CARTA A LOS LECTORES:
Hay muchos años de trabajo y
cariño detrás de Había mucha neblina o
humo o no sé qué. Más que un libro sobre Rulfo—lo he dicho ya varias veces
en presentaciones y entrevistas—un libro que, moviéndose alrededor o a través de
Rulfo, invita al lector a tocar el territorio de un país en vilo. Así es: uno
piensa que va en busca del pasado y lo que encuentra a cada rato es esa cara a
la vez irresuelta y esperanzada, precaria y atroz, del presente. Y, ahí, entre
el pasado y el presente, y al revés, queda la niña que, gracias a las políticas
culturales de la educación pública, se enfrentó por primera vez a Juan Rulfo. Y
la adolescente que regresó una y otra vez, con iguales dosis de curiosidad y de
asombro, a sus libros y fotografías. Y, también, la escritora que, para
compartir un duelo íntimo, un buen día terminó El día en que murió Juan Rulfo. Ese cuento. Y la que fue fraguando
ese diálogo en voz baja con Rulfo a través de artículos en La mano oblicua (la columna que tuve en el periódico Milenio por 7 años). Y la que empezó, y
todavía no termina, ese ejercicio de re-escritura que es Mi Rulfo mío de mí (ahora en tumblr).
En este libro están, pues, las
huellas de esas muchas lecturas de Rulfo, y las lecturas sobre otras lecturas
de Rulfo, los momentos felices de los hallazgos de archivo, la respiración
entrecortada en las crónicas de viaje, los cuentos (que son en realidad
desvíos), los poemas, el artículo de investigación, las intervenciones
textuales—porque para abarcar algo tan complejo uno tiene que recurrir a todo
lo que sabe y todo lo que intuye—que han ido marcando el itinerario de una
relación larga, tan larga como la vida. Se trata de una relación a la que no
dudo de calificar de sagrada: una lectora y un texto. Nada más; nada menos.
Aposté ahí, en ese libro, a la escritura en plural, una escritura que se vale
por igual de las herramientas de la investigación histórica o de los métodos de
la etnografía, así como de las estrategias propias de la ficción, para
construir un texto colindante, entre géneros, con/ficcionado en compañía de
tantos otros y otras. Sigo pensando que el libro comunalista es posible. Que es
deseable.
El presidente de la Fundación
Rulfo ha calificado a Había mucha neblina
o humo o no sé qué como un libro “difamatorio.” Yo discrepo de su opinión,
por supuesto. Pero no puedo pedirles a ustedes, los lectores, que piensen como
yo de manera acrítica o por imitación o por simpatía. He pasado ya muchos años
dando clases, comprometida con pedagogías dinámicas y contestatarias donde lo
que cuenta es la producción de pensamiento y práctica crítica. Nunca les he
pedido a mis grupos que piensen como yo, sino por el contrario, los invito a que
juntos, con base en lecturas cuidadosas y compartidas, y a partir de una
relación que siempre incluye ese ir y venir de todo diálogo, vayamos
compartiendo y cotejando argumentos y evidencias para formar comunidades vivas,
alertas a los retos del presente. Sigo convencida de que así, por estas vías,
seremos capaces de ir formando colaborativamente alguna opinión propia. Por eso
es que invito a los lectores que ahora me preguntan sobre la calificación
emitida acerca de Había mucha neblina o
humo o no sé qué que no se distraigan, que confíen en sí mismos: abran esa
puerta, sí, y entren en el libro. Lean, cotejen, comparen, contrasten,
regresen, subrayen, anoten, debatan, si fuera de su interés, disientan, si ese
fuera el caso. Las páginas son todas suyas. Supongo que es así que los libros
van armando sus propias esferas de afecto.
Es necesario leer más, y no leer
menos, a Rulfo, ciertamente, y a tantas otras también. En momentos en que la
diseminación de pensamiento crítico se paga a menudo con la vida, como es el
caso de tantos periodistas asesinados en México; en momentos en que las
políticas neoliberales continúan arrasando con cualquier forma de existencia y
pensamiento libertario, es más importante que nunca alzar la voz cada vez que
la fuerza del autoritarismo y la ley de la ganancia máxima trata de promulgar e
imponer una versión—su versión—por sobre las múltiples versiones de las cosas. En
Había mucha neblina o humo o no sé qué ofrecí—tal vez debería decir: me
atreví a ofrecer—a mi Rulfo mío de mí: uno entre los muchos otros que ya
existen y entre los otros tantos que seguirán existiendo si continuamos con su
lectura. Mi Rulfo mío de mí que no intenta ni sustituir al tuyo ni eliminarlo,
sino más bien multiplicarlo, expandirlo. La lectura como ejercicio de
producción y práctica creativa (y no como un mero acto de consumo). La lectura
como esto que me acerca a ti, ahora mismo, para seguir platicando hasta la
madrugada.
Muchas gracias.
Cristina Rivera Garza
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