En su ensayo Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación, la novelista mejicana Cristina Rivera Garza ha pensado las estrategias en las que la literatura puede en nuestra época hablar de la violencia institucional, de las masacres o del narcotráfico. Por su parte, en El haya y el abedul. Ensayo sobre la tristeza europea, el francés Camille de Toledo ha denunciado el monopolio de la memoria que se construyó en Europa en los años sesenta y setenta y que derivó en una auténtica industria de la memoria. Ambos autores abogan por la traducción como una herramienta de acercamiento, cargada de futuro. El diálogo buscará puentes entre la generación de W. S. Sebald o Art Spiegelman y las posteriores. Formas contemporáneas de narrar la historia y su dolor.
La práctica de la escritura es un estar-en-común desde y con el lenguaje. En este taller se ensayarán distintas estrategias de reescritura de yuxtaposición para producir textos que valoren y se sirvan tanto de la perspectiva personal como de la comunitaria. Con base en escritos propios y ajenos que los participantes traerán a la sesión, y siguiendo sugerencias proporcionadas in situ, cada tallerista llevará a cabo ejercicios que permitirán crear una visión autocrítica sobre el proceso de escritura.
Hay numerosos aspectos destacables en este libro, empezando por el uso del lenguaje, denso y rico en metáforas, bien ritmado, donde se advierte a la poeta que también es Rivera Garza. Por su parte, los propios personajes de Nadie me verá llorar son extremadamente ricos e imprevisibles. No bastan el estigma de la locura o la drogadicción para justificar la ambigüedad y el comportamiento caprichoso de Matilda y Joaquín. Son personajes arcanos, abiertos a la imaginación lectora. Como están abiertas a la imaginación esas fotografías de Joaquín Buitrago, búsqueda de una interioridad en la apariencia: las mujeres de las casas de citas, las locas y, por fin, las ausencias, fotografías de lugares y objetos abandonados por una presencia humana aún latente: un sofá vacío que conserva el pliegue del peso de un cuerpo que ya no está, los columpios recién abandonados en los parques, una taza con la huella del lápiz labial de una mujer. Texto completo de Daniel Pelegrin aquí. --crg