LOS HOMBRES DE HU
[en La Mano Oblicua, columna de los martes en el periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Algunos dicen en Babilonia que ciertos peces se esconden para conservar la humedad cuando el río se seca. Luego salen a la superficie para alimentarse. Caminan sobre sus aletas. Mueven la cola en signo de saludo o despedida. Todo eso dicen. Cuando se les persigue, huyen; pero siempre voltean a ver la cara del perseguidor un segundo antes de zambullirse de vuelta.
Dicen en Nuevo Laredo alrededor de la mesa de una cantina, entre el ruido de tarros que chocan, que, a pesar de las apariencias, no son delfines ni mantarrayas ni peces de dimensiones muy finas. Dicen que son hombres. Carne de su carne. Hueso.
En Amecameca, frente a una fachada que fue traída de otro lugar ladrillo por ladrillo, pieza por pieza, dicen que por esas ventanas alguna vez fue posible avizorar en todo su esplendor, en su infinita alicaída presencia, el rigor del océano sobre el que es posible imaginar las distancias más serenas.
Hay una cosa maravillosa en las veredas gélidas de Siberia. Dicen que alguien de nombre Fyodor alguna vez dijo que los hombres de Hu son reales.
En Cyrene dicen que las abejas no tienen voz y que la miel terminará por escaldarte la lengua.
Dicen en la punta del cráter de un volcán muy alto, ahí donde Juan Rulfo alguna vez encendió una pipa, que la falta de respiración es una queja muy real y muy amplia y muy sin embargo.
Dicen en los parques encantados, y esto mientras brota una mariposa de la palma de una mano y un anciano jura que está de pie porque necesita salvarle la vida a dos de ellos, que los hombres de Hu encienden hogueras pequeñísimas sobre platos muy blancos. Dicen que son pirómanos y románticos y no hay nada que se pueda o se quiera hacer al respecto.
En las islas Electrides, que quedan en el golfo adriático, dicen que hay dos estatuas, una de estaño y otra de cobre, dedicadas a alguien o algo.
Algunos dicen en Coal Oil Point que lo más difícil es tomar el remo y arrojarlo contra la superficie del agua y hundirlo ahí, una y otra vez, una y otra vez, como si se tratara de un cuerpo al que se le quiere sacar las entrañas.
En Oxnard dicen que sus voces se apagan.
Dicen en Pontus que algunos pájaros se esconden durante el verano en los agujeros de ciertos troncos y que, ahí, no sienten cuando les arrancan las alas aunque sí reaccionan ante el color del fuego cuando los colocan sobre las brasas.
En Montecito dicen que los han visto salir por las mañanas —el sol sobre sus frentes, los remos en las manos, las abejas alrededor de sus hombros— y que sí tienen piernas y brazos y cuellos.
Hay otra cosa maravillosa entre los habitantes de Coal Oil Point. Dicen que, cuando la bruma entra antes de las cuatro de la tarde, especialmente si tiene un tinte amarillo o rosa, las garzas no vuelan sino que levitan sobre las aguas inmóviles del estuario. Dicen que los hombres de Hu las observan, extenuados.
Dicen los que ven el cielo que cuando avizoran los catorce míticos pelícanos que vienen de Lo Lejos algo sucederá en Tirrenia o en Matamoros o en la ciudad de México.
El moribundo que yace sobre la banqueta de Reynosa dice que hay un lugar que responde al nombre de Hu y que los hombres de Hu caminan o se deslizan o se arrastran sobre la superficie entre gris y azul del océano. Dice que recuerda o cree recordar el relato de un hombre que también caminaba sobre las aguas.
En Chipre dicen que los ratones comen hierro y que los hombres de Hu sobrevivirán, sin duda, el invierno.
Algunos de los que viven en Valencia dicen que han visto cómo se inclinan sobre extrañas máquinas negras para escuchar, y esto con devoción de obseso o fanático, los sonidos que de ahí brotan. Dicen que son caleidoscópicas ondas electromagnéticas. Dicen que ante su influjo, esos hombres de Hu mueven el cuello, las rodillas, la cadera en tenues óvalos oscilantes. Dicen que a su manera de gemir la conocen ya, incluso, como los gemidos de los hombres de Hu.
Dicen en una iglesia vacía de Ciudad Juárez, la voz vuelta un puro eco o un puro alarido o un puro estertor, que de nada vale rezar o pedir o creer, pero que sí han platicado con los hombres de Hu. Dicen que tienen lenguaje y que entienden lo dicho a la perfección. Dicen que asienten.
En Armenia dicen que hay un lugar que se llama Hu y que sus hombres mascan tabaco y escupen luego sobre las plantas que sienten y desean y gozan y padecen.
Hay una cosa maravillosa entre los habitantes de Yásnaia Poliana. Dicen que nada les impide pensar al tiempo como el título de propiedad de una granja considerable, de nombre, pongamos por caso, Yásnaia Poliana. Dicen que el tiempo después de las 5:30 de la tarde es no más que una parcela dentro de esa granja de la que algunos, por razones que se desconocen o no vienen al caso o a nadie molestan, han ido tomando posesión.
En San Petesburgo dicen que, algunos de ellos, especialmente en los días posteriores al solsticio de verano, se preguntan insistentemente: ¿Así que esto se siente ser una casa de verano?
Dicen en Hu que los hombres de Hu reman, sin embargo.
[Un poco con base en “On Marvellous Things Heard”, atribuido a Aristóteles, en Minor Works, English trans. by W. S. Hett, M.A., 1936]
--crg
Tuesday, June 28, 2011
Friday, June 24, 2011
EN LA CASA DEL POETA HOY
II ENCUENTRO NACIONAL DE POETAS
"RAMÓN LÓPEZ VELARDE"
Viernes 24
16:00 horas
Mesa redonda “La poesía hoy”.
Participan: Jorge Esquinca, Luis Felipe Fabre, Francisco Hernández, Tedi López Mills y Cristina Rivera Garza.
Café-Bar “Las Hormigas”.
19:00 horas
Lectura de poesía.
Participan: Luis Felipe Fabre, Francisco Hernández y Tedi López Mills.
Salón de Usos Múltiples.
20:30 horas
Lectura de poesía.
Participan: Jorge Esquinca, Cristina Rivera Garza y David Huerta.
Salón de Usos Múltiples.
--crg
II ENCUENTRO NACIONAL DE POETAS
"RAMÓN LÓPEZ VELARDE"
Viernes 24
16:00 horas
Mesa redonda “La poesía hoy”.
Participan: Jorge Esquinca, Luis Felipe Fabre, Francisco Hernández, Tedi López Mills y Cristina Rivera Garza.
Café-Bar “Las Hormigas”.
19:00 horas
Lectura de poesía.
Participan: Luis Felipe Fabre, Francisco Hernández y Tedi López Mills.
Salón de Usos Múltiples.
20:30 horas
Lectura de poesía.
Participan: Jorge Esquinca, Cristina Rivera Garza y David Huerta.
Salón de Usos Múltiples.
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Tuesday, June 21, 2011
RECICLA ESTE LIBRO
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Escribe la poeta norteamericana Harryette Mullen en la introducción de su libro Reciclopedia (Greywolf Press, 2006): “Si la enciclopedia colecciona conocimiento general, la reciclopedia rescata y encuentra usos imaginativas para ese conocimiento. Eso es lo de lo que la poesía se encarga cuando rehace y renueva palabras, imágenes, ideas, transformando así un excedente cultural en algo inesperado”. Si bien con Sleeping with the Dictionary/Dormir con el diccionario, una publicación del 2002, Mullen fue finalista de, entre otros, el prestigioso Premio Nacional del Libro en Estados Unidos, los libros incluidos en esta Reciclpedia son publicaciones anteriores: Trimmings (1991), S*PeRM**K*T (1992), Muse & Drudge (1995). Los que presento aquí en traducción al español son poemas de Trimmings/Ribetes, en los que Mullen deja fluir su interés por materialidad de ciertos objetos domésticos, especialmente aquellos que rozan el cuerpo femenino, siempre bajo el amparo de aquellos Brotes tiernos de Gertrude Stein.
Ribetes
No me preguntes qué ponerme (atribuida a Safo)
Convertirse en algo, para una canción. Un cinturón se convierte en una cintura tan pequeña. Las serpientes alrededor de ella, envolviendo. Añada la cintura a cualquier figura, substraiga, divida. Los accesorios multiplican un look. Qué cosa, un cinto sugiere un abrazo. La aspira. Ella se abrocha. Sonríe, más tensa. Rápido identifica el bulto bajo el cinturón.
Los labios, muy bien cerrados. Piel que se abrocha con una pequeña presión. Estar en aprietos, en quiebra. Un veloz arrebato, de emergencia, persiguió a la dama con el bolso de cocodrilo. Un ladrón verde, sin alivio, se metió en su cartera como gancho o como pillo.
Su roja y blanca, blanca y azul bandera manera. Su roja y blanca y toda negra y azul. La mascada de Hannah le hace señas en la cocina con Dinah, con Jenima. Alguien en la cocina que conozco.
Desborda los lentes oscuros y la complexión relajada, un tono delicado, la tapa mantiene la cabeza fría bajo el alto sombrero.
Un poco apretado, algo picudo, se acerca al escándalo. Una del par levanta el empeine con el tacón. Si el zapato queda bien, la mula* patea, un caído, un arco de ángel que pierde el solo apoyo de la suela.
Dos piernas bien torneadas se estiran, luego corren. Pura magia, una caja que se divide. Alguien vio a una mujer partida a la mitad que ondeaba unos pies formidables.
El color “desnudo”, un tono de piel. La piel de quien apenas despliega un bronceado que se antoja. Lo que duran en el mostrador los bienes almacenados. El cuerpo acosa los inventarios de las existencias del verano. Una susceptible Godiva con peluca y a caballo, un molde de yeso sentado en calma.
Dentro de los pliegues de las castas enaguas, chupamirtos. Dentro de una bolsa roja con un cordón de seda, colibrí, cuya lengua es dulce. Un amuleto de amor, un batir cautivo, un aleteo. Escondido bajo los holanes, el corazón secreto, una bolsita atada con seda.
De una muchacha, en blanco, entre líneas, en los espacios donde nada está escrito. Sus enaguas almidonadas zafándose de él. Los labios entreabiertos, un gesto revelador, justo donde la besaron, y dijo. Quién le creería, yaciendo sobre las sábanas. Las fundas, la ropa sucia ya lavada en casa. La plática sobre la almohada en un sofá de piel aparece y desaparece en sueños. Sin permiso, pasa bajo la puerta. Un nombre adora los lapsus freudianos.
Algunos calzones tienen los suficientes. A algunos les hace falta. Algunos o cualquiera. Algunos son una apuesta.
De qué la suavidad material que se dobla en dos para envolverla, abajo cuándo sobre, al revés o al derecho, donde el aire es, lo que hace la diferencia en la capacidad de movimiento, vivir aquí —o caminar. Partir, ponerse la ligerísima prenda. Los agujeros respiran, y tragan. Las aperturas, la bastilla, la manga. Los bordes en las orillas donde la piel se detiene, o empieza. El deseoso ribete. Coser los botones, aunque se abran lentamente las flores —imagina su color. La falda suelta, un pétalo, un bolsillo para tu mano. Mi vestido cae sobre mi cabeza. Una sombra me asombra.
Cuando un vestido es rojo, ¿hay un final feliz? ¿Hay murmullo y satisfacción? ¿Silencio o alarma? Promete pero quién cumple. La aflicción es roja. Vende, grita, una urgencia puesta al revés. Niña de mis ojos, mejor verte. De paseo, preparándose para el insulto.
La novia se vistió de blanco. Posó en un modesto corpiño a la moda. El pastel con los capullos de azúcar y el betún blanco. A todo mundo le toca una tajada. Los chistes pasados de color, prestados y azules. Su rubor, la punta del iceberg, congelado en capas de encaje en la fotografía de su sonrisa.
* La referencia es a los zapatos destalonados que en inglés se denominan “mules”.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Escribe la poeta norteamericana Harryette Mullen en la introducción de su libro Reciclopedia (Greywolf Press, 2006): “Si la enciclopedia colecciona conocimiento general, la reciclopedia rescata y encuentra usos imaginativas para ese conocimiento. Eso es lo de lo que la poesía se encarga cuando rehace y renueva palabras, imágenes, ideas, transformando así un excedente cultural en algo inesperado”. Si bien con Sleeping with the Dictionary/Dormir con el diccionario, una publicación del 2002, Mullen fue finalista de, entre otros, el prestigioso Premio Nacional del Libro en Estados Unidos, los libros incluidos en esta Reciclpedia son publicaciones anteriores: Trimmings (1991), S*PeRM**K*T (1992), Muse & Drudge (1995). Los que presento aquí en traducción al español son poemas de Trimmings/Ribetes, en los que Mullen deja fluir su interés por materialidad de ciertos objetos domésticos, especialmente aquellos que rozan el cuerpo femenino, siempre bajo el amparo de aquellos Brotes tiernos de Gertrude Stein.
Ribetes
No me preguntes qué ponerme (atribuida a Safo)
Convertirse en algo, para una canción. Un cinturón se convierte en una cintura tan pequeña. Las serpientes alrededor de ella, envolviendo. Añada la cintura a cualquier figura, substraiga, divida. Los accesorios multiplican un look. Qué cosa, un cinto sugiere un abrazo. La aspira. Ella se abrocha. Sonríe, más tensa. Rápido identifica el bulto bajo el cinturón.
Los labios, muy bien cerrados. Piel que se abrocha con una pequeña presión. Estar en aprietos, en quiebra. Un veloz arrebato, de emergencia, persiguió a la dama con el bolso de cocodrilo. Un ladrón verde, sin alivio, se metió en su cartera como gancho o como pillo.
Su roja y blanca, blanca y azul bandera manera. Su roja y blanca y toda negra y azul. La mascada de Hannah le hace señas en la cocina con Dinah, con Jenima. Alguien en la cocina que conozco.
Desborda los lentes oscuros y la complexión relajada, un tono delicado, la tapa mantiene la cabeza fría bajo el alto sombrero.
Un poco apretado, algo picudo, se acerca al escándalo. Una del par levanta el empeine con el tacón. Si el zapato queda bien, la mula* patea, un caído, un arco de ángel que pierde el solo apoyo de la suela.
Dos piernas bien torneadas se estiran, luego corren. Pura magia, una caja que se divide. Alguien vio a una mujer partida a la mitad que ondeaba unos pies formidables.
El color “desnudo”, un tono de piel. La piel de quien apenas despliega un bronceado que se antoja. Lo que duran en el mostrador los bienes almacenados. El cuerpo acosa los inventarios de las existencias del verano. Una susceptible Godiva con peluca y a caballo, un molde de yeso sentado en calma.
Dentro de los pliegues de las castas enaguas, chupamirtos. Dentro de una bolsa roja con un cordón de seda, colibrí, cuya lengua es dulce. Un amuleto de amor, un batir cautivo, un aleteo. Escondido bajo los holanes, el corazón secreto, una bolsita atada con seda.
De una muchacha, en blanco, entre líneas, en los espacios donde nada está escrito. Sus enaguas almidonadas zafándose de él. Los labios entreabiertos, un gesto revelador, justo donde la besaron, y dijo. Quién le creería, yaciendo sobre las sábanas. Las fundas, la ropa sucia ya lavada en casa. La plática sobre la almohada en un sofá de piel aparece y desaparece en sueños. Sin permiso, pasa bajo la puerta. Un nombre adora los lapsus freudianos.
Algunos calzones tienen los suficientes. A algunos les hace falta. Algunos o cualquiera. Algunos son una apuesta.
De qué la suavidad material que se dobla en dos para envolverla, abajo cuándo sobre, al revés o al derecho, donde el aire es, lo que hace la diferencia en la capacidad de movimiento, vivir aquí —o caminar. Partir, ponerse la ligerísima prenda. Los agujeros respiran, y tragan. Las aperturas, la bastilla, la manga. Los bordes en las orillas donde la piel se detiene, o empieza. El deseoso ribete. Coser los botones, aunque se abran lentamente las flores —imagina su color. La falda suelta, un pétalo, un bolsillo para tu mano. Mi vestido cae sobre mi cabeza. Una sombra me asombra.
Cuando un vestido es rojo, ¿hay un final feliz? ¿Hay murmullo y satisfacción? ¿Silencio o alarma? Promete pero quién cumple. La aflicción es roja. Vende, grita, una urgencia puesta al revés. Niña de mis ojos, mejor verte. De paseo, preparándose para el insulto.
La novia se vistió de blanco. Posó en un modesto corpiño a la moda. El pastel con los capullos de azúcar y el betún blanco. A todo mundo le toca una tajada. Los chistes pasados de color, prestados y azules. Su rubor, la punta del iceberg, congelado en capas de encaje en la fotografía de su sonrisa.
* La referencia es a los zapatos destalonados que en inglés se denominan “mules”.
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Sunday, June 19, 2011
Friday, June 17, 2011
LAS AVENTURAS DE LA INCREÍBLEMENTE PEQUEÑA, NO. 6, Junio 2011
[mientras escuchaba Miles Davis, Guinnevere]
1.
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[mientras escuchaba Miles Davis, Guinnevere]
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LA CÁMARA VERDE
LAS MÁQUINAS Y LA SUBJETIVIDAD. La Cámara Verde. Periódico de Poesía, 40, Junio 2011.
La relación entre las máquinas y la escritura no es cosa menor. Y eso le importa a junio. Después de todo, puesto que la escritura es un acto físico —tanto un proceso individual como una práctica social— se escribe siempre con algo. De la tecnología básica del lápiz o la pluma hasta la relación contemporánea con el ordenador y sus plataformas 2.0, pasando por la máquina de escribir mecánica y eléctrica, la escritura es una cosa mediada de inicio. Acaso porque es la nuestra, la que nos tocó vivir, pareciera ser que la revolución digital se hace preguntas que a primera vista resultarían alarmantes: ¿Pero dónde ahí el lenguaje? ¿En qué lugar la subjetividad? ¿Cómo la creación verdadera y critica? Cualquier lector más o menos sereno tendría que reconocer a éstas como las preguntas que han preocupado una y otra vez a la poesía. Las que una y otra vez la han mantenido en alerta.
Siempre creí, como tantos otros, que la letra manuscrita aseguraba una relación más estrecha entre el cuerpo y la escritura, configurando así, esto también lo suponía, una intensidad subjetiva de suyo especial. El artículo "Digital Gestures" de Carrie Noland (en New Media Poetics: Contexts, Technotexts, and Theories, ed. A. Morris y T. Swiss) me ha hecho dudar de tal aserción. En una prosa clara y con ejemplos tomados de la poesía digital producida hoy en día en los Estados Unidos, Noland asegura que los movimientos requeridos para generar las letras que aparecen y desaparecen en las pantallas acercan, y no alejan, al cuerpo de la escritura. Para empezar, Noland nota que la escritura, todo régimen de escritura, es artificial. Uno no nace sabiendo escribir a mano sino que, como lo demuestra la experiencia de tantos, uno aprende a hacerlo a través de sistemas formales de entrenamiento. La escritura a mano es, así, luego entonces, una forma de la gimnasia más bien impersonal. Toda escritura es una forma de energía corporal disciplinada. Mientras que la máquina de escribir y la escritura a través del teclado parecen en efecto confirmar la separación del cuerpo y de la letra, la poesía digital —este es el argumento de Noland— trae a colación la energía kinética original que dio lugar a la letra manuscrita. Escribir en la computadora, al menos en lo que concierne a la poesía digital, restablece nuestra conexión con formas anteriores de escritura. Y cualquiera que haya sufrido de tendonitis o del síndrome de carpo sabe que, para escribir con (y no sólo sobre) la computadora, es necesario también aprender una serie de finos movimientos que aseguren la velocidad y la claridad del trazo en la pantalla.
Esta meditación sería sólo una discusión académica si la autora no la relacionara, como lo hace, con la producción de formas de lectura que escapan del régimen del entrenamiento formal y acceden a las formas "explosivas y formas no regimentadas de la proto-escritura que incluyen letras y palabras que danzan errática y rítmicamente en la pantalla". Esta escritura digital que junta al cuerpo y el trazo también pone de manifiesto que la escritura es siempre una actividad performática, relacionada a la literatura, ciertamente, pero también, acaso de manera ineludible, a la danza. Y con el twitter, añadiría ahora mismo.
La respuesta de Eugenio Tisselli, poeta y programador mexicano interesado desde hace tiempo ya en las posibilidades plásticas y preformativas del texto, parece darle también la razón a las máquinas. En su Poesía Maquinal, un manifiesto que publicó en 2006, Tisselli de hecho pide, como parecen hacerlo también algunos de entre los más radicales conceptualistas norteamericanos de nuestros días, dejar a la poesía en manos de las máquinas para que los escritores se dediquen, si es que pueden, a vivir. Lejos de la noción romántica que atribuye una voz única, cuando no, y por lo mismo, imperial, al bardo en turno, Tisselli sostiene que la poesía maquinal “ya no representa, no expresa, no refleja, no plasma experiencias, no busca enaltecer ni envilecer, no es un vehículo de nada ni de nadie”. La provocación, que es la sagrada misión de todo manifiesto que se respete, viene a La Cámara Verde para preguntarnos aquí, frente a nuestro ordenador, y entre otras tantas cosas ¿pero que no es cierto que la subjetividad de la máquina es originalmente humana? Tisselli es autor de Cuna bajo tierra/Rompedemonio (2004) y, más recientemente, El drama del lavaplatos (2010).
A Well Then There Now (New Directions, 2011), el nuevo libro de la poeta norteamericana Juliana Sphar, parece interesarle el plantearse y el que nos sigamos planteando ese tipo de interrogantes. En la sección intitulada Sonetos, Spahr asume una crítica a la idea de la confesión individual no mediada que pretende dar cuenta de la “experiencia” o de la “realidad”, descentrándola, es decir, haciéndola pasar por las mediaciones —tanto maquinales como ecológicas como políticas— del cuerpo y la subjetividad. Se trata, como lo enumera uno de sus versos, de un catálogo del yo, pero siempre en relación a un nosotros que es contextual e histórico y cuya relación es, de por sí, tensa. Se trata de un catálogo del yo, por así decirlo, extreme: uno que incluye a la sangre, hasta en sus componentes más pequeños y en sus nombres más científicos. Crítica, incisiva, tan profundamente personal como alertamente social, la poesía de Spahr toca el umbral de lo documental pero siempre encuentra las maneras de moverse hacia otros lados. La tierra por ejemplo; la superficie terrestre. La manera en que la ocupamos tanto corporal como nominativamente. Lo que presento ahora en la Cámara Siempre Verde es una traducción al español de esta publicación reciente.
Pero tal vez nadie sepa más de la relación entre la máquina y la escritura en nuestros tiempos que esos jóvenes escritores que, día a día y en un rectángulo que sólo acepta 140 caracteres, se dan a la tarea de producir un lenguaje de hoy. Es junio y, por ello, porque se acaba la primavera y se anuncia ya la llegada del día más largo del año, justo ese día con el que dará inicio luego esa caída tan larga mórbida densa que es el verano, y por ello, o tal vez, a decir verdad, por tantas otras cosas, La Cámara Verde ofrece una muestra de lo que es posible constatar en un buen TL: que ahí van a parar las voces “líricas” de aquellos a quienes no se les ha dado la oportunidad de olvidar que no son voces sus voces, sino escrituras y, a eso, escrituras mediadas también por una máquina. Van aquí, pues, las palabras de @hierbadenoche, una filóloga y lingüista asturiana que fuera de la pantalla del ordenador responde al nombre de Estafanía González; y en conjunto y en yuxtaposición van también los tuits de @ciervovulnerado, una mujer que fuera de la pantalla responde al nombre de Mireia Anieva, quien estudia antropología y reside en Xalapa, Veracruz.
[mientras escuchaba Broadcast, Tender Buttons, The Black Cat]
San Diego/Tijuana
Junio 5, 2011 (a dos años de la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, donde perecieron 49 niños)
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LAS MÁQUINAS Y LA SUBJETIVIDAD. La Cámara Verde. Periódico de Poesía, 40, Junio 2011.
La relación entre las máquinas y la escritura no es cosa menor. Y eso le importa a junio. Después de todo, puesto que la escritura es un acto físico —tanto un proceso individual como una práctica social— se escribe siempre con algo. De la tecnología básica del lápiz o la pluma hasta la relación contemporánea con el ordenador y sus plataformas 2.0, pasando por la máquina de escribir mecánica y eléctrica, la escritura es una cosa mediada de inicio. Acaso porque es la nuestra, la que nos tocó vivir, pareciera ser que la revolución digital se hace preguntas que a primera vista resultarían alarmantes: ¿Pero dónde ahí el lenguaje? ¿En qué lugar la subjetividad? ¿Cómo la creación verdadera y critica? Cualquier lector más o menos sereno tendría que reconocer a éstas como las preguntas que han preocupado una y otra vez a la poesía. Las que una y otra vez la han mantenido en alerta.
Siempre creí, como tantos otros, que la letra manuscrita aseguraba una relación más estrecha entre el cuerpo y la escritura, configurando así, esto también lo suponía, una intensidad subjetiva de suyo especial. El artículo "Digital Gestures" de Carrie Noland (en New Media Poetics: Contexts, Technotexts, and Theories, ed. A. Morris y T. Swiss) me ha hecho dudar de tal aserción. En una prosa clara y con ejemplos tomados de la poesía digital producida hoy en día en los Estados Unidos, Noland asegura que los movimientos requeridos para generar las letras que aparecen y desaparecen en las pantallas acercan, y no alejan, al cuerpo de la escritura. Para empezar, Noland nota que la escritura, todo régimen de escritura, es artificial. Uno no nace sabiendo escribir a mano sino que, como lo demuestra la experiencia de tantos, uno aprende a hacerlo a través de sistemas formales de entrenamiento. La escritura a mano es, así, luego entonces, una forma de la gimnasia más bien impersonal. Toda escritura es una forma de energía corporal disciplinada. Mientras que la máquina de escribir y la escritura a través del teclado parecen en efecto confirmar la separación del cuerpo y de la letra, la poesía digital —este es el argumento de Noland— trae a colación la energía kinética original que dio lugar a la letra manuscrita. Escribir en la computadora, al menos en lo que concierne a la poesía digital, restablece nuestra conexión con formas anteriores de escritura. Y cualquiera que haya sufrido de tendonitis o del síndrome de carpo sabe que, para escribir con (y no sólo sobre) la computadora, es necesario también aprender una serie de finos movimientos que aseguren la velocidad y la claridad del trazo en la pantalla.
Esta meditación sería sólo una discusión académica si la autora no la relacionara, como lo hace, con la producción de formas de lectura que escapan del régimen del entrenamiento formal y acceden a las formas "explosivas y formas no regimentadas de la proto-escritura que incluyen letras y palabras que danzan errática y rítmicamente en la pantalla". Esta escritura digital que junta al cuerpo y el trazo también pone de manifiesto que la escritura es siempre una actividad performática, relacionada a la literatura, ciertamente, pero también, acaso de manera ineludible, a la danza. Y con el twitter, añadiría ahora mismo.
La respuesta de Eugenio Tisselli, poeta y programador mexicano interesado desde hace tiempo ya en las posibilidades plásticas y preformativas del texto, parece darle también la razón a las máquinas. En su Poesía Maquinal, un manifiesto que publicó en 2006, Tisselli de hecho pide, como parecen hacerlo también algunos de entre los más radicales conceptualistas norteamericanos de nuestros días, dejar a la poesía en manos de las máquinas para que los escritores se dediquen, si es que pueden, a vivir. Lejos de la noción romántica que atribuye una voz única, cuando no, y por lo mismo, imperial, al bardo en turno, Tisselli sostiene que la poesía maquinal “ya no representa, no expresa, no refleja, no plasma experiencias, no busca enaltecer ni envilecer, no es un vehículo de nada ni de nadie”. La provocación, que es la sagrada misión de todo manifiesto que se respete, viene a La Cámara Verde para preguntarnos aquí, frente a nuestro ordenador, y entre otras tantas cosas ¿pero que no es cierto que la subjetividad de la máquina es originalmente humana? Tisselli es autor de Cuna bajo tierra/Rompedemonio (2004) y, más recientemente, El drama del lavaplatos (2010).
A Well Then There Now (New Directions, 2011), el nuevo libro de la poeta norteamericana Juliana Sphar, parece interesarle el plantearse y el que nos sigamos planteando ese tipo de interrogantes. En la sección intitulada Sonetos, Spahr asume una crítica a la idea de la confesión individual no mediada que pretende dar cuenta de la “experiencia” o de la “realidad”, descentrándola, es decir, haciéndola pasar por las mediaciones —tanto maquinales como ecológicas como políticas— del cuerpo y la subjetividad. Se trata, como lo enumera uno de sus versos, de un catálogo del yo, pero siempre en relación a un nosotros que es contextual e histórico y cuya relación es, de por sí, tensa. Se trata de un catálogo del yo, por así decirlo, extreme: uno que incluye a la sangre, hasta en sus componentes más pequeños y en sus nombres más científicos. Crítica, incisiva, tan profundamente personal como alertamente social, la poesía de Spahr toca el umbral de lo documental pero siempre encuentra las maneras de moverse hacia otros lados. La tierra por ejemplo; la superficie terrestre. La manera en que la ocupamos tanto corporal como nominativamente. Lo que presento ahora en la Cámara Siempre Verde es una traducción al español de esta publicación reciente.
Pero tal vez nadie sepa más de la relación entre la máquina y la escritura en nuestros tiempos que esos jóvenes escritores que, día a día y en un rectángulo que sólo acepta 140 caracteres, se dan a la tarea de producir un lenguaje de hoy. Es junio y, por ello, porque se acaba la primavera y se anuncia ya la llegada del día más largo del año, justo ese día con el que dará inicio luego esa caída tan larga mórbida densa que es el verano, y por ello, o tal vez, a decir verdad, por tantas otras cosas, La Cámara Verde ofrece una muestra de lo que es posible constatar en un buen TL: que ahí van a parar las voces “líricas” de aquellos a quienes no se les ha dado la oportunidad de olvidar que no son voces sus voces, sino escrituras y, a eso, escrituras mediadas también por una máquina. Van aquí, pues, las palabras de @hierbadenoche, una filóloga y lingüista asturiana que fuera de la pantalla del ordenador responde al nombre de Estafanía González; y en conjunto y en yuxtaposición van también los tuits de @ciervovulnerado, una mujer que fuera de la pantalla responde al nombre de Mireia Anieva, quien estudia antropología y reside en Xalapa, Veracruz.
[mientras escuchaba Broadcast, Tender Buttons, The Black Cat]
San Diego/Tijuana
Junio 5, 2011 (a dos años de la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, Sonora, donde perecieron 49 niños)
--crg
Tuesday, June 14, 2011
EMPEZAR DE NADA CON NADA
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
La poeta norteamericana Susan Howe publicó su libro That this/Eso esto en 2010. Dividido en tres secciones (La perspectiva de la desaparición, La arquitectura traviesa, y la propiamente llamada Eso esto), el libro explora la ausencia y el duelo por la ausencia de su compañero de vida, Peter Hare. En prosa o en verso, sirviéndose de recortes apenas legibles, fotocopias, y citas de archivos eduardianos, la escritura de Howe confronta la huella de las cosas y la huella de experiencia, incluso o sobre todo de aquello que es invisible o ilegible. Mi Emiliy Dickinson, el ensayo-poema fundamental para entender la obra de la gran experimentalista del XIX que Howe publicó en 1985, apenas acaba de aparecer en traducción al español en 2010: una hermosa edición de libros Magenta y una traducción de Ana Rosa González Matute. Ojalá que no pase tanto tiempo para ver una traducción completa de este reciente libro.
Todo estaba demasiado tranquilo la mañana del 3 de enero cuando me levanté a las ocho de la mañana luego de una buena noche de sueño. Demasiado tranquila. Me bañé, vestí, y luego bajé y puse a hervir algo de agua para la avena instantánea. Peter siempre despertaba muy temprano, así debería estar trabajando ya en su estudio, pero no había seña alguna de que hubiera desayunado. Vi por la ventana y ahí estaba el New York Times todavía en la entrada de los autos dentro de su bolsa de plástico azul. ¿Habría salido a caminar? Me fijé si sus pantuflas estaban sobre el suelo, a un lado del asiento de la ventana donde usualmente las colocaba cuando salía. No estaban ahí. ¿Por qué? El agua hervía. La vertí sobre el cereal, lo mezclé, y luego me detuve. La casa estaba muy quieta. Lo llamé por su nombre. Ninguna respuesta. ¿Estaría enfermo o dormiría de más? Recuerdo haber pensado que no debería comer hasta que estuviera segura de que él se encontraba bien. Habíamos compartido ya por tiempo esa broma de que a los 70 cualquier cosa podría pasar, así que si uno de nosotros no aparecía antes de las nueve de la mañana, el otro tenía que revisar. Lo llamé otra vez. Una vez más, sin respuesta. Tal vez no me escuchaba porque estaba tomando un baño. Fui a su cuarto. Estaba tendido sobre la cama con los ojos cerrados. Cuando lo vi con la mascarilla de CPAP sobre su boca y su nariz, cuando escuché el sonido abrupto de aire produciendo aire, supe que no estaba dormido*. No.
Empezar de nada con nada cuando todo ha sido dicho **
“Oh mi muy querida hija. ¿Qué podría decir? Un divino y buen Dios nos ha cubierto con una nube oscura”. Sarah Edwards le escribió esto a una su hija Esther Edwards Burr el 3 de abril de 1758, cuando supo de la súbita muerte de Jonathan en Princeton. Para Sarah todos los actos de Dios son una especie de lenguaje o voz que sirve para instruirnos en cosas relacionadas con la vocación o la confusión. Me encanta leer las analogías, metáforas y símiles de su esposo.
Para Jonathan y Sarah todos los ríos iban hacia el mar que, sin embargo, no estaba lleno, así que en general siempre hay progreso como en la revolución ocasionada por el uso de la rueda y cada alma responde a la llamada de Dios en su palabra. Leo las palabras pero no oigo a Dios en ellas.
En la mañana del 2 de enero habíamos tomado el tren rumbo a Manhattan para ir a la boda de mi hijo en el City Hall. Esa tarde no pudimos encontrar asientos juntos en la hora pico del Metro norte que parte de la Grand Central, así que nos sentamos aparte. Ya estaba oscuro cuando llegamos a New Haven y cruzamos las vías para alcanzar la conexión a Guilford. Cuando nos bajamos, caminé a prisa a través del estacionamiento hacia el carro. Él me siguió más lentamente. Me pregunté por qué, pero hacía tanto frío que ni siquiera me volví a verlo. En la casa cocinamos vegetales y pasta. Después de la cena dijo que se sentía cansado y que se iba directo a la cama.
“¡Oh que besáramos el palo, y pusiéramos nuestras manos sobre nuestras bocas! El Señor lo ha hecho. Él me ha hecho adorar su bondad, el haberlo tenido por tanto tiempo. Pero mi Dios vive; y suyo es mi corazón… Todos nos entregamos a Dios: y ahí estoy, y amo estar”. Admiro la manera en que el pensamiento contradice al sentimiento en la furiosamente tranquila carta de Sarah.
No podemos limitarnos a esta vida de ansiedad.
En alguno lado leo que las relaciones entre el sonido y los objetos, sentimientos y pensamientos, se desarrollan por asociación; el lenguaje se adhiere y envuelve a su referente sin necesidad de destruirlo o de cambiarlo, de la misma manera en que una telaraña atrapa a la mosca.
Ahora bien, al juntar estos pedazos de memoria, al tratar de elegir los buenos y desechar los malos, me quedo con una impresión avasallante: la violencia irrepresentable del doble negativo.
Estaba tendido con su cabeza sobre su brazo, una manera en que lo había visto dormir con frecuencia. Me acordé del cuerpo ahogado de Steerforth en David Copperfield, y de la brutalidad que es enviar a los niños a un internado para forjar conexiones que pueden ayudar en la vida futura. Aunque Steerforth es un personaje sádico su nombre perfecto constituye una segunda piel. Algo debe permanecer para que una alma descanse contra la piedra.
La máscara de CPAP estaba sobre su cara porque sufría de apnea, una condición que se caracteriza por las pausas que aparecen en la respiración al dormir. Cuando la máscara se conecta y funciona, una presión más fuerte que la de la atmósfera del entorno es suficiente para evitar que las vías respiratorias se estrechen o bloqueen. Si sintió cualquier cosa inusual, de seguro habría tratado de quitar el obstáculo. La máscara estaba todavía prendida y vaporizando.
La tierra de la oscuridad o la oscuridad misma tu boca de sombra.
* CPAP es la sigla en inglés de “presión positiva continua en la vía aérea”. Es un tratamiento que distribuye aire ligeramente presurizado durante el ciclo respiratorio. Esto hace más fácil la respiración para personas con apnea obstructiva del sueño y otros problemas respiratorios.
** En efecto, al final de esta línea no hay un punto final.
--crg
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
La poeta norteamericana Susan Howe publicó su libro That this/Eso esto en 2010. Dividido en tres secciones (La perspectiva de la desaparición, La arquitectura traviesa, y la propiamente llamada Eso esto), el libro explora la ausencia y el duelo por la ausencia de su compañero de vida, Peter Hare. En prosa o en verso, sirviéndose de recortes apenas legibles, fotocopias, y citas de archivos eduardianos, la escritura de Howe confronta la huella de las cosas y la huella de experiencia, incluso o sobre todo de aquello que es invisible o ilegible. Mi Emiliy Dickinson, el ensayo-poema fundamental para entender la obra de la gran experimentalista del XIX que Howe publicó en 1985, apenas acaba de aparecer en traducción al español en 2010: una hermosa edición de libros Magenta y una traducción de Ana Rosa González Matute. Ojalá que no pase tanto tiempo para ver una traducción completa de este reciente libro.
Todo estaba demasiado tranquilo la mañana del 3 de enero cuando me levanté a las ocho de la mañana luego de una buena noche de sueño. Demasiado tranquila. Me bañé, vestí, y luego bajé y puse a hervir algo de agua para la avena instantánea. Peter siempre despertaba muy temprano, así debería estar trabajando ya en su estudio, pero no había seña alguna de que hubiera desayunado. Vi por la ventana y ahí estaba el New York Times todavía en la entrada de los autos dentro de su bolsa de plástico azul. ¿Habría salido a caminar? Me fijé si sus pantuflas estaban sobre el suelo, a un lado del asiento de la ventana donde usualmente las colocaba cuando salía. No estaban ahí. ¿Por qué? El agua hervía. La vertí sobre el cereal, lo mezclé, y luego me detuve. La casa estaba muy quieta. Lo llamé por su nombre. Ninguna respuesta. ¿Estaría enfermo o dormiría de más? Recuerdo haber pensado que no debería comer hasta que estuviera segura de que él se encontraba bien. Habíamos compartido ya por tiempo esa broma de que a los 70 cualquier cosa podría pasar, así que si uno de nosotros no aparecía antes de las nueve de la mañana, el otro tenía que revisar. Lo llamé otra vez. Una vez más, sin respuesta. Tal vez no me escuchaba porque estaba tomando un baño. Fui a su cuarto. Estaba tendido sobre la cama con los ojos cerrados. Cuando lo vi con la mascarilla de CPAP sobre su boca y su nariz, cuando escuché el sonido abrupto de aire produciendo aire, supe que no estaba dormido*. No.
Empezar de nada con nada cuando todo ha sido dicho **
“Oh mi muy querida hija. ¿Qué podría decir? Un divino y buen Dios nos ha cubierto con una nube oscura”. Sarah Edwards le escribió esto a una su hija Esther Edwards Burr el 3 de abril de 1758, cuando supo de la súbita muerte de Jonathan en Princeton. Para Sarah todos los actos de Dios son una especie de lenguaje o voz que sirve para instruirnos en cosas relacionadas con la vocación o la confusión. Me encanta leer las analogías, metáforas y símiles de su esposo.
Para Jonathan y Sarah todos los ríos iban hacia el mar que, sin embargo, no estaba lleno, así que en general siempre hay progreso como en la revolución ocasionada por el uso de la rueda y cada alma responde a la llamada de Dios en su palabra. Leo las palabras pero no oigo a Dios en ellas.
En la mañana del 2 de enero habíamos tomado el tren rumbo a Manhattan para ir a la boda de mi hijo en el City Hall. Esa tarde no pudimos encontrar asientos juntos en la hora pico del Metro norte que parte de la Grand Central, así que nos sentamos aparte. Ya estaba oscuro cuando llegamos a New Haven y cruzamos las vías para alcanzar la conexión a Guilford. Cuando nos bajamos, caminé a prisa a través del estacionamiento hacia el carro. Él me siguió más lentamente. Me pregunté por qué, pero hacía tanto frío que ni siquiera me volví a verlo. En la casa cocinamos vegetales y pasta. Después de la cena dijo que se sentía cansado y que se iba directo a la cama.
“¡Oh que besáramos el palo, y pusiéramos nuestras manos sobre nuestras bocas! El Señor lo ha hecho. Él me ha hecho adorar su bondad, el haberlo tenido por tanto tiempo. Pero mi Dios vive; y suyo es mi corazón… Todos nos entregamos a Dios: y ahí estoy, y amo estar”. Admiro la manera en que el pensamiento contradice al sentimiento en la furiosamente tranquila carta de Sarah.
No podemos limitarnos a esta vida de ansiedad.
En alguno lado leo que las relaciones entre el sonido y los objetos, sentimientos y pensamientos, se desarrollan por asociación; el lenguaje se adhiere y envuelve a su referente sin necesidad de destruirlo o de cambiarlo, de la misma manera en que una telaraña atrapa a la mosca.
Ahora bien, al juntar estos pedazos de memoria, al tratar de elegir los buenos y desechar los malos, me quedo con una impresión avasallante: la violencia irrepresentable del doble negativo.
Estaba tendido con su cabeza sobre su brazo, una manera en que lo había visto dormir con frecuencia. Me acordé del cuerpo ahogado de Steerforth en David Copperfield, y de la brutalidad que es enviar a los niños a un internado para forjar conexiones que pueden ayudar en la vida futura. Aunque Steerforth es un personaje sádico su nombre perfecto constituye una segunda piel. Algo debe permanecer para que una alma descanse contra la piedra.
La máscara de CPAP estaba sobre su cara porque sufría de apnea, una condición que se caracteriza por las pausas que aparecen en la respiración al dormir. Cuando la máscara se conecta y funciona, una presión más fuerte que la de la atmósfera del entorno es suficiente para evitar que las vías respiratorias se estrechen o bloqueen. Si sintió cualquier cosa inusual, de seguro habría tratado de quitar el obstáculo. La máscara estaba todavía prendida y vaporizando.
La tierra de la oscuridad o la oscuridad misma tu boca de sombra.
* CPAP es la sigla en inglés de “presión positiva continua en la vía aérea”. Es un tratamiento que distribuye aire ligeramente presurizado durante el ciclo respiratorio. Esto hace más fácil la respiración para personas con apnea obstructiva del sueño y otros problemas respiratorios.
** En efecto, al final de esta línea no hay un punto final.
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Monday, June 13, 2011
VERDE SHANGHAI: EL TALLER DE RE-ESCRITURA
Leer es re-escribir, lo he dicho antes. Toda historia existe dentro de otra historia, eso también lo he afirmado por ahí. Ahora, en conjunto con Tusquets Editores, abrimos un taller virtual en la página de FB de Verde Shanghai. Ahí, siguiendo unas bases no muy complicadas, podrás apropiarte de secciones enteras de Verde Shanghai, ya sea tachando, subrayando, reciclando, copiando y, en todo caso, subvirtiendo su contenido, es decir, haciéndolo tuyo.
BASES
1) Colgaremos tres secciones de Verde Shanghai en FB para que utilices esas palabras--algunas de esas palabras, las que tú selecciones--para contar una historia propia.
2) Apropia, re-inventa, subraya, borra. Todo eso es leer. Lee, pues, el fragmento seleccionado con el cuidado del caso. Elimina las palabras que no necesites, resalta o repita las que sí te hagan falta. Transcribe sólo las que necesites para contar una historia tuya (que es también mía).
3) Envía tu re-escritura de Verde Shanghai a prensa@tusquetsmexico.com
4) Los ganadores recibirán un libro autografiado, una playera y una taza promocional de Verde Shanghai.
Va, puesn.
--crg
Leer es re-escribir, lo he dicho antes. Toda historia existe dentro de otra historia, eso también lo he afirmado por ahí. Ahora, en conjunto con Tusquets Editores, abrimos un taller virtual en la página de FB de Verde Shanghai. Ahí, siguiendo unas bases no muy complicadas, podrás apropiarte de secciones enteras de Verde Shanghai, ya sea tachando, subrayando, reciclando, copiando y, en todo caso, subvirtiendo su contenido, es decir, haciéndolo tuyo.
BASES
1) Colgaremos tres secciones de Verde Shanghai en FB para que utilices esas palabras--algunas de esas palabras, las que tú selecciones--para contar una historia propia.
2) Apropia, re-inventa, subraya, borra. Todo eso es leer. Lee, pues, el fragmento seleccionado con el cuidado del caso. Elimina las palabras que no necesites, resalta o repita las que sí te hagan falta. Transcribe sólo las que necesites para contar una historia tuya (que es también mía).
3) Envía tu re-escritura de Verde Shanghai a prensa@tusquetsmexico.com
4) Los ganadores recibirán un libro autografiado, una playera y una taza promocional de Verde Shanghai.
Va, puesn.
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Saturday, June 11, 2011
COMENTARIOS
Algunos comentarios sobre Las Aventuras de la Increíblemente Pequeña y otras formas de ciberliteratura en "Escrituras en Laboratorio", de Jorge Carrión en CCCBLab/Mayo 30, 2011.
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Algunos comentarios sobre Las Aventuras de la Increíblemente Pequeña y otras formas de ciberliteratura en "Escrituras en Laboratorio", de Jorge Carrión en CCCBLab/Mayo 30, 2011.
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ENTREVISTA
Fue hace ya un tiempo que Omar Miranda FLores y Nicola Gavioli, por entonces estudiantes del doctorado en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de California, Santa Barbara, me invitaron a platicar sobre algunas cosas de escritura. Omar había escrito ya un par de artículos sobre algunos de mis libros, y Nicola, cuya primera lengua es el italiano, acababa de escribir su primer cuento en español: un ejercicio de re-escritura basado en La muerte me da. Aprovechando mi estancia veraniega en Santa Barbara, nos dimos cita en un restaurante japonés y, aunque sabía que la intención era volver aquello una entrevista más o menos formal para luego transcribirla y, eventualmente, publicarla, las preguntas y respuestas fueron fluyendo con el ritmo de las conversaciones genuinas. Habíamos platicado mucho antes y platicaríamos mucho también después--sobre sus tesis, los viajes, los nuevos libros, otros autores--pero esa larga sesión de alguna manera concentra el eje de nuestros intercambios. En todo caso, el resultado de esa larga sesión de palabras y sushi, agua fresca y algas, aparece en el número 331 de la revista Quimera de junio del 2011.
--crg
Fue hace ya un tiempo que Omar Miranda FLores y Nicola Gavioli, por entonces estudiantes del doctorado en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de California, Santa Barbara, me invitaron a platicar sobre algunas cosas de escritura. Omar había escrito ya un par de artículos sobre algunos de mis libros, y Nicola, cuya primera lengua es el italiano, acababa de escribir su primer cuento en español: un ejercicio de re-escritura basado en La muerte me da. Aprovechando mi estancia veraniega en Santa Barbara, nos dimos cita en un restaurante japonés y, aunque sabía que la intención era volver aquello una entrevista más o menos formal para luego transcribirla y, eventualmente, publicarla, las preguntas y respuestas fueron fluyendo con el ritmo de las conversaciones genuinas. Habíamos platicado mucho antes y platicaríamos mucho también después--sobre sus tesis, los viajes, los nuevos libros, otros autores--pero esa larga sesión de alguna manera concentra el eje de nuestros intercambios. En todo caso, el resultado de esa larga sesión de palabras y sushi, agua fresca y algas, aparece en el número 331 de la revista Quimera de junio del 2011.
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ESCRITURA ERRANTE
[una selección de: "Ecriture errante. Navigation dans les blogs d’une écrivaine mexicaine : Cristina Rivera Garza" de Françoise Griboul (Université René Descartes-Paris V)]
Au terme de cette navigation dans les blogs de Cristina Rivera Garza il convient de rassembler quelques rapides remarques. Tout d’abord quand on examine les différentes fonctions du blog d’un écrivain il apparaît clairement qu’il se construit à la manière d’un espace d’hospitalité comme l’explique Danielle Corrado : «Le vocabulaire de l’Internet structuré à partir de la notion d’hébergement est explicite et renvoie à la vocation de ce média, vocation d’accueil de l’autre dans son territoire personnel.»218
Cependant, si le blog, par ses ressemblances avec le journal, accueille de manière évidente une écriture autobiographique il permet le développement d’une écriture fictionnelle. C’est le cas de l’expérience de la blogsívela mais aussi, on a pu le constater, du blog No hay tal lugar où l’écriture oscille entre fiction et réalité. La forme du blog, avec sa chronologie omniprésente, tire souvent l’écrivain du côté du journal et ancre l’écriture dans la vie sociale mais cependant, l’écriture même entraîne naturellement l’écrivain vers la fiction.
La question de savoir si ces blogs d’écrivains montrent l’apparition d’un nouveau genre littéraire ne peut être encore tranchée. Il faudra en effet étudier de nombreux blogs d’écrivains avant d’y répondre. Cependant, pour beaucoup la réponse est d’ores et déjà négative et l’écrivain mexicain Pedro Angel Palou, lui-même auteur d’un blog, a écrit : «Son, diría Alfonso Reyes, si los hubiera visto, géneros ancilares, formas subsidiarias de lo literario.»219 Je ne reprendrai pas à mon compte l’expression «géneros ancilares» car mon propos n’est pas d’établir une hiérarchie entre les différents genres littéraires. Comme Philippe Lejeune l’a écrit: Les écrivains ont créé des romans, des poèmes, des essais prestigieux et puis ils ont laissé derrière eux des scories autobiographiques, des mémoires justificatifs, des journaux ou des comptes de blanchisseuse. Des renseignements pour leurs futurs biographes. Ce sont des bas morceaux qui servent à faire la sauce de l’histoire littéraire220.
A l’instar des écrits autobiographiques il me semble pertinent de considérer le blog d’écrivain comme un de ces bas morceaux indispensables à la compréhension d’un auteur. Par ailleurs, les textes qui apparaissent sur le blog d’un écrivain n’ont souvent pas d’existence matérielle hors de l’écran de l’ordinateur et sont, bien des fois, pour les écrivains des textes «sans issue», pour reprendre l’expression de François Bon221. Ces écrits-là contribuent cependant à enrichir notre connaissance des auteurs que nous étudions et notre réflexion sur la littérature. De nombreuses études seront nécessaires pour une meilleure compréhension du genre et l’établissement d’une éventuelle typologie des blogs d’écrivains.
Malgré son fort ancrage temporel il semble indéniable que l’espace du blog fonctionne parfaitement comme univers de fiction. Remarquons toutefois que Cristina Rivera Garza travaille toujours avec la logique du texte imprimé et n’utilise pas dans sa création sur son blog toutes les potentialités du texte électronique et en particulier de l’hypertexte. Finalement le blog est un espace encore très marginal dans le champ littéraire mais je suis persuadée que dans certains contextes, comme le mexicain par exemple, il permet l’expression de voies/voix dissidentes, marginales, expérimentales qui ne peuvent pas être articulées dans les canaux conventionnels d’expression. D’une certaine manière le blog d’un écrivain peut être considéré en tant que lieu de contre culture ou d’avant- garde littéraire dans la mesure où il permet des expérimentations littéraires impossibles ailleurs et où il remet en question certaines des règles du jeu du monde éditorial conventionnel.
[en artículo completo en: Le texte et ses liens I. Cultures et littératures hispano-américaines. Sus le direction de Milagros Ezquerro. Textes réunis parJulien Roger]
--crg
[una selección de: "Ecriture errante. Navigation dans les blogs d’une écrivaine mexicaine : Cristina Rivera Garza" de Françoise Griboul (Université René Descartes-Paris V)]
Au terme de cette navigation dans les blogs de Cristina Rivera Garza il convient de rassembler quelques rapides remarques. Tout d’abord quand on examine les différentes fonctions du blog d’un écrivain il apparaît clairement qu’il se construit à la manière d’un espace d’hospitalité comme l’explique Danielle Corrado : «Le vocabulaire de l’Internet structuré à partir de la notion d’hébergement est explicite et renvoie à la vocation de ce média, vocation d’accueil de l’autre dans son territoire personnel.»218
Cependant, si le blog, par ses ressemblances avec le journal, accueille de manière évidente une écriture autobiographique il permet le développement d’une écriture fictionnelle. C’est le cas de l’expérience de la blogsívela mais aussi, on a pu le constater, du blog No hay tal lugar où l’écriture oscille entre fiction et réalité. La forme du blog, avec sa chronologie omniprésente, tire souvent l’écrivain du côté du journal et ancre l’écriture dans la vie sociale mais cependant, l’écriture même entraîne naturellement l’écrivain vers la fiction.
La question de savoir si ces blogs d’écrivains montrent l’apparition d’un nouveau genre littéraire ne peut être encore tranchée. Il faudra en effet étudier de nombreux blogs d’écrivains avant d’y répondre. Cependant, pour beaucoup la réponse est d’ores et déjà négative et l’écrivain mexicain Pedro Angel Palou, lui-même auteur d’un blog, a écrit : «Son, diría Alfonso Reyes, si los hubiera visto, géneros ancilares, formas subsidiarias de lo literario.»219 Je ne reprendrai pas à mon compte l’expression «géneros ancilares» car mon propos n’est pas d’établir une hiérarchie entre les différents genres littéraires. Comme Philippe Lejeune l’a écrit: Les écrivains ont créé des romans, des poèmes, des essais prestigieux et puis ils ont laissé derrière eux des scories autobiographiques, des mémoires justificatifs, des journaux ou des comptes de blanchisseuse. Des renseignements pour leurs futurs biographes. Ce sont des bas morceaux qui servent à faire la sauce de l’histoire littéraire220.
A l’instar des écrits autobiographiques il me semble pertinent de considérer le blog d’écrivain comme un de ces bas morceaux indispensables à la compréhension d’un auteur. Par ailleurs, les textes qui apparaissent sur le blog d’un écrivain n’ont souvent pas d’existence matérielle hors de l’écran de l’ordinateur et sont, bien des fois, pour les écrivains des textes «sans issue», pour reprendre l’expression de François Bon221. Ces écrits-là contribuent cependant à enrichir notre connaissance des auteurs que nous étudions et notre réflexion sur la littérature. De nombreuses études seront nécessaires pour une meilleure compréhension du genre et l’établissement d’une éventuelle typologie des blogs d’écrivains.
Malgré son fort ancrage temporel il semble indéniable que l’espace du blog fonctionne parfaitement comme univers de fiction. Remarquons toutefois que Cristina Rivera Garza travaille toujours avec la logique du texte imprimé et n’utilise pas dans sa création sur son blog toutes les potentialités du texte électronique et en particulier de l’hypertexte. Finalement le blog est un espace encore très marginal dans le champ littéraire mais je suis persuadée que dans certains contextes, comme le mexicain par exemple, il permet l’expression de voies/voix dissidentes, marginales, expérimentales qui ne peuvent pas être articulées dans les canaux conventionnels d’expression. D’une certaine manière le blog d’un écrivain peut être considéré en tant que lieu de contre culture ou d’avant- garde littéraire dans la mesure où il permet des expérimentations littéraires impossibles ailleurs et où il remet en question certaines des règles du jeu du monde éditorial conventionnel.
[en artículo completo en: Le texte et ses liens I. Cultures et littératures hispano-américaines. Sus le direction de Milagros Ezquerro. Textes réunis parJulien Roger]
--crg
Tuesday, June 07, 2011
EL POEMA COMO DEVOCIÓN
La poeta norteamericana Eileen Myles publicó su Inferno (una novela de poeta) en 2010. Entre el relato memorioso y la novela propiamente dicha y el tratado sobre poesía, este Inferno es una veloz, deliciosa, energética visita al pasado, una vuelta a ese proceso vital que hizo de esa niña católica, de la clase trabajadora de la costa este de Estados Unidos, una vigorosa poeta queer con voz propia. Las palabras y los cuerpos y las calles de un Nueva York de finales de los 60s están tan vivas en estas páginas como esos trasiegos iluminadores sobre la poesía. Aquí, por primera vez en traducción al español, una selección apenas de este libro.
El lugar que encontré estaba tallado por la tristeza y el sexo y para escribir un poema ahí sólo necesitabas juntar cosas. Había días en que los sentimientos estaban tan afuera que te comportabas como un pintor, un niño con los bolsillos muy grandes, que llevaba la lavanda a casa. El poema era una rejilla—ese influjo y ese movimiento a través de él en el que sólo recogías y colgabas las cosas mientras te la pasabas cantando a todo pulmón sobre tu corazón roto. Tarareando. Era un gris muy, muy profundo. En ese lugar (y la poesía es sobre todo una cierta maestría sobre los lugares, no del mundo sino del clima de los distintos estados que conforman tu vida y lo que lees y cómo tomaste cada una de las cosas y lo que con el tiempo regresó) cada una de las series de eventos crea una estación. Y las estaciones crecen enormidades (hasta que mueren) y en cada una de ellas creas un nueva definición de lo que es el poema en relación al espacio de tu mente, del corazón, esa clase de sustancia. Se trata del bhav del mundo en el que estás. En mi cortejo o mi amor temprano por esta muchacha (y así fue cómo realmente terminó todo) fui a la India y seguí pensando y leyendo sobre la India ya cuando el viaje se había terminado. Finalmente comprendí que era occidental. En realidad había supuesto hasta entonces que, a final de cuentas, toda la realidad era así. Que a final de cuentas la realidad era católica, incluso blanca. Pero no era cierto. De súbito ya no tenía armas. Era un bebé. Regresé y empecé a investigar, preguntándome sobre el hinduismo como parte del pensamiento, porque un día al entrar a un templo todo lo que sentí fue terrible. No tenía permiso alguno de estar ahí. Y me abrumó encontrar a esa niña en mí. Una pequeña católica asustada. Me parecía que eso no se iría pero necesitaba hacerlo a un lado.
Aprendí que un yogi Bhakti entra en un cuarto lleno de gente y metódicamente mueve esta cosa hacia arriba y hacia abajo—al decir sus historias y al invitar a todo mundo a hablar y cantar al unísono—es como si estuviera afectando un barómetro invisible: la cualidad de la unión de la gente dentro del cuarto. Eso es el bhav. Sentí entonces que ese era mi tarea ahora: moverlo.
Estoy diciendo también que la vida tiene su bhav. Un día tiene su bhav. Un poema se encarga de trazar eso. Acaso el poema también provea la más dulce documentación de lo que ese todo está llegando a ser, en lo que se está convirtiendo. Así que, por ejemplo, un libro de poemas acerca de un período corto de tiempo, un año o dos, explica el bhav de ese período, y el poeta se aproxima a esa explicación a través de la forma, inventando la forma más económicamente verdadera de cómo le ocurrió la realidad en ese tiempo. Así entonces. Comprendí que ahora le estaba explicando el mundo a una niña triste. La cual era yo. Y me la pasaba encontrando sus cosas y tratando de hacer una historia para ella basada en lo que iba recolectando. Pienso que estaba empezando a entender el poema como alegoría. Una fórmula misteriosa. Y cada vez era más buena para leer las cosas que recolectaba, sobre todo porque me importaba que sonaran bien—no muy falsas. No quería atrapar el poema en un orden opresivo, sino que el ritmo se mantuviera bastante cerca. Siempre precisaba darse la vuelta, salir, detenerse. El lenguaje norteamericano, si no lo han notado, es muy violento así que bien puedes seguir escribiendo estos pequeños poemas que arrullan y carecen de las verdades incómodas del mundo. Mi poema con frecuencia simplemente se detenía.
Cuando no dejaba la ciudad me quedaba y hacía grandes pilas de cosas como los sonidos del rebote de las pelotas de basquetbol, algunos elementos de la guerra (la de Irak. Volé justo sobre ella en mi camino a la India), las hojas diminutas que caían sobre los ladrillos octagonales de las banquetas de la Avenida A, y recuerdo a Bob Perelman diciendo algo acerca de cómo era que teníamos que tener dioses para poder contar sus historias y esa idea me asaltó. Una idea completa. El mundo estaba dándome información en tiempo record. La usé toda. La influencia de la parte norte del estado de Nueva York donde esa niña fue a la escuela. Los edificios y los patios, y los puestos de frutas. Mi experimento se estaba vaciando. Y yo lo desarrollé hasta el final. Ella fue incluso a Rusia al final de nuestra relación y, como se iba primero, me pidió que escribiera un poema antes de partir y así lo hice. Y después rompimos. No se había terminado todo completamente, por supuesto. Terminamos tan mal que no podíamos parar. Eso trastocó todo mi orden. Acabó con el significado de las cosas. Supongo que siempre creí que el mundo era una lista. Y ahora mi lista estaba deshecha. Morí.
Recuerdo una mañana en que el mundo se convirtió en algo cubista. Había rentado mi departamento y regresé antes de lo pactado. Me mudaba de un lado a otro todo el tiempo. Lo cual era bueno. Eso extendía mi viaje. Una mañana, las cosas encajaron de manera diferente, como si algo le hubiera pasado a mi cabeza. En lugar de estar triste, tenía un dolor. Me desangré.
Myra me dio un libro llamado La pasión de Rumi. Se trataba de la historia de un moderado profesor universitario con una familia, en Turquía, y de cómo uno de esos sucios santos llegó a seducirlo y a llevárselo ante la presencia misma del amor y la pasión. Arruinó, por supuesto, la vida de Rumi y algunos de sus amigos de hecho mataron a ese tipo pero ya era demasiado tarde. Rumi ya no era Rumi. Probablemente hasta se cambió el nombre. Ni siquiera sabemos quién era el hombre que había sido. Esto tenía entonces mucho sentido para mí, esto de someterse completa y absolutamente a la pasión de la pérdida no sólo de la niña que era pequeña y estaba bastante dañada sino también de todo lo que había construido, todo lo que creía ser y haber sido ante los ojos del mundo. Esa persona no existía más. Era difícil no morir ahora, tomar la salida fácil y de hecho morir, pero en lugar de eso me di cuenta de que ya era tiempo de dejar de contar, era tiempo de dejar de ver al mundo como una lista; era tiempo de considerar la existencia y la escritura del poema como una devoción, una expresión del deseo. Lo que estaba empezando a entender es que el poema estaba hecho de tiempo—pasado, presente, futuro. Vive en el presente, respira ahí y así es como dejas que cualquiera entre. Tan pronto como el poema ya no es acerca de algo, cuando ya deja de salvar cosas, cuando deja de ser ese coleccionista tan bruto, se convierte en una invitación para el único refugio que es el momento imposible de estar vivo.
--crg
La poeta norteamericana Eileen Myles publicó su Inferno (una novela de poeta) en 2010. Entre el relato memorioso y la novela propiamente dicha y el tratado sobre poesía, este Inferno es una veloz, deliciosa, energética visita al pasado, una vuelta a ese proceso vital que hizo de esa niña católica, de la clase trabajadora de la costa este de Estados Unidos, una vigorosa poeta queer con voz propia. Las palabras y los cuerpos y las calles de un Nueva York de finales de los 60s están tan vivas en estas páginas como esos trasiegos iluminadores sobre la poesía. Aquí, por primera vez en traducción al español, una selección apenas de este libro.
El lugar que encontré estaba tallado por la tristeza y el sexo y para escribir un poema ahí sólo necesitabas juntar cosas. Había días en que los sentimientos estaban tan afuera que te comportabas como un pintor, un niño con los bolsillos muy grandes, que llevaba la lavanda a casa. El poema era una rejilla—ese influjo y ese movimiento a través de él en el que sólo recogías y colgabas las cosas mientras te la pasabas cantando a todo pulmón sobre tu corazón roto. Tarareando. Era un gris muy, muy profundo. En ese lugar (y la poesía es sobre todo una cierta maestría sobre los lugares, no del mundo sino del clima de los distintos estados que conforman tu vida y lo que lees y cómo tomaste cada una de las cosas y lo que con el tiempo regresó) cada una de las series de eventos crea una estación. Y las estaciones crecen enormidades (hasta que mueren) y en cada una de ellas creas un nueva definición de lo que es el poema en relación al espacio de tu mente, del corazón, esa clase de sustancia. Se trata del bhav del mundo en el que estás. En mi cortejo o mi amor temprano por esta muchacha (y así fue cómo realmente terminó todo) fui a la India y seguí pensando y leyendo sobre la India ya cuando el viaje se había terminado. Finalmente comprendí que era occidental. En realidad había supuesto hasta entonces que, a final de cuentas, toda la realidad era así. Que a final de cuentas la realidad era católica, incluso blanca. Pero no era cierto. De súbito ya no tenía armas. Era un bebé. Regresé y empecé a investigar, preguntándome sobre el hinduismo como parte del pensamiento, porque un día al entrar a un templo todo lo que sentí fue terrible. No tenía permiso alguno de estar ahí. Y me abrumó encontrar a esa niña en mí. Una pequeña católica asustada. Me parecía que eso no se iría pero necesitaba hacerlo a un lado.
Aprendí que un yogi Bhakti entra en un cuarto lleno de gente y metódicamente mueve esta cosa hacia arriba y hacia abajo—al decir sus historias y al invitar a todo mundo a hablar y cantar al unísono—es como si estuviera afectando un barómetro invisible: la cualidad de la unión de la gente dentro del cuarto. Eso es el bhav. Sentí entonces que ese era mi tarea ahora: moverlo.
Estoy diciendo también que la vida tiene su bhav. Un día tiene su bhav. Un poema se encarga de trazar eso. Acaso el poema también provea la más dulce documentación de lo que ese todo está llegando a ser, en lo que se está convirtiendo. Así que, por ejemplo, un libro de poemas acerca de un período corto de tiempo, un año o dos, explica el bhav de ese período, y el poeta se aproxima a esa explicación a través de la forma, inventando la forma más económicamente verdadera de cómo le ocurrió la realidad en ese tiempo. Así entonces. Comprendí que ahora le estaba explicando el mundo a una niña triste. La cual era yo. Y me la pasaba encontrando sus cosas y tratando de hacer una historia para ella basada en lo que iba recolectando. Pienso que estaba empezando a entender el poema como alegoría. Una fórmula misteriosa. Y cada vez era más buena para leer las cosas que recolectaba, sobre todo porque me importaba que sonaran bien—no muy falsas. No quería atrapar el poema en un orden opresivo, sino que el ritmo se mantuviera bastante cerca. Siempre precisaba darse la vuelta, salir, detenerse. El lenguaje norteamericano, si no lo han notado, es muy violento así que bien puedes seguir escribiendo estos pequeños poemas que arrullan y carecen de las verdades incómodas del mundo. Mi poema con frecuencia simplemente se detenía.
Cuando no dejaba la ciudad me quedaba y hacía grandes pilas de cosas como los sonidos del rebote de las pelotas de basquetbol, algunos elementos de la guerra (la de Irak. Volé justo sobre ella en mi camino a la India), las hojas diminutas que caían sobre los ladrillos octagonales de las banquetas de la Avenida A, y recuerdo a Bob Perelman diciendo algo acerca de cómo era que teníamos que tener dioses para poder contar sus historias y esa idea me asaltó. Una idea completa. El mundo estaba dándome información en tiempo record. La usé toda. La influencia de la parte norte del estado de Nueva York donde esa niña fue a la escuela. Los edificios y los patios, y los puestos de frutas. Mi experimento se estaba vaciando. Y yo lo desarrollé hasta el final. Ella fue incluso a Rusia al final de nuestra relación y, como se iba primero, me pidió que escribiera un poema antes de partir y así lo hice. Y después rompimos. No se había terminado todo completamente, por supuesto. Terminamos tan mal que no podíamos parar. Eso trastocó todo mi orden. Acabó con el significado de las cosas. Supongo que siempre creí que el mundo era una lista. Y ahora mi lista estaba deshecha. Morí.
Recuerdo una mañana en que el mundo se convirtió en algo cubista. Había rentado mi departamento y regresé antes de lo pactado. Me mudaba de un lado a otro todo el tiempo. Lo cual era bueno. Eso extendía mi viaje. Una mañana, las cosas encajaron de manera diferente, como si algo le hubiera pasado a mi cabeza. En lugar de estar triste, tenía un dolor. Me desangré.
Myra me dio un libro llamado La pasión de Rumi. Se trataba de la historia de un moderado profesor universitario con una familia, en Turquía, y de cómo uno de esos sucios santos llegó a seducirlo y a llevárselo ante la presencia misma del amor y la pasión. Arruinó, por supuesto, la vida de Rumi y algunos de sus amigos de hecho mataron a ese tipo pero ya era demasiado tarde. Rumi ya no era Rumi. Probablemente hasta se cambió el nombre. Ni siquiera sabemos quién era el hombre que había sido. Esto tenía entonces mucho sentido para mí, esto de someterse completa y absolutamente a la pasión de la pérdida no sólo de la niña que era pequeña y estaba bastante dañada sino también de todo lo que había construido, todo lo que creía ser y haber sido ante los ojos del mundo. Esa persona no existía más. Era difícil no morir ahora, tomar la salida fácil y de hecho morir, pero en lugar de eso me di cuenta de que ya era tiempo de dejar de contar, era tiempo de dejar de ver al mundo como una lista; era tiempo de considerar la existencia y la escritura del poema como una devoción, una expresión del deseo. Lo que estaba empezando a entender es que el poema estaba hecho de tiempo—pasado, presente, futuro. Vive en el presente, respira ahí y así es como dejas que cualquiera entre. Tan pronto como el poema ya no es acerca de algo, cuando ya deja de salvar cosas, cuando deja de ser ese coleccionista tan bruto, se convierte en una invitación para el único refugio que es el momento imposible de estar vivo.
--crg
Friday, June 03, 2011
EL MONSTRUILLO DE LAS VENTANAS SUCIAS
[un cuento muy breve para niños muy viejos]
Fue hace días: Apareció en el fondo de la taza de café, así, sin más (no es extraño que las cosas ocurran a veces así).
Me mesé la barba que no tengo y dije: Ah, helo aquí. Y naturalmente me puse a esperar las consecuencias de los hechos.
Mientras tanto miraba todo de reojo, que es lo aconsejable en estos casos. Hacía como que no pasaba nada mientras tanto, pero lo observaba todo con cautela.
El Monstruillo de las Ventanas Sucias hace eso: No deja ver bien lo que hay más allá.
El Más Allá, de hecho, se convierte en una hipótesis melancólica en su presencia.
(El Más Allá sí es una tierra, por cierto, o un territorio o una superficie terrestre. En otros idiomas se le conoce incluso como The Beyond, y se le puede encontrar fácilmente con google).
El Monstruillo, esto todo mundo lo sabe, produce lágrimas, desazón, súbitos ataques de cordura (¡y de gordura!), desorientación, incredulidad, etcétera.
Ahora lo veo todo tan claro: el Monstruillo utilizó el túnel de las tazas de café, el viejo truco del poso significante, para transportarse a su gusto.
Mírese usted ante el espejo. Ponga atención. Conteste las siguientes preguntas: ¿Ve esa inflamación en la oreja derecha, el súbito parpadeo incontrolable en el ojo izquierdo, el rasguño en la sien? ¿Tiene, de repente, deseos voraces de convertirse en un hombre cuerdo o una mujer de bien? ¿Lo ataca de súbito y con violencia la creencia de que sólo existe lo que hay? ¿Se dice una y otra vez, esto mientras se golpea la frente contra la pared oh tan levemente, que todo lo real está en el Más Acá? Qué va. Cómo no. ¡Se trata sin duda alguna de la huella del Monstruillo de las Ventanas Sucias!
Ajá (breve intromisión de una Capitana que se coloca la mano al ras de la cintura).
¿Pero es en verdad invencible el Monstruillo de las Ventanas Sucias? Eso es lo que nos preguntamos todos alguna vez.
La respuesta es suya.
--crg
[un cuento muy breve para niños muy viejos]
Fue hace días: Apareció en el fondo de la taza de café, así, sin más (no es extraño que las cosas ocurran a veces así).
Me mesé la barba que no tengo y dije: Ah, helo aquí. Y naturalmente me puse a esperar las consecuencias de los hechos.
Mientras tanto miraba todo de reojo, que es lo aconsejable en estos casos. Hacía como que no pasaba nada mientras tanto, pero lo observaba todo con cautela.
El Monstruillo de las Ventanas Sucias hace eso: No deja ver bien lo que hay más allá.
El Más Allá, de hecho, se convierte en una hipótesis melancólica en su presencia.
(El Más Allá sí es una tierra, por cierto, o un territorio o una superficie terrestre. En otros idiomas se le conoce incluso como The Beyond, y se le puede encontrar fácilmente con google).
El Monstruillo, esto todo mundo lo sabe, produce lágrimas, desazón, súbitos ataques de cordura (¡y de gordura!), desorientación, incredulidad, etcétera.
Ahora lo veo todo tan claro: el Monstruillo utilizó el túnel de las tazas de café, el viejo truco del poso significante, para transportarse a su gusto.
Mírese usted ante el espejo. Ponga atención. Conteste las siguientes preguntas: ¿Ve esa inflamación en la oreja derecha, el súbito parpadeo incontrolable en el ojo izquierdo, el rasguño en la sien? ¿Tiene, de repente, deseos voraces de convertirse en un hombre cuerdo o una mujer de bien? ¿Lo ataca de súbito y con violencia la creencia de que sólo existe lo que hay? ¿Se dice una y otra vez, esto mientras se golpea la frente contra la pared oh tan levemente, que todo lo real está en el Más Acá? Qué va. Cómo no. ¡Se trata sin duda alguna de la huella del Monstruillo de las Ventanas Sucias!
Ajá (breve intromisión de una Capitana que se coloca la mano al ras de la cintura).
¿Pero es en verdad invencible el Monstruillo de las Ventanas Sucias? Eso es lo que nos preguntamos todos alguna vez.
La respuesta es suya.
--crg
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