativo de las noticias (a la derecha o en la parte inferior de la página, pero siempre en otra tinta). La yuxtaposición, que además involucra hechos ocurridos tanto dentro como fuera de México, trae a colación lo nimio, en efecto, pero también los fenómenos macroeconómicos sin los cuales eso nimio —la violencia doméstica, el nombre que se registra con sangre porque de otra manera se olvida, la mirada sobre el cuerpo desmembrado que alumbra la cámara de un paparazzi— no tendría por qué ser registrado. Lejos del facilismo de la representación directa o de la empatía superficial, Nepote pone a funcionar, y con estilete, el nivel de la investigación del lenguaje. En la primera línea del poema “Las muchachas bailan”, por ejemplo, las preguntas indirectas, que se establecen con el uso del tilde sobre el pronombre interrogativo, se atropellan una a otra a través de comas que, lejos de proponer una respuesta o, incluso un terreno propicio para la respuesta, insisten en la pregunta misma. “Dónde están bailando, dónde las muchachas, todas”. En la tercera línea, aparece, se diría que de la nada o de esas condiciones que ha sacado a bailar De Pablo, el primer imperativo: “Digan”, conmina la poeta. “Digan, dónde las muchachas bailan, dónde levantan las manos pálidas, no sus huesos”. Y en ese “digan”, que es plural, va el lector y va también el que no lee. En ese digan, mucho me temo, vamos todos.
Más podría decirse de estos tres libros, pero el espacio apremia: tres de entre los mejores libros de poesía política del México de hoy, sin duda. Es decir, tres de entre los mejores libros de poesía que han tocado este país.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
La guerra que pelean una férrea casta de tecnócratas neoliberales contra un grupo de empresarios transnacionales que se dedican a la producción y comercio de sustancias hasta ahora consideradas como ilegales ha sumido a México en una de las etapas más sangrientas de las que se tenga historia desde inicios del siglo XX. Interpretar críticamente estos fenómenos es acaso una de las tareas más urgentes en nuestros días para comprender y, luego entonces, proponer alternativas al estado de creciente crueldad y horror. Pensar críticamente en momentos de dislocamiento y ruina, de violencia extrema y duelo, no es cosa fácil. Como lo asegura Achille Mbembe en relación al reto de pensar África fuera del eje de la teoría occidental, “lo que la teoría social no ha podido comprender es su tiempo [el tiempo histórico de África] como tiempo vivido, no sincrónica o diacrónicamente, sino en su multiplicidad y en su simultaneidad, su presencia y ausencia, más allá de las perezosas categorías de cambio y permanencia tan socorridas por tantos historiadores”. Contra los muchos estereotipos que, más que explicar, oscurecen la compleja realidad de la vida cotidiana y política de África, Mbembe asegura en On the Postcolony que “las fluctuaciones y la indeterminación de estos países no necesariamente significan una falta de orden. Cada representación de un mundo inestable no puede ser automáticamente subsumida bajo la etiqueta de ‘caos’. Pero, reducida por la ignorancia y la impaciencia, dejándose llevar por cierto delirio verbal, slogans, y en general la impericia lingüística, la literatura al respecto recurre con mucha facilidad a la repetición y el plagiarismo, a las declaraciones dogmáticas y las interpretaciones arrogantes, y las conclusiones superficiales están a la orden del día”.
No se necesita ser un crítico avezado para estar en general de acuerdo con Mbembe en lo que respecta a África e, incluso, en lo que podría tocar a la realidad mexicana de hoy. La pregunta que no es posible dejar de plantearse es, sin embargo, qué o cuál será la mejor manera de rendir cuentas sobre lo que acontece ahora. Heme aquí diciéndolo de nueva cuenta: contra ese estado de cosas, aquí y allá, la poesía. No pienso, por supuesto, en la práctica versificadora que tiende a encerrarse en la torre de marfil de ciertos lenguajes prestigiosos que poco o nada tienen que ver con lo poético. No pienso, claro está, en el lenguaje imperialista (dar voz a otros) y con frecuencia ramplón que, con la excusa de acercarse a la comunidad que la produce, deja de exigirle a la poesía ese práctica de cuestionamiento del lenguaje que la determina. En lo que pienso mientras trato de elaborar un argumento sobre la urgencia y, por suerte, la presencia de una luminosa poesía política en nuestro medio es, sobre todo, en tres libros publicados recientemente en México. Se trata de Degenerativa, de Alejandro Tarrab; El baile de las condiciones, de Oscar de Pablo; y Hechos diversos, de Mónica Nepote. Es posible que estos tres libros no me hayan ayudado a entender (en el sentido meramente intelectual del término) lo que sucede en el país, pero no me cabe duda que me han acercado de manera punzante y riesgosa, de manera humana y crítica a lo que testifico en mi día a día.
En Degenerativa, un ejercicio casi orgánico de apropiación que resulta en una serie intrigante de variaciones y versiones de un material que ya nunca más podrá ser El Original, Tarrab trabaja de cerca con lecturas y otros artefactos artísticos pero no se olvida de dirigirnos “Hacia las maquiladoras, hacia el abismo de las sepulturas/ se entiende este reducto”. Y el lector de Tarrab puede, si así lo desea, detenerse en el casco de las viejas ciudades “donde puede llorar despierto” hasta las periferias que en mucho se parecen a las fotocopias y los loops donde la experiencia se daña y se difumina y cambia.
En El baile de las condiciones, un título que es una referencia poco discreta a un escrito de Karl Marx de 1844, Óscar de Pablo le da la mano a las condiciones de expresa desigualdad y explotación que caracterizan el mundo de hoy y, sin empacho, con inusual sentido del humor y agilidad lingüística y referencias tanto religiosas como históricas, las saca, en efecto, a bailar. De entre todos, sólo comento ese largo poema alrededor y dentro de la fábrica Modelo, donde los turnos de trabajo se transforman en mareas y los trabajadores, marineros imprevistos de una ciudad vuelta toda océano de químicos y de orina y de hartazgo, resisten el vómito y, sí, piden cerveza en el naufragio.
La poesía de Hechos diversos se produce justo en el lugar de la costura del libro que divide (o junta) las páginas donde se llevan a cabo los ejercicios con la sintaxis y las imágenes (a la izquierda) y aquéllas donde se plasma el lenguaje informativo de las noticias (a la derecha o en la parte inferior de la página, pero siempre en otra tinta). La yuxtaposición, que además involucra hechos ocurridos tanto dentro como fuera de México, trae a colación lo nimio, en efecto, pero también los fenómenos macroeconómicos sin los cuales eso nimio —la violencia doméstica, el nombre que se registra con sangre porque de otra manera se olvida, la mirada sobre el cuerpo desmembrado que alumbra la cámara de un paparazzi— no tendría por qué ser registrado. Lejos del facilismo de la representación directa o de la empatía superficial, Nepote pone a funcionar, y con estilete, el nivel de la investigación del lenguaje. En la primera línea del poema “Las muchachas bailan”, por ejemplo, las preguntas indirectas, que se establecen con el uso del tilde sobre el pronombre interrogativo, se atropellan una a otra a través de comas que, lejos de proponer una respuesta o, incluso un terreno propicio para la respuesta, insisten en la pregunta misma. “Dónde están bailando, dónde las muchachas, todas”. En la tercera línea, aparece, se diría que de la nada o de esas condiciones que ha sacado a bailar De Pablo, el primer imperativo: “Digan”, conmina la poeta. “Digan, dónde las muchachas bailan, dónde levantan las manos pálidas, no sus huesos”. Y en ese “digan”, que es plural, va el lector y va también el que no lee. En ese digan, mucho me temo, vamos todos.
Más podría decirse de estos tres libros, pero el espacio apremia: tres de entre los mejores libros de poesía política del México de hoy, sin duda. Es decir, tres de entre los mejores libros de poesía que han tocado este país.
--crg
Friday, December 23, 2011
THESE PETRIFIED CONDITIONS MUST BE MADE TO DANCE BY SINGING THEM THEIR OWN TUNE
Oscar de Pablo, El baile de las condiciones (México: Práctica Mortal/CONACULTA, 2011), 9-10, 16-18.
Translations by Cristina Rivera-Garza
*
IN COMMEMORATION OF ME
He said: “Put this verse on your mouth, officiant.” He did not call you reader. He called you
“officiant.” Once supper was over, he took his pen and said: “Officiant, put on this black wound of ink made out of air, this paper made out of air; put it mouth within, officiant.”
He said: “Build from your mouth
my bridge made out of bridges made out of word, my bridge of word made out of host; a pearl-word color, a taste of wheat color. Hold this bread word as bread in your mouth; hold in your
mouth the touch
of my tongue.”
I knew it would be Friday the next day; I knew that, somehow, you would betray him; and yet he rinsed his mouth out and ordered coffee. Once supper was over, he took his pencil, he took some paper and a pencil and called you, did not call you reader, he called you
“officiant.”
*
These petrified conditions must be made to dance by singing them their own tune!
Karl Marx, Introduction to a Critique of Hegel´s Philosophy of Right, 1844
--crg
Oscar de Pablo, El baile de las condiciones (México: Práctica Mortal/CONACULTA, 2011), 9-10, 16-18.
Translations by Cristina Rivera-Garza
*
IN COMMEMORATION OF ME
He said: “Put this verse on your mouth, officiant.” He did not call you reader. He called you
“officiant.” Once supper was over, he took his pen and said: “Officiant, put on this black wound of ink made out of air, this paper made out of air; put it mouth within, officiant.”
He said: “Build from your mouth
my bridge made out of bridges made out of word, my bridge of word made out of host; a pearl-word color, a taste of wheat color. Hold this bread word as bread in your mouth; hold in your
mouth the touch
of my tongue.”
I knew it would be Friday the next day; I knew that, somehow, you would betray him; and yet he rinsed his mouth out and ordered coffee. Once supper was over, he took his pencil, he took some paper and a pencil and called you, did not call you reader, he called you
“officiant.”
*
These petrified conditions must be made to dance by singing them their own tune!
Karl Marx, Introduction to a Critique of Hegel´s Philosophy of Right, 1844
--crg
Wednesday, December 21, 2011
I WANTED TO TRANSLATE IT FOR YOU, OWN IT FOR YOU IN THIS LANGUAGE
*
DISINTEGRATION SERIES
(Some reproductions of William Basinski)
By Alejandro Tarrab, Degenerativa (México: Bonobos, 2010), 145-149.
Translations by Cristina Rivera Garza
First Loop
A shadow at the end of the hall: dialogue, impossibility. Two characters cling to each other. Their voices fuse together, distorted.
I wanted to translate it.
I wanted to translate it for you, own it for you in this language. Own it, I tell you: tornado. Turned into a page you would understand. I want to understand it. So I threw (myself) towards the origin, to translate the words, to turn them into this language for you. I want to tend to, I want to turn towards the origin. Welcome it into a language that be by me, that turns me into a tornado, and that takes me.
Loop 2.1
Dialogue, alterity? At the end of the hall: the noise. Same repetition, same wardrobe: an olive-green shred.
I wanted to say tornado for you,
but I did not know the words: parable, tragedy of artifice. I wanted to own what I say to you: a support, something thrown into repetition. What you say and what I say, tornado. What you say towards you, what you reiterate back into your head. An echo. A resonance of spirals, an echo. A torn field of sprigs. Something turned into its own axis. Repeat it back (towards the thorn): parable—I wanted to insist—attracted to, magnetized toward the tape. I wanted to etch with the needle, with the edge of artifice
your head.
Loop 2.3
The dialogue at the end of the hall—in all dialogue resonates a kind of fluttering, even though the characters do not listen to it—. Proscenium: medium-size seats sharpening their hearing. A choir, a choir at last.
Womb repeating,
repeating bellows or instrument. Repeating bellows slowly. Into the ear, which is what is desired. Going into a scale of failure after
saying bellows, repeating
mouth or tornado.
Loop 3
At the end of the hall, characters appropriate dialogue. At the end, changing and repetitive, the author: several wasted promises. Noise comes from the needle. It etches channels in the tape, reproducing: dialogue, impossibility. At the end of the hall, characters utter their last words. This is not the end, but the beginning of one animal with two heads without dialogue. The choir of a universal needle etches circles, resonating.
I wanted to translate it
for you. Own it for you, turned into. I wanted to etch it slowly, in the axis towards the thorn. But something in you stopped me come. I wanted to trace it for you.
Bury with artifice
your head.
--crg
*
DISINTEGRATION SERIES
(Some reproductions of William Basinski)
By Alejandro Tarrab, Degenerativa (México: Bonobos, 2010), 145-149.
Translations by Cristina Rivera Garza
First Loop
A shadow at the end of the hall: dialogue, impossibility. Two characters cling to each other. Their voices fuse together, distorted.
I wanted to translate it.
I wanted to translate it for you, own it for you in this language. Own it, I tell you: tornado. Turned into a page you would understand. I want to understand it. So I threw (myself) towards the origin, to translate the words, to turn them into this language for you. I want to tend to, I want to turn towards the origin. Welcome it into a language that be by me, that turns me into a tornado, and that takes me.
Loop 2.1
Dialogue, alterity? At the end of the hall: the noise. Same repetition, same wardrobe: an olive-green shred.
I wanted to say tornado for you,
but I did not know the words: parable, tragedy of artifice. I wanted to own what I say to you: a support, something thrown into repetition. What you say and what I say, tornado. What you say towards you, what you reiterate back into your head. An echo. A resonance of spirals, an echo. A torn field of sprigs. Something turned into its own axis. Repeat it back (towards the thorn): parable—I wanted to insist—attracted to, magnetized toward the tape. I wanted to etch with the needle, with the edge of artifice
your head.
Loop 2.3
The dialogue at the end of the hall—in all dialogue resonates a kind of fluttering, even though the characters do not listen to it—. Proscenium: medium-size seats sharpening their hearing. A choir, a choir at last.
Womb repeating,
repeating bellows or instrument. Repeating bellows slowly. Into the ear, which is what is desired. Going into a scale of failure after
saying bellows, repeating
mouth or tornado.
Loop 3
At the end of the hall, characters appropriate dialogue. At the end, changing and repetitive, the author: several wasted promises. Noise comes from the needle. It etches channels in the tape, reproducing: dialogue, impossibility. At the end of the hall, characters utter their last words. This is not the end, but the beginning of one animal with two heads without dialogue. The choir of a universal needle etches circles, resonating.
I wanted to translate it
for you. Own it for you, turned into. I wanted to etch it slowly, in the axis towards the thorn. But something in you stopped me come. I wanted to trace it for you.
Bury with artifice
your head.
--crg
Tuesday, December 20, 2011
NO SÉ DE QUÉ OTRA MANERA
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Años después sólo recordaría el sonido del viento a través de las ramas de los eucaliptos.
RECUERDO
Un hombre le pregunta a otro si se dice “corrupto” o “corrompido”. Esto ocurre, lo recuerdo, frente a un puesto de periódicos, bajo una manta que anuncia: AQUÍ SE RECIBEN SUS ARMAS DE FUEGO.
DES-APARICIÓN
Sueño y, dentro del sueño, soy una sonámbula que sabe (con el hartazgo que da la certeza absoluta) (con esa cierta tristeza llena de murallas) (con el sutil aburrimiento de cosa-que-ineludiblemente-se-acaba) que pronto despertará. Lo hago cuando Alguien toca a mi puerta.
--Está lloviendo --le digo antes de que él se vuelva hacia su auto y me señale el rostro amoratado de una mujer tras la ventanilla.
--La encontré cerca del bosque --me informa--. Me dio su dirección --añade, como pidiendo disculpas.
Los observo a los dos, sin entender (que es como le corresponde ver a alguien que acaba de regresar de un sueño dentro del cual era una sonámbula). Los observo por largos minutos muy solos. Los observo y, finalmente, de algún lugar de la conciencia (que, como la inconsciencia, no está escondida sino en todos los sitios) sé con exactitud lo que debo hacer. Voy hacia mi bolso, lo abro, extraigo un par de billetes de la cartera, regreso, coloco los billetes extraídos sobre la mano del hombre, le doy las gracias, le sonrío.
Acaba de ocurrir un intercambio.
--¿Es pariente suyo? --me pregunta justo en el momento en que duda. Cuando estaba ya a punto de darse la vuelta y cerrar para siempre el incidente llamado Encontré a Una Mujer Amoratada Cerca del Bosque, el hombre no lo puede evitar y titubea.
--¿Qué? --le sonrío ahora-- ¿piensa usted que nos parecemos?
SIGNIFICADOS DE LA LLUVIA
Cuando el momento del despertar sucede bajo la lluvia quiere decir que La Verdadera Historia no ha iniciado aún.
La lluvia es pura anticipación.
Estar bajo la lluvia y despierto es lo mismo que ser una sonámbula que sabe lo que acabará pasando dentro de un sueño.
La lluvia es excesiva. No me cabe duda al respecto.
Cuando una Mujer Amoratada se (des) aparece bajo la lluvia quiere decir que urge decir la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”.
LA MIRADA IMPOSIBLE
En The Plague of Fantasies, especialmente en el capítulo titulado “The Seven Veils of Fantasy”, dice Slajov Zizek que una narrativa fantasmática siempre involucra una mirada imposible, es decir, la mirada a través de la cual el sujeto se hace presente en el momento mismo de su propia concepción.* Yo leo esto justo cuando La Mujer Amoratada se vuelve a verme desde detrás de la ventanilla y su mirada atraviesa el cuerpo casi invisible de la lluvia.
Acaba de ocurrir un intercambio.
EL EXTRAÑO, AUNQUE INELUDIBLE, RETORNO DEL NOMBRE
Bajo la lluvia.
Dentro de la distancia que inaugura y humedece la lluvia.
En la travesía que va de La Mirada Imposible hasta el momento mismo de La Propia Concepción.
El retorno del nombre ocurre como ocurre un intercambio.
Digo: Genoveva.
Y el mundo, que es la narrativa, “se apresta a resolver un antagonismo fundamental reorganizando sus términos en una sucesión temporal”.**
LA VERDADERA HISTORIA
Genoveva guarda silencio. Genoveva no cuenta nada. Genoveva me mira con La Mirada Imposible y, en ese momento, me doy cuenta que me he puesto un vestido de invierno. Genoveva se sienta a la mesa y acepta el té que le ofrezco. Luego, Genoveva abre la boca y veo el sitio donde alguna vez tuvo la lengua.
--¿Quién lo hizo? --le pregunto lo imposible irracionalmente, inmediatamente, salvajemente. Luego medito sobre los colores de mi vestido.
Este es el momento de enunciar la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”. Este es el momento de dar inicio a la historia.
GRUÑIR, GEMIR, PUJAR
Pronuncio su nombre. Lo hago varias veces. Lo hago y, viéndola, me cuesta trabajo creer que ése y no otro es su nombre.
--Genoveva --le susurro mientras acaricio el dorso de su mano--. Genoveva, tú estabas muy lejos --creo que digo esto a manera de explicación--. El bosque huele a bayas o a podrido --continúo--. En el bosque ocurren siempre cosas.
Ella abre la boca.
(Y este es el momento de la oscuridad)
(Y este es el momento que no se puede designar con el verbo “expresar”)
Genoveva abre la boca y se hace un camino muy largo alrededor de La Mar.
LO QUE HACE EL LENGUAJE
Aquí se reciben sus armas de fuego.
SUCESIÓN TEMPORAL
Toma el té a sorbos pequeños mientras posa La Mirada Imposible sobre la ventana.
Recuerda sucesos, intercambios, ocurrencias. ¿Es esto el sonido del viento entre las ramas de los eucaliptos? Sí, así es.
El Rostro Amoratado cae sobre la mesa
Le digo: tú estabas muy lejos.
Todo a nuestro alrededor se vuelve mar.
La conduzco hasta el ático donde se encuentra el lecho donde descansará.
La Mirada Imposible se cierra dentro de sí misma.
Hace frío.
Un momento de suma oscuridad.
Le digo: ahora estás muy cerca.
CONFESIÓN
No sé de qué otra manera describir la palabra “violencia”.
*Slavoj Zizek, The Plague of Fantasies (New York: Verso, 1997), 16.
**Zizek, The Plague of Fantasies, 11.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Años después sólo recordaría el sonido del viento a través de las ramas de los eucaliptos.
RECUERDO
Un hombre le pregunta a otro si se dice “corrupto” o “corrompido”. Esto ocurre, lo recuerdo, frente a un puesto de periódicos, bajo una manta que anuncia: AQUÍ SE RECIBEN SUS ARMAS DE FUEGO.
DES-APARICIÓN
Sueño y, dentro del sueño, soy una sonámbula que sabe (con el hartazgo que da la certeza absoluta) (con esa cierta tristeza llena de murallas) (con el sutil aburrimiento de cosa-que-ineludiblemente-se-acaba) que pronto despertará. Lo hago cuando Alguien toca a mi puerta.
--Está lloviendo --le digo antes de que él se vuelva hacia su auto y me señale el rostro amoratado de una mujer tras la ventanilla.
--La encontré cerca del bosque --me informa--. Me dio su dirección --añade, como pidiendo disculpas.
Los observo a los dos, sin entender (que es como le corresponde ver a alguien que acaba de regresar de un sueño dentro del cual era una sonámbula). Los observo por largos minutos muy solos. Los observo y, finalmente, de algún lugar de la conciencia (que, como la inconsciencia, no está escondida sino en todos los sitios) sé con exactitud lo que debo hacer. Voy hacia mi bolso, lo abro, extraigo un par de billetes de la cartera, regreso, coloco los billetes extraídos sobre la mano del hombre, le doy las gracias, le sonrío.
Acaba de ocurrir un intercambio.
--¿Es pariente suyo? --me pregunta justo en el momento en que duda. Cuando estaba ya a punto de darse la vuelta y cerrar para siempre el incidente llamado Encontré a Una Mujer Amoratada Cerca del Bosque, el hombre no lo puede evitar y titubea.
--¿Qué? --le sonrío ahora-- ¿piensa usted que nos parecemos?
SIGNIFICADOS DE LA LLUVIA
Cuando el momento del despertar sucede bajo la lluvia quiere decir que La Verdadera Historia no ha iniciado aún.
La lluvia es pura anticipación.
Estar bajo la lluvia y despierto es lo mismo que ser una sonámbula que sabe lo que acabará pasando dentro de un sueño.
La lluvia es excesiva. No me cabe duda al respecto.
Cuando una Mujer Amoratada se (des) aparece bajo la lluvia quiere decir que urge decir la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”.
LA MIRADA IMPOSIBLE
En The Plague of Fantasies, especialmente en el capítulo titulado “The Seven Veils of Fantasy”, dice Slajov Zizek que una narrativa fantasmática siempre involucra una mirada imposible, es decir, la mirada a través de la cual el sujeto se hace presente en el momento mismo de su propia concepción.* Yo leo esto justo cuando La Mujer Amoratada se vuelve a verme desde detrás de la ventanilla y su mirada atraviesa el cuerpo casi invisible de la lluvia.
Acaba de ocurrir un intercambio.
EL EXTRAÑO, AUNQUE INELUDIBLE, RETORNO DEL NOMBRE
Bajo la lluvia.
Dentro de la distancia que inaugura y humedece la lluvia.
En la travesía que va de La Mirada Imposible hasta el momento mismo de La Propia Concepción.
El retorno del nombre ocurre como ocurre un intercambio.
Digo: Genoveva.
Y el mundo, que es la narrativa, “se apresta a resolver un antagonismo fundamental reorganizando sus términos en una sucesión temporal”.**
LA VERDADERA HISTORIA
Genoveva guarda silencio. Genoveva no cuenta nada. Genoveva me mira con La Mirada Imposible y, en ese momento, me doy cuenta que me he puesto un vestido de invierno. Genoveva se sienta a la mesa y acepta el té que le ofrezco. Luego, Genoveva abre la boca y veo el sitio donde alguna vez tuvo la lengua.
--¿Quién lo hizo? --le pregunto lo imposible irracionalmente, inmediatamente, salvajemente. Luego medito sobre los colores de mi vestido.
Este es el momento de enunciar la palabra “sangre”, la palabra “violencia”, las palabras “para siempre”. Este es el momento de dar inicio a la historia.
GRUÑIR, GEMIR, PUJAR
Pronuncio su nombre. Lo hago varias veces. Lo hago y, viéndola, me cuesta trabajo creer que ése y no otro es su nombre.
--Genoveva --le susurro mientras acaricio el dorso de su mano--. Genoveva, tú estabas muy lejos --creo que digo esto a manera de explicación--. El bosque huele a bayas o a podrido --continúo--. En el bosque ocurren siempre cosas.
Ella abre la boca.
(Y este es el momento de la oscuridad)
(Y este es el momento que no se puede designar con el verbo “expresar”)
Genoveva abre la boca y se hace un camino muy largo alrededor de La Mar.
LO QUE HACE EL LENGUAJE
Aquí se reciben sus armas de fuego.
SUCESIÓN TEMPORAL
Toma el té a sorbos pequeños mientras posa La Mirada Imposible sobre la ventana.
Recuerda sucesos, intercambios, ocurrencias. ¿Es esto el sonido del viento entre las ramas de los eucaliptos? Sí, así es.
El Rostro Amoratado cae sobre la mesa
Le digo: tú estabas muy lejos.
Todo a nuestro alrededor se vuelve mar.
La conduzco hasta el ático donde se encuentra el lecho donde descansará.
La Mirada Imposible se cierra dentro de sí misma.
Hace frío.
Un momento de suma oscuridad.
Le digo: ahora estás muy cerca.
CONFESIÓN
No sé de qué otra manera describir la palabra “violencia”.
*Slavoj Zizek, The Plague of Fantasies (New York: Verso, 1997), 16.
**Zizek, The Plague of Fantasies, 11.
--crg
Saturday, December 17, 2011
DOLERSE HOY
Pronto, si no es que antes, en librerías. Pero, mientras tanto y después, se puede ordenar directamente: www.surplusediciones.org
--crg
Pronto, si no es que antes, en librerías. Pero, mientras tanto y después, se puede ordenar directamente: www.surplusediciones.org
--crg
Friday, December 16, 2011
LA CÁMARA VERDE
El batir de alas debajo de mí. La Cámara Verde 45, Diciembre 2011-Enero 2012
Sé que tiene sus detractores, Diciembre. Pero quien me conoce sabe que es uno de mis meses favoritos. Ni modo. La Cámara Verde se pone a dicembrear, cómo no. Dicembrear que quiere decir volver a casa, dar y recibir abrazos, asentir. Dicembrear que quiere decir aroma de mandarina y ruido de leños (¡mira cómo crepita frente a ti el verbo crepitar!); que quiere decir luces de bengala, cocina tibia, gruesos calcetines de lana. Dicembrear que ahora también quiere decir, gracias a John Wieners y la traducción que de su trabajo hacen Guillermo Parra y Dayana Fraile, “el batir de alas debajo de mí”. John Wieners, nos dicen Guillermo y Dayana, nació en Milton (Massachusetts) en 1934. Recibió una licenciatura del Boston College en 1954 y se mudó a North Carolina para estudiar en el Black Mountain College bajo la tutela de Charles Olson y Robert Duncan. Regresó a Boston en 1956 y editó tres números de una revista literaria titulada Measure. Desde 1958 hasta 1960 residió en San Francisco, jugando un papel protagónico en el San Francisco Poetry Renaissance, un grupo de poetas experimentales reunidos bajo la figura de Jack Spicer y Robert Duncan (los poetas de este movimiento escribían desde afuera de la academia y se esforzaban por construir una escena local). En 1965, inició estudios de doctorado en la sede de Buffalo de The State University of New York. En 1970, se radicó en Boston, ciudad en la que murió en marzo de 2002. Allí trabajó como actor en algunas obras de teatro, formó parte de cooperativas educativas y comités de acción política. Es recordado como un gran activista del movimiento de liberación gay.
Guillermo Parra y Dayana Fraile tienen ya una larga trayectoria como traductores de poesía. Asentados en Carolina del Norte, se han convertido en los vasos comunicantes entre cierta poesía experimental de Estados Unidos y sus referencias latinoamericanas del caso. De ida y de vuelta, pues, Guillermo y Dayana nos van ayudando a esclarecer los mapas movedizos de tradiciones que se encuentran. Guillermo Parra (Cambridge, MA, 1970) escribe el blog Venepoetics. Ha publicado dos libros de poesía, Caracas Notebook (Cy Gist Press, 2006) y Phantasmal Repeats (Petrichord Books, 2009). Sus poemas, ensayos y traducciones han aparecido en 6×6, Fascicle y Papel Literario, entre otras. Actualmente trabaja en la traducción de la obra del poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930). Dayana Fraile (Puerto La Cruz, 1985), también vive en Durham. Antes de mudarse a NC, vivía en Caracas en donde estudió literatura y trabajó como editora. Ha publicado artículos de investigación y obras creativas en diversos medios impresos y digitales. Su primer libro, Granizo (2011), obtuvo el Premio de la I Bienal de Literatura Julián Padrón. Su segundo libro, Paisaje Zinc/Zinc Landscape (2011), acaba de ser editado por Cy Gist Press. Desde hace algunos meses lleva el blog Eternal Typewriter, dedicado a la traducción de poesía angloamericana de vanguardia.
Hace no mucho apareció un mensaje cifrado en la pantalla de mi teléfono. Lo enviaban unos amigos tuiteros que, sin duda, dicembreaban un poco antes de tiempo. Decía: ¿Qué estará pensando Frank? Y esa pregunta, así, sin más, me hizo pensar en la siguiente confesión: Existe, ciertamente, entre un cierto grupo de tuiteros, una pregunta que es un código secreto. Quien la pronuncia se sabe parte de un aquelarre íntimo y, a la vez, de una verdad consabida. Si usted quiere decirle a los otros que es un tuitero consuetudinario que, además, tiene tiempo ya en la práctica del lenguaje corto, no tiene más que decir: ¿Qué estará pensando Frank? Si el interrogado ríe a carcajadas, entonces usted sabe que se encuentra ante un tuitero de cepa, de antes, de más allá. El Frank en cuestión en Francisco Javier Lozano del Real, filósofo que suele presentarse a sí mismo como colaborador de Milenio Jalisco y promotor cultural que, con todo, le va al Atlas. Los que lo leemos sin cesar —y no hay, en serio, otra manera de leer a alguien que escribe también sin cesar— sabemos que el amanecer significa algo cada día porque ése es, a últimas fechas, el tuit que nos indica que Frank se ha despertado y está listo para la brega de los 140s. También sabemos que durante el día habrá juegos de lenguaje, tuits contra la vida o a su favor, comentarios que se engarzan, en la tradición más cara al desarrollo de todo TL que se precie de serlo, con tuits anteriores y hasta los por venir. @frank_lozanodr es, sin duda, una de esas cuentas con las que todo TL digno debe contar. Fue, claro está, una de las primeras que leí y una cuyos juegos de palabras —a menudo con la ortografía, pero también con la sintaxis— me convencieron que lo que pasaba en esos rectángulos era, de hecho, divertido y arriesgado, muy de aquí y atemporal, escritura y ya. Va en esta Cámara Verde cargada de diciembres, puesn, una selección de los tuits de @frank_lozanodr para dicembrear a gusto. Para dicembrear más.
Diciembre 9, 2011
Tijuana/San Diego
[mientras escuchaba a Balanescu quartet -- (Kraftwerk) Model]
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El batir de alas debajo de mí. La Cámara Verde 45, Diciembre 2011-Enero 2012
Sé que tiene sus detractores, Diciembre. Pero quien me conoce sabe que es uno de mis meses favoritos. Ni modo. La Cámara Verde se pone a dicembrear, cómo no. Dicembrear que quiere decir volver a casa, dar y recibir abrazos, asentir. Dicembrear que quiere decir aroma de mandarina y ruido de leños (¡mira cómo crepita frente a ti el verbo crepitar!); que quiere decir luces de bengala, cocina tibia, gruesos calcetines de lana. Dicembrear que ahora también quiere decir, gracias a John Wieners y la traducción que de su trabajo hacen Guillermo Parra y Dayana Fraile, “el batir de alas debajo de mí”. John Wieners, nos dicen Guillermo y Dayana, nació en Milton (Massachusetts) en 1934. Recibió una licenciatura del Boston College en 1954 y se mudó a North Carolina para estudiar en el Black Mountain College bajo la tutela de Charles Olson y Robert Duncan. Regresó a Boston en 1956 y editó tres números de una revista literaria titulada Measure. Desde 1958 hasta 1960 residió en San Francisco, jugando un papel protagónico en el San Francisco Poetry Renaissance, un grupo de poetas experimentales reunidos bajo la figura de Jack Spicer y Robert Duncan (los poetas de este movimiento escribían desde afuera de la academia y se esforzaban por construir una escena local). En 1965, inició estudios de doctorado en la sede de Buffalo de The State University of New York. En 1970, se radicó en Boston, ciudad en la que murió en marzo de 2002. Allí trabajó como actor en algunas obras de teatro, formó parte de cooperativas educativas y comités de acción política. Es recordado como un gran activista del movimiento de liberación gay.
Guillermo Parra y Dayana Fraile tienen ya una larga trayectoria como traductores de poesía. Asentados en Carolina del Norte, se han convertido en los vasos comunicantes entre cierta poesía experimental de Estados Unidos y sus referencias latinoamericanas del caso. De ida y de vuelta, pues, Guillermo y Dayana nos van ayudando a esclarecer los mapas movedizos de tradiciones que se encuentran. Guillermo Parra (Cambridge, MA, 1970) escribe el blog Venepoetics. Ha publicado dos libros de poesía, Caracas Notebook (Cy Gist Press, 2006) y Phantasmal Repeats (Petrichord Books, 2009). Sus poemas, ensayos y traducciones han aparecido en 6×6, Fascicle y Papel Literario, entre otras. Actualmente trabaja en la traducción de la obra del poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930). Dayana Fraile (Puerto La Cruz, 1985), también vive en Durham. Antes de mudarse a NC, vivía en Caracas en donde estudió literatura y trabajó como editora. Ha publicado artículos de investigación y obras creativas en diversos medios impresos y digitales. Su primer libro, Granizo (2011), obtuvo el Premio de la I Bienal de Literatura Julián Padrón. Su segundo libro, Paisaje Zinc/Zinc Landscape (2011), acaba de ser editado por Cy Gist Press. Desde hace algunos meses lleva el blog Eternal Typewriter, dedicado a la traducción de poesía angloamericana de vanguardia.
Hace no mucho apareció un mensaje cifrado en la pantalla de mi teléfono. Lo enviaban unos amigos tuiteros que, sin duda, dicembreaban un poco antes de tiempo. Decía: ¿Qué estará pensando Frank? Y esa pregunta, así, sin más, me hizo pensar en la siguiente confesión: Existe, ciertamente, entre un cierto grupo de tuiteros, una pregunta que es un código secreto. Quien la pronuncia se sabe parte de un aquelarre íntimo y, a la vez, de una verdad consabida. Si usted quiere decirle a los otros que es un tuitero consuetudinario que, además, tiene tiempo ya en la práctica del lenguaje corto, no tiene más que decir: ¿Qué estará pensando Frank? Si el interrogado ríe a carcajadas, entonces usted sabe que se encuentra ante un tuitero de cepa, de antes, de más allá. El Frank en cuestión en Francisco Javier Lozano del Real, filósofo que suele presentarse a sí mismo como colaborador de Milenio Jalisco y promotor cultural que, con todo, le va al Atlas. Los que lo leemos sin cesar —y no hay, en serio, otra manera de leer a alguien que escribe también sin cesar— sabemos que el amanecer significa algo cada día porque ése es, a últimas fechas, el tuit que nos indica que Frank se ha despertado y está listo para la brega de los 140s. También sabemos que durante el día habrá juegos de lenguaje, tuits contra la vida o a su favor, comentarios que se engarzan, en la tradición más cara al desarrollo de todo TL que se precie de serlo, con tuits anteriores y hasta los por venir. @frank_lozanodr es, sin duda, una de esas cuentas con las que todo TL digno debe contar. Fue, claro está, una de las primeras que leí y una cuyos juegos de palabras —a menudo con la ortografía, pero también con la sintaxis— me convencieron que lo que pasaba en esos rectángulos era, de hecho, divertido y arriesgado, muy de aquí y atemporal, escritura y ya. Va en esta Cámara Verde cargada de diciembres, puesn, una selección de los tuits de @frank_lozanodr para dicembrear a gusto. Para dicembrear más.
Diciembre 9, 2011
Tijuana/San Diego
[mientras escuchaba a Balanescu quartet -- (Kraftwerk) Model]
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EL ÚLTIMO SIGNO
El último signo, cuento de La frontera más distante (México: Tusquets, 2008), en voz alta en Descarga Cultura UNAM: primera parte y segunda parte.
Claudia Macías escribió "Huellas de la escritura Nüshu en un cuento mexicano", reflexiones alrededor de "El último signo" en la revista Análisis/ México y la cuenca del Pacífico , Vol. 13, núm. 38 / mayo – agosto de 2010. El texto completo aquí.
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El último signo, cuento de La frontera más distante (México: Tusquets, 2008), en voz alta en Descarga Cultura UNAM: primera parte y segunda parte.
Claudia Macías escribió "Huellas de la escritura Nüshu en un cuento mexicano", reflexiones alrededor de "El último signo" en la revista Análisis/ México y la cuenca del Pacífico , Vol. 13, núm. 38 / mayo – agosto de 2010. El texto completo aquí.
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Thursday, December 15, 2011
EL AMOR ANTES DEL AMOR (Y DESPUÉS)
Alfredo Godínez escribió sobre Lo anterior (México: Tusquets, 2004) en su columna El Guardián del Diván, de Sexenio.
Laura Hernández, por cierto, escribió esto también sobre Lo anterior en la revista Signos Literarios.
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Alfredo Godínez escribió sobre Lo anterior (México: Tusquets, 2004) en su columna El Guardián del Diván, de Sexenio.
Laura Hernández, por cierto, escribió esto también sobre Lo anterior en la revista Signos Literarios.
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SUPLEMENTO VITAMÍNICO DE LECTURA
Los amigos de Cuadrivio me invitaron a hacer una lista de 10 cuentos. Sin pensarlo mucho y sin orden de preferencia, llegaron los 10 que publican aquí.
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Los amigos de Cuadrivio me invitaron a hacer una lista de 10 cuentos. Sin pensarlo mucho y sin orden de preferencia, llegaron los 10 que publican aquí.
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Wednesday, December 14, 2011
MADAME BOLLINGER Y EL CHAMPÁN
Bebo champaña cuando estoy feliz y cuando estoy triste. Algunas veces lo bebo cuando estoy sola. Cuando tengo compañía, lo considero obligatorio. Jugueteo con él cuando no tengo hambre y lo bebo cuando estoy hambrienta. De otra manera nunca lo toco--a menos que tenga sed.
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Bebo champaña cuando estoy feliz y cuando estoy triste. Algunas veces lo bebo cuando estoy sola. Cuando tengo compañía, lo considero obligatorio. Jugueteo con él cuando no tengo hambre y lo bebo cuando estoy hambrienta. De otra manera nunca lo toco--a menos que tenga sed.
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DESDE LA CASTAÑEDA
La Castañeda: Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México, 1910-1930 es un libro de Cristina Rivera Garza publicado por Tusquets el año pasado. Llegué al libro interesado en uno sólo de sus capítulos: “(Con)jurar el cuerpo: historiar y ficcionar”, una suerte de epílogo en el que la autora teoriza sobre su propio texto. Así, el final me llevó al principio: a la historia de este manicomio, contada mediante la evocación de unas ausencias: las voces de quienes “habitaron” ese espacio de la locura. Este libro pone sobre la mesa, de nuevo y sin ingenuidades, las complejas relaciones entre historia y ficción. Aquí no se repite el lugar común de los historiadores que se (pre)sienten radicales al aceptar que la literatura puede influir, superficialmente, en la práctica historiográfica. En la escritura de Rivera Garza se confirma la vieja y vilipendiada sospecha de que historiar es ficcionar. Resulta, entonces, que una de las mejores historiadoras de México es también una de sus mejores novelistas.
Esto le dijo Rafael Villegas a Hermano Cerdo en sus Lecturas del 2011. El texto completo aquí.
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La Castañeda: Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México, 1910-1930 es un libro de Cristina Rivera Garza publicado por Tusquets el año pasado. Llegué al libro interesado en uno sólo de sus capítulos: “(Con)jurar el cuerpo: historiar y ficcionar”, una suerte de epílogo en el que la autora teoriza sobre su propio texto. Así, el final me llevó al principio: a la historia de este manicomio, contada mediante la evocación de unas ausencias: las voces de quienes “habitaron” ese espacio de la locura. Este libro pone sobre la mesa, de nuevo y sin ingenuidades, las complejas relaciones entre historia y ficción. Aquí no se repite el lugar común de los historiadores que se (pre)sienten radicales al aceptar que la literatura puede influir, superficialmente, en la práctica historiográfica. En la escritura de Rivera Garza se confirma la vieja y vilipendiada sospecha de que historiar es ficcionar. Resulta, entonces, que una de las mejores historiadoras de México es también una de sus mejores novelistas.
Esto le dijo Rafael Villegas a Hermano Cerdo en sus Lecturas del 2011. El texto completo aquí.
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Tuesday, December 13, 2011
¿QUÉ RECORDAMOS CUANDO RECORDAMOS?
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
¡Y cuánto no se ha dicho de los beneficios individuales y sociales de la memoria! Se nos aconseja continuamente que aprendamos de nuestro pasado, especialmente de nuestros errores. Se nos dice, también de manera insistente, que una sociedad amnésica volverá a caer en las masacres de antes y se nos insta, una y otra vez, a mantener viva la memoria de las acciones y de las consecuencias de las acciones. Recordar, esto también lo dice el dicho, es vivir. La cuestión, sin embargo, es que pocas veces nos preguntamos cómo es que tenemos acceso a la memoria de las cosas. En otras palabras, ¿qué recordamos cuando recordamos?
La pregunta es una de las muchas que se plantea Daniel Kahneman, psicólogo y economista, ganador además del premio Nobel en economía en 2002 junto con Vernon Smith, en su libro Thinking, Fast and Slow, de reciente publicación en octubre de 2011. Poniendo en entredicho ideas más bien establecidas acerca de la racionalidad del homo economicus y su capacidad de tomar decisiones en momentos de alta incertidumbre, Kahneman empieza por identificar al menos dos sistemas en el proceso de pensamiento humano. El primero, al que llamará aptamente Sistema 1, es el relacionado al pensamiento rápido e inmediato. Se trata de la parte intuitiva y emocional de nuestras reacciones cotidianas. El Sistema 1 funciona, por ejemplo, cuando manejamos un auto o cuando resolvemos asuntos más bien “en automático”. Es, en otras palabras, el yo de la experiencia. El Sistema 2, por su parte, se presenta cuando las tareas a mano requieren de un mayor esfuerzo, como al resolver una multiplicación complicada o cuando nos enfrentamos a una decisión nada simple. El Sistema 2 es, por lo tanto, más lento, más deliberativo y más lógico. Usualmente nos damos cuenta que está en funcionamiento debido al esfuerzo físico que se denota en la dilatación de las pupilas y en la concentración, con frecuencia absoluta, de la atención. “El Sistema 2”, argumenta Kahneman, “es lo que pensamos que somos. El Sistema 2 articula juicios y toma decisiones, pero con frecuencia endorsa o racionaliza sentimientos e ideas que fueron generados por el Sistema 1”. En este caso estamos, aquí, frente al yo de la memoria.
La situación es menos dicotómica de lo que parece, eso es seguro, puesto que entre el Sistema 1 y el Sistema 2 se lleva a cabo una especie de danza continua entre la serie de intuiciones que sólo con dificultad alcanzamos a discernir o explicar (y ya Kahneman se encarga de describir cómo gran parte de las ideas y pensamientos aparecen en nuestra conciencia sin que sepamos cómo llegaron ahí); y, por otra parte, los reportes o conclusiones que el yo de pensamiento más lento gusta de ver como definitivas o, por lo menos, concluyentes. Así, “cuando estamos en un estado de actividad cognoscente, usualmente estamos de buen humor, nos gusta lo que vemos, creemos lo que oímos, confiamos en nuestras intuiciones, y sentimos que la situación actual es más o menos familiar. Cuando tenemos que esforzarnos más, es seguro que nos volvamos más vigilantes y suspicaces, invirtamos más esfuerzo en lo que hacemos, nos sintamos menos cómodos, y hagamos menos errores, pero también es cierto que seremos menos intuitivos y menos creativos”.
El Sistema 1, la estrella del libro al decir de Kahneman, sin embargo, puede caer presa de un sinnúmero de ilusiones. Solemos creer que el mundo es más predecible de lo que es, por ejemplo; y confiamos de más en lo opinión de expertos. Cuando nos enfrentamos a un problema complejo, es el Sistema 1 el que cambia la pregunta difícil por la fácil, entre otras cosas. El Sistema 2, que se cree la estrella del libro sin serlo al decir de Kahneman, sin embargo, no es inmune a las ilusiones de toda clase. La memoria es menos un reflejo fiel del pasado y más, en efecto, una cuidadosa selección de percepciones que, en el día a día, e incluso en el segundo a segundo, lleva a cabo el yo de la experiencia y, por decirlo de alguna manera, del presente. Pero muchas de esas percepciones se dan, tal como se decía al inicio, sin que sepamos a ciencia cierta cómo llegan a la conciencia. Así entonces, identificados con el yo de la memoria pero dejando nuestra material vital cotidiana con el yo de la experiencia, ¿quién o qué recuerda cuando recordamos?
La mente humana, argumenta Kahneman, no sabe lidiar muy bien con la ausencia de eventos o con el paso del tiempo. Es difícil aprender del pasado porque sabemos menos de él de lo que creemos y porque el acceso a él depende del Sistema 2, es decir, de la parte de nosotros que no estaba a cargo en el momento de vivirlo en tanto presente. El Sistema 1, que reacciona rápido, no tiene voz. El Sistema 2, que hace todo con esfuerzo, es quien “lleva la cuenta del partido, el que gobierna lo que aprendemos de la vida, y el que toma las decisiones que cuentan. Lo que aprendemos del pasado es a maximizar las cualidades de nuestros futuros recuerdos, no necesariamente de nuestra experiencia futura”. Y en esa sutil pero despiadada diferencia —entre la cualidad del recuerdo y la calidad de la experiencia— radica una de los hallazgos que, siendo como son de sentido común no dejan, sin embargo, de asombrar: que aprendemos poco de nuestra experiencia pasada porque nuestro acceso a la memoria está llena de ilusiones con las que tratamos de dotar de sentido a una realidad que, con frecuencia, carece de él; y que, también con frecuencia, optamos por las historias que privilegian los momentos memorables y los eventos significativos (y nótese aquí que “memorables” y “significativos” son adjetivos que sólo pueden pertenecerle al Sistema2) en lugar de lidiar con la plétora de estímulos que conforman una vida cotidiana dúctil, sí, pero a menudo incomprensible. Y esto, que puede ser sin duda fascinante para quien vive y, sobre todo para quien escribe novelas, es de vital importancia también para quien diseña políticas de bienestar social, por cierto.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
¡Y cuánto no se ha dicho de los beneficios individuales y sociales de la memoria! Se nos aconseja continuamente que aprendamos de nuestro pasado, especialmente de nuestros errores. Se nos dice, también de manera insistente, que una sociedad amnésica volverá a caer en las masacres de antes y se nos insta, una y otra vez, a mantener viva la memoria de las acciones y de las consecuencias de las acciones. Recordar, esto también lo dice el dicho, es vivir. La cuestión, sin embargo, es que pocas veces nos preguntamos cómo es que tenemos acceso a la memoria de las cosas. En otras palabras, ¿qué recordamos cuando recordamos?
La pregunta es una de las muchas que se plantea Daniel Kahneman, psicólogo y economista, ganador además del premio Nobel en economía en 2002 junto con Vernon Smith, en su libro Thinking, Fast and Slow, de reciente publicación en octubre de 2011. Poniendo en entredicho ideas más bien establecidas acerca de la racionalidad del homo economicus y su capacidad de tomar decisiones en momentos de alta incertidumbre, Kahneman empieza por identificar al menos dos sistemas en el proceso de pensamiento humano. El primero, al que llamará aptamente Sistema 1, es el relacionado al pensamiento rápido e inmediato. Se trata de la parte intuitiva y emocional de nuestras reacciones cotidianas. El Sistema 1 funciona, por ejemplo, cuando manejamos un auto o cuando resolvemos asuntos más bien “en automático”. Es, en otras palabras, el yo de la experiencia. El Sistema 2, por su parte, se presenta cuando las tareas a mano requieren de un mayor esfuerzo, como al resolver una multiplicación complicada o cuando nos enfrentamos a una decisión nada simple. El Sistema 2 es, por lo tanto, más lento, más deliberativo y más lógico. Usualmente nos damos cuenta que está en funcionamiento debido al esfuerzo físico que se denota en la dilatación de las pupilas y en la concentración, con frecuencia absoluta, de la atención. “El Sistema 2”, argumenta Kahneman, “es lo que pensamos que somos. El Sistema 2 articula juicios y toma decisiones, pero con frecuencia endorsa o racionaliza sentimientos e ideas que fueron generados por el Sistema 1”. En este caso estamos, aquí, frente al yo de la memoria.
La situación es menos dicotómica de lo que parece, eso es seguro, puesto que entre el Sistema 1 y el Sistema 2 se lleva a cabo una especie de danza continua entre la serie de intuiciones que sólo con dificultad alcanzamos a discernir o explicar (y ya Kahneman se encarga de describir cómo gran parte de las ideas y pensamientos aparecen en nuestra conciencia sin que sepamos cómo llegaron ahí); y, por otra parte, los reportes o conclusiones que el yo de pensamiento más lento gusta de ver como definitivas o, por lo menos, concluyentes. Así, “cuando estamos en un estado de actividad cognoscente, usualmente estamos de buen humor, nos gusta lo que vemos, creemos lo que oímos, confiamos en nuestras intuiciones, y sentimos que la situación actual es más o menos familiar. Cuando tenemos que esforzarnos más, es seguro que nos volvamos más vigilantes y suspicaces, invirtamos más esfuerzo en lo que hacemos, nos sintamos menos cómodos, y hagamos menos errores, pero también es cierto que seremos menos intuitivos y menos creativos”.
El Sistema 1, la estrella del libro al decir de Kahneman, sin embargo, puede caer presa de un sinnúmero de ilusiones. Solemos creer que el mundo es más predecible de lo que es, por ejemplo; y confiamos de más en lo opinión de expertos. Cuando nos enfrentamos a un problema complejo, es el Sistema 1 el que cambia la pregunta difícil por la fácil, entre otras cosas. El Sistema 2, que se cree la estrella del libro sin serlo al decir de Kahneman, sin embargo, no es inmune a las ilusiones de toda clase. La memoria es menos un reflejo fiel del pasado y más, en efecto, una cuidadosa selección de percepciones que, en el día a día, e incluso en el segundo a segundo, lleva a cabo el yo de la experiencia y, por decirlo de alguna manera, del presente. Pero muchas de esas percepciones se dan, tal como se decía al inicio, sin que sepamos a ciencia cierta cómo llegan a la conciencia. Así entonces, identificados con el yo de la memoria pero dejando nuestra material vital cotidiana con el yo de la experiencia, ¿quién o qué recuerda cuando recordamos?
La mente humana, argumenta Kahneman, no sabe lidiar muy bien con la ausencia de eventos o con el paso del tiempo. Es difícil aprender del pasado porque sabemos menos de él de lo que creemos y porque el acceso a él depende del Sistema 2, es decir, de la parte de nosotros que no estaba a cargo en el momento de vivirlo en tanto presente. El Sistema 1, que reacciona rápido, no tiene voz. El Sistema 2, que hace todo con esfuerzo, es quien “lleva la cuenta del partido, el que gobierna lo que aprendemos de la vida, y el que toma las decisiones que cuentan. Lo que aprendemos del pasado es a maximizar las cualidades de nuestros futuros recuerdos, no necesariamente de nuestra experiencia futura”. Y en esa sutil pero despiadada diferencia —entre la cualidad del recuerdo y la calidad de la experiencia— radica una de los hallazgos que, siendo como son de sentido común no dejan, sin embargo, de asombrar: que aprendemos poco de nuestra experiencia pasada porque nuestro acceso a la memoria está llena de ilusiones con las que tratamos de dotar de sentido a una realidad que, con frecuencia, carece de él; y que, también con frecuencia, optamos por las historias que privilegian los momentos memorables y los eventos significativos (y nótese aquí que “memorables” y “significativos” son adjetivos que sólo pueden pertenecerle al Sistema2) en lugar de lidiar con la plétora de estímulos que conforman una vida cotidiana dúctil, sí, pero a menudo incomprensible. Y esto, que puede ser sin duda fascinante para quien vive y, sobre todo para quien escribe novelas, es de vital importancia también para quien diseña políticas de bienestar social, por cierto.
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Monday, December 12, 2011
¡AJÚA!
Primeros comentarios sobre Eulalio González Piporro. Homenaje, el libro publicado por Caja de Cerillos/Conaculta a fines de 2011. Daniel Emilio Pacheco en Hojeando Libros
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Primeros comentarios sobre Eulalio González Piporro. Homenaje, el libro publicado por Caja de Cerillos/Conaculta a fines de 2011. Daniel Emilio Pacheco en Hojeando Libros
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Wednesday, December 07, 2011
SIMPLE PLACER, PURO PLACER
Hace ya algunos años--y respondiendo a una invitación que me hacía Araceli Otamendi, editora de la revista Archivos del Sur--envié a esta publicación argentina un cuento en el que trabajaba por entonces. El cuento, que siempre se llamó "Simple placer, puro placer", apareció en el espacio de autor de la revista Archivos del Sur allá por el 2006, si recuerdo bien. Una de las versiones así llamadas finales de este cuento formó parte también en mi libro La frontera más distante (Tusquets, 2010).
Pero, tal como me informa Araceli en un mensaje, "en el portal donde se alojan las primeras ediciones de Archivos del Sur hubo varios cambios en la tecnología que ocasionaron que muchos textos no se puedan leer actualmente ahí". Por ello, y porque la revista cumplirá su décimo aniversario este 2012, Araceli se ha dado a la tarea de re-publicar estos textos en otros medios electrónicos. Si así lo desean, pues, pueden leer "Simple placer, puro placer" en: Archivos del Sur Narrativa Cristina Rivera Garza
Bienvenidos todos, puesn.
--crg
Hace ya algunos años--y respondiendo a una invitación que me hacía Araceli Otamendi, editora de la revista Archivos del Sur--envié a esta publicación argentina un cuento en el que trabajaba por entonces. El cuento, que siempre se llamó "Simple placer, puro placer", apareció en el espacio de autor de la revista Archivos del Sur allá por el 2006, si recuerdo bien. Una de las versiones así llamadas finales de este cuento formó parte también en mi libro La frontera más distante (Tusquets, 2010).
Pero, tal como me informa Araceli en un mensaje, "en el portal donde se alojan las primeras ediciones de Archivos del Sur hubo varios cambios en la tecnología que ocasionaron que muchos textos no se puedan leer actualmente ahí". Por ello, y porque la revista cumplirá su décimo aniversario este 2012, Araceli se ha dado a la tarea de re-publicar estos textos en otros medios electrónicos. Si así lo desean, pues, pueden leer "Simple placer, puro placer" en: Archivos del Sur Narrativa Cristina Rivera Garza
Bienvenidos todos, puesn.
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Tuesday, December 06, 2011
HIC SUNT LEONES
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Había ido al parque para ver las nubes. No lo hacía a menudo. De hecho, no lo hacía casi nunca y mucho menos entre semana. Pero atravesaba una de esas crisis veraniegas que lo dejan a uno con poca energía, muchas dudas, y ese característico sabor agridulce sobre la lengua. Sumido en un dilema sin nombre, sin rostro, me puse ropa de ejercicio para camuflagear mis verdaderas intenciones y, una vez en el parque, lo único que hice fue recostarme sobre el pasto, boca arriba. Las nubes eran de un blanco casi iridiscente a esa hora de la mañana.
-Son bonitas, ¿verdad? -me preguntó una muchacha de pantalón de mezclilla y camiseta holgada. Su interrupción me molestó. No había ido al parque para buscar compañía y mucho menos plática.
-Sí -le dije, cortante, dándole a entender que esa era mi última palabra. Ella no entendió el mensaje y, en lugar de seguirse de largo, se sentó a mi lado. Abrió su mochila de explorador y sacó una cajetilla de cigarros.
-No fumo -le informé cuando me ofreció uno de sus tabacos.
-Hace bien -comentó a la distraída-. ¿Cree que llueva hoy?
No le respondí lo que pasaba por mi mente y cerré los ojos. Así estuve largo rato, poniendo atención a los ruidos del tráfico y al murmullo lejano de gente caminando de prisa. Mientras tanto pensé en la oficina oscura donde pasaba gran parte de mis días garabateando números y memorándums. Luego, sin poder evitarlo, pensé en la mujer energética que había dejado nuestra cama matrimonial a tempranas horas, dispuesta a conquistar al mundo con la voz firme y sus pasos largos. No escuché ningún pájaro en el parque, ningún otro ruido animal. Sólo me decidí a abrir los ojos cuando supuse que la muchacha de la interrupción ya se había marchado.
-¡Pero si sigues aquí! -exclamé con sincera sorpresa cuando levanté los párpados.
-Pues dónde más iba a estar -me contestó como si de verdad no hubiera otro sitio en el mundo para ella. Después sonrió con un mohín amplio, ligero. Bajo un flequillo desigual, sus ojos negros me miraron abiertamente, con calma. La confianza de su gesto me asustó. Por un momento pensé en Miriam, la niña terca que Truman Capote inventó en uno de sus cuentos. ¿Qué tal si se pegaba a mi vida y ya nunca desaparecía? Me acordé también de las ladronzuelas urbanas que ciertas canciones de moda han inmortalizado, pero la muchacha no era tan hermosa ni tampoco parecía interesada en aventuras eróticas. Luego pensé en las lolitas de Hollywood, seguidas por las mujeres fatales y las vampiras. Un aire de amenaza nubló mi día. Fue entonces que quise escapar, pero el peso de mi cuerpo me mantuvo exactamente donde estaba: sobre el pasto, boca arriba, en posición de crucificado.
Ella se recostó junto a mí.
-Ésa parece un barco -dijo, señalando una nube con su cigarro encendido. No era cierto pero, inmovilizado por el miedo como me encontraba, no osé contradecirla.
-Y ésa, la de más allá, ¿la ve? Ésa tiene forma de león -continuó sin tomar en cuenta mi silencio. Para entonces ya había olvidado el dilema que me llevó al parque y una angustia nueva, diferente me invadió por completo. Hic sunt leones. La frase llegó entera a mi cerebro y ahí se deslizó con una lentitud pasmosa. En los mapas antiguos, recordé, esa oración indicaba territorios inexplorados. Terra incognita. Los ecos de las palabras juntas retumbaron dentro de mi cráneo. Con el ruido dentro de mi cuerpo, me volví a verla una vez más. La posición de su cuerpo, sus palabras, hasta el cigarrillo entre sus dedos parecía normal. Era sólo una muchacha, tal vez una estudiante con algo de tiempo extra o una desempleada sin mucha preocupación por el futuro. En cualquier caso, no había explicación racional para mi súbita inmovilidad y tampoco para el sudor frío que empezaba a cubrir mi frente. Un cosquilleo absurdo en mi mano derecha capturó mi atención y, cuando logré divisarla con el rabillo del ojo, me di cuenta que había una hilera de hormigas atravesándome como a una montaña en medio el camino, un obstáculo más. Entonces volví a cerrar los ojos deseando con toda el alma que la muchacha tan sólo fuera una alucinación, una de esas imágenes que aparecen y desaparecen sin dejar mayor huella. Deseando que el parque fuera imaginario. Deseando que lloviera.
-Tienes miedo ¿verdad? -me preguntó finalmente sin dejar de observar las nubes-. Es normal -añadió después de un rato de silencio.
-¿Qué es normal? -inquirí con voz malhumorada, ya dentro del terror. Era la primara vez que yo le preguntaba algo. Al mismo tiempo intentaba mover los brazos sin conseguirlo.
-Cuando la gente se vuelve loca, ya ves, así pasa -comentó como si se estuviera refiriendo a un resfriado-. Cada quien tiene su manera.
La observé una vez más y no volví a encontrar nada excéntrico en ella. Traté de decir algo gracioso o algo complejo, pero cuando abrí la boca sólo pude balbucear algo sin sentido.
-No te preocupes -insistió-. Es normal.
Me tocó el hombro derecho y me vio con una misericordia tibia y llana. Parecía que ella me entendía mejor que yo. Luego volvió la cara al cielo y empezó a incorporarse.
-Va a llover muy pronto hoy -aseguró. Traté de mover un brazo para detenerla pero no lo logré. Lo único que pude hacer fue seguirla con la mirada hasta que su cuerpo desapareció entre las frondas de los árboles. Volví a cerrar los ojos. Añoré como nunca antes el espacio oscuro de mi oficina, el hueco tibio dentro de la cama, la mujer de energías múltiples con quien la compartía. Las cosas que se habían quedado atrás, perdidas para siempre. Entonces una gota fría se deslizó por mi cuello. Hic sunt leones. Más al rato le siguió una tormenta sin rayos y sin truenos.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Había ido al parque para ver las nubes. No lo hacía a menudo. De hecho, no lo hacía casi nunca y mucho menos entre semana. Pero atravesaba una de esas crisis veraniegas que lo dejan a uno con poca energía, muchas dudas, y ese característico sabor agridulce sobre la lengua. Sumido en un dilema sin nombre, sin rostro, me puse ropa de ejercicio para camuflagear mis verdaderas intenciones y, una vez en el parque, lo único que hice fue recostarme sobre el pasto, boca arriba. Las nubes eran de un blanco casi iridiscente a esa hora de la mañana.
-Son bonitas, ¿verdad? -me preguntó una muchacha de pantalón de mezclilla y camiseta holgada. Su interrupción me molestó. No había ido al parque para buscar compañía y mucho menos plática.
-Sí -le dije, cortante, dándole a entender que esa era mi última palabra. Ella no entendió el mensaje y, en lugar de seguirse de largo, se sentó a mi lado. Abrió su mochila de explorador y sacó una cajetilla de cigarros.
-No fumo -le informé cuando me ofreció uno de sus tabacos.
-Hace bien -comentó a la distraída-. ¿Cree que llueva hoy?
No le respondí lo que pasaba por mi mente y cerré los ojos. Así estuve largo rato, poniendo atención a los ruidos del tráfico y al murmullo lejano de gente caminando de prisa. Mientras tanto pensé en la oficina oscura donde pasaba gran parte de mis días garabateando números y memorándums. Luego, sin poder evitarlo, pensé en la mujer energética que había dejado nuestra cama matrimonial a tempranas horas, dispuesta a conquistar al mundo con la voz firme y sus pasos largos. No escuché ningún pájaro en el parque, ningún otro ruido animal. Sólo me decidí a abrir los ojos cuando supuse que la muchacha de la interrupción ya se había marchado.
-¡Pero si sigues aquí! -exclamé con sincera sorpresa cuando levanté los párpados.
-Pues dónde más iba a estar -me contestó como si de verdad no hubiera otro sitio en el mundo para ella. Después sonrió con un mohín amplio, ligero. Bajo un flequillo desigual, sus ojos negros me miraron abiertamente, con calma. La confianza de su gesto me asustó. Por un momento pensé en Miriam, la niña terca que Truman Capote inventó en uno de sus cuentos. ¿Qué tal si se pegaba a mi vida y ya nunca desaparecía? Me acordé también de las ladronzuelas urbanas que ciertas canciones de moda han inmortalizado, pero la muchacha no era tan hermosa ni tampoco parecía interesada en aventuras eróticas. Luego pensé en las lolitas de Hollywood, seguidas por las mujeres fatales y las vampiras. Un aire de amenaza nubló mi día. Fue entonces que quise escapar, pero el peso de mi cuerpo me mantuvo exactamente donde estaba: sobre el pasto, boca arriba, en posición de crucificado.
Ella se recostó junto a mí.
-Ésa parece un barco -dijo, señalando una nube con su cigarro encendido. No era cierto pero, inmovilizado por el miedo como me encontraba, no osé contradecirla.
-Y ésa, la de más allá, ¿la ve? Ésa tiene forma de león -continuó sin tomar en cuenta mi silencio. Para entonces ya había olvidado el dilema que me llevó al parque y una angustia nueva, diferente me invadió por completo. Hic sunt leones. La frase llegó entera a mi cerebro y ahí se deslizó con una lentitud pasmosa. En los mapas antiguos, recordé, esa oración indicaba territorios inexplorados. Terra incognita. Los ecos de las palabras juntas retumbaron dentro de mi cráneo. Con el ruido dentro de mi cuerpo, me volví a verla una vez más. La posición de su cuerpo, sus palabras, hasta el cigarrillo entre sus dedos parecía normal. Era sólo una muchacha, tal vez una estudiante con algo de tiempo extra o una desempleada sin mucha preocupación por el futuro. En cualquier caso, no había explicación racional para mi súbita inmovilidad y tampoco para el sudor frío que empezaba a cubrir mi frente. Un cosquilleo absurdo en mi mano derecha capturó mi atención y, cuando logré divisarla con el rabillo del ojo, me di cuenta que había una hilera de hormigas atravesándome como a una montaña en medio el camino, un obstáculo más. Entonces volví a cerrar los ojos deseando con toda el alma que la muchacha tan sólo fuera una alucinación, una de esas imágenes que aparecen y desaparecen sin dejar mayor huella. Deseando que el parque fuera imaginario. Deseando que lloviera.
-Tienes miedo ¿verdad? -me preguntó finalmente sin dejar de observar las nubes-. Es normal -añadió después de un rato de silencio.
-¿Qué es normal? -inquirí con voz malhumorada, ya dentro del terror. Era la primara vez que yo le preguntaba algo. Al mismo tiempo intentaba mover los brazos sin conseguirlo.
-Cuando la gente se vuelve loca, ya ves, así pasa -comentó como si se estuviera refiriendo a un resfriado-. Cada quien tiene su manera.
La observé una vez más y no volví a encontrar nada excéntrico en ella. Traté de decir algo gracioso o algo complejo, pero cuando abrí la boca sólo pude balbucear algo sin sentido.
-No te preocupes -insistió-. Es normal.
Me tocó el hombro derecho y me vio con una misericordia tibia y llana. Parecía que ella me entendía mejor que yo. Luego volvió la cara al cielo y empezó a incorporarse.
-Va a llover muy pronto hoy -aseguró. Traté de mover un brazo para detenerla pero no lo logré. Lo único que pude hacer fue seguirla con la mirada hasta que su cuerpo desapareció entre las frondas de los árboles. Volví a cerrar los ojos. Añoré como nunca antes el espacio oscuro de mi oficina, el hueco tibio dentro de la cama, la mujer de energías múltiples con quien la compartía. Las cosas que se habían quedado atrás, perdidas para siempre. Entonces una gota fría se deslizó por mi cuello. Hic sunt leones. Más al rato le siguió una tormenta sin rayos y sin truenos.
--crg
Monday, December 05, 2011
DOLERSE HOY
Comentario sobre Dolerse. Textos desde un país herido [con "Jamás tanto cariño doloroso", epílogo de Diego Osorno], de América Pacheco [@amerikapa], en Animal Político.
“Dolerse: Textos desde un país herido” (epílogo de Diego E. Osorno) de la escritora, narradora, poeta y ensayista mexicana Cristina Rivera Garza, es un compendio de estrujantes crónicas -que son contadas sin orden cronológico- acerca de la violencia que azota nuestro país, salpimentadas con altas dosis de poesía. Este libro puede describirse como necesario ante una sociedad que pernocta a diario frente a la impunidad del crimen organizado y al desdén de nuestro inoperante aparato de justicia, y que sólo alcanza a petrificarse por el terror. Cristina utiliza su fino lenguaje literario, para desazolvar nuestra carencia de empatía con el dolor ajeno, remueve con agudeza mediante la recopilación de textos periodísticos que ha publicado en los últimos cuatro años (asegurándose de otorgarles una atemporalidad que el lector agradece). Nos invita a dejar de ser rocas insensibles, a repudiar la avalancha de violencia que abruma a nuestro país “desde el dolor, recuperar nuestros cuerpos”, “desdeñar la apatía hacia el sufrimiento humano, ante el desmoronamiento de nuestra propia tragedia”.
El texto completo en Animal Político: Recomendaciones Literarias, FIL 2011
--crg
Comentario sobre Dolerse. Textos desde un país herido [con "Jamás tanto cariño doloroso", epílogo de Diego Osorno], de América Pacheco [@amerikapa], en Animal Político.
“Dolerse: Textos desde un país herido” (epílogo de Diego E. Osorno) de la escritora, narradora, poeta y ensayista mexicana Cristina Rivera Garza, es un compendio de estrujantes crónicas -que son contadas sin orden cronológico- acerca de la violencia que azota nuestro país, salpimentadas con altas dosis de poesía. Este libro puede describirse como necesario ante una sociedad que pernocta a diario frente a la impunidad del crimen organizado y al desdén de nuestro inoperante aparato de justicia, y que sólo alcanza a petrificarse por el terror. Cristina utiliza su fino lenguaje literario, para desazolvar nuestra carencia de empatía con el dolor ajeno, remueve con agudeza mediante la recopilación de textos periodísticos que ha publicado en los últimos cuatro años (asegurándose de otorgarles una atemporalidad que el lector agradece). Nos invita a dejar de ser rocas insensibles, a repudiar la avalancha de violencia que abruma a nuestro país “desde el dolor, recuperar nuestros cuerpos”, “desdeñar la apatía hacia el sufrimiento humano, ante el desmoronamiento de nuestra propia tragedia”.
El texto completo en Animal Político: Recomendaciones Literarias, FIL 2011
--crg
Saturday, December 03, 2011
DOLERSE HOY
Los poetas Luigi Amara y Daniel Bencomo me ayudan a darle la bienvenida al mundo a este Dolerse. Textos desde un país herido, el libro que publico con Sur+ este 2011. El libro también incluye "Jamás tanto cariño dolorso", el epílogo de Diego Osorno.
La cita es en el Gato Verde (Robles Gil 171, entre Vallarta y López Cotilla) a las 9:00 pm.
Ojalá nos puedan acompañar.
--crg
Los poetas Luigi Amara y Daniel Bencomo me ayudan a darle la bienvenida al mundo a este Dolerse. Textos desde un país herido, el libro que publico con Sur+ este 2011. El libro también incluye "Jamás tanto cariño dolorso", el epílogo de Diego Osorno.
La cita es en el Gato Verde (Robles Gil 171, entre Vallarta y López Cotilla) a las 9:00 pm.
Ojalá nos puedan acompañar.
--crg
Friday, December 02, 2011
Thursday, December 01, 2011
VIRIDITAS
Diciembre me gustó para leer con otros. Y, por eso, este jueves 1ero celebraré los 15 años de la editorial Manits con una lectura de poesía en la Casa Zuno de Guadalajara, Jalisco, junto con María Negroni, María Auxiliadora Álvarez, Vicente Quirarte y Oscar Santos. Será, en efecto, la primera vez que lea de Viriditas, el libro que publico con Mantis este 2011. Por eso, y porque nadie debe salir con las manos vacías de esa comunidad efímera que forman la voz y el oído en el ejercicio de la lectura en voz alta, la mecanógrafa en mí se ha dado a la tarea de preparar una pequeña serie de textos que se sirven, de manera un tanto subrepticia, de los catálogos de colores que pueden adquirirse en cualquier tienda especializada en pinturas. Sobre estos espectros de verde, pues, los otros espectros de verde que vienen directamente de Viriditas. Sobre espectros de verde, el regalo perenne del verdadero verdor.Viriditas, un término acuñado por la abadesa Hildegarda Von Bingen, reclama para sí, en efecto, el verdor y la humedad sin el que la tierra "se derrumbaría como las cenizas".
El libro se puede adquirir en el stand L-10 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jal.
Casa Zuno
(José Guadalupe Zuno y Unión, Colonia Americana)
Jueves 1 de diciembre
8:30 pm
Ojalá que nos veamos ahí.
--crg
Diciembre me gustó para leer con otros. Y, por eso, este jueves 1ero celebraré los 15 años de la editorial Manits con una lectura de poesía en la Casa Zuno de Guadalajara, Jalisco, junto con María Negroni, María Auxiliadora Álvarez, Vicente Quirarte y Oscar Santos. Será, en efecto, la primera vez que lea de Viriditas, el libro que publico con Mantis este 2011. Por eso, y porque nadie debe salir con las manos vacías de esa comunidad efímera que forman la voz y el oído en el ejercicio de la lectura en voz alta, la mecanógrafa en mí se ha dado a la tarea de preparar una pequeña serie de textos que se sirven, de manera un tanto subrepticia, de los catálogos de colores que pueden adquirirse en cualquier tienda especializada en pinturas. Sobre estos espectros de verde, pues, los otros espectros de verde que vienen directamente de Viriditas. Sobre espectros de verde, el regalo perenne del verdadero verdor.Viriditas, un término acuñado por la abadesa Hildegarda Von Bingen, reclama para sí, en efecto, el verdor y la humedad sin el que la tierra "se derrumbaría como las cenizas".
El libro se puede adquirir en el stand L-10 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jal.
Casa Zuno
(José Guadalupe Zuno y Unión, Colonia Americana)
Jueves 1 de diciembre
8:30 pm
Ojalá que nos veamos ahí.
--crg
Tuesday, November 29, 2011
SPÍ UÑIEEY MAT
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
No es bueno preguntarse muy seguido por qué se vive en un estuario. De hacerlo, de preguntárselo muchas veces, sobre todo si es frente al espejo, muy probablemente se terminará, y esto más pronto que tarde, sin respuesta alguna. La boca abierta. Los ojos en blanco. El cielo todo lleno de azul. ¿Por qué se vive, después de todo, en cualquier lado? Es sin duda la falta de respuesta, esa particular falta de respuesta que se produce cuando se ha formulado infructuosamente una pregunta muchas veces, lo que provoca frases como ésta: “Porque en los estuarios conviven tres tipos de productores que realizan el proceso de fotosíntesis: macrófitos (algas, hierbas marinas y hierbas de pantanos); micrófitos bénticos (algas y otros tipos de plantas unidas al fondo), y fitoplancton (algas microscópicas), por eso vivo aquí, naturalmente”. Y entonces resulta necesario abrir la pequeña ventana de la cabaña para mirar, una vez más, todo esto. La palabra es aestuarium. La palabra que significa “área bajo la influencia de las mareas”.
Mirarla. Eso he hecho desde que llegó a vivir aquí, al estuario. Mirarlas de reojo. Mirarlas sin entender.
No soy un científico. No vine al estuario en busca de redención ecológica alguna. No nací en los alrededores. Respondí, como acaso otros, un anuncio de letras muy pequeñas en el que se solicitaba un guardia para un pequeño museo en las afueras. Para ser más exactos: en las orillas. En la entrevista dije la verdad: no tenía grandes aspiraciones. Aunque no dije la verdad: quería leer. Quería tener todo el tiempo para leer. Pensé que un empleo de este tipo, de baja responsabilidad y bajas miras, me permitiría, a cambio, el tiempo necesario para leer una serie de libros que había colocado en una lista cada vez larga desde años atrás. Cuando firmé el contrato me llenó de regocijo saber que el magro salario y la absoluta falta de expectativas también venían recompensados por un lugar donde vivir. La primera vez que entré en la cabaña de madera por cuya ventana todavía observo las mareas bajo cuya influencia vivo no pensé en nada. El placer suele ser así.
Costas rocosas. Arrecifes de ostras. Bosques de mangles. Deltas de ríos. Lechos de algas marinas. Pantanos boscosos. He visto todas esas imágenes de tantos otros estuarios porque cuelgan de las paredes de las salas del museo que cuido. Las he visto por incontables horas, por días enteros. Óleos llenos de polvo. Fotografías en blanco y negro. Aves disecadas y ya desteñidas. Las he visto tanto que, con el paso del tiempo, puedo detectar cuál de los cuadros requerirá reacomodo nada más al entrar. A eso le he dedicado mucha de mi energía y capacidad de observación: a ver los cuadros desde lejos, a acercarme a ellos para enderezarlos, a alejarme de nueva cuenta para saber si la presión sobre su lado derecho o izquierdo fue suficiente, a acercarme de nueva cuenta para mejorar los resultados. Llevar a cabo esta operación sencilla, esta operación ya mecánica, ha consumido gran parte de mis horas como guardia. Y por eso, porque enderezar cuadros y verlos en extremo detalle es lo que hago a diario, fue que cuando apareció el primer mensaje inscrito dentro de uno de los óleos no pude creerlo. Ko’lew nñimát. Eso decía. No conocía a nadie que pudiera decir eso. No había visto a nadie dentro del museo escribiéndolo.
¿Es que uno vive en un estuario para encontrarse de manera permanente dentro de la palabra desembocadura? Tal vez. Lo más seguro es que uno viva en cualquier lado para volverse loco o porque se volvió loco. Supuse que era eso y no otra cosa lo que me obligaba a ver pequeños mensajes dentro de las imágenes del estuario que luego, cuando trataba de borrarlos, habían desaparecido ya. ¿Vive uno en un estuario para leer o para inventar que lee pequeños mensajes en lenguas desconocidas? Cuando finalmente me decidí a investigar qué querían decir esas palabras me enteré que le pertenecían a una lengua casi muerta. Mi tierra, eso quería decir. Kiliwa, mi tierra. Algo así en todo caso. Baste decir que yo no vengo de ahí.
Busqué al o a la responsable de tal fechoría, por supuesto. Fingía leer pero en realidad espiaba. Entrené a mis pupilas en el viejo arte de mirar de reojo. Sin mover la cabeza o la mirada, sin moverme del asiento que me ataba a la esquina de la sala, no hacía otra cosa más que esperar el momento de su aparición. ¿Y es para esto, me preguntaba al anochecer, que uno vive en un estuario? Las miraba, sí. Las miraba todo el tiempo. Miraba las frases: su aparición y, luego, su desvanecimiento.
La búsqueda del malhechor me distrajo de mi hábito de lectura y, poco a poco, abandoné la lista de mis libros por leer. Ya sabía guardar silencio pero, paulatinamente, fui aprendiendo a guardar más silencio. Uno deja de hablar sin apenas darse cuenta. Luego, también con el paso de las horas y de los días, uno deja de comer. Y, mientras aumenta el estado de alerta, la pregunta no cesa: ¿A qué vine yo al estuario? ¿Qué es lo qué realmente hago aquí? Ante cada una de las interrogantes mi reacción sigue siendo la misma: me incorporo para enderezar alguno de los cuadros. Me alejo después. Me vuelvo a acercar.
Spí uñieey mat.
La frase apareció hace mucho tiempo. Fue, de hecho, una de las primeras en aparecer. Cuando lo hizo, cuando apareció, lo hizo dentro de una fotografía en blanco y negro que cayó meses después al suelo debido a las sacudidas de un temblor. Una pequeña frase en la base de un pantano boscoso, eso es lo que era. Casi de inmediato supe su significado: No quiero morir. Todavía la miro de reojo. Todavía me pregunto quién dejó ese mensaje aquí. Todavía no la entiendo.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
No es bueno preguntarse muy seguido por qué se vive en un estuario. De hacerlo, de preguntárselo muchas veces, sobre todo si es frente al espejo, muy probablemente se terminará, y esto más pronto que tarde, sin respuesta alguna. La boca abierta. Los ojos en blanco. El cielo todo lleno de azul. ¿Por qué se vive, después de todo, en cualquier lado? Es sin duda la falta de respuesta, esa particular falta de respuesta que se produce cuando se ha formulado infructuosamente una pregunta muchas veces, lo que provoca frases como ésta: “Porque en los estuarios conviven tres tipos de productores que realizan el proceso de fotosíntesis: macrófitos (algas, hierbas marinas y hierbas de pantanos); micrófitos bénticos (algas y otros tipos de plantas unidas al fondo), y fitoplancton (algas microscópicas), por eso vivo aquí, naturalmente”. Y entonces resulta necesario abrir la pequeña ventana de la cabaña para mirar, una vez más, todo esto. La palabra es aestuarium. La palabra que significa “área bajo la influencia de las mareas”.
Mirarla. Eso he hecho desde que llegó a vivir aquí, al estuario. Mirarlas de reojo. Mirarlas sin entender.
No soy un científico. No vine al estuario en busca de redención ecológica alguna. No nací en los alrededores. Respondí, como acaso otros, un anuncio de letras muy pequeñas en el que se solicitaba un guardia para un pequeño museo en las afueras. Para ser más exactos: en las orillas. En la entrevista dije la verdad: no tenía grandes aspiraciones. Aunque no dije la verdad: quería leer. Quería tener todo el tiempo para leer. Pensé que un empleo de este tipo, de baja responsabilidad y bajas miras, me permitiría, a cambio, el tiempo necesario para leer una serie de libros que había colocado en una lista cada vez larga desde años atrás. Cuando firmé el contrato me llenó de regocijo saber que el magro salario y la absoluta falta de expectativas también venían recompensados por un lugar donde vivir. La primera vez que entré en la cabaña de madera por cuya ventana todavía observo las mareas bajo cuya influencia vivo no pensé en nada. El placer suele ser así.
Costas rocosas. Arrecifes de ostras. Bosques de mangles. Deltas de ríos. Lechos de algas marinas. Pantanos boscosos. He visto todas esas imágenes de tantos otros estuarios porque cuelgan de las paredes de las salas del museo que cuido. Las he visto por incontables horas, por días enteros. Óleos llenos de polvo. Fotografías en blanco y negro. Aves disecadas y ya desteñidas. Las he visto tanto que, con el paso del tiempo, puedo detectar cuál de los cuadros requerirá reacomodo nada más al entrar. A eso le he dedicado mucha de mi energía y capacidad de observación: a ver los cuadros desde lejos, a acercarme a ellos para enderezarlos, a alejarme de nueva cuenta para saber si la presión sobre su lado derecho o izquierdo fue suficiente, a acercarme de nueva cuenta para mejorar los resultados. Llevar a cabo esta operación sencilla, esta operación ya mecánica, ha consumido gran parte de mis horas como guardia. Y por eso, porque enderezar cuadros y verlos en extremo detalle es lo que hago a diario, fue que cuando apareció el primer mensaje inscrito dentro de uno de los óleos no pude creerlo. Ko’lew nñimát. Eso decía. No conocía a nadie que pudiera decir eso. No había visto a nadie dentro del museo escribiéndolo.
¿Es que uno vive en un estuario para encontrarse de manera permanente dentro de la palabra desembocadura? Tal vez. Lo más seguro es que uno viva en cualquier lado para volverse loco o porque se volvió loco. Supuse que era eso y no otra cosa lo que me obligaba a ver pequeños mensajes dentro de las imágenes del estuario que luego, cuando trataba de borrarlos, habían desaparecido ya. ¿Vive uno en un estuario para leer o para inventar que lee pequeños mensajes en lenguas desconocidas? Cuando finalmente me decidí a investigar qué querían decir esas palabras me enteré que le pertenecían a una lengua casi muerta. Mi tierra, eso quería decir. Kiliwa, mi tierra. Algo así en todo caso. Baste decir que yo no vengo de ahí.
Busqué al o a la responsable de tal fechoría, por supuesto. Fingía leer pero en realidad espiaba. Entrené a mis pupilas en el viejo arte de mirar de reojo. Sin mover la cabeza o la mirada, sin moverme del asiento que me ataba a la esquina de la sala, no hacía otra cosa más que esperar el momento de su aparición. ¿Y es para esto, me preguntaba al anochecer, que uno vive en un estuario? Las miraba, sí. Las miraba todo el tiempo. Miraba las frases: su aparición y, luego, su desvanecimiento.
La búsqueda del malhechor me distrajo de mi hábito de lectura y, poco a poco, abandoné la lista de mis libros por leer. Ya sabía guardar silencio pero, paulatinamente, fui aprendiendo a guardar más silencio. Uno deja de hablar sin apenas darse cuenta. Luego, también con el paso de las horas y de los días, uno deja de comer. Y, mientras aumenta el estado de alerta, la pregunta no cesa: ¿A qué vine yo al estuario? ¿Qué es lo qué realmente hago aquí? Ante cada una de las interrogantes mi reacción sigue siendo la misma: me incorporo para enderezar alguno de los cuadros. Me alejo después. Me vuelvo a acercar.
Spí uñieey mat.
La frase apareció hace mucho tiempo. Fue, de hecho, una de las primeras en aparecer. Cuando lo hizo, cuando apareció, lo hizo dentro de una fotografía en blanco y negro que cayó meses después al suelo debido a las sacudidas de un temblor. Una pequeña frase en la base de un pantano boscoso, eso es lo que era. Casi de inmediato supe su significado: No quiero morir. Todavía la miro de reojo. Todavía me pregunto quién dejó ese mensaje aquí. Todavía no la entiendo.
--crg
Monday, November 28, 2011
COMER, AMAR, MORIR
Decir algo literalmente, argumenta la teórica queer Diane Fuss, radicaliza nuestra relación con la experiencia. Llevar la sintaxis hasta sus últimas consecuencias a menudo transforma a esas consecuencias, que constituyen la así llamada realidad, en algo extraño de nueva cuenta o por primera vez. Lo obvio es a veces así. De entre todos los que pecan de literalidad, a Fuss le interesó el caso de los caníbales, cuyo entendimiento literal de lo real los lleva a enunciar palabras que, habiéndose vuelto transparentes o blandas a través del uso cotidiano, se tornan obscenas o francamente mortales en sus bocas: te como a besos, te devoro, ¡qué dulce!
No son pocas las canciones populares que han hecho un arte (o semi-arte) de esos vínculos entre el lenguaje del hambre (y el consumo y la incorporación) y el lenguaje amoroso. Aquí van sólo tres ejemplos.
Un gigante del siglo XIX que, luego de devorar niños y al llegar a la tremenda edad de 372 años, reposa en an innocent slumber like this/esta duermevela inocente. Esto en voz de Natalie Merchant y en la versión de poema animado por David Kendall.
Una bruja literaliza sus intenciones respecto a un Usted atacado por lo que podría ser un exceso de curiosidad. Esto en las voces de Eugenia León y Lila Downs.
El significado de la Última Cena nunca volvió a ser el mismo luego de que Cecilia Toussaint cantara lo que le pasó con cinco amigos de confianza.
Los ejemplos abundan, en efecto. Pero de la canción paran niños a la lírica popular, no deja de producir su dosis de perplejidad que el proceso de incorporación corporal con tanta facilidad adscrito al lenguaje amoroso sea tan literalmente violento, mortífero, terminal.
--crg
Decir algo literalmente, argumenta la teórica queer Diane Fuss, radicaliza nuestra relación con la experiencia. Llevar la sintaxis hasta sus últimas consecuencias a menudo transforma a esas consecuencias, que constituyen la así llamada realidad, en algo extraño de nueva cuenta o por primera vez. Lo obvio es a veces así. De entre todos los que pecan de literalidad, a Fuss le interesó el caso de los caníbales, cuyo entendimiento literal de lo real los lleva a enunciar palabras que, habiéndose vuelto transparentes o blandas a través del uso cotidiano, se tornan obscenas o francamente mortales en sus bocas: te como a besos, te devoro, ¡qué dulce!
No son pocas las canciones populares que han hecho un arte (o semi-arte) de esos vínculos entre el lenguaje del hambre (y el consumo y la incorporación) y el lenguaje amoroso. Aquí van sólo tres ejemplos.
Un gigante del siglo XIX que, luego de devorar niños y al llegar a la tremenda edad de 372 años, reposa en an innocent slumber like this/esta duermevela inocente. Esto en voz de Natalie Merchant y en la versión de poema animado por David Kendall.
Una bruja literaliza sus intenciones respecto a un Usted atacado por lo que podría ser un exceso de curiosidad. Esto en las voces de Eugenia León y Lila Downs.
El significado de la Última Cena nunca volvió a ser el mismo luego de que Cecilia Toussaint cantara lo que le pasó con cinco amigos de confianza.
Los ejemplos abundan, en efecto. Pero de la canción paran niños a la lírica popular, no deja de producir su dosis de perplejidad que el proceso de incorporación corporal con tanta facilidad adscrito al lenguaje amoroso sea tan literalmente violento, mortífero, terminal.
--crg
Sunday, November 27, 2011
XA?LA?=H-PAA=KW-N+?KWIIT HI-Q YAQ-1 YU-M
"It looked like some sort of crescent moon," said, or could have said, or said without ever attempting to have said it, the little monster of dregs as he translated, not without difficulty although sound by sound, from an ancient text he was trying to remember.
Mauricio J. Mixco, Kiliwa Texts. When I Have Donned my Crest of Stars, p. 26.
--crg
"It looked like some sort of crescent moon," said, or could have said, or said without ever attempting to have said it, the little monster of dregs as he translated, not without difficulty although sound by sound, from an ancient text he was trying to remember.
Mauricio J. Mixco, Kiliwa Texts. When I Have Donned my Crest of Stars, p. 26.
--crg
Friday, November 25, 2011
EL VIERNES EN LA RUTA DEL VERDE (SHANGHAI)
12:00 hrs (tiempo de la Ciudad de México)
Twitter y la producción del presente
Videoconferencia en II Encuentro Internacional de Publicaciones Digitales Culturales
18:00 hrs (tiempo de Tijuana)
Presentación de Verde Shanghai
con Raymond Williams y Elizabeth Villa
Librería Sor Juana
Tijuana, BC
----crg
12:00 hrs (tiempo de la Ciudad de México)
Twitter y la producción del presente
Videoconferencia en II Encuentro Internacional de Publicaciones Digitales Culturales
18:00 hrs (tiempo de Tijuana)
Presentación de Verde Shanghai
con Raymond Williams y Elizabeth Villa
Librería Sor Juana
Tijuana, BC
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Thursday, November 24, 2011
ACTIVIDADES FIL GUADALAJARA
DICIEMBRE 1, JUEVES
20:30 hrs
Lectura de poesía con Maria Negroni, María Auxiliadora Alvarez, Vicente Quirarte y Oscar Santos
Casa Zuno (José Guadalupe Zuno y Unión, Colonia Americana)
DICIEMBRE 2, VIERNES
18:00 hrs
Presentación de Verde Shanghai
con Eduardo Antonio Parra
Sala Elías Nandino
19:00 hrs
Firma de libros
Stand Internacional
21:00 hrs
Venta nocturna
Stand Tusquets
DICIEMBRE 3, SÁBADO
16:00 hrs
Presentación de Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida y obra y varia invención de Patricia Rosas Lopátegui
con Rocío Luque y la autora
Salon C del área internacional
21:00 hrs
Presentación de Dolerse. Textos desde un país herido
con Luigi Amara y Daniel Bencomo
Gato Verde (Robles Gil 171, entre Vallarta y López Cotilla)
DICIEMBRE 4, DOMINGO
16:00 hrs
Presentación de Eulalio González Piporro. Homenaje
con Andrea Fuentes Silva, Alejandro Cruz Atienza, Carlos Velázquez, Julio Trujillo
Sala Alfredo R. Placencia
¡Nos vemos por allá!
--crg
DICIEMBRE 1, JUEVES
20:30 hrs
Lectura de poesía con Maria Negroni, María Auxiliadora Alvarez, Vicente Quirarte y Oscar Santos
Casa Zuno (José Guadalupe Zuno y Unión, Colonia Americana)
DICIEMBRE 2, VIERNES
18:00 hrs
Presentación de Verde Shanghai
con Eduardo Antonio Parra
Sala Elías Nandino
19:00 hrs
Firma de libros
Stand Internacional
21:00 hrs
Venta nocturna
Stand Tusquets
DICIEMBRE 3, SÁBADO
16:00 hrs
Presentación de Nahui Olin. Sin principio ni fin. Vida y obra y varia invención de Patricia Rosas Lopátegui
con Rocío Luque y la autora
Salon C del área internacional
21:00 hrs
Presentación de Dolerse. Textos desde un país herido
con Luigi Amara y Daniel Bencomo
Gato Verde (Robles Gil 171, entre Vallarta y López Cotilla)
DICIEMBRE 4, DOMINGO
16:00 hrs
Presentación de Eulalio González Piporro. Homenaje
con Andrea Fuentes Silva, Alejandro Cruz Atienza, Carlos Velázquez, Julio Trujillo
Sala Alfredo R. Placencia
¡Nos vemos por allá!
--crg
Wednesday, November 23, 2011
FUERTEVENTURA: GMAIL POETRY--THE RIGHT MARGIN
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Tuesday, November 22, 2011
EMOCIONES Y NECROPOLÍTICA
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Cuando Luz María Dávila, la madre de dos de los adolescentes que fueron masacrados en enero del 2010 en Ciudad Juárez, increpó al Presidente, el Presidente, de acuerdo a todas las descripciones, se limitó a “asentir con la cabeza”. Luego de su primera intervención--aquella donde la mujer de Salvárcar le negara tanto la bienvenida como la mano al Presidente, aquella donde la trabajadora de la maquila le pidiera al Presidente que, en cuanto tal y cumpliendo con las responsabilidades de su cargo, hiciera algo--Felipe Calderón se limitó a enunciar un “por supuesto”, que la señora Dávila no tardaría en rebatir de nueva cuenta. Mientras esto pasaba, el Presidente la miraba, esto de acuerdo a la misma Luz María, “como diciendo: ‘Ya cállese, señora. Ya váyase’”. Incapaz de salir de protocolo, incapaz de extender un gesto de empatía o de mostrar alguna emoción, Calderón se limitó a ser testigo de su retirada. El Presidente actuaba, en efecto, como un hombre de Estado, es decir, como un hombre de razón. Después de todo, de acuerdo a ciertos paradigmas de la modernidad, “la razón es la verdad del sujeto y la política es el ejercicio de la razón en la esfera pública”.
Pero las emociones, al decir de la teórica Sarah Ahmed, no son algo que el sujeto tenga de manera privada, es decir, no son lo contrario de la esfera pública. Es a través de las emociones, argumenta en The Cultural Politics of Emotion, “a través de la manera en que respondemos a los objetos y a los otros, que producimos las superficies y las fronteras (del sujeto)”. Porque las emociones son causadas por el contacto que tenemos con los objetos, en lugar de ser causadas meramente por ellos, reconocer el papel de las emociones en la vida social —en esa tan afamada esfera pública— nos permitiría entender, entre otras cosas, por qué y de qué manera los sujetos se enganchan a, o batallan contra, las estructuras de las que forman parte.
Ahmed critica así esa división aparentemente natural que contrapone la razón del Estado y sus diversas, aunque limitadas o altamente codificadas, expresiones en la vida pública, y el mundo privado de las emociones definidas así, y a priori, como irracionales o, por lo menos, como prácticas que se encuentran en los mundos privados que yacen más allá de la razón. Esta división no pasaría de ser una mera entelequia teórica si no tomáramos en cuenta que en los Estados contemporáneos, tal como lo argumenta Achille Mbembe en “Necropolítica”, el artículo que publicó en Public Culture en 2003, “la última expresión de la soberanía reside en el poder y la capacidad de dictar quién puede vivir y quién debe morir”. “Ejercer la soberanía”, añade, “es ejercer el control sobre la mortalidad y definir a la vida como una manifestación de ese poder”. Si alguna vez la categoría de biopoder, acuñada por Michel Foucault, nos ayudó a entender “el dominio de la vida sobre el cual el poder ha tomado el control”; Mbembe contrapone ahora el concepto de necropoder, es decir, “el dominio de la muerte sobre el cual el poder ha tomado el control”.
Habrá que reconocer, argumenta Mbembe, que las guerras modernas se caracterizaron alguna vez por el establecimiento de estados de emergencia y la organización de conflictos bélicos con fin de dominar territorios. No así las máquinas de guerra actuales. “Este nuevo momento es de movilidad global. Una característica importante de la movilidad global es que ni las operaciones militares ni el ejercicio del ‘derecho a matar’ son ya el monopolio de los Estados; y el ‘ejército regular’ ya no es, por tanto, la única forma de llevar a cabo estas funciones”. En tiempos de la necropolítica, las máquinas de guerra responden más a las nociones de espacio —desterritorializado, en segmentos— de los nómadas que a la de los sedentarios. Ya sea en una relación de autonomía o de incorporación con respecto al Estado, estas máquinas de guerra toman prestados elementos de los ejércitos regulares pero también añaden sus propios miembros. Ante todo, la máquina de guerra adquiere múltiples funciones, desde la organización política hasta la de las operaciones mercantiles. De hecho, el Estado, en estas circunstancias, puede convertirse, de suyo, en una máquina de guerra. Aunque los casos que le permiten a Mbeba llegar a estas conclusiones son los de ciertos Estados africanos de fines de siglo XX y, más concretamente, el caso de Palestina, muchas de las descripciones —desde las características de las máquinas de guerra hasta la transformación del Estado en una máquina de guerra— podrían aplicarse sin mayor violencia al Estado mexicano durante el sexenio de Felipe Calderón —un sexenio que Jesús Silva-Herzog Marquez atinadamente ha nombrado como el sexenio de la muerte.
Si esto es cierto —y, puesto que lo cito, es que así lo creo— nunca ha sido más importante, ni más políticamente relevante, el cuestionamiento de la división artificial entre la razón del Estado en la esfera pública y las emociones “privadas” de la población. En tiempos de necropoder, cuando el poder es, sobre todo, el dominio que el poder ha ganado sobre la muerte, hay que insistir vigorosamente en el potencial político de la emoción, entendida ésta a la manera de Ahmed: en su dimensión de contacto y de crítica y de liberación. Mientras las distintas máquinas de guerra insisten —ya desde el Estado o con la vinculación corrupta de agencias del Estado— en la depredación y el desmembramiento, en la ganancia y la autoridad, como muestras de su “razón”, resulta más importante que nunca extender los brazos que todavía tenemos —a los que todavía tenemos brazos— para producir así, en el cuerpo, la bienvenida del otro. Ese gesto del que fue incapaz el Presidente de la muerte, el Presidente de una máquina de guerra ahora fuera de control, nos corresponde, sin duda, a la ciudadanía. Y esa es la lectura que quiero proponer tanto de los abrazos o los besos que el poeta y el activista político Javier Sicilia ha prodigado en su recorrido por la paz a lo largo y ancho del país, como de la así llamada “república amorosa” mencionada en el discurso con el que López Obrador se convirtió en el candidato de la izquierda para las elecciones del 2012.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Cuando Luz María Dávila, la madre de dos de los adolescentes que fueron masacrados en enero del 2010 en Ciudad Juárez, increpó al Presidente, el Presidente, de acuerdo a todas las descripciones, se limitó a “asentir con la cabeza”. Luego de su primera intervención--aquella donde la mujer de Salvárcar le negara tanto la bienvenida como la mano al Presidente, aquella donde la trabajadora de la maquila le pidiera al Presidente que, en cuanto tal y cumpliendo con las responsabilidades de su cargo, hiciera algo--Felipe Calderón se limitó a enunciar un “por supuesto”, que la señora Dávila no tardaría en rebatir de nueva cuenta. Mientras esto pasaba, el Presidente la miraba, esto de acuerdo a la misma Luz María, “como diciendo: ‘Ya cállese, señora. Ya váyase’”. Incapaz de salir de protocolo, incapaz de extender un gesto de empatía o de mostrar alguna emoción, Calderón se limitó a ser testigo de su retirada. El Presidente actuaba, en efecto, como un hombre de Estado, es decir, como un hombre de razón. Después de todo, de acuerdo a ciertos paradigmas de la modernidad, “la razón es la verdad del sujeto y la política es el ejercicio de la razón en la esfera pública”.
Pero las emociones, al decir de la teórica Sarah Ahmed, no son algo que el sujeto tenga de manera privada, es decir, no son lo contrario de la esfera pública. Es a través de las emociones, argumenta en The Cultural Politics of Emotion, “a través de la manera en que respondemos a los objetos y a los otros, que producimos las superficies y las fronteras (del sujeto)”. Porque las emociones son causadas por el contacto que tenemos con los objetos, en lugar de ser causadas meramente por ellos, reconocer el papel de las emociones en la vida social —en esa tan afamada esfera pública— nos permitiría entender, entre otras cosas, por qué y de qué manera los sujetos se enganchan a, o batallan contra, las estructuras de las que forman parte.
Ahmed critica así esa división aparentemente natural que contrapone la razón del Estado y sus diversas, aunque limitadas o altamente codificadas, expresiones en la vida pública, y el mundo privado de las emociones definidas así, y a priori, como irracionales o, por lo menos, como prácticas que se encuentran en los mundos privados que yacen más allá de la razón. Esta división no pasaría de ser una mera entelequia teórica si no tomáramos en cuenta que en los Estados contemporáneos, tal como lo argumenta Achille Mbembe en “Necropolítica”, el artículo que publicó en Public Culture en 2003, “la última expresión de la soberanía reside en el poder y la capacidad de dictar quién puede vivir y quién debe morir”. “Ejercer la soberanía”, añade, “es ejercer el control sobre la mortalidad y definir a la vida como una manifestación de ese poder”. Si alguna vez la categoría de biopoder, acuñada por Michel Foucault, nos ayudó a entender “el dominio de la vida sobre el cual el poder ha tomado el control”; Mbembe contrapone ahora el concepto de necropoder, es decir, “el dominio de la muerte sobre el cual el poder ha tomado el control”.
Habrá que reconocer, argumenta Mbembe, que las guerras modernas se caracterizaron alguna vez por el establecimiento de estados de emergencia y la organización de conflictos bélicos con fin de dominar territorios. No así las máquinas de guerra actuales. “Este nuevo momento es de movilidad global. Una característica importante de la movilidad global es que ni las operaciones militares ni el ejercicio del ‘derecho a matar’ son ya el monopolio de los Estados; y el ‘ejército regular’ ya no es, por tanto, la única forma de llevar a cabo estas funciones”. En tiempos de la necropolítica, las máquinas de guerra responden más a las nociones de espacio —desterritorializado, en segmentos— de los nómadas que a la de los sedentarios. Ya sea en una relación de autonomía o de incorporación con respecto al Estado, estas máquinas de guerra toman prestados elementos de los ejércitos regulares pero también añaden sus propios miembros. Ante todo, la máquina de guerra adquiere múltiples funciones, desde la organización política hasta la de las operaciones mercantiles. De hecho, el Estado, en estas circunstancias, puede convertirse, de suyo, en una máquina de guerra. Aunque los casos que le permiten a Mbeba llegar a estas conclusiones son los de ciertos Estados africanos de fines de siglo XX y, más concretamente, el caso de Palestina, muchas de las descripciones —desde las características de las máquinas de guerra hasta la transformación del Estado en una máquina de guerra— podrían aplicarse sin mayor violencia al Estado mexicano durante el sexenio de Felipe Calderón —un sexenio que Jesús Silva-Herzog Marquez atinadamente ha nombrado como el sexenio de la muerte.
Si esto es cierto —y, puesto que lo cito, es que así lo creo— nunca ha sido más importante, ni más políticamente relevante, el cuestionamiento de la división artificial entre la razón del Estado en la esfera pública y las emociones “privadas” de la población. En tiempos de necropoder, cuando el poder es, sobre todo, el dominio que el poder ha ganado sobre la muerte, hay que insistir vigorosamente en el potencial político de la emoción, entendida ésta a la manera de Ahmed: en su dimensión de contacto y de crítica y de liberación. Mientras las distintas máquinas de guerra insisten —ya desde el Estado o con la vinculación corrupta de agencias del Estado— en la depredación y el desmembramiento, en la ganancia y la autoridad, como muestras de su “razón”, resulta más importante que nunca extender los brazos que todavía tenemos —a los que todavía tenemos brazos— para producir así, en el cuerpo, la bienvenida del otro. Ese gesto del que fue incapaz el Presidente de la muerte, el Presidente de una máquina de guerra ahora fuera de control, nos corresponde, sin duda, a la ciudadanía. Y esa es la lectura que quiero proponer tanto de los abrazos o los besos que el poeta y el activista político Javier Sicilia ha prodigado en su recorrido por la paz a lo largo y ancho del país, como de la así llamada “república amorosa” mencionada en el discurso con el que López Obrador se convirtió en el candidato de la izquierda para las elecciones del 2012.
--crg
Sunday, November 20, 2011
AMERICAN
Tell them that I too have one million dollars, tell them that I have accepted a blood transfusion, that I have had a face-lift in Boston, that I own a home with one hundred bloody dogs at my command.
Tell them that I too appear in TV, that they interview me when I want the most famous artists, that I get to choose the questions.
Tell them that I have certain style for fame and riches.
Tell them that I speak perfect English.
Tell them that I have divorced six times.
Tell them that I have bought a football team,
a newspaper and a town in Spain,
or in Greece, or in Portugal.
Tell them that I speak with the president, with the father and with the son.
Tell them that I often sleep at the White House, which is the house of power and of life.
Tell them that I defend the rights of homosexulas, of almost extinct seals,
of aliens about to arrive, of new religious technologies.
Tell them that I like to suntan naked.
Tell them that I adore snakes in my bedroom.
Tell them that I sleep with Liberty.
Tell them I ski in the Everest
that I order to close the Himalaya,
in order to ski with my friends at seven thousand meters high.
Tell them I own five airplanes.
Tell them I want to be an American.
Tell them that America is the world.
And that those who are not American do not enjoy
this life at large
which resembles the lives´of emperors so much.
Tell them that the world belongs to the strong,
to the nervous ones, to the libidinous ones
that the simple ones only own poverty,
marriage,
faith, an apartment, the monthly salary, a regular job
and the retirement dinner.
Tell them that I am too an American.
Manuel Vilas, "Americano", Resurrección, 35.
[translated by crg]
--crg
Tell them that I too have one million dollars, tell them that I have accepted a blood transfusion, that I have had a face-lift in Boston, that I own a home with one hundred bloody dogs at my command.
Tell them that I too appear in TV, that they interview me when I want the most famous artists, that I get to choose the questions.
Tell them that I have certain style for fame and riches.
Tell them that I speak perfect English.
Tell them that I have divorced six times.
Tell them that I have bought a football team,
a newspaper and a town in Spain,
or in Greece, or in Portugal.
Tell them that I speak with the president, with the father and with the son.
Tell them that I often sleep at the White House, which is the house of power and of life.
Tell them that I defend the rights of homosexulas, of almost extinct seals,
of aliens about to arrive, of new religious technologies.
Tell them that I like to suntan naked.
Tell them that I adore snakes in my bedroom.
Tell them that I sleep with Liberty.
Tell them I ski in the Everest
that I order to close the Himalaya,
in order to ski with my friends at seven thousand meters high.
Tell them I own five airplanes.
Tell them I want to be an American.
Tell them that America is the world.
And that those who are not American do not enjoy
this life at large
which resembles the lives´of emperors so much.
Tell them that the world belongs to the strong,
to the nervous ones, to the libidinous ones
that the simple ones only own poverty,
marriage,
faith, an apartment, the monthly salary, a regular job
and the retirement dinner.
Tell them that I am too an American.
Manuel Vilas, "Americano", Resurrección, 35.
[translated by crg]
--crg
Friday, November 18, 2011
ESCRITURAS TRANSCIBERIANAS
[en Babelia, suplemento del periódico El país, Sábado 19 de noviembre, 2011]
La tecnología digital nos reta con su exceso textual. Las cabezas ruedan en espectáculos que bien podrían horrorizar a Medusa. Los indignados toman las plazas públicas. Entre una y otra cosa, se abre paso desde la periferia el libro valiente, el libro crítico, el libro verdaderamente literario. Aquí van apenas unas cuantas señales de tráfico. Y, por debajo de todo ello, más secreta que las secretas listas, la poesía. Cómo no.
A. UN CUADRO COSTUMBRISTA
El escritor se levantaba temprano y ponderaba, de preferencia con amargura, el estado de las cosas. El humo del cigarrillo. La taza de café. El golpeteo de las teclas sobre el lienzo blanco del papel. El charco es muy grande y los puentes muy cortos, murmuraba. No hay ningún intercambio cultural de relevancia entre las distintas regiones del español, especialmente entre España y América Latina, sin dejar de lado a la región puramente latinoamericana. Una pausa. El momento de la densa reflexión. El escritor continuaba, con amargura. Inevitablemente es un adverbio. La circulación del libro en su modo neocolonial: partir del centro todavía imperial, ubicado en España, para luego distribuirse, y esto sólo con suerte, en los territorios de las antiguas colonias. El confín empieza aquí. Esto es una flecha. El gemido, entonces. La mano sobre la frente. El halo de humo.
B. LA VENTANA DEL ESPANTO
Se trata de un cuadro más bien lúgubre y vertical y, sin duda, amargo. Así se miraban las cosas desde un cuarto dentro de una torre de marfil. La ventana del espanto. Pero por ahí, del otro lado en todo caso, ha pasado ya la primera década del XXI. Ese sitio no es ya más el lugar de residencia de muchos de los lectores contemporáneos. Muchos de ellos migraron, y esto hace tiempo, hacia ese lugar de la pantalla de cuyo nombre no quiero acordarme.
C. EL FANTASMA DE LA TUNDRA 'CIBERIANA'
Quizá pocas veces como en la época actual se han conjuntado las condiciones tanto tecnológicas como económicas capaces de permitir un verdadero cruce de fronteras y una intercomunicación cultural a lo largo y ancho del así llamado mundo de habla hispana. El auge de Internet y la constante intervención, cuando no dominio, de las plataformas 2.0 en nuestras vidas cotidianas, y especialmente en nuestras vidas de lectores, han abierto, sin duda, canales de flujo para una serie de artefactos textuales que sólo con dificultad circulaban en el pasado, incluso el más reciente. Del blog local a las actividades de intercambio de editoriales independientes, del canje gratuito de material textual a través de PDF a la proliferación de ligas en el tráfico de noticias editoriales, el mapa de la tundra ciberiana es, sin duda, un mapa movedizo. Este auge se superpone y, en sus momentos más felices, logra desviar el flujo de circulación de mercancías textuales establecidas por las grandes transnacionales del libro. A este retrato habría que añadirle la presencia más o menos activa, al menos en ciertas regiones, de un Estado que intenta jugar un papel dinámico en la expansión del uso del español, por ejemplo. Nunca, pues, como en nuestros días, el lector de habla hispana ha podido deslizarse con mayor presteza por las vías virtuales y no virtuales que conectan los distintos mundos en los que residimos, aumentando así su posibilidad de acceso al libro escrito en español. Sin embargo, como argumentaba Eduardo Grüner en ese apasionado tratado que es El fin de las pequeñas historias, el gran reto en una era caracterizada por la globalización del capital y la disolución de los límites del Estado nación no es otra cosa más que el proceso y las prácticas des-globalizadoras en lo que toca a los flujos migratorios y, en general, al deslizamiento por el globo de la fuerza laboral. Algo similar podría ocurrirle al libro verdaderamente literario, al libro arriesgado o anómalo, al libro valiente. Un fantasma recorre la tundra ciberiana, en efecto, y ése es el fantasma del libro crítico. Todas las fuerzas del viejo mundo sin pantallas y del nuevo mundo con ellas se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el capital, que es feroz; la moda, que de suyo no tiene contemplaciones; la comercialización rampante, que, en fin, rampa. Por eso el fantasma huye, espantado. Por eso hay que encontrar alguna manera de atraparlo.
D. USTED ESTÁ AQUÍ
Lo que tienes entre tus manos, querido lector, es un mapa. No hay nombres propios, sino links. Territorios de búsqueda. Áreas de acción. Veamos.
D1. IMPENETRABLE COMO TU ESPEJO
Existe una lista de secretos en la que el verdadero secreto es la poesía.
E. GLOBALIZAR, QUE ES TRADUCIR
La era de globalización tendría que ser, por fuerza, la era de la traducción. Nada, en todo caso, como la traducción para combatir a las fuerzas activas de la desglobalización. Aceptar y asumir que una buena parte de la literatura latinoamericana de hoy se lleva a cabo fuera de los límites geográficos del mundo de habla hispana, e incluso fuera de los límites lingüísticos del español, es una tarea a la vez paradójica y urgente. Pero no sólo se traduce de una lengua a otra. Escribir es traducir. El libro que se hace hoy mismo, en algún lugar de la Pantalla Cuyo Nombre, es un libro escrito directamente en traducción. Hay alguien, sin duda, que vive en Otro Lado y, utilizando incluso con palabras de su Propia Lengua, escribe en realidad en Otroladés.
F. LA HORA DE LA NOVELITA DE AMOR
No es un novelón, ni una noveleta ni una novela corta ni una nouvelle ni mucho menos una novelucha. Se trata de la nueva novela sentimental latinoamericana. Son libritos así, en diminutivo, debido al número de sus páginas pero sobre todo por el efecto de cercanía que suscitan. Dice Aníbal González en Love and Politics in the Contemporary Spanish American Novel que las novelitas tienen sus raíces bien firmes en la era del post-boom, cuando distintos autores y autoras introdujeron, y no de manera aleatoria ni secundaria, el tema del amor en sus libros. Pero el amor del que tratan las nuevas novelas sentimentales es del tipo que pretende sanar "las divisiones y el rencor generado por décadas de movilización social y política", más cercano al ágape (el amor hacia el vecino) que a la pasión súbita y carnal que tantas veces dominó el espectro emocional de novelas anteriores. Que muchas de sus heroínas sean lectoras, y no sólo voluptuosas y pasionales femmes fatales, también habla de las cambiantes relaciones de género que poco a poco recogen estos libros.
G. RECICLA ESTO
Vivimos en un mundo escrito. Si algo han hecho las tecnologías digitales es dejar en claro que estamos rodeados de texto. Algunos escritores conceptualistas norteamericanos, y otros tantos del mundo de habla hispana, han reaccionado ante este exceso textual declarando que no hay ya necesidad de escribir nada "original" y que la responsabilidad del escritor en la hora digital es re-escribir, re-ciclar, copiar en sentido estricto, apropiar, subvertir, re-contextualizar. Se trata del momento espectacular de la lectura, y los libros que incorporan este mecanismo, ya sea en papel o en pantalla, trabajan con uno de los hechos más polémicos de hoy: el escritor en el proceso de curar aquello que padece de lenguaje. Escritura sin autor o, mejor, con varios autores anónimos y/o públicos. A veces reciclando a los clásicos (de Borges a Rulfo, entre tantos otros), pero también extrayendo lenguaje de esos autores inéditos que se encuentran en los documentos de archivo en un proceso cercano a las distintas formas de escritura documental, estos libros nacen fuera de la esfera del sí mismo.
H. AMANECER EN POMPEYA
Nuestra cuna no es ya más esa ciudad eterna donde las ruinas yacen, capa sobre capa, en un gesto de circular totalidad. Nuestra cuna es esa otra ciudad petrificada en la gloria de un instante: Pompeya. Corte. Tajo. Interrupción. Hubo, alguna vez, eso es cierto, un homo psychologicus. Se trataba de ese ser humano de las sociedades industriales que construyó gruesos muros para separar lo privado de lo público y proteger así una noción silenciosa y profunda, individual y estable, del yo. Pero el homo psychologicus ya fue. En su lugar se ha configurado el homo technologicus: un ser post-humano que habita los espacios físicos y virtuales de las sociedades informáticas para quien el yo no es ni secreto ni una hondura ni mucho menos una interioridad, sino, por el contrario, una forma de visibilidad. Conectado a digitalidades diversas, el technologicus escribe esa vida que sólo existe para que aparezca inscrita en fragmentos de circulación constante. Una extraña pero sugerente combinación entre el culto a la personalidad y una noción alterdirigida del yo dentro de un régimen de visibilidad total ha provocado que miles de seres post-humanos se lancen raudos y veloces a transmitir mensajes escritos sobre lo que les acontece en ese justo y pompéyico instante. De ahí el Twitter. De ahí, también, la nueva escritura auto/biográfica que en el papel imita la movilidad y la desaparición constante del texto en un TimeLine. Leer es, en efecto, una forma de constatar. No hay secreto.
I. LA ACCIÓN COLECTIVA
A la hora de la verdad, que es con frecuencia la hora de la denuncia de la violencia, los libros en papel han optado por contar historias en modo realista, ya en términos de su relación con el referente o ya por su uso del lenguaje coloquial. Las plataformas 2.0, que tanto han contribuido a cuestionar de manera a veces radical el mito del escritor solitario, han radicalizado el poder crítico de la escritura en tiempo real. Cualquier TimeLine nos dice la verdad: el escritor de hoy escribe en comunidad, de preferencia en el aquí y el ahora. Las tecnologías digitales también han puesto énfasis en la vecindad del texto con otras formas de exploración artística, resaltando la producción híbrida. Este marco de acción grupal e interdisciplinario ha dado pie a la formación de colectivos que transitan con gran libertad entre la producción virtual y la publicación en papel, creando también lazos entre comunidades que trascienden las fronteras de los Estados nacionales.
J. AL LENGUAJE POR ASALTO
La escritora se levanta temprano todavía y, con toda seguridad, también toma café. Hay cosas que no cambian. La ventana que se abre, sin embargo, no sólo está en la pared sino dentro de la pantalla que examina. Aquí ya no hay torres de marfil. Los bárbaros, que somos todos, hemos tomado por asalto el cielo del lenguaje. SMS. MSN. FB. TW. Blog. eBOOK. LIBRO. Todos y alguien y cualquiera pueden escribir. Y escribimos. Ante la caída del capital cultural de lo literario (y los rituales de lo literario) acontecido hacia finales del siglo XX, surgen de un lado a otro en la tundra ciberiana las escrituras dialógicas, intermitentes, colectivas, híbridas, que producen nuestro presente como un estado crítico. En eso estamos, y vamos. Este es el ruido casi imperceptible del teclado. Usted sigue aquí.
--crg
[en Babelia, suplemento del periódico El país, Sábado 19 de noviembre, 2011]
La tecnología digital nos reta con su exceso textual. Las cabezas ruedan en espectáculos que bien podrían horrorizar a Medusa. Los indignados toman las plazas públicas. Entre una y otra cosa, se abre paso desde la periferia el libro valiente, el libro crítico, el libro verdaderamente literario. Aquí van apenas unas cuantas señales de tráfico. Y, por debajo de todo ello, más secreta que las secretas listas, la poesía. Cómo no.
A. UN CUADRO COSTUMBRISTA
El escritor se levantaba temprano y ponderaba, de preferencia con amargura, el estado de las cosas. El humo del cigarrillo. La taza de café. El golpeteo de las teclas sobre el lienzo blanco del papel. El charco es muy grande y los puentes muy cortos, murmuraba. No hay ningún intercambio cultural de relevancia entre las distintas regiones del español, especialmente entre España y América Latina, sin dejar de lado a la región puramente latinoamericana. Una pausa. El momento de la densa reflexión. El escritor continuaba, con amargura. Inevitablemente es un adverbio. La circulación del libro en su modo neocolonial: partir del centro todavía imperial, ubicado en España, para luego distribuirse, y esto sólo con suerte, en los territorios de las antiguas colonias. El confín empieza aquí. Esto es una flecha. El gemido, entonces. La mano sobre la frente. El halo de humo.
B. LA VENTANA DEL ESPANTO
Se trata de un cuadro más bien lúgubre y vertical y, sin duda, amargo. Así se miraban las cosas desde un cuarto dentro de una torre de marfil. La ventana del espanto. Pero por ahí, del otro lado en todo caso, ha pasado ya la primera década del XXI. Ese sitio no es ya más el lugar de residencia de muchos de los lectores contemporáneos. Muchos de ellos migraron, y esto hace tiempo, hacia ese lugar de la pantalla de cuyo nombre no quiero acordarme.
C. EL FANTASMA DE LA TUNDRA 'CIBERIANA'
Quizá pocas veces como en la época actual se han conjuntado las condiciones tanto tecnológicas como económicas capaces de permitir un verdadero cruce de fronteras y una intercomunicación cultural a lo largo y ancho del así llamado mundo de habla hispana. El auge de Internet y la constante intervención, cuando no dominio, de las plataformas 2.0 en nuestras vidas cotidianas, y especialmente en nuestras vidas de lectores, han abierto, sin duda, canales de flujo para una serie de artefactos textuales que sólo con dificultad circulaban en el pasado, incluso el más reciente. Del blog local a las actividades de intercambio de editoriales independientes, del canje gratuito de material textual a través de PDF a la proliferación de ligas en el tráfico de noticias editoriales, el mapa de la tundra ciberiana es, sin duda, un mapa movedizo. Este auge se superpone y, en sus momentos más felices, logra desviar el flujo de circulación de mercancías textuales establecidas por las grandes transnacionales del libro. A este retrato habría que añadirle la presencia más o menos activa, al menos en ciertas regiones, de un Estado que intenta jugar un papel dinámico en la expansión del uso del español, por ejemplo. Nunca, pues, como en nuestros días, el lector de habla hispana ha podido deslizarse con mayor presteza por las vías virtuales y no virtuales que conectan los distintos mundos en los que residimos, aumentando así su posibilidad de acceso al libro escrito en español. Sin embargo, como argumentaba Eduardo Grüner en ese apasionado tratado que es El fin de las pequeñas historias, el gran reto en una era caracterizada por la globalización del capital y la disolución de los límites del Estado nación no es otra cosa más que el proceso y las prácticas des-globalizadoras en lo que toca a los flujos migratorios y, en general, al deslizamiento por el globo de la fuerza laboral. Algo similar podría ocurrirle al libro verdaderamente literario, al libro arriesgado o anómalo, al libro valiente. Un fantasma recorre la tundra ciberiana, en efecto, y ése es el fantasma del libro crítico. Todas las fuerzas del viejo mundo sin pantallas y del nuevo mundo con ellas se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el capital, que es feroz; la moda, que de suyo no tiene contemplaciones; la comercialización rampante, que, en fin, rampa. Por eso el fantasma huye, espantado. Por eso hay que encontrar alguna manera de atraparlo.
D. USTED ESTÁ AQUÍ
Lo que tienes entre tus manos, querido lector, es un mapa. No hay nombres propios, sino links. Territorios de búsqueda. Áreas de acción. Veamos.
D1. IMPENETRABLE COMO TU ESPEJO
Existe una lista de secretos en la que el verdadero secreto es la poesía.
E. GLOBALIZAR, QUE ES TRADUCIR
La era de globalización tendría que ser, por fuerza, la era de la traducción. Nada, en todo caso, como la traducción para combatir a las fuerzas activas de la desglobalización. Aceptar y asumir que una buena parte de la literatura latinoamericana de hoy se lleva a cabo fuera de los límites geográficos del mundo de habla hispana, e incluso fuera de los límites lingüísticos del español, es una tarea a la vez paradójica y urgente. Pero no sólo se traduce de una lengua a otra. Escribir es traducir. El libro que se hace hoy mismo, en algún lugar de la Pantalla Cuyo Nombre, es un libro escrito directamente en traducción. Hay alguien, sin duda, que vive en Otro Lado y, utilizando incluso con palabras de su Propia Lengua, escribe en realidad en Otroladés.
F. LA HORA DE LA NOVELITA DE AMOR
No es un novelón, ni una noveleta ni una novela corta ni una nouvelle ni mucho menos una novelucha. Se trata de la nueva novela sentimental latinoamericana. Son libritos así, en diminutivo, debido al número de sus páginas pero sobre todo por el efecto de cercanía que suscitan. Dice Aníbal González en Love and Politics in the Contemporary Spanish American Novel que las novelitas tienen sus raíces bien firmes en la era del post-boom, cuando distintos autores y autoras introdujeron, y no de manera aleatoria ni secundaria, el tema del amor en sus libros. Pero el amor del que tratan las nuevas novelas sentimentales es del tipo que pretende sanar "las divisiones y el rencor generado por décadas de movilización social y política", más cercano al ágape (el amor hacia el vecino) que a la pasión súbita y carnal que tantas veces dominó el espectro emocional de novelas anteriores. Que muchas de sus heroínas sean lectoras, y no sólo voluptuosas y pasionales femmes fatales, también habla de las cambiantes relaciones de género que poco a poco recogen estos libros.
G. RECICLA ESTO
Vivimos en un mundo escrito. Si algo han hecho las tecnologías digitales es dejar en claro que estamos rodeados de texto. Algunos escritores conceptualistas norteamericanos, y otros tantos del mundo de habla hispana, han reaccionado ante este exceso textual declarando que no hay ya necesidad de escribir nada "original" y que la responsabilidad del escritor en la hora digital es re-escribir, re-ciclar, copiar en sentido estricto, apropiar, subvertir, re-contextualizar. Se trata del momento espectacular de la lectura, y los libros que incorporan este mecanismo, ya sea en papel o en pantalla, trabajan con uno de los hechos más polémicos de hoy: el escritor en el proceso de curar aquello que padece de lenguaje. Escritura sin autor o, mejor, con varios autores anónimos y/o públicos. A veces reciclando a los clásicos (de Borges a Rulfo, entre tantos otros), pero también extrayendo lenguaje de esos autores inéditos que se encuentran en los documentos de archivo en un proceso cercano a las distintas formas de escritura documental, estos libros nacen fuera de la esfera del sí mismo.
H. AMANECER EN POMPEYA
Nuestra cuna no es ya más esa ciudad eterna donde las ruinas yacen, capa sobre capa, en un gesto de circular totalidad. Nuestra cuna es esa otra ciudad petrificada en la gloria de un instante: Pompeya. Corte. Tajo. Interrupción. Hubo, alguna vez, eso es cierto, un homo psychologicus. Se trataba de ese ser humano de las sociedades industriales que construyó gruesos muros para separar lo privado de lo público y proteger así una noción silenciosa y profunda, individual y estable, del yo. Pero el homo psychologicus ya fue. En su lugar se ha configurado el homo technologicus: un ser post-humano que habita los espacios físicos y virtuales de las sociedades informáticas para quien el yo no es ni secreto ni una hondura ni mucho menos una interioridad, sino, por el contrario, una forma de visibilidad. Conectado a digitalidades diversas, el technologicus escribe esa vida que sólo existe para que aparezca inscrita en fragmentos de circulación constante. Una extraña pero sugerente combinación entre el culto a la personalidad y una noción alterdirigida del yo dentro de un régimen de visibilidad total ha provocado que miles de seres post-humanos se lancen raudos y veloces a transmitir mensajes escritos sobre lo que les acontece en ese justo y pompéyico instante. De ahí el Twitter. De ahí, también, la nueva escritura auto/biográfica que en el papel imita la movilidad y la desaparición constante del texto en un TimeLine. Leer es, en efecto, una forma de constatar. No hay secreto.
I. LA ACCIÓN COLECTIVA
A la hora de la verdad, que es con frecuencia la hora de la denuncia de la violencia, los libros en papel han optado por contar historias en modo realista, ya en términos de su relación con el referente o ya por su uso del lenguaje coloquial. Las plataformas 2.0, que tanto han contribuido a cuestionar de manera a veces radical el mito del escritor solitario, han radicalizado el poder crítico de la escritura en tiempo real. Cualquier TimeLine nos dice la verdad: el escritor de hoy escribe en comunidad, de preferencia en el aquí y el ahora. Las tecnologías digitales también han puesto énfasis en la vecindad del texto con otras formas de exploración artística, resaltando la producción híbrida. Este marco de acción grupal e interdisciplinario ha dado pie a la formación de colectivos que transitan con gran libertad entre la producción virtual y la publicación en papel, creando también lazos entre comunidades que trascienden las fronteras de los Estados nacionales.
J. AL LENGUAJE POR ASALTO
La escritora se levanta temprano todavía y, con toda seguridad, también toma café. Hay cosas que no cambian. La ventana que se abre, sin embargo, no sólo está en la pared sino dentro de la pantalla que examina. Aquí ya no hay torres de marfil. Los bárbaros, que somos todos, hemos tomado por asalto el cielo del lenguaje. SMS. MSN. FB. TW. Blog. eBOOK. LIBRO. Todos y alguien y cualquiera pueden escribir. Y escribimos. Ante la caída del capital cultural de lo literario (y los rituales de lo literario) acontecido hacia finales del siglo XX, surgen de un lado a otro en la tundra ciberiana las escrituras dialógicas, intermitentes, colectivas, híbridas, que producen nuestro presente como un estado crítico. En eso estamos, y vamos. Este es el ruido casi imperceptible del teclado. Usted sigue aquí.
--crg
Tuesday, November 15, 2011
UN FANTASMA PERDIDO EN JUÁREZ
La propuesta editorial Atelos se fundó en 1995 como parte del proyecto Hip’s Road. Tenía como finalidad publicar, bajo el signo de la poesía, todo tipo de escritura que retara las definiciones limitadas de la poesía. Ahí, en un listado de 50 libros, apareció el trabajo de Rae Armantrout, Leslie Scalapino, Rodrigo Toscano, Tan Lin, entre tantos otros. The Popedology of an Ambient Language, de Edwin Torres —poeta nacido en Nueva York de padres puertorriqueños— fue publicado en esta serie curada por Lyn Hejinian y Travis Ortiz en el 2007. Torres ha participado en un buen número de performances donde se combina la improvisación vocal y física con el teatro visual. Es coeditor de la revista /DVD Rattapallax. Aquí apenas dos poemas rápidos, nerviosos, extraídos como sin querer de las enunciaciones del lenguaje oral que los contiene y los libera. Veamos.
*
La invitación de Pedro
mira, te llamaré porque tengo/ tu número y te juro que deberías conocer/ a alguien, ¿no? esa persona de la que te hablé, ¿recuerdas?/ ¿como hace 2 años? Debería ser la próxima/ persona que conocieras y esto es una imposibilidad no-humana/ lo sé, pero lo que te estoy diciendo es que/ a alguien así le gustaría conocerte a ti/ o a alguien como tú, o al menos tener el chance/ de una conversación telefónica con todo eso de la esencia de/ lo que eres, ¿no? Así que, mira/ tengo tu número de teléfono, te lo juro/ tienes que conocer a esta persona de la que te hablo, va/ porque oye, tengo tu número de teléfono/ y como hace 2 años te conté de esta/ persona, ¿no? tengo tu número de teléfono/ ¿verdad? te hablaré, mira, hazme un favor,/ anótame tu número de teléfono/ sí tengo tu número pero anótalo/ porque tienes que conocer esta persona, ¿no?/ mira te llamaré porque esta persona/ que tienes que conocer y este número funciona, ¿verdad?/ bien, bueno mira, hace como, como 2 años...
*
Un fantasma perdido en Juárez
era el muchacho hermoso de Juárez, estábamos en Juárez/y él ÉL era un muchacho en Juárez, pero hermoso/ como si fuera de otro lugar, como si fuera de allá o de otro planeta u otro país/ que no imaginábamos los pudiera fabricar [fabricar a estos muchachitos]/ algo tan hermoso, pensamos, podría salvar el mundo/ algo así, un hermoso muchacho de belleza inconcebible…//
fue lo que nos reunió [al menos a nosotros dos] sentados allá,/ en aquél café de Juárez, después de ahorrarnos tanto dinero/ en el mercado, ese mercado mexicano fronterizo lleno de viejos nombres en inglés/ pintarrajeados sobre cantinas desechas, comprando cobijas por dos dólares/ y jugo de nopal de a dólar, o tal vez era al contrario,/ las sandalias las cambiamos por una oportunidad de hacernos de fama…//
el precio de la belleza era conocido en Juárez, el muchacho que vimos, él/ ÉL fue lo que nos deslumbró [si la belleza deslumbrara] la orilla/ del pueblo fronterizo es sólo un territorio de fantasmas perdidos, [si el océano fuera más allá de su golfo]/ como el río que nos atrevimos a bajar a pie, aquel pequeño ángulo de luz,/ tocó sus mejillas y nos dejó ver no la poesía diseminada, no, la pobreza/ [sus mangas rotas] de la que estaba hecho, la hechura de él//
incluso más [esto es lo que es, lo sabes, la aparición de la belleza cuando es/ vista por la belleza] que es lo que lo hizo incluso más hermoso,/ mientras NOSOTROS lo construíamos a cada ojeada [así lo construimos tú y yo]/ un país a la orilla de un monstruo, un monstruo patriótico que vestía/ su arrogancia como una malteada de cuatro dólares [fue eso, el ángulo del sol fue lo/ que volvió lo normal imposible] lo que puedes comprar con una cartera así…//
o era imposible [en lo posible] imaginar a algo tan joven,/ apenas formado dentro de nuestros ojos, completando nuestra visión/ algo tan foráneo debería ser inalcanzable, debería recordarnos/ el dormir eterno, y salvar al mundo [ese algo/ tan inalcanzable podría salvar al mundo, porque/ no podrías tocarlo, lo sabes] TÚ sabes lo que quiero decir//
lo que puede darnos un pueblo por sólo estar a la orilla de algo, algo/ tan algo en su algo más, lo que nos podría traer a Juárez/ un pueblo fronterizo [uno más de ésos, ya sabes lo que quiero decir]/ sin piedad, tendrías que verlo, no a la piedad sino a él/ miles de caras hermosas, nosotros, no ÉL, los miles de nosotros que algunas vez fuimos él,/ nunca podríamos haber llegado a ser una cara así, detenida//
como un despertar de rasgos esparcidos en el olvido, tan viejos como nosotros/ y lo que éramos [lo conocimos] conociéndonos, estábamos en presencia/ de un perplejo resbalón del tiempo, un reacomodo en la posición del lugar/ [en nuestro tiempo, así éramos] resbalábamos, sorbíamos nuestro café de 25 centavos/ descalzos, al final del día en Juárez, en este acabado café de las afueras y tú/ tu hermosa nariz, el perfil angular, robándose las miradas…//
en aquella sombra cálida [si la sombra se dejara tentar] robándose una mirada/ de la cicatriz de un sol bajuno/ en lo que queda, en lo que eventualmente nos dejará, a los dos, ciegos...
--crg
La propuesta editorial Atelos se fundó en 1995 como parte del proyecto Hip’s Road. Tenía como finalidad publicar, bajo el signo de la poesía, todo tipo de escritura que retara las definiciones limitadas de la poesía. Ahí, en un listado de 50 libros, apareció el trabajo de Rae Armantrout, Leslie Scalapino, Rodrigo Toscano, Tan Lin, entre tantos otros. The Popedology of an Ambient Language, de Edwin Torres —poeta nacido en Nueva York de padres puertorriqueños— fue publicado en esta serie curada por Lyn Hejinian y Travis Ortiz en el 2007. Torres ha participado en un buen número de performances donde se combina la improvisación vocal y física con el teatro visual. Es coeditor de la revista /DVD Rattapallax. Aquí apenas dos poemas rápidos, nerviosos, extraídos como sin querer de las enunciaciones del lenguaje oral que los contiene y los libera. Veamos.
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La invitación de Pedro
mira, te llamaré porque tengo/ tu número y te juro que deberías conocer/ a alguien, ¿no? esa persona de la que te hablé, ¿recuerdas?/ ¿como hace 2 años? Debería ser la próxima/ persona que conocieras y esto es una imposibilidad no-humana/ lo sé, pero lo que te estoy diciendo es que/ a alguien así le gustaría conocerte a ti/ o a alguien como tú, o al menos tener el chance/ de una conversación telefónica con todo eso de la esencia de/ lo que eres, ¿no? Así que, mira/ tengo tu número de teléfono, te lo juro/ tienes que conocer a esta persona de la que te hablo, va/ porque oye, tengo tu número de teléfono/ y como hace 2 años te conté de esta/ persona, ¿no? tengo tu número de teléfono/ ¿verdad? te hablaré, mira, hazme un favor,/ anótame tu número de teléfono/ sí tengo tu número pero anótalo/ porque tienes que conocer esta persona, ¿no?/ mira te llamaré porque esta persona/ que tienes que conocer y este número funciona, ¿verdad?/ bien, bueno mira, hace como, como 2 años...
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Un fantasma perdido en Juárez
era el muchacho hermoso de Juárez, estábamos en Juárez/y él ÉL era un muchacho en Juárez, pero hermoso/ como si fuera de otro lugar, como si fuera de allá o de otro planeta u otro país/ que no imaginábamos los pudiera fabricar [fabricar a estos muchachitos]/ algo tan hermoso, pensamos, podría salvar el mundo/ algo así, un hermoso muchacho de belleza inconcebible…//
fue lo que nos reunió [al menos a nosotros dos] sentados allá,/ en aquél café de Juárez, después de ahorrarnos tanto dinero/ en el mercado, ese mercado mexicano fronterizo lleno de viejos nombres en inglés/ pintarrajeados sobre cantinas desechas, comprando cobijas por dos dólares/ y jugo de nopal de a dólar, o tal vez era al contrario,/ las sandalias las cambiamos por una oportunidad de hacernos de fama…//
el precio de la belleza era conocido en Juárez, el muchacho que vimos, él/ ÉL fue lo que nos deslumbró [si la belleza deslumbrara] la orilla/ del pueblo fronterizo es sólo un territorio de fantasmas perdidos, [si el océano fuera más allá de su golfo]/ como el río que nos atrevimos a bajar a pie, aquel pequeño ángulo de luz,/ tocó sus mejillas y nos dejó ver no la poesía diseminada, no, la pobreza/ [sus mangas rotas] de la que estaba hecho, la hechura de él//
incluso más [esto es lo que es, lo sabes, la aparición de la belleza cuando es/ vista por la belleza] que es lo que lo hizo incluso más hermoso,/ mientras NOSOTROS lo construíamos a cada ojeada [así lo construimos tú y yo]/ un país a la orilla de un monstruo, un monstruo patriótico que vestía/ su arrogancia como una malteada de cuatro dólares [fue eso, el ángulo del sol fue lo/ que volvió lo normal imposible] lo que puedes comprar con una cartera así…//
o era imposible [en lo posible] imaginar a algo tan joven,/ apenas formado dentro de nuestros ojos, completando nuestra visión/ algo tan foráneo debería ser inalcanzable, debería recordarnos/ el dormir eterno, y salvar al mundo [ese algo/ tan inalcanzable podría salvar al mundo, porque/ no podrías tocarlo, lo sabes] TÚ sabes lo que quiero decir//
lo que puede darnos un pueblo por sólo estar a la orilla de algo, algo/ tan algo en su algo más, lo que nos podría traer a Juárez/ un pueblo fronterizo [uno más de ésos, ya sabes lo que quiero decir]/ sin piedad, tendrías que verlo, no a la piedad sino a él/ miles de caras hermosas, nosotros, no ÉL, los miles de nosotros que algunas vez fuimos él,/ nunca podríamos haber llegado a ser una cara así, detenida//
como un despertar de rasgos esparcidos en el olvido, tan viejos como nosotros/ y lo que éramos [lo conocimos] conociéndonos, estábamos en presencia/ de un perplejo resbalón del tiempo, un reacomodo en la posición del lugar/ [en nuestro tiempo, así éramos] resbalábamos, sorbíamos nuestro café de 25 centavos/ descalzos, al final del día en Juárez, en este acabado café de las afueras y tú/ tu hermosa nariz, el perfil angular, robándose las miradas…//
en aquella sombra cálida [si la sombra se dejara tentar] robándose una mirada/ de la cicatriz de un sol bajuno/ en lo que queda, en lo que eventualmente nos dejará, a los dos, ciegos...
--crg
Monday, November 14, 2011
EL INTERFERISTA SABE DEL FLUIR LOCO
Liberar a la página del texto, expandir al poema a través de los pulmones--¿de qué manera el performance expande el decir, el código mismo del performance, el lenguaje oculto que vaga dentro del poema escuchado? ¿Es el código la interferencia? La cultura es una forma de interferencia; los humanos son una forma de cultura. ¿Sería factible decir entonces que el arte es una interferencia--un golpe que sale desde adentro, decantando su mensaje poco a poco--una interferencia contra el deambular orgánico, el art[ificio] como naturaleza?
La estática contra la recepción clara --¿se trata de una interferencia o de un shock que te atrae o te hace correr? ¿Eres un interferista? ¿Es el objetivo de tu deseo interferir, con la estabilidad, con lo común, con la interferencia misma? ¿Es la interferencia una mejoría en el proceso de adaptación--el aire adaptado de lo que sale de la boca? Una máscara interferirá con la persona o con el aire envenenado, un acento interferirá el trayecto con la historia, un micrófono entre los ojos y la boca interfiere con el volumen, alguien que tose dentro de la orquesta interferirá el lento y estable chillido que produce el arco del violín en la orilla del címbalo del tambor--él mismo ya una interferencia del poeta en el escenario. Los atentados del interferista se extienden a lo ancho y lo largo del gobo, provocando una avalancha de preguntas sobre la interferencia... el despertar de una dentro-ferencia.
¿Es la edad una forma de la interferencia? ¿Lo que impide al cuerpo llevar a cabo las funciones que podía hacer cuando era joven y ágil es una forma de interferir? Si un cuerpo tiembla, o se estremece, o pierde su firmeza--¿qué es lo que interfiere con ese proceso natural sino la prótesis que, a su vez, sólo le ayuda al cuerpo a continuar con su interferencia? Ah, esos meros seres humanos que interfieren con las fronteras ambientales nada más con su vivir a tope como poetas y visionarios. En la combinatoria de interféricos aparece la edad del tiempo.
La interferencia vaga en un estado de constante exhalación, agarrándose a lo infinito para producir un poema en su próxima encarnación. Así, envuelve cualquier paso del proceso con los alfabetos de las lenguas ambientales--las que hablan en código, mucho más divertido que las que hablan en lengua. Sobrepuestas las unas sobre las otras, ¿cuántas formas de decir te ahogan antes de que puedas escuchar lo que dices? ¿Cuántos símbolos necesitas para respirar? En una época de máquinas de cristal, la interferencia es mucho más frágil de lo que era.
En una era de crisis, si eres algo y eliges decirlo es que estás reclamando tu derecho a la libertad/diagonal/interferencia. El poeta es un ciudadano del mundo, y su única frontera es la página... la interferencia de la nación a través de la libertad. Lo que recuerda el asunto acerca de la libertad: la libertad es interferencia. Si lo que empodera es lo que libera, ¿cuándo se necesita la libertad? ¿Es que somos cautivos de la interferencia? El poeta es el eterno transformador de formas cuyo poder/diagonal/interferencia se contrapone tremendamente a la realidad--el quién del poema contrapuesto al qué del poema. Ya sea quién o qué o yo, el performance es una máquina de respiración que va dentro de las palabras latentes. Mi poema me dice lo que quiere y cómo decirlo. ¿Escucho entonces lo ignorable o sentencio lo imposible?
Vincular el corazón y los pulmones--ésa es la virtud que heredaron los poetas de los shamanes. Esto: dejar que el poder de la palabra confronte la debilidad del alma, el asombro de la mente, el intercambio de la vibración, tú y yo. Ya sea de uno a uno, o de uno a mil, lo que le pasa al espacio donde estamos es que el aire ha cambiado, los sentidos han cambiado: un saludo, un masaje, un reconocimiento de que se trabaja en equipo. Un reto es ágil si el cuerpo reacciona a su interferencia, registra el momento, viaja con la vibración, se sostiene en el aire del dominio amoroso entre el contenedor y el contenido, haciendo así que el aire recargado que rodea al instante del performance resuene con la humanidad compartida. Una escucha, pues, perforada, que puede cambiar el mundo o, cuando menos, iluminarlo.
Edwin Torres, "The Interferist Knows Mad Flow", en The Popedology of an Ambient Language (Atelos, 2007), p. 156-157. Traducción de crg.
[en el Día Internacional de Todas las Direcciones, mientras escuchaba In Every Direction de Junip]
--crg
Liberar a la página del texto, expandir al poema a través de los pulmones--¿de qué manera el performance expande el decir, el código mismo del performance, el lenguaje oculto que vaga dentro del poema escuchado? ¿Es el código la interferencia? La cultura es una forma de interferencia; los humanos son una forma de cultura. ¿Sería factible decir entonces que el arte es una interferencia--un golpe que sale desde adentro, decantando su mensaje poco a poco--una interferencia contra el deambular orgánico, el art[ificio] como naturaleza?
La estática contra la recepción clara --¿se trata de una interferencia o de un shock que te atrae o te hace correr? ¿Eres un interferista? ¿Es el objetivo de tu deseo interferir, con la estabilidad, con lo común, con la interferencia misma? ¿Es la interferencia una mejoría en el proceso de adaptación--el aire adaptado de lo que sale de la boca? Una máscara interferirá con la persona o con el aire envenenado, un acento interferirá el trayecto con la historia, un micrófono entre los ojos y la boca interfiere con el volumen, alguien que tose dentro de la orquesta interferirá el lento y estable chillido que produce el arco del violín en la orilla del címbalo del tambor--él mismo ya una interferencia del poeta en el escenario. Los atentados del interferista se extienden a lo ancho y lo largo del gobo, provocando una avalancha de preguntas sobre la interferencia... el despertar de una dentro-ferencia.
¿Es la edad una forma de la interferencia? ¿Lo que impide al cuerpo llevar a cabo las funciones que podía hacer cuando era joven y ágil es una forma de interferir? Si un cuerpo tiembla, o se estremece, o pierde su firmeza--¿qué es lo que interfiere con ese proceso natural sino la prótesis que, a su vez, sólo le ayuda al cuerpo a continuar con su interferencia? Ah, esos meros seres humanos que interfieren con las fronteras ambientales nada más con su vivir a tope como poetas y visionarios. En la combinatoria de interféricos aparece la edad del tiempo.
La interferencia vaga en un estado de constante exhalación, agarrándose a lo infinito para producir un poema en su próxima encarnación. Así, envuelve cualquier paso del proceso con los alfabetos de las lenguas ambientales--las que hablan en código, mucho más divertido que las que hablan en lengua. Sobrepuestas las unas sobre las otras, ¿cuántas formas de decir te ahogan antes de que puedas escuchar lo que dices? ¿Cuántos símbolos necesitas para respirar? En una época de máquinas de cristal, la interferencia es mucho más frágil de lo que era.
En una era de crisis, si eres algo y eliges decirlo es que estás reclamando tu derecho a la libertad/diagonal/interferencia. El poeta es un ciudadano del mundo, y su única frontera es la página... la interferencia de la nación a través de la libertad. Lo que recuerda el asunto acerca de la libertad: la libertad es interferencia. Si lo que empodera es lo que libera, ¿cuándo se necesita la libertad? ¿Es que somos cautivos de la interferencia? El poeta es el eterno transformador de formas cuyo poder/diagonal/interferencia se contrapone tremendamente a la realidad--el quién del poema contrapuesto al qué del poema. Ya sea quién o qué o yo, el performance es una máquina de respiración que va dentro de las palabras latentes. Mi poema me dice lo que quiere y cómo decirlo. ¿Escucho entonces lo ignorable o sentencio lo imposible?
Vincular el corazón y los pulmones--ésa es la virtud que heredaron los poetas de los shamanes. Esto: dejar que el poder de la palabra confronte la debilidad del alma, el asombro de la mente, el intercambio de la vibración, tú y yo. Ya sea de uno a uno, o de uno a mil, lo que le pasa al espacio donde estamos es que el aire ha cambiado, los sentidos han cambiado: un saludo, un masaje, un reconocimiento de que se trabaja en equipo. Un reto es ágil si el cuerpo reacciona a su interferencia, registra el momento, viaja con la vibración, se sostiene en el aire del dominio amoroso entre el contenedor y el contenido, haciendo así que el aire recargado que rodea al instante del performance resuene con la humanidad compartida. Una escucha, pues, perforada, que puede cambiar el mundo o, cuando menos, iluminarlo.
Edwin Torres, "The Interferist Knows Mad Flow", en The Popedology of an Ambient Language (Atelos, 2007), p. 156-157. Traducción de crg.
[en el Día Internacional de Todas las Direcciones, mientras escuchaba In Every Direction de Junip]
--crg
Saturday, November 12, 2011
Friday, November 11, 2011
Thursday, November 10, 2011
HOY
Entrega
PREMIO INTERNACIONAL AURA ESTRADA
Feria del Libro de Oaxaca
A las 19:30 horas
En la Alameda de León.
Con Francisco Goldman, Cristina Rivera Garza, Nicole Krauss, Rivka Galchen, Gabriela Jauregui y Nicolás Alvarado.
--crg
Entrega
PREMIO INTERNACIONAL AURA ESTRADA
Feria del Libro de Oaxaca
A las 19:30 horas
En la Alameda de León.
Con Francisco Goldman, Cristina Rivera Garza, Nicole Krauss, Rivka Galchen, Gabriela Jauregui y Nicolás Alvarado.
--crg
Wednesday, November 09, 2011
LA CÁMARA VERDE
LA CÁMARA VERDE, Periódico de Poesía, Noviembre 2011, No. 44
Habrá que tirar la casa por la ventana porque ya es noviembre. Si no tenemos casa, entonces habrá que tirar la ventana. Podemos, incluso o al contrario, entrar por la ventana y olvidar la casa. Podemos, junto con el poeta Linh Dinh, romper el vidrio de esa ventana y declarar a los cuatro vientos que toda entrada “deberá ser siempre ilícita". Podríamos, si quisiéramos, pasear por esa casa junto al poeta que nació en Saigón, para ver junto con él esa repisa de los objetos perdidos. Todo mundo guarda las uñas de su infancia, ¿no es cierto? Pero podríamos, si quisiéramos o de ser atrevidos, leer las cartas de amor, recordar los besos de infancia, y verlo todo, mientras tanto, de reojo. ¿Pero es usted una de las voces más innovadoras y sólidas de la poesía contemporánea de este país que responde al nombre de Estados Unidos? No sé cómo respondería Linh Dinh, a quién no le he hecho nunca esa pregunta, pero a Luis Alberto Arellano, que lo traduce en esta entrega de La Cámara Verde al español, le parece que así es y con todas las de la ley. Poeta, narrador y traductor, Linh Dinh es autor de los libros de cuentos Fake House (2000) y Blood & Soap (2004); y de los poemarios All around what empties out (2003), American tatts (2005), Borderless bodies (2006) y Jam alerts (2007). Siempre es bueno, por lo demás, leer a un poeta cuyo trabajo es descrito por otros como “lleno de ironías ácidas, de la más absoluta indignación y de un descaro cargado de política”. Tal vez no es del todo azaroso que sea el poeta queretano Luis Alberto Arellano, autor él mismo de una obra que explora el mundo con agudeza y sarcasmo, el que nos lo entregue, digámoslo así, en esta jornada novembrina. He aquí sus razones: “Me encontré con el trabajo de Linh Dinh a partir del blog de Ron Sillman y de recomendaciones de Román Luján. La poética extraña, heterodoxa, de Linh Dinh llamaba la atención por su poderosa imaginación y por la fuente de sus recursos: parte el mundo de los medios masivos de comunicación (como el cómic y el cine clase B), parte la academia y el mundo de la cultura occidental, pero sobre todo el extrañamiento de un extranjero permanente ante esos ámbitos. El sustrato narrativo y poético de su obra venía de su condición de transplantado. Estos poemas tienen un aire a road movie oriental en el extrañamiento frente a los códigos de lo cotidiano. Nada más nebuloso que el American way”.
En Monterrey, por otra parte, está pasando lo que pasa. La violencia. El espectáculo del horror. La indignación. Algunos tuiteros regimontanos nos mantienen al tanto de eso que pasa a través de 140s que viajan a toda velocidad con información práctica que llega a ser con frecuencia de vital importancia, con mensajes de rabia y con mensajes, también, de solidaridad y esperanza. Ahí, en la Sultana del Norte, vive Isabel Villareal. Y ahí, en esa ciudad herida, Issa, que así la llaman sus amigos, o @hiperkarma, que así la conocemos sus tuitlectores desde 2007, insiste en escribir. En “El cuerpo siempre pierde”, Issa nos hace preguntas difíciles. ¿Será cierto que el cuerpo está diseñado para aceptar pérdidas? ¿Somos todos esos niños crueles que juegan con el rompecabezas de los cuerpos? Las respuestas, si la hay, son nuestras o quedan, en todo caso, bajo nuestro cobijo. Pero en “El cuerpo siempre pierde”, esta regimontana nacida en 1984 también ha puesto el humor que todo lo transforma y todo lo subvierte. Se trata de ese punto de vista que, por jocoso, no deja de tener su lado puntiagudo que también provoca la reflexión pausada o al pensamiento que se transforma, súbitamente, en carcajada. Issa, por lo demás, estudió Letras Españolas. Su vida se compone de música (no se pierdan sus reseñas, por cierto), de Internet, de eventos culturales y de trabajar con las palabras. Dependiendo de sus ganas de comprometerse con la obra, reportea, edita, colabora en revistas, hace copywriting, escribe ficción, bloguea, tuitea, chatea o inventa chistes.
Por si hiciera falta decirlo o saberlo: en los libros como en la vida, lo que cuenta es lo que está justo antes del final. Esto lo sabe muy bien noviembre, el rey del penúltimo lugar.
Octubre 27, 2011
San Diego, California
[mientras escuchaba No Thing/ Outside my Area, de Klang]
--crg
LA CÁMARA VERDE, Periódico de Poesía, Noviembre 2011, No. 44
Habrá que tirar la casa por la ventana porque ya es noviembre. Si no tenemos casa, entonces habrá que tirar la ventana. Podemos, incluso o al contrario, entrar por la ventana y olvidar la casa. Podemos, junto con el poeta Linh Dinh, romper el vidrio de esa ventana y declarar a los cuatro vientos que toda entrada “deberá ser siempre ilícita". Podríamos, si quisiéramos, pasear por esa casa junto al poeta que nació en Saigón, para ver junto con él esa repisa de los objetos perdidos. Todo mundo guarda las uñas de su infancia, ¿no es cierto? Pero podríamos, si quisiéramos o de ser atrevidos, leer las cartas de amor, recordar los besos de infancia, y verlo todo, mientras tanto, de reojo. ¿Pero es usted una de las voces más innovadoras y sólidas de la poesía contemporánea de este país que responde al nombre de Estados Unidos? No sé cómo respondería Linh Dinh, a quién no le he hecho nunca esa pregunta, pero a Luis Alberto Arellano, que lo traduce en esta entrega de La Cámara Verde al español, le parece que así es y con todas las de la ley. Poeta, narrador y traductor, Linh Dinh es autor de los libros de cuentos Fake House (2000) y Blood & Soap (2004); y de los poemarios All around what empties out (2003), American tatts (2005), Borderless bodies (2006) y Jam alerts (2007). Siempre es bueno, por lo demás, leer a un poeta cuyo trabajo es descrito por otros como “lleno de ironías ácidas, de la más absoluta indignación y de un descaro cargado de política”. Tal vez no es del todo azaroso que sea el poeta queretano Luis Alberto Arellano, autor él mismo de una obra que explora el mundo con agudeza y sarcasmo, el que nos lo entregue, digámoslo así, en esta jornada novembrina. He aquí sus razones: “Me encontré con el trabajo de Linh Dinh a partir del blog de Ron Sillman y de recomendaciones de Román Luján. La poética extraña, heterodoxa, de Linh Dinh llamaba la atención por su poderosa imaginación y por la fuente de sus recursos: parte el mundo de los medios masivos de comunicación (como el cómic y el cine clase B), parte la academia y el mundo de la cultura occidental, pero sobre todo el extrañamiento de un extranjero permanente ante esos ámbitos. El sustrato narrativo y poético de su obra venía de su condición de transplantado. Estos poemas tienen un aire a road movie oriental en el extrañamiento frente a los códigos de lo cotidiano. Nada más nebuloso que el American way”.
En Monterrey, por otra parte, está pasando lo que pasa. La violencia. El espectáculo del horror. La indignación. Algunos tuiteros regimontanos nos mantienen al tanto de eso que pasa a través de 140s que viajan a toda velocidad con información práctica que llega a ser con frecuencia de vital importancia, con mensajes de rabia y con mensajes, también, de solidaridad y esperanza. Ahí, en la Sultana del Norte, vive Isabel Villareal. Y ahí, en esa ciudad herida, Issa, que así la llaman sus amigos, o @hiperkarma, que así la conocemos sus tuitlectores desde 2007, insiste en escribir. En “El cuerpo siempre pierde”, Issa nos hace preguntas difíciles. ¿Será cierto que el cuerpo está diseñado para aceptar pérdidas? ¿Somos todos esos niños crueles que juegan con el rompecabezas de los cuerpos? Las respuestas, si la hay, son nuestras o quedan, en todo caso, bajo nuestro cobijo. Pero en “El cuerpo siempre pierde”, esta regimontana nacida en 1984 también ha puesto el humor que todo lo transforma y todo lo subvierte. Se trata de ese punto de vista que, por jocoso, no deja de tener su lado puntiagudo que también provoca la reflexión pausada o al pensamiento que se transforma, súbitamente, en carcajada. Issa, por lo demás, estudió Letras Españolas. Su vida se compone de música (no se pierdan sus reseñas, por cierto), de Internet, de eventos culturales y de trabajar con las palabras. Dependiendo de sus ganas de comprometerse con la obra, reportea, edita, colabora en revistas, hace copywriting, escribe ficción, bloguea, tuitea, chatea o inventa chistes.
Por si hiciera falta decirlo o saberlo: en los libros como en la vida, lo que cuenta es lo que está justo antes del final. Esto lo sabe muy bien noviembre, el rey del penúltimo lugar.
Octubre 27, 2011
San Diego, California
[mientras escuchaba No Thing/ Outside my Area, de Klang]
--crg
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