Friday, August 31, 2012
Tuesday, August 28, 2012
CORTÁZAR OTRA VEZ
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Cuando imparto talleres de creación literaria usualmente asigno el ensayo “How Writing is Written” (en traducción al español de la poeta tijuanense Laura Jáuregui) de la escritora norteamericana Gertrude Stein —autora experimental, alumna de William James y exiliada, junto con su compañera Alice B. Toklas, en Paris. Lo tomo como punto de partida porque ahí Stein explora la cuestión de las “expresiones” de la escritura desde su sustrato más material. La escritura como una realidad encarnada. La escritura como una indagación en el sentido temporal. Así, tratando de explicar cómo sucede el proceso de la escritura, cómo la escritura es escrita, Stein declara desde el mismo primer párrafo que “todos ustedes son contemporáneos unos de otros, y todo el asunto de la escritura es vivir en esa contemporaneidad”. Saber en qué consiste el sentido temporal de tal contemporaneidad es, al decir de Stein, el deber de todo escritor que no quiere vivir bajo la sombra del pasado o la imaginación del futuro —dos de los territorios donde se perviven las obras menores. “Un escritor que está haciendo una revolución tiene que ser contemporáneo”, afirma.
Indagar en ese sentido temporal, por otra parte, no es una labor abstracta sino radicalmente material. Para el escritor, esta indagación no se lleva a cabo en la mente o en las ideas de una época, sino que tiene que realizarse en el lenguaje, en la sintaxis, en la oración. De ahí, por ejemplo, el interés de Stein por la composición, por las partes del discurso y por los métodos del habla. De ahí que, al considerar que la repetición no existe, que no hay tal cosa como la repetición, puesto que toda narración involucra una variación, Stein escribiera su célebre: una rosa es una rosa es una rosa.
También decía Stein que el escritor contemporáneo, el que escribe con/desde el sentido temporal de su época, y en contra, luego entonces, de los hábitos heredados del pasado o los imaginarios del futuro, siempre producirá algo “con la apariencia de fealdad”. Y aquí, por “fealdad” Stein quiere decir algo “irreconocible”, algo con lo que los habitantes de esta época todavía no están “familiarizados”. Esta resistencia, que para Stein era tanto interna como externa, ocasiona que el escritor contemporáneo sea usualmente rechazado por su generación (el producto es demasiado “feo”) pero que sea aceptado por la siguiente —para cuyos integrantes el producto será más “perceptible”.
Son estos tres puntos contenidos en How Writing is Written los que me llevan a considerar a Julio Cortázar como nuestro Gran Contemporáneo. El escritor de su presente que, precisamente por serlo hasta la médula, ha podido dar el salto y hablar de tú a tú con generaciones enteras de lectores no solo en Latinoamérica sino en el mundo entero. Me explico: no el visionario creado por los mitos románticos, no el nostálgico de lo que pudo haber pasado, no el adelantado a su época, sino el anegado, el inmerso a tal grado en el propio sentido temporal de su contemporaneidad que produjo esa cosa “fea”, esa cosa ciertamente atípica que fue, por ejemplo, Rayuela.
Suelo asignar Rayuela de una manera más o menos regular y a la menor provocación en las clases que enseño en Estados Unidos. Cuando lo hago, cuando finalmente vuelvo a caer en la tentación, me digo a menudo que tal decisión se debe, sin duda alguna, a la importancia del libro en el contexto de la literatura latinoamericana y a la necesidad, luego entonces, de aproximar a los nuevos lectores foráneos. En realidad yo creo que lo hago porque, de cuando en cuando, tengo que introducirme de nueva cuenta en el experimento cortazariano para ver si cambio de opinión.
Lo que sucede es más o menos esto: abro el libro y, siguiendo las instrucciones para la lectura alternativa, me pierdo en una lectura horizontal que en mucho se parece, precediéndolo, al laberinto del hipertexto. El juego me emociona. Ahí está otra vez el lado generativo de la interrupción y el placer singular de la deriva. Ahí está el famoso capítulo en que dos oraciones se persiguen la una a la otra dentro de la misma página, e incluso dentro del mismo párrafo, aparentando ser una pero siendo, irrevocablemente, dos. Ahí está el sutil movimiento de las manos sobre el papel: lectura con cuerpo. Ahí está el juego para el cual o dentro del cual lo que cuenta es el proceso —físico, intelectual, senti-mental— y no el punto final (si es que existe un punto y si es que existe un final). Este es el lado de Rayuela que comparo al momento en que, un rato después de iniciada la carrera, se produce la levitación de las endorfinas. Para mí, el placer deRayuela está en todo eso.
Lo que resta, la otra lectura, la que inicia al inicio y se sigue hasta el final, continuada si así se quiere por un apéndice acaso moroso, esa otra parte me sigue pareciendo marchita. Ahí es donde está La Maga en su mundo separatista y donde los hombres discurren sin parar sobre ideas más bien sobadas. Ahí están las observaciones snob, marcadas por larguísimas citas textuales de libros que se quieren de culto pero que con los años se han convertido en manual. La sapiencia docta y la erudición fácil y la memoria exacta están ahí, con nombre de autor, título y fecha de publicación. Ahí es donde se plantea la separación entre la razón y lo demás. Se trata, sin duda, del lado más conservador de Rayuela, la sección donde las definiciones hegemónicas de género y clase brotan como si fueran cosa natural. Este es el modo de Rayuela por donde se nota más el paso del tiempo. Aquí es donde cae pétalo a pétalo, marchita.
Siempre me ha parecido interesante, que los críticos tiendan a rescatar esa parte conservadora y pro establishment de Rayuela (el sexismo y el elitismo siempre son pro establishment, se sabe), describiendo simultáneamente a su aspecto más lúdico, es decir, a su cara más cierta, como una exageración decorativa o una recaída meramente formal. ¡Pero si es todo lo contrario!, termino diciéndome una vez más, comprobando que, acaso a mi pesar y 98 años después del nacimiento del siempre querido Cronopio, esta vez tampoco he cambiado de idea.
--crg
Monday, August 27, 2012
DESDE DOLERSE
"En poco dolor arde aquel que puede hablar de su dolor”, decía un proverbio en latín y será verdad de algún modo cuando Cristina nos dice que “el que se horroriza separa los labios e, incapaz de pronunciar palabra alguna, incapaz de articular lingüísticamente la desarticulación que llena la mirada, muerde así el aire”. Ante el horror sólo tenemos silencio. “El hombre tiene coraje mientras ignora”, dice Cesare Pavese, porque cuando se da cuenta y de verdad se da cuenta sólo resta, como Edipo, arrancarse los ojos para dejar de ver, para dejar de imaginar. Porque el que imagina, dice Cristina, siempre podrá imaginar que esto, cualquier cosa que esto puede ser algo distinto. “El horror es el espectáculo más extremo del poder” porque calla, ciega.
Ante ese silencio, el decir literario es la respuesta porque a pesar de Adorno, aún podemos escribir poesía después de nuestro propio Auschwitz, durante y después de nuestra propia barbarie. No puede quedarnos el silencio porque con el silencio es imposible condolerse.
Cristina Rivera Garza escribe, pero no como periodista y así se lo dice a Luz María Dávila en unos de los textos: “No soy periodista. Escribo con lo que alcanzo a ser a veces, escribo como escritora”. La palabra crea el duelo.
Dolerse: Textos desde un país herido salva de ahogarse en el silencio: nos dice que es posible aceptar que tu “me duele” es mi “me duele”, que tu “me arde” es mi “me arde”, que tu “me punza” es mi “me punza” y con ese acuerdo en las entrañas podemos, entre todos, condolernos y por fin dejar salir el grito de los ojos y las bocas silenciadas de tanto horror.
"En poco dolor arde aquel que puede hablar de su dolor”, decía un proverbio en latín y será verdad de algún modo cuando Cristina nos dice que “el que se horroriza separa los labios e, incapaz de pronunciar palabra alguna, incapaz de articular lingüísticamente la desarticulación que llena la mirada, muerde así el aire”. Ante el horror sólo tenemos silencio. “El hombre tiene coraje mientras ignora”, dice Cesare Pavese, porque cuando se da cuenta y de verdad se da cuenta sólo resta, como Edipo, arrancarse los ojos para dejar de ver, para dejar de imaginar. Porque el que imagina, dice Cristina, siempre podrá imaginar que esto, cualquier cosa que esto puede ser algo distinto. “El horror es el espectáculo más extremo del poder” porque calla, ciega.
Ante ese silencio, el decir literario es la respuesta porque a pesar de Adorno, aún podemos escribir poesía después de nuestro propio Auschwitz, durante y después de nuestra propia barbarie. No puede quedarnos el silencio porque con el silencio es imposible condolerse.
Cristina Rivera Garza escribe, pero no como periodista y así se lo dice a Luz María Dávila en unos de los textos: “No soy periodista. Escribo con lo que alcanzo a ser a veces, escribo como escritora”. La palabra crea el duelo.
Dolerse: Textos desde un país herido salva de ahogarse en el silencio: nos dice que es posible aceptar que tu “me duele” es mi “me duele”, que tu “me arde” es mi “me arde”, que tu “me punza” es mi “me punza” y con ese acuerdo en las entrañas podemos, entre todos, condolernos y por fin dejar salir el grito de los ojos y las bocas silenciadas de tanto horror.
Yásnaya Elena Aguilar Gil, "Condolerse. Algunas palabras sobre Dolerse. Textos desde un país herido", texto para presentación en Oaxaca 2012.
--crg
Friday, August 24, 2012
DESDE EL MAL DE LA TAIGA
¿Qué es el mal de la taiga?, ¿es el mal de los locos?, ¿de los que
huyen por el deseo para encontrarse en la tregua del abandono?, ¿es el lugar
que habitan aquellos que deciden quedarse en medio de la intemperie con sus
leyes, y su cielo muy azul, tan alto y a la vez aplastante sobre ellos?
El mal
del taiga es una novela de múltiples lecturas en
las que el protagonista es el lenguaje en todos sus rostros, el lenguaje con
sus caprichos y sus engaños, con su hacer al momento de decir (te digo adiós y
te abandono, te digo te extraño y entonces te recuerdo), el lenguaje con la
eterna ficción que supone desde sus entrañas, en las que todos hemos caído por
conveniencia o distracción; esta novela nos enfrenta constantemente a eso que
llamamos “realidad”, ¿pero qué importa lo “real”? El lenguaje es la ficción más
grande en la que estamos inmersos sin darnos a veces cuenta, en él siempre hay
una elección, un punto de vista, nos narramos como nos recordamos y nos
recordamos como nos imaginamos que somos.
La narradora nos advierte al inicio de cada
capítulo que no debemos confiar en ella, la información que nos presenta
siempre es el supuesto de algo, un rumor, delegándole a un tercero la
veracidad: “Que habían vivido ahí,
me dijeron”, “Que le habían hablado de mi trabajo, eso dijo”, “Que hacía mucho
no me encargaba de una investigación, eso no era mentira”. Nos enfrentamos a
una historia que provoca incertidumbre, que parece podemos vislumbrar sólo a
través de velos, del lenguaje de un lugar lejano, de información que conocemos
a través de un traductor y del silencio, que muestra todo lo que sucede en la
taiga como algo difícil de describir
porque es imposible de imaginar... Sin embargo, nada es cierto y no importa porque las certezas en esta
historia, si es que podemos llamarlas así, son aquellas que se experiencian a través de los sentidos,
de la memoria del cuerpo: “Recuerdo el café lleno de gente hasta cuyas ventanas
llegaba la sal del mar, esa sustancia pegajosa e ineludible que, una vez sobre
la piel o sobre la lengua, nos recuerda lo que somos”. “Recuerdo el río, las aguas oscuras de
un río en el cual me lavaba los pies. Recuerdo sus orillas tanto como el sonido
del agua, el agua en su fluir. ¿Porqué se recuerdan cosas así?”, las citas anteriores muestran esta
habilidad de dar atisbos de certeza en el recuerdo, en la imaginación, en el
cuerpo sintiente.
El comentario completo de Princesa Hernández en "El temblor de la imaginación", Revista Unidiversidad 8, Puebla, Agosto 2012 [o en imágenes adjuntas].
--crg
Wednesday, August 22, 2012
DESDE DOLERSE
El texto completo de Nahum Torres, Dolerse en LibroSampleados
--crg
Pocos autores mexicanos convocan por igual a poetas, narradores, ensayistas, editores e incluso distribuidores de libros. Cristina Rivera Garza (CRG) lo logra. No por algo es considerada “una de las voces más respetadas de la literatura” nacional de nuestros días.
Este respeto literario lo ha conseguido a base de romper la narrativa convencional, pero también, como en el caso de Dolerse. Textos desde un país herido (Sur+, 2011), a partir de retomar una idea básica: la convivencia, la complicidad entre lectores. Alguna ocasión CRG parafraseó a Peter Sloterdijk para señalar “que los libros y, más específicamente, la lectura, no es un acto inocuo sino, de hecho, poderoso tanto social como políticamente”. La lectura entonces es un acto político. A través de ella, “un libro tiene el poder de formar comunidades de lectores que son, en realidad, comunidades específicas de percepción.”
El texto completo de Nahum Torres, Dolerse en LibroSampleados
--crg
DESDE DOLERSE
Si una sociedad requiere, casi de la noche a la mañana, emplear palabras como ejecutado, levantado, halcón, es que algo ha pasado en el habla coloquial para describir esa realidad dolorosa.
Además, si esa sociedad está obligada a presenciar un espectáculo siniestro de ver muertos y muertos en su acontecer cotidiano, también algo doloroso, muy doloroso, está lastimando su tejido social.
En el libro “Dolerse. Textos desde un país herido”, publicado por la editorial Sur Plus, la autora Cristina Rivera Garza reflexiona acerca de temas sociales, políticos y del lenguaje.
La presentación del texto, a cargo de Verónica Gerber, Javier Raya y John Gibler, se hizo en la librería El Péndulo, en la Colonia Roma, en la Ciudad de México.
Texto completo de César Augusto Ramírez en El lenguaje del color. Posdata.
--crg
PUSO EL DEDO EN LA PALABRA INICIAL
[texto de Javier Raya para la presentación de Dolerse. Textos desde un país herido (Sur+, 2011). Leído el lunes 20 de agosto, en Cafebrería El Péndulo]
En su poema “Hechos”, Juan Gelman escribe:
El poema de Gelman muestra, entre otras cosas, que un poema no se comporta como un arma, aunque como un arma se cargue, se apunte contra un blanco fijo o móvil y suela dispararse. Que un poema sobre todo no mata, aunque sea, a su modo, un arma. Porque al final, ¿qué pueden las modestas armas de la palabra contra la artillería del crimen organizado o del Estado que se propone conducir las políticas públicas de su administración en términos del único lenguaje que parecen tener en común con sus adversarios, el lenguaje de la violencia?
En la mortal gramática de disparos a través de la cuál el Estado mexicano y el crimen organizado tejen una negociación en la que está en juego la paz pública, quedan atrapados entre balazos nombres y apellidos; pero más que nombres y apellidos, ciudadanos de carne y hueso, y más que ciudadanos de carne y hueso, primeramente, cuerpos. La historia que esos cuerpos heridos, dañados o muertos que el Estado no admite en su programa de políticas públicas, la historia de esos cuerpos que para el crimen organizado adoptan con infame precisión la calidad de objetos de cambio, o en una acepción nunca más precisa, la calidad de siniestra carne de cañón, esa historia que también se teje en el texto, es precisamente la historia que Cristina Rivera Garza se ha propuesto contar en Dolerse: textos desde un país herido, el libro que hoy felizmente nos convoca.
El texto completo en Cuaderno de Raya.
--crg
[texto de Javier Raya para la presentación de Dolerse. Textos desde un país herido (Sur+, 2011). Leído el lunes 20 de agosto, en Cafebrería El Péndulo]
En su poema “Hechos”, Juan Gelman escribe:
él tomó el endecasílabo yEn líneas posteriores, Gelman afirmará que efectivamente ningún dictador o burócrata fue muerto de muerte definitiva en la ejecución de este endecasílabo, pero que, pese a esto, los versos pueden nacer de los más variados encuentros, pues no cesan los / disparos de la belleza incesante.
con mano hábil lo abrió en dos cargando
de un lado más belleza y más
belleza del otro / cerró el endecasílabo / puso
el dedo en la palabra inicial / apretó
la palabra inicial apuntando al dictador o burócrata
salió el endecasílabo / siguió el discurso / siguió
la lucha de clases / el duro trabajo / la estupidez / la represión /
la muerte /
El poema de Gelman muestra, entre otras cosas, que un poema no se comporta como un arma, aunque como un arma se cargue, se apunte contra un blanco fijo o móvil y suela dispararse. Que un poema sobre todo no mata, aunque sea, a su modo, un arma. Porque al final, ¿qué pueden las modestas armas de la palabra contra la artillería del crimen organizado o del Estado que se propone conducir las políticas públicas de su administración en términos del único lenguaje que parecen tener en común con sus adversarios, el lenguaje de la violencia?
En la mortal gramática de disparos a través de la cuál el Estado mexicano y el crimen organizado tejen una negociación en la que está en juego la paz pública, quedan atrapados entre balazos nombres y apellidos; pero más que nombres y apellidos, ciudadanos de carne y hueso, y más que ciudadanos de carne y hueso, primeramente, cuerpos. La historia que esos cuerpos heridos, dañados o muertos que el Estado no admite en su programa de políticas públicas, la historia de esos cuerpos que para el crimen organizado adoptan con infame precisión la calidad de objetos de cambio, o en una acepción nunca más precisa, la calidad de siniestra carne de cañón, esa historia que también se teje en el texto, es precisamente la historia que Cristina Rivera Garza se ha propuesto contar en Dolerse: textos desde un país herido, el libro que hoy felizmente nos convoca.
El texto completo en Cuaderno de Raya.
--crg
Tuesday, August 21, 2012
¿PARA QUIÉN LEES?
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]
Hay preguntas que, refiriéndose a uno, solo puede contestar, en sentido estricto, otro. Se trata de preguntas solo en apariencia sencillas que, de hecho, respondemos sin reparo alguno día con día. ¿De dónde eres? ¿Para quién escribes? ¿Cuál es tu casa? Son preguntas que, al enfatizar nuestra condición como seres relacionales, nos obligan a escuchar la respuesta de otros y a guardar silencio, en franca actitud de espanto o de humildad.
Hace algún tiempo, elaborando algunas ideas acerca de la posición de la escritura en un mundo globalizado, la poeta y narradora canadiense Anne Michaels empezaba por plantearse algunas preguntas, y la decisión es de suyo interesante, sobre la manera en que los hábitos de lectura globalizada podrían afectar y, en su momento, transformar las ideas y prácticas de una literatura local y/o nacional: “¿Qué significará una literatura nacional para una sociedad que lee sin dificultad globalmente, absorbiendo novelas en línea y bajando al instante nuevas traducciones de nuevos libros?”. La respuesta, que no proporciona en “Leer el Fausto en coreano”, le da pie, sin embargo, para conectar ciertas prácticas de lectura y la escritura con otros tantos cuestionamientos acerca de la relación de pertenencia que se establece, a veces de forma injustamente unívoca, entre lugar y autor. Veamos: “A pesar de la facilidad con la que cruzamos fronteras y nos introducimos en las experiencias de los otros, algunas verdades no cambiarán: el amor nos encuentra donde quiera que estemos, un niño nace solo en un lugar, el sitio donde enterramos a nuestros muertos se vuelve sagrado; estos lugares no nos pertenecen, nosotros pertenecemos a ellos. ¿Y, metafóricamente, dónde se entierra a un escritor? En un libro; en un lector. No enterrar en términos de inmortalidad, sino en términos de crear un terreno común. Un escritor puede nacer en un lugar y escribir en otro —lo que importa es ¿quién lo clama como propio? El lector, que bien puede vivir en otro tiempo y en otro espacio. Solo en este sentido, tal vez, la globalización no puede considerarse una nueva idea”.
Así, de acuerdo con la autora de Piezas fugitivas, una novela que no me canso de recomendar a diestra y siniestra desde hace ya años, la pregunta sobre la pertenencia, solo simple o unidireccional en apariencia, sería mejor dirigírsela (¿arrojársela?) al lugar y no a la persona. La respuesta más honesta al “¿de dónde eres?” sería, luego entonces, “del lugar que me clame como propia”. ¿Y cuántos estaríamos dispuestos a esperar la respuesta en respetuoso, tolerante, reflexivo silencio? En todo caso, la respuesta, en vida, bien podría ser singular o plural, en efecto. En sentido literal y a fin de cuentas, sin embargo, el lugar que nos clama como propios, el lugar que rechaza toda presencia de ajenidad, solo es uno: la tumba. “Cuando no es posible enterrar a los muertos en un lugar que los recuerde”, concluía Michaels, “alguna veces la literatura es la única tumba que les podemos dar. Y la tumba es el único lugar que el migrante puede clamar como propio en su país adoptado; un lugar, irónicamente, para los vivos”.
Una estrategia similar habría de usarse cuando uno trata de contestar, a veces con poco reparo y menos pudor, otra pregunta relacional: ¿Para quién escribe?
Hace no tanto, mientras diferenciaba entre libros propiamente literarios y los así llamados best sellers, el autor argentino César Aira incluía una noción que, no por obvia, pasa como percibida. Decía que, a diferencia de los libros que involucran un proceso de exploración (de experimentación, decía de manera literal), no exentos del desvarío cuando no del más franco extravío (“ese peculiar cuestionamiento de la significación al que llamamos literatura”), un best seller era un “sueño realizado”. El escritor de best sellers sabe lo que escribe y, por saberlo a ciencia cierta, de principio a fin y, además, verazmente, encuentra su punto final de recepción, que es la compra. Más que para explorar, un best seller se lee para confirmar el estado de las cosas, y de las palabras que designan a las cosas. Es de presumirse, luego entonces, que el escritor debest sellers no solo sabe lo que escribe sino también, acaso sobre todo, sabe para quién escribe. Porque no se trata de un asunto relacional sino de control y, aún más, de mercado, el autor debest sellers sabe que se dirige a los gustos y prácticas de lectura de tal o cual sector de la población, cuyos datos le puede brindar, aquí sí sin reparo alguno, la encuesta más reciente.
La situación se complica, y se vuelve más interesante, si la pregunta relacional se contesta de modo relacional: Se escribe para invocar el lector que producirá la relación que promete el texto. Se escribe, luego entonces, para producir o instigar o conminar a ese lector que, en sentido estricto, todavía no existe. Se trata, tal vez, de una apuesta. O de una travesura. O de una imposibilidad.
Para ponerlo todo en modo annemichalesleeafaustoencoreano acaso tendríamos que preguntar a su vez: Y tú, ¿para quién lees?
--crg
HOY
Dentro del ciclo Sexo y Cine. La mirada femenina
Sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario de la UNAM del 21 al 25 de agosto
Panel: Apropiación de los discursos
Martes 21 17:00 hrs
Participan: Cristina Rivera Garza Néstor Braunstein Andrés de Luna
Moderadora: Gloria Careaga
Una entrevista con Marianna Palerm, curadora del ciclo, aquí.
¡Nos vemos por allá!
--crg
Dentro del ciclo Sexo y Cine. La mirada femenina
Sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario de la UNAM del 21 al 25 de agosto
Panel: Apropiación de los discursos
Martes 21 17:00 hrs
Participan: Cristina Rivera Garza Néstor Braunstein Andrés de Luna
Moderadora: Gloria Careaga
Una entrevista con Marianna Palerm, curadora del ciclo, aquí.
¡Nos vemos por allá!
--crg
BREAKFAST AT THE BORDER WITH MONICA DE LA TORRE
Over breakfast in Tijuana in 2010, the two sides of me came face to face. I was there, a Mexican-American poet visiting from Brooklyn, with the novelist Cristina Rivera Garza, who teaches at the University of California, San Diego. It was my first trip to the area, so we were sightseeing across the border. Cristina, a double agent of sorts, keeps two cell phones, two wallets, and homes in both cities. We were overnighting at her house on the Tijuana coast.
In the morning, I took a walk on the beach. Cristina had told me to head north, toward the border. She would meet me at the fence and then take me to her favorite breakfast hangout, El Yogurt Place, whose semicircular dining room offers panoramic views of the international divide.
The article in The Mexico Issue, Saveur. August, 2012.
--crg
Over breakfast in Tijuana in 2010, the two sides of me came face to face. I was there, a Mexican-American poet visiting from Brooklyn, with the novelist Cristina Rivera Garza, who teaches at the University of California, San Diego. It was my first trip to the area, so we were sightseeing across the border. Cristina, a double agent of sorts, keeps two cell phones, two wallets, and homes in both cities. We were overnighting at her house on the Tijuana coast.
In the morning, I took a walk on the beach. Cristina had told me to head north, toward the border. She would meet me at the fence and then take me to her favorite breakfast hangout, El Yogurt Place, whose semicircular dining room offers panoramic views of the international divide.
The article in The Mexico Issue, Saveur. August, 2012.
--crg
DESDE EL MAL DE LA TAIGA
La nota completa de Gilma Luque [Hombre de poca fe, Mondadori 2010], en El mal de la taiga, Revista Variopinto, Agosto 2012.
--crg
¿Qué es aquello que aterroriza? ¿Perdernos o desear perdernos?
Perderse en la inmensidad de las ramas que ocultan el cielo, que inventan la continua noche. Perderse en un bosque y olvidar el mundo, y recrear el mundo. Como si el olvido fuera gemelo fraterno del invento.
En El mal de la taiga, un hombre contrata a una detective para que encuentre a su mujer quien lo abandonó para irse con otro, ella promete traerla de vuelta. Podría ser la historia de una persecución en donde lo que se halla son migas de pan, huellas que dejan los fugados para ser descubiertos, y entonces volver real lo que han elegido. Dos sombras persiguiendo a un hombre y una mujer, repitiéndolos, ¿inventándolos? Y es que todo es posible. Debajo de esos árboles tan altos todo pierde su sentido, su primer significado, se mezclan las emociones, se mimetizan y desde la niebla aparece el asombro: las aves como sonido, son sus alas galopando; el viento caminando entre el ramaje convirtiéndose en lobo, el lobo que asecha a Caperuza, a la abuela, a la mujer que huyó de casa, a la mujer que la sigue. Las ventanas y su aspecto de ojos.
Cristina Rivera Garza sabe que el lenguaje está vivo, por eso, con su prosa impecable acerca o aleja sumergiéndonos en una atmósfera que oprime para liberar, una atmósfera tejida con frases donde lo que se confiesa se dice desde un lugar lejano: negando.La nota completa de Gilma Luque [Hombre de poca fe, Mondadori 2010], en El mal de la taiga, Revista Variopinto, Agosto 2012.
--crg
Monday, August 20, 2012
HOY
Lunes 20 de agosto, 2012
Cafebrería El Péndulo (Álvaro Obregón #86), Col. Roma.
México, D.F.
Dolerse. Textos desde un país herido.
Con comentarios del periodista John Gibler (Morir en México, Sur+, 2012), la ensayista Verónica Gerber (Mudanza, Ditoria, 2010), y el poeta Javier Raya (Ordalía, 2011).
Una conversación, varias lecturas, tantos abrazos.
¡Nos vemos por ahí!
--crg
Lunes 20 de agosto, 2012
Cafebrería El Péndulo (Álvaro Obregón #86), Col. Roma.
México, D.F.
Dolerse. Textos desde un país herido.
Con comentarios del periodista John Gibler (Morir en México, Sur+, 2012), la ensayista Verónica Gerber (Mudanza, Ditoria, 2010), y el poeta Javier Raya (Ordalía, 2011).
Una conversación, varias lecturas, tantos abrazos.
¡Nos vemos por ahí!
--crg
Saturday, August 18, 2012
[los textos]
El escritor zacatecano Gonzalo Lizardo compuso las secciones
2, 3, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 13, con base en diversos pasajes de El mal de la taiga. En las secciones 4,
9 y 12 se incluyen mezclas de texto realizadas por crg con base en el capítulo
Algo murió aquí, de El mal de la taiga,
y el poema “El sueño de los guantes negros”, del libro Son del corazón, del poeta zacatecano Ramón López Velarde. También
en estas secciones se incluyen extractos de notas periodísticas publicadas
entre el 13 y el 16 de agosto del 2012 en la prensa local zacatecana.
I: LO MISMO
El mal de la taiga—Capítulo I
[Voz crg]
II: ¿LE INTRIGAN LOS BOSQUES?
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna
derecha).
Que
habían vivido ahí / No era una casa
Habían
llegado ahí / Tomé el caso
¿Le
gustan? / Le dije la verdad
¿Le
intrigan los bosques? / Me volví a ver el cuadro
Me
intrigan / Tiene
razón
Que le habían hablado / de
mi trabajo
El
caso de la mujer / que
desapareció detrás de un remolino
El
caso de los hombres / castrados
El caso
de la mujer / que dio su mano
El
caso del hombre / que vivió por años dentro de una ballena
El
caso de la mujer / que perdió un anillo de jade
El
caso del hombre / El caso de la mujer
El mal de la taiga
III: SOY MÁS VIEJO DE LO QUE PAREZCO
Voz Gonzalo Lizardo (columna derecha); crg (columna
izquierda)
Ese
fue el momento / No he dicho que sí
Perdí
a una mujer / ¿Su esposa?
Mi
esposa en efecto / Me volví a verlo
Soy
más viejo de lo que parezco / ¿Qué
tanto?
Más de lo que se imagina / A veces hay que dejar
ir
Si
ella quisiera eso / En la fotografía que sostenía
Y
es ella Hansel o Gretel / Supongo
que Gretel
Tal
vez es el leñador / o la bruja
Este
no es un cuento de hadas / Esto no
es un cuento
De desamor
IV: UNA CAPILLA OCEÁNICA A LO LEJOS
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columan
derecha). Lectura simultánea.
Tras el recrudecimiento
de la violencia y con la intención de reforzar la seguridad en el municipio
de Fresnillo y el norte de la entidad, este día,
llegó procedente de
Querétaro la Segunda Brigada Blindada
compuesta por el 97
Batallón de Infantería del Ejercito Mexicano, quienes a partir de hoy
complementaran sus actividades con el 52 y 53 batallones de la Onceava Zona
Militar.
|
Soñé que la ciudad estaba dentro
del más bien muerto de los mares muertos. Era una madrugada del invierno y lloviznaban gotas de silencio.
No más señal viviente, que los ecos
de una llamada a misa,
en el misterio
de una capilla oceánica, a lo lejos.
De súbito me sales al encuentro,
resucitada y con tus guantes negros.
Para volar a ti, le dio su vuelo
el Espíritu Santo a mi esqueleto. |
V: RECUERDO LA SAL
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna
derecha)
Recuerdo el frío / Recuerdo el brindis
Recuerdo
el lobo / Recuerdo el viento tan cálido
Recuerdo el miedo / Recuerdo sobre todo la vergüenza
Recuerdo
la imagen del abismo / Recuerdo el sabor de mi salida
Recuerdo
la inmovilidad / Recuerdo las migajas del pan
Recuerdo
la radiografía de un cráneo / Recuerdo la sal
Recuerdo la sal
VI: ESPECTROS MÁS QUE FANTASMAS
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna
derecha)
Que
habían llegado juntos / Repetiría
la palabra
Espectros
más que fantasmas / Dicen los estudiosos
En el informe que le escribiría / El traductor
me esperó en el aeropuerto
Yo
vengo de allá / El traductor no se sonrió
Este
no es un cuento de hadas / Esto no
es un cuento
De desamor
VII: ES DÍFICIL
Voz Gonzalo Lizardo y crg al mismo tiempo ambas columnas
varias veces.
Es difícil describir / lo que no se puede imaginar
Es
difícil imaginar / lo que no se puede describir.
VIII: SÍ EXISTE
Voz de Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha).
La
mujer tocó la puerta / Nunca
pudimos explicarnos este olor
Pudo
haber muerto alguien aquí / Sospechamos
Es
eso normal aquí / El traductor me miró
El
niño llegó / por el mismo camino
¿Y
tú mamá? / Allá
¿Tú
hiciste eso? / Dijo la verdad
¿Por
qué? / Porque lo vi
¿Dónde? / Aquí
Pero
eso no existe / Sí existe
Este
no es un cuento de hadas / Esto no
es un cuento
De desamor
IX: RECUERDO EL HUESO
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna
derecha): lectura simultánea.
Todas las víctimas eran
originarias
del estado de Tamaulipas.
La versión preliminar
indica que los dos hombres, de alrededor de 35 años,
se desplazaban a bordo
de un automóvil compacto marca Mitsubishi modelo 2010 sin placas, cuando fueron
emboscados por dos camionetas de reciente modelo de donde descendieron varios
hombres armados con fusiles de asalto de alto poder y comenzaron disparar
sobre su humanidad.
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El sueño de los guantes en la punta de la
lengua. ¿Hay también unos? ¿Me atrajiste al océano de tu corazón dentro de
los pies? ¿Recuerdo el hueso? El enigma del amor se veló. La muerte hace que
nos llevemos el invierno y lloviznen gotas de la luz del fuego. El ruido de los universos. ¿Conservas
tu carne en cada misterio de una capilla oceánica, o la manera en que los
dientes mordían? ¿Conservas lo que suele confundirse a veces con las ganas
del desamor?
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X: A VECES DESEPERADO
Voz Gonzalo Lizardo (columna derecha);
crg (columna izquierda).
Recuerdo el miedo / Recuerdo las imágenes del
sueño
Recuerdo
los confines del mapa / Recuerdo el paso del lobo
Recuerdo el ruido a veces desesperado / Recuerdo el paso de la luz
Recuerdo,
sobre todo, el ruido / a veces desesperado
Recuerdo
la luz a través / de muchas ventanas
de muchas ventanas
de muchas ventanas
XI: SU VOZ TAN SUAVE
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha).
Sabían
de nosotros / Pudimos dar contigo
Ah,
eso / Qué bueno que el correo funciona todavía
El
hombre estuvo de acuerdo / Querías que te
encontráramos
Oh,
no / Su voz tan suave
Queríamos
que supiera / que estábamos bien
El
plural / El singular
Deberían
irse pronto / Moví la cabeza de izquierda a derecha
Los
dos se alzaron de hombros / Uno nunca sabe
hasta que llega
Y
atrás de nosotros, las migajas / Cuestión de empezar un día
Y el lobo en ese momento se echó para atrás
Supuse que no me había entendido / Algo murió aquí
El
traductor salió por agua / Fue hacia el filo del amanecer
Por
otro fracaso / Mis tantos fracasos
Los
fracasos pesan / Lo mismo
Lo
mismo / Lo mismo
Lo mismo
Lo mismo
XII: GUANTES EN PEDAZOS PEQUEÑÍSIMOS
Voz Gonzalo Lizardo (columna izquierda); crg (columna derecha):
lectura simultánea.
El sueño de los guantes en la punta de la lengua. ¿Hay también unos?
¿Me atrajiste al océano
de tu corazón dentro de los pies? ¿Recuerdo el hueso?
El enigma del amor se veló. La muerte hace que nos llevemos el
invierno y lloviznen gotas de cómo bajo la luz del fuego. El ruido de los universos.
¿Conservas tu carne en cada misterio de una capilla oceánica, o la
manera en que los dientes mordían?
¿Conservas lo que suele confundirse del desamor?
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¿Pero qué es, en realidad,
el fin del cuello? Lo que sostiene el
recuerdo entero en la prudencia de tus guantes del encuentro resucitada y,
con tus guantes en pedazos pequeñísimos
el momento en que habíamos llegado,
exhaustos hasta que vivieron.
Un fuerte como en un más
del que había imaginado.
los huesos, la urgencia de las mayúsculas.
Esa parvada.
En silencio iba a seguirlo pero me pidió
sueño, como cometa, y en su calma. Fue hacia el filo del amanecer: callar.
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XIII: LA CALMA ABSOLUTA
Voz Gonzalo Lizardo
(columna izquierda); crg (columna derecha).
Recuerdo los ojos del pájaro / Recuerdo
sus pequeñas manos
Recuerdo
el río / las aguas oscuras / el salto del lobo
Recuerdo
el viento / sobre todo su paso
Recuerdo
sobre todo / la
calma absoluta
Recuerdo
su aproximación alucinada / la
pista de baile
Recuerdo
el lobo / Recuerdo el
miedo
Recuerdo
el frío / Recuerdo el
viento
Recuerdo
la imagen del abismo / Recuerdo la sal
Recuerdo
el mal / El mal
El
mal / La sal
El mal de la taiga
El mal del mal
El desamor
El amor
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